La elección púrpura

20 agosto, 2020 • Artículos, Norteamérica, Portada • Vistas: 3896

Las mujeres, Kamala Harris y el proceso electoral estadounidense

CNN

Ana Lucía Guerrero

Agosto 2020

No es poca responsabilidad acompañar al candidato que, de ganar las elecciones de Estados Unidos, se convertirá en el presidente cuya edad, al momento de su toma de posesión, será más longeva que la que tenía al salir el mandatario más decano (Ronald Reagan). Joe Biden, si es electo presidente, regresará a la Casa Blanca con 78 años: la esperanza de vida actual de los hombres en Estados Unidos. Tampoco es menor descartar el motivo de la vocación ejecutiva de Biden para buscar ser el presidente número 46: quizá más que un genuino anhelo empolvado, su decisión se erige como escudo de la amenaza a la democracia por el mandatario en turno. Entonces, parece que el voto de Biden, así como el de muchas personas más, no será en exclusiva por él mismo, sino en mayor medida en contra de Trump. Las premisas de la edad y las razones de Biden no se escogen para evidenciar un hecho biológico, sino para reforzar los posibles alcances a los que se enfrentará Kamala Harris, su compañera de fórmula, de 55 años. Así, la vicepresidenta en potencia podrá reconfigurar el puesto haciéndolo aún más relevante de lo que históricamente ha sido. No solo tendrá el camino arado para una posible candidatura presidencial en 4 años (si la de Biden es una presidencia transicional) o en 8 (si su energía y números se lo permiten), sino que desde su posición puede modificar la agenda demócrata (y estadounidense).

El peso vicepresidencial

Se podría asegurar que la figura de la vicepresidencia no estaba en los planes de los padres fundadores, y que la crearon como contención para darles a los electores un incentivo de votar por alguien diferente al candidato de su estado. Por lo tanto, se realizó la doceava enmienda y, en el artículo 68 de El Federalista, Alexander Hamilton dejaría en claro las generalidades del puesto. Así, la oficina de la vicepresidencia se vislumbró como un apéndice legislativo, con escaso poder al presidir el Senado sin voto más que de desempate. El papel de la vicepresidencia ha derivado de una autoridad más consuetudinaria que constitucional. Pasó de ser un papel accesorio, con la elección casi impuesta en las convenciones nacionales sin que el candidato presidencial tuviera injerencia, a ser un aliado en las campañas y la operación gubernamental. A mediados del siglo XX las cosas cambiaron y se eligieron a los compañeros de fórmula para generar balance ideológico, generacional o geográfico. La vicepresidencia, hasta Richard Nixon, no era considerada un puesto de trampolín para buscar la nominación presidencial, y ya para mediados de la década de 1970, los vicepresidentes empezaron a tener más poder (derivado de la voluntad presidencial en turno). Biden, al haber ocupado el cargo activamente, tiene una dimensión real de los alcances y de la responsabilidad que se derivan del puesto y el poder del mismo debido a la polarización en el Congreso y el subsecuente exceso de órdenes ejecutivas. Y Harris, acostumbrada a romper techos de cristal por mérito propio, seguirá siendo la primera histórica en múltiples categorías si los demócratas regresan a la Casa Blanca en esta elección. Por lo pronto ya es la primera representante de minorías integrando una fórmula presidencial de partidos grandes; las otras tres mujeres han sido Geraldine Ferraro (1984), Sarah Palin (2004) y Hillary Clinton (2016). La señal que envía Biden es clara: piensa gobernar con una visión incluyente, con una mujer al frente que permita el cambio generacional.

El marco social de descontento con las fuerzas policiales y el racismo sistémico que permea hasta al sistema de inmigración, aunado a la evidencia de ineptitudes federales frente a liderazgos locales en el tratamiento del coronavirus, pueden jugar a favor de los demócratas. El camino para la Casa Blanca, sin embargo, se antoja empedrado. El presidente Donald Trump, otrora donante para previas campañas tanto de Biden como de Harris, se ha empecinado en propagar teorías de fraude electoral desde ya. Además, el sistema electoral de no proporcionalidad (winner take all) y el hecho de que las elecciones presidenciales se ganen en la mayoría a nivel estatal, aunado a las redistritaciones a conveniencia, han jugado en desfavor de los demócratas (no en vano, de las últimas cinco elecciones presidenciales, dos las han ganado con voto popular pero perdido en el Colegio Electoral). Y, si bien es cierto que en la lista de las preocupaciones de los votantes se encuentran en primeros lugares la economía y la inmigración, hay otros temas que un movimiento en particular ha logrado colocar en la agenda y, quizá, sobre todo después de la elección de Harris, desempeñen un papel importante: el de las mujeres.

El papel de las mujeres

La de 2020 será la primera elección presidencial de la era del #MeToo (aunque surgió en 2006, cobró fuerza en 2017 cuando se convirtió no solo en una bandera social, sino en un movimiento político que ha llevado a la renuncia tanto de congresistas como de funcionarios públicos; en la marcha de aquel año, incluso, una de las ponentes fue Harris). La opinión sobre acoso sexual va de acuerdo a las líneas partidistas, más que al género. Esto no se traduce en un apoyo irrestricto por parte de los demócratas al movimiento o en una negación de los derechos de las mujeres por parte del Partido Republicano. Se sabe que la afiliación e identificación partidista tiene relación con la percepción y la etiquetación de hostigamiento y, así, las conservadoras reportan menos instancias donde han experimentado discriminación de género que las liberales. También se sabe que no hay un voto uniforme del grupo “mujeres”; lo que parece unificarlas es el tono negativo de Trump, en particular para las moderadas y que viven en los suburbios. Esta es la clave: las votantes columpio de estados columpio, particularmente en el Medio Oeste, deben tener preocupados a los republicanos, más en una elección en la que las mujeres han sufrido en mayor grado que los hombres las consecuencias económicas de la pandemia.

