La historia de Stanislav Petrov

26 septiembre, 2023 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 1112

El hombre que salvó al mundo de una guerra nuclear

The New York Times

logo fal N eneJorge Alberto López Lechuga

Septiembre 2023

En 2013, mediante la Resolución 68/32, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 26 de septiembre como el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares. En el décimo aniversario de esta conmemoración, vale la pena recordar la historia detrás de esta efeméride.

De acuerdo con el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (OPANAL) y con la Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos de Desarme (UNODA), el 26 de septiembre de 1983, el Teniente Coronel de la Fuerza Aérea Soviética, Stanislav Petrov, tomó una decisión que evitó una guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

En dicha fecha, el nuevo sistema de detección temprana de misiles de la Unión Soviética, Serpukhov-15, emitió una alarma que indicaba que Estados Unidos había lanzado cinco misiles nucleares con dirección a territorio soviético. La alerta demandaba una reacción inmediata. Según los protocolos de respuesta a ataques de esta naturaleza, se debía actuar mediante una represalia nuclear, incluso si existen dudas sobre si la supuesta agresión es real o no. El sistema de alerta satelital indicaba un ataque inminente, y esto implicaba solo unos minutos para decidir si responder o esperar y enfrentar el riesgo de devastación total.

Esta decisión estaba en manos de Petrov, quien notó que, a diferencia del nuevo sistema de alerta satelital, los radares convencionales soviéticos no detectaban ningún misil en movimiento, así que optó por seguir sus instintos y no acatar el protocolo militar establecido. Pero cómo era posible que el nuevo sistema de radares satelital fallara. A pesar de la oposición por parte de su equipo, Petrov ignoró la alerta y declaró que se trataba de una falsa alarma. Desobedeció la cadena de mando y prefirió no responder al supuesto ataque.

El aparente lanzamiento de misiles estadounidenses resultó ser una falla del nuevo sistema de observación satelital. Si la Unión Soviética hubiese respondido en represalia, Estados Unidos, a su vez, habría lanzado un ataque, lo que probablemente provocaría el fin de la civilización humana y un desastre ambiental sin precedentes. La decisión de Petrov de no lazar un ataque salvó a millones de vidas en todo el mundo.

Ni durante la Guerra Fría ni en la actualidad el peligro de un conflicto bélico nuclear intencional es el único escenario que merece nuestra atención. Es común escuchar entre especialistas y medios de comunicación que ninguno de los nueve jefes de Estado de los países que poseen armas nucleares se atrevería a lanzar un ataque nuclear de forma deliberada por las consecuencias que implicaría para la humanidad y el planeta. Sin embargo, esa no es la hipótesis más preocupante. Los riesgos relacionados con accidentes, errores técnicos o casos de negligencia han estado a punto de provocar catástrofes nucleares, como fue la falsa alarma que identificó Petrov.

El desarme nuclear total e irreversible no es una hipótesis idealista, es una necesidad real y urgente de la cual depende nuestra existencia.

El periodista Eric Schlosser, en Command and Control: Nuclear Weapons, the Damascus Accident, and the Illusion of Safety (2013), narra uno de los peores accidentes con armas nucleares recientemente desclasificado por el gobierno de Estados Unidos. Se trató del llamado “Damascus Accident”, del 18 de septiembre de 1980, que implicó un percance con un misil balístico intercontinental, Titan II, en un complejo de lanzamiento nuclear en Damasco, Arkansas. Durante un procedimiento rutinario de mantenimiento, un trabajador accidentalmente dejó caer una herramienta en el silo, lo que provocó una ligera perforación en la coraza del misil, que a su vez causó una fuga de combustible. Dentro de ese misil Titan II, se encontraba la ojiva termonuclear más poderosa jamás emplazada en un misil estadounidense (seiscientas veces más poderosa que la bomba lanzada sobre Hiroshima, en 1945). La explosión resultante de la fuga de combustible destruyó el silo y activó la propulsión del misil, que salió disparado incontrolablemente. La ojiva terminó en una carretera cercana y, afortunadamente, no detonó, pero difícilmente podemos creer que esta “buena suerte” se repita.

Schlosser indica en la misma obra que, solo de 1950 a 1968, en Estados Unidos ocurrieron al menos 700 incidentes significativos relacionados con 1250 armas nucleares. Por su parte, Lloyd J. Dumas, profesor de la Universidad de Texas, señala que, de 1950 a 2009, hubo una media de casi un accidente grave relacionado con armas nucleares cada 7 meses tan solo en ese país.

En sus memorias, publicadas en 2004, el expresidente estadounidense Ronald Reagan escribió que se enfrentó a la posibilidad de tener solamente “6 minutos para decidir cómo responder a una señal de radar y ¡decidir si iniciar o no un Apocalipsis!” Agregó: “¿Cómo es posible ser razonable en tales circunstancias?” Los tiempos de advertencia en otros países son aún más cortos, como mencionan los Parlamentarios por la No Proliferación y el Desarme Nuclear y la Unión Interparlamentaria en su Manual para Parlamentarios No. 19-2012. En suma, desde hace varias décadas vivimos a cerca de 10 minutos de una guerra nuclear, sea accidental o intencional.

La amenaza proveniente de la mera existencia de armas nucleares permanece aún después del final de la Guerra Fría, tanto para quienes no poseen como para quienes sí poseen estos arsenales. Los accidentes pueden ocurrir cada día por la omnipresencia del error humano, no es posible estar seguros de que los golpes de suerte seguirán evitando una posible catástrofe humanitaria y ambiental.

La comunidad internacional no debe limitarse a permanecer pasiva ni debe asumir esta realidad como inevitable; debe actuar de forma perseverante para terminar definitivamente con el periodo más peligroso y costoso de la historia de la humanidad: la era nuclear. El desarme nuclear total e irreversible no es una hipótesis idealista, es una necesidad real y urgente de la cual depende nuestra existencia.

A pesar del antes mencionado acto de Petrov, por años, sus acciones permanecieron desconocidas para el mundo. Que la conmemoración de este día sirva para no olvidar y actuar de forma categórica ante la amenaza existencial que representan las armas nucleares.

JORGE ALBERTO LÓPEZ LECHUGA es abogado internacionalista con más de 10 años de experiencia en la implementación de tratados internacionales sobre desarme y no proliferación de armas de destrucción en masa (nucleares, químicas y biológicas) y control de armamentos convencionales. De 2011 a 2019, fue Oficial de Investigación y Comunicación de la Secretaría del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (OPANAL), periodo durante el cual participó como Representante Alterno del OPANAL en la Conferencia de las Naciones Unidas que negoció el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. De 2019 a 2022 fue asesor legal y de proyectos en la Oficina regional de las Naciones Unidas para Asuntos de Desarme. Sígalo en Twitter en @Jorgefellini.

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