CEO’s y desigualdad salarial

3 enero, 2024 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 4489

La nueva problemática empresarial

CNBC

logo fal N eneJorge Armando Talavera Gutiérrez

Enero 2024

Detroit era considera una de las ciudades emblema de Estados Unidos; su progreso, su alto índice de empleo y los salarios que se pagaban la hicieron crecer a un ritmo acelerado entre las décadas de 1950 y 1980. Era el sueño dorado de cualquier país, y también un emblema que representaba el sueño americano. Hoy, esta ciudad se debate entre la delincuencia, el desempleo y el abandono; sus suburbios se han convertido en el territorio de cientos de pandillas que operan en lo que alguna vez fue la meca de la industria automotriz internacional. Sin embargo, los ojos del mundo nuevamente han sido puestos en la ya conocida como “la ciudad fantasma”.

Hoy todos escuchan una voz colectiva que hace eco entre sus calles abandonadas, pero sobre todo marca el inicio de una nueva era de lucha obrera. Por ello, a las afueras de las plantas automotrices de General Motors y Ford, un grupo numeroso de obreros se manifiesta de forma enérgica. No es ni será la primera vez que lo hacen, pero en esta ocasión una nueva causa une su furia: la desigualdad salarial, ese terrible mal que ha poseído a gran parte de la industria manufacturera en las últimas 2 décadas.

Aunque parece un tema añejo, la desigualdad salarial es un tema que se ha acrecentado en los últimos años. En las décadas de 1980 y 1990, las empresas estadounidenses contaban con un parámetro que les permitía limitar los salarios de los altos mandos empresariales, tabulándolos a un máximo de hasta en veinte veces más que el salario más bajo dentro en la empresa. Este parámetro permitió mantener un equilibrio salarial, impulsando así la justicia social y el equilibrio entre capital y trabajo. Sin embargo, en la década de 1990, una nueva figura comenzó a hacerse presente en la economía y la empresa, la cual representaría el elemento que, con su sola visión, sería capaz de levantar empresas de la ruina para convertirlas en parte importante del índice Standard & Poor’s 500.

Esta nueva figura comenzó a tomar relevancia en un mundo empresarial que se redujo a carreras y conflictos individuales, desvaneciendo el papel fundamental del obrero en la industria. Comenzó así una nueva era: la del hombre-empresa. En respuesta a esta nueva necesidad empresarial, la academia comenzó la formación del “nuevo hombre”, que muy pronto tomó el protagonismo para convertirse en el hombre-empresa. A estos nuevos redentores empresariales se les bautizó con el nombre de “CEO” (termino anglosajón chief executive officer, que se traduce como director general).

La falta de empatía de los liderazgos visibles

Indebidamente, el CEO ha sido considerado en los últimos años como el elemento más valioso dentro de una empresa. Según sus defensores, es el imprescindible y un factor “mágico” que la llevará al éxito económico. Su peso dentro de la misma, implica incluso una superioridad sobre los socios y los accionistas que deben acatar las “innovadoras” ideas de un personaje de quien se cree vendrán aquellas nuevas estrategias que permitirán el crecimiento económico. Por si fuera poco, estos personajes han pasado de ser el mando a la imagen total de la empresa; incluso, en los medios de comunicación especializados en materia de negocios, se informa cada vez más sobre la vida y las decisiones de los CEO por encima de la productividad, la estabilidad laboral y los resultados de la empresa. Así, en esta nueva dinámica, tenemos noticias diarias de la Tesla de Elon Musk, la Apple de Steve Jobs y la Microsoft de Bill Gates, pero poco sabemos de los que hacen posible dichas empresas, esos que parecen no importar y que deben resignarse a mantenerse ahí, en el lugar histórico que no han podido abandonar: el anonimato.

Esta falta de empatía con la clase obrera, ha generado la movilización social y nuevos cuestionamientos sobre el papel del obrero y la empresa en el siglo XXI.

Esta falta de empatía con la clase obrera, ha generado la movilización social y nuevos cuestionamientos sobre el papel del obrero y la empresa en el siglo XXI. Hoy observamos el surgimiento de empresas tecnológicas que de la noche a la mañana se cotizan mejor que aquellas que dan miles o millones de empleos, que desde las bolsas de valores acaparan inversiones basadas en la especulación y que tienen por fin expansiones absurdas que buscan la automatización y la disminución de la mano de obra obrera. Inversiones que, al final, colapsaran ante la falta de ingresos de la clase obrera, que es su mayor consumidor.

Por si fuera poco, en las épocas de tempestad económica, los CEO se vuelven más fuertes y menos vulnerables que la clase obrera. Gran parte de las medidas de rescate propuestas por las consultorías empresariales internacionales terminan centradas en los despidos masivos y la atracción de otro CEO más costoso que el anterior, el cual buscará enderezar el barco empresarial, aumentando nuevamente la brecha salarial y generando una constante e imparable desigualdad laboral.