Parecería paradoja cromática, pero dicen que en política nada es azaroso, así que quizá no es coincidencia que el morado sea el balance entre el rojo y el azul.

En el centenario de la aprobación de la decimonovena enmienda constitucional, que garantiza a las mujeres el derecho al voto, se hace más imprescindible darle luz al fenómeno: desde hace 4 décadas, las mujeres votan más que los hombres en todos los grupos etarios. El momentum de las mujeres ha ido in crescendo desde 2016 con Clinton como la primera candidata presidencial. El apoyo de las mujeres en 2018 fue determinante para cambiar algunos estados a azul. Parecería paradoja cromática, pero dicen que en política nada es azaroso, así que quizá no es coincidencia que el morado sea el balance entre el rojo y el azul. Y, aunque la participación en voto no se traduzca en representación de género, en el poder legislativo también hay divisiones partidistas. En 2018, los demócratas nominaron a un 42% de mujeres y los republicanos solo a un 14% para sumar 13 congresistas republicanas y 88 demócratas en el Congreso, y 17 demócratas y 9 republicanas en el Senado: solo una cuarta parte de los escaños. En 2020, la cosa no cambiará mucho para las republicanas; aunque haya más candidatas, su estatus será como retadoras de algún candidato demócrata defendiendo su posición, lo que conlleva, incluso, a que su propio partido carezca de incentivos para financiar sus campañas. Los contribuyentes a los Comités de Acción Política demócratas, en ocasiones, donan con la intención expresa de que se nomine a progresistas; sin embargo los donantes republicanos no buscan expresamente apoyar a conservadoras.

El desdén a las mujeres no debe tomarse a la ligera. La organización All in Together realizó un estudio en el que definió a un grupo de mujeres como “las mujeres guardianas” (su tema de preocupación principal es la seguridad) que se divide en preferencias presidenciales (Biden 46%, Trump 42% e indecisas 12%), siendo mujeres mayores de 50 años, sin educación universitaria, casadas y de clase media. Sus elecciones en otros ciclos han sido tanto para demócratas como para republicanos y, por su localización geográfica, tienen el potencial de mover una elección. En 2014, el voto de las mujeres blancas con educación universitaria fue mayoritariamente republicano; en 2016, el apoyo a ambos partidos fue similar, pero, en 2018, 59% votó demócrata. En Arizona, incluso, grupos de activistas han notado un incremento en el interés por parte de las minorías, en particular, el de mujeres latinas motivadas que podrían cambiarle el color al estado al salir del abstencionismo. Así, mientras disminuye la porción del electorado tradicionalmente considerado columpio (hombres blancos y mayores), la importancia de los estados púrpura no es tan solo por la dirección en la que pueden modificar los resultados del Colegio Electoral, sino por el simbolismo intrínseco: las mujeres.

Conclusión

Hay poca evidencia de cómo la figura vicepresidencial puede afectar el resultado. Y, aunque Harris difícilmente le restará puntos a Biden, siendo de California tampoco se los aumentará. Sí, Harris es más liberal que Biden y su diversidad racial y de género (como ella se ha definido: asiática y negra) son atractivas. Además, es notorio el papel predominante de las mujeres dirigiendo la campaña de Biden (su coordinadora de campaña, incluso, es una mujer). Las mujeres se han convertido en el grupo demográfico más determinante del resultado de la nominación presidencial demócrata y serán importantes en la elección general. No es poca cosa, entonces, aseverar que la elección más importante en la carrera profesional de Biden no será la que emita el 3 de noviembre de 2020, sino la que dio a conocer cuando alió su nombre al de Harris para la historia. Su elección atrae al electorado base, a las minorías y, sobre todo, a las mujeres, solidificando al Partido Demócrata como el congregador de estos grupos. Y es que quizá no solo se trate de una ola púrpura, sino de un realineamiento a posteriori porque, en 2020, quien gane o pierda las elecciones seguramente lo hará por las mujeres.

ANA LUCÍA GUERRERO es licenciada en Relaciones Internacionales por el ITAM y maestra en Ciencia Política por la California State University, Long Beach (CSULB). Ha impartido clases sobre el sistema político-electoral de Estados Unidos en la Universidad Anáhuac México. Ha escrito diversas publicaciones sobre Estados Unidos e impartió la segunda cátedra de la Universidad Anáhuac del Sur/Museo de Memoria y Tolerancia “Comprendiendo las elecciones en Estados Unidos”. Sígala en Twitter en @analuciando

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2 Responses to La elección púrpura

  1. Isabel Alvarado dice:

    Había visto en las noticias el nombre de Kamala Harris y quería saber quién era y con tu artículo ya me enteré y veo que es una mujer que muy probablemente hará mucho por las mujeres en USA.
    Ojalá gane con Biden, de quien por cierto me gustaría saber su biografía.
    Felicidades por tu artículo Ana Lucía!

  2. Valer Tyler dice:

    Excelente artículo para comprender implicaciones sutiles del actual proceso democrático en EUA. Está explicado de lo más sencillo. Sin duda una gran pluma para Foreign Affairs.

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