El «yo digital»: nuestra identidad a partir de las redes sociales

17 junio, 2019 • Artículos, Asuntos globales, FEG Anáhuac, Portada • Vistas: 25247

AFP

Laura Coronado Contreras

Junio 2019

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

Con un promedio de siete cuentas en redes sociales por persona y, si se considera que existen 3000 millones de usuarios activos de internet, el ciberespacio se ha convertido en una herramienta indispensable en nuestras vidas. Al igual que lo utilizamos para continuar en contacto con viejos amigos o encontrar pareja, también lo usamos para viajar, comprar productos, ofrecer servicios, buscar empleo, enterarnos de las noticias o comentarlas.

Es así que, paulatinamente, alimentamos «nuestros perfiles» con experiencias, intereses, pasatiempos, posiciones políticas e imágenes dando a conocer «nuestro yo» al mundo entero. No obstante, en su mayoría, toda esta información la vertimos de manera inconsciente y sin percatarnos de las consecuencias de ello.

Ver y ser visto

El efecto político de esta problemática es uno de los más discutidos, pero no constituye el único riesgo que corremos. El escándalo de Cambridge-Analytica, en 2018, fue solo una pequeña muestra de lo que pudiera ser un mal uso de la información personal que circula libremente por el ciberespacio. Según algunos cálculos, a partir de nuestro WhatsApp junto con alguna plataforma como Facebook o Instagram, alrededor de doscientos datos personales pueden conocerse, ya que se comparten aproximadamente 60 000 millones de mensajes diarios.

Más allá de lo que sucede en la llamada dark web, en donde se puede comercializar los datos de una cuenta bancaria por alrededor de 50 dólares, en el ciberespacio vivimos en una verdadera «polis» que carece de una regulación adecuada. Hasta el momento, los intentos por tener una legislación han sido aislados y, preocupantemente, pretenden equipar al ciberespacio con los medios de comunicación tradicionales.

Ello fomenta que las empresas se autorregulen, los Estados de manera tangencial sancionen ciertas conductas delictivas y los usuarios determinen qué información es la que desean compartir. Lamentablemente, no todos nos percatamos de los beneficios y riesgos que conlleva estar conectados.

La personalidad de un ser humano abarca muy distintos ámbitos. Todos ellos pueden desarrollarse -y verse- en la aldea global. A continuación abordaremos tan solo tres de los aspectos más emblemáticos.

Nada personal

¿Qué es lo que nuestros perfiles le dicen a los demás de nosotros? Hasta el momento, las selfies son consideradas como el mayor contenido en redes sociales, por ejemplo, en una plataforma como Snapchat, la cifra llega a un 74%. Incluso, algunos estudios consideran que la generación millennial consume una hora a la semana en el proceso de capturar su imagen (o varios intentos de la misma) y compartirla en el ciberespacio.

Irónicamente, algo tan personal como nuestro rostro, puede «perderse» entre las miles de personas que comparten el suyo, pero no deja de mostrar, a quien nos ve, los lugares que frecuentamos, los sitios de internet que visitamos, nuestros intereses, nuestras mascotas o nuestros amigos. El músico argentino Federico Moura decía: «La gente a veces se desespera en busca de identidad. Y la identidad no se busca, se trasciende. Vos fluís y ahí aparece la identidad sola». Y, efectivamente, la suma de las imágenes que compartimos puede revelar mucho de nosotros, creando nuestra «identidad digital».

Siguiendo al líder

Y, en contrapartida, ¿a quiénes seguimos? La propia existencia del ciberespacio ha convertido a los llamados influencers en los nuevos líderes en muchos mercados. Por medio de contenidos breves los Youtubers e Instagrameros son el medio publicitario ideal para una comunidad en busca de originalidad.

Sumado a ello, las marcas de minoristas también utilizan redes sociales para promocionarse a nivel mundial. Algunas cifras indican que el 91% de ellas, por lo menos utilizan dos redes sociales. En México, la marca con más seguidores es Cinépolis con 24 millones de usuarios. El resto de las empresas líderes tienen un promedio de 11 millones de seguidores. Todas ellas tienen una actividad en redes continua: la media es de cuatro tuits por día y catorce fotos a la semana. Los pequeños y medianos negocios no se queda atrás, el 81% de ellos utilizan algún tipo de plataforma para promocionarse.

San Agustín decía: «Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama», y, precisamente, los usuarios de internet proporcionamos una serie de datos que para las empresas tienen una gran importancia. Ahora, sin una gran inversión, las empresas pueden tener una base de datos de quiénes están interesados en sus productos o servicios y vías para contactarlos.

Nuestro «yo» profesional

Cada vez con mayor frecuencia los empleadores utilizan el internet para reclutar talento. En abril de 2019, las cifras muestran que los portales de bolsas de trabajo en línea siguen creciendo y reúnen al 94% de los usuarios de internet. Las opciones fuera de línea, aunque siguen teniendo una presencia significativa, reúnen a menos del 30% de los encuestados, y la tendencia es que van disminuyendo.

Asimismo, los reclutadores fácilmente recurren a redes sociales, como Facebook, para conocer «el entorno» de los candidatos y su perfil de una manera más actualizada, ya que se ve al curriculum vitae como «información del pasado» mientras que las plataformas muestran valores, red de contactos, empresas de interés, motivaciones e, incluso, conocimientos generales o idiomas. Ello muestra que lo que compartimos sí puede trascender en nuestra vida diaria, es decir, en nuestra realidad «no virtual».

Marshall McLuhan anticipó que «a la velocidad de la luz, todos se fusionan con todos. La identidad privada desaparece», y en un universo digital que es tan amplio estamos viviendo una nueva forma de desarrollar nuestra personalidad y que otros nos conozcan a partir de lo que nosotros mismos dejamos que vean.

LAURA CORONADO CONTRERAS es investigadora adscrita al Centro Anáhuac de Investigación en Relaciones Internacionales. Es doctora en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y abogada por la Universidad Anáhuac. Además, es Catedrática de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac, miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y autora de La libertad de expresión en el ciberespacio (Tirant, 2019) y La regulación global del ciberespacio (Porrúa, 2017). Sígala en Twitter en @soylaucoronado.

Tags:, , ,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cargando…