Asesinato de Soleimani: no es un hecho aislado, sino parte de una operación de inteligencia de amplio espectro

13 enero, 2020 • Artículos, Medio Oriente, Portada • Vistas: 5177

Concentrado Noticias

Moisés Garduño García

Enero 2020

Lo remarcable de la respuesta militar iraní contra posiciones estadounidenses en Erbil y Al Anbar, donde la base Ain al Assad fue el blanco principal, es que se trató de un ataque sumamente calculado, preciso, de una sola acción y con advertencias de los Pasdaran sobre ataques adicionales a puntos sensibles de Washington en la zona. Si bien la Operación Mártir Soleimani sirvió para limpiar el honor iraní en la esfera pública trasnacional, también despertó la curiosidad entre algunos analistas por saber si realmente se habían producido daños a la infraestructura estadounidense, en aras de darle seguimiento al pulso del conflicto.

Sobre la desescalada

En el contexto del nerviosismo experimentado tras la respuesta iraní, era difícil que Washington aceptara las bajas, si es que existieron, ya que eso habría significado una respuesta muy diferente a la que Donald Trump ofreció el 8 de enero de 2020. También, fue evidente que el ataque balístico de Teherán, más que un castigo, significó una salida decorosa al Pentágono para evitar otra escalada de tensiones aún mayor, lo que implicaba un costo muy alto a los intereses tanto de Teherán y de Washington, como de sus respectivos aliados. De hecho, Catar fue el primer país que ofreció sus buenos oficios para desescalar el conflicto tras los supuestos datos que aseguraban que el vehículo aéreo no tripulado que asesinó a Abol Qasem Soleimani y a Abu Mahdi al Mohandis, el dron silencioso USMQ-9 Raper con misiles R9X Ninja, habría salido de los cuarteles del Comando Central en Catar.

No está de más decir que la maniobra iraní fue leída detenidamente por el ejército estadounidense. La evidencia para este argumento radica en que los misiles iraníes (Qaim-1 y Fateh 313), cuya trayectoria fue transmitida en vivo por los medios de comunicación nacionales, no fueron respondidos por el potencial antiaéreo estadounidense que protege sus bases y efectivos en Irak (por el C-RAM System, por ejemplo). Estados Unidos, la mayor potencia militar del mundo, tenía todas las capacidades para derribar buena parte de los misiles iraníes y, después de estar en alerta máxima durante 2 días, simplemente decidió no hacerlo.

La tragedia del avión de Ukraine Airlines como factor

Dos horas después del tuit del Ministro de Exteriores iraní, Javad Zarif, donde citó que “Irán había concluido el ataque contra Estados Unidos”, diversas agencias de noticias reportaron la caída de un Boing 737-800 de la aerolínea Ukraine International Airlines con 176 personas a bordo, 63 de ellas canadienses. Justin Trudeau no tardó en afirmar, con base en sus propias pruebas de inteligencia, “que la causa de esto había sido el impacto de un misil iraní, probablemente lanzado de manera no intencional”. No obstante, en un principio Teherán desestimó las declaraciones canadienses y convocó a una investigación internacional, negándose a entregar la caja negra de la aeronave. La razón de esto radicó en que, de acuerdo con la Convención Internacional de Aviación Civil de 1944, la caja negra debería ser enviada a Estados Unidos (por ser el país de origen del fabricante del avión), lo cual politizaría aún más el trágico suceso y pondría en riesgo la objetividad de los mismos resultados.

Sin embargo, en la madrugada del 11 de enero de 2020, la agencia de noticias Mehr informó que la caída del avión ucraniano habría sido causada por un “error humano”. La agencia iraní declaró que, a raíz del ataque con misiles contra las bases estadounidenses, el personal de las fuerzas armadas temía una contraoperación en vista de que “aviones de combate estadounidenses aumentaron su presencia en centros estratégicos del país, lo que provocó una mayor sensibilidad en las unidades de defensa aérea nacionales, llevando a la identificación del avión ucraniano de manera errónea”. Esto significa que, al menos por un momento, aviones estadounidenses violaron la soberanía iraní para monitorear el lanzamiento de los misiles tierra-tierra en un movimiento arriesgado y de alta tensión que duró no más de 2 horas, de acuerdo con el desarrollo de las operaciones. El error iraní, se sugiere, habría sido mantener la alerta máxima sin suspender los vuelos del aeropuerto más importante del país.

El asesinato de los militares iraníes e iraquíes en Bagdad ya ha tenido serios daños colaterales: los fallecidos del vuelo ucraniano y los 56 iraníes que murieron en la estampida ocurrida durante el funeral de Soleimani.

Por otro lado, las declaraciones del Primer Ministro canadiense sobre el suceso pueden ser utilizadas por Trump cuando interpela a la Organización del Tratado del Atlántico Norte para comprometerse más en la contención de Irán en el Medio Oriente. De cualquier manera, el asesinato de los militares iraníes e iraquíes en Bagdad ya ha tenido serios daños colaterales, si a los fallecidos del vuelo ucraniano le sumamos los 56 iraníes que murieron en la estampida ocurrida durante el funeral de Soleimani, en Kermán. Por lo anterior, una vez que Irán ha hecho públicos los resultados de este incidente, es necesario apuntar que Trump debería hacer lo mismo y presentar las pruebas de los supuestos ataques planeados por Soleimani contra Estados Unidos en honor, no a la prensa internacional o a los comentócratas que producen una audiencia amarillista, sino a las familias de las víctimas de estos trágicos daños colaterales.

Repercusiones regionales

Estados Unidos no solo asesinó a Soleimani y a Al Mohandis, sino que días después también ejecutó al influyente guerrillero Mullah Nangyalay, un líder incómodo para Washington que trabajaba en la zona de Herat, Afganistán, quien se habría separado de la rama principal del movimiento talibán para fundar el grupo Mullah Rasool, una organización conocida por su negativa de negociar con Estados Unidos y muy cercana a Teherán. De igual forma, el 10 de enero de 2020 se develó que Washington intentó asesinar al comandante iraní Abdul Reza Shahlai, esto el mismo día del asesinato de Soleimani. Shahlai ha sido una figura clave para coordinar los planes de las Fuerzas Al Quds de Irán con sus aliados en Yemen y avanzar territorialmente del centro del país a las aguas del mar Rojo. Lo que tienen en común Mohandis, Shahlai y Nanyalay, es que los tres personajes coordinaban las operaciones militares terrestres con Soleimani en sus respectivas zonas de influencia, lo que lleva a reflexionar que el asesinato de Soleimani no se trata de un hecho aislado, fabricado solo para evitar el juicio político de Trump, sino que es parte de una operación de inteligencia de amplio espectro que tenía el objetivo de dañar severamente la presencia iraní en todo el Medio Oriente tras la estrategia fallida de “máxima presión” impulsada de manera particular por Mike Pompeo y Jared Kushner. Sobra decir que las muertes de Mohandis en Irak y la de Shahlai en Afganistán, se conectan con el asesinato de un comandante de elite del Hezbolá, Sheik Ali Hatoum, quien fue encontrado muerto en su apartamento en Beirut, Líbano, en septiembre de 2019, y con el asesinato de Mustafá Amine Badreddine, comandante de Hezbolá encargado de apoyar las operaciones en apoyo al régimen de Bashar al Assad, esto ocurrido en 2016.

El asesinato selectivo y las operaciones encubiertas no son una herramienta nueva en el Medio Oriente. De hecho, de manera lamentable, la frecuencia con la que se manifiesta este tipo de acciones ha coadyuvado a normalizarlas como “algo que ocurre de manera natural” en una región que es mayormente representada por sus conflictos y sus tensiones en los medios de comunicación, particularmente cuando se trata de países que tienen malas relaciones con Occidente.

No obstante, este último golpe contra el pensamiento estratégico iraní representa el advenimiento de una necesaria reorganización estratégica que Teherán tendrá que hacer tarde o temprano, lo que se traducirá en una pérdida de presencia momentánea en escenarios aledaños que intentará ser aprovechada por países como Rusia y Turquía, en el caso de Siria; Israel en el caso de Líbano, Arabia Saudí en Yemen; y Estados Unidos, aunque con muchos problemas, en el escenario de Irak. En este orden de ideas, el caso de Bagdad es interesante porque el asesinato de Soleimani ciertamente provocó un cierre de filas entre Teherán y las milicias iraquíes proiraníes lideradas por las Fuerzas de Mobilización Popular, por medio de un sentimiento antiinjerencista, antiestadounidense, antiimperialista y antisionista que algunos “analistas”, sobre todo en México, calificaron de manera errónea y simplista como una “alianza chiita”. No hay método más falso y seductor que ser socorridos por las construcciones binarias para tratar este tipo de complejidades. Para muchos, lo mismo es Trump a la política exterior estadounidense, que Alí Jamenei a la geopolítica iraní. Esto se refleja cuando la comentocracia inunda los medios de comunicación con argumentos como “los conflictos se deben a la bipolaridad de Trump”, “Irán es controlado por el Líder Supremo”, “Soleimani es hoy el Saddam Hussein de ayer” entre