La brecha salarial

Por otro lado, la clase obrera no solamente es vulnerable en su estabilidad en el empleo, también lo es en sus salarios frente a los CEO. En Estados Unidos, esta brecha salarial entre los directores generales y el empleado promedio incluso varía entre ciudades e industria. Y eso no es todo, pues en la mayoría de los países esta brecha se acentúa entre los empleados “nativos” y los migrantes, aun cuando tienen el mismo nivel de preparación o de estudios.

En otro escenario, la brecha salarial entre países conforma el mayor desafío para el hemisferio. En promedio, un salario ofertado en México oscila entre los 8000 pesos mensuales, mientras que un salario ofertado en Estados Unidos es de aproximadamente 2500 dólares mensuales. Incluso, la diferencia salarial entre los CEO estadounidenses y los latinoamericanos resulta abismal. En Latinoamérica, una persona con este cargo cuenta con un salario promedio mensual de 14 000 dólares, mientras que en Estados Unidos es de 280 000 dólares. Lo anterior, sin contar a aquellos CEO que dirigen las empresas del índice S&P500, pues ahí la brecha salarial es abismal.

En un artículo publicado por Bloomberg, en agosto de 2023, se hace referencia a los CEO mejor pagados en 2022, entre los que se encuentra Sundar Pichai, director general de Alphabet Inc., quien ese año ganó 225 985 000 dólares. Al igual que en otros casos, a inicios de 2023, la empresa que dirige Pichai anuncio el despido masivo de trabajadores en todo el mundo, pero ninguno de ellos tenía puesto de alta dirección. Nuevamente, la historia se repite golpeando a los de abajo y a quienes conforman el motor empresarial mundial.

¿Qué se debe hacer ante la desigualdad?

Ante esta creciente desigualdad debemos reconocer que las economías nacionales se basan fundamentalmente en el principio keynesiano del Estado como el mayor consumidor por medio del aumento del gasto público. Esto, a su vez, genera un gobierno necesitado de dinero, el cual tendrá que ser aportado por sus ciudadanos mediante el pago de impuestos. Ahora bien, cuando se junta el aumento del gasto público y el incremento de los derechos sociales cubiertos por el Estado, nos da como resultado economías devoradoras de patrimonio por medio del aumento dosificado de impuestos y la inflación como consecuencia natural de dicho sistema. Esto ha empujado a la industria internacional a la automatización, creando una nueva visión de empresa: la empresa sin trabajadores. Esta visión se ha visto fortalecida por la aparición de la inteligencia artificial, que es capaz de tomar decisiones complejas y nutrir su acervo cultural conforme a las experiencias generadas. Por si fuera poco, esta nueva visión empresarial solamente contempla una estructura de mando, es decir, una estructura ideal y pensada para el CEO.

Ante este escenario, resulta interesante la visión de Gates, quien ha propuesto que cualquier robot que remplace un trabajo humano deberá de pagar los mismos impuestos que cualquier trabajador. Esta propuesta no solo busca proteger el trabajo de millones de obreros a nivel mundial, sino también mantener un equilibrio económico, que permita que el mayor consumidor (clase obrera) tenga recursos suficientes para seguir impulsando la economía mundial actual basada en el consumo.

Por otro lado, la brecha salarial solamente puede compensarse con esquemas impositivos más flexibles para la clase obrera que les permitan una menor carga contributiva, para así fortalecer sus finanzas personales y familiares. Asimismo, es necesario que en el siglo XXI se comiencen a gestar proyectos sociales de empresa que les permitan a los empresarios mejorar las condiciones de vida de sus empleados, causando un verdadero impacto social en sus regiones. Los programas empresariales sociales de vivienda, alimento y transporte son necesarios y urgentes para recuperar el poder adquisitivo del salario y así poder hacer más corta la brecha salarial.

Indicador de brecha salarial

Es importante considerar y entrar al debate de las nuevas tendencias bursátiles. Hoy se plantea la creación de un nuevo “indicador” de brecha salarial, el cual podría ser aplicado a aquellas empresas que cotizan en la bolsa, y que para poder hacerlo necesitaran presentar un informe detallado sobre los salarios que perciben sus trabajadores, que no pueden ser superiores al 10% al que percibe el superior jerárquico.

En ese sentido, dicho indicador tiene como fin que la empresa que pretende cotizar en la bolsa cuenta con una verdadera responsabilidad social al disminuir las percepciones económicas de sus CEO y hacer partícipe al obrero en esta nueva dinámica económica, permitiéndole así abandonar el lugar histórico del olvido al cual parece estar condenado, y tomando el papel protagónico que le corresponde. Así, evitaremos estrategias económicas empresariales absurdas que buscan la instalación de empresas en países en desarrollo con el objeto de pagar salarios paupérrimos para poder competir y que, al final, generarán la expansión de “ciudades fantasmas”, como Detroit, a lo largo del hemisferio.

JORGE ARMANDO TALAVERA GUTIÉRREZ es licenciado en Derecho por la Universidad Quetzalcóatl, México, y maestrante en Derecho Constitucional y Amparo por la Universidad Iberoamericana. Es colaborador en distintas revistas a nivel nacional y se desempeña como abogado postulante en materia laboral. Sígalo en X (antes Twitter) en @JorgeTalavera_g.

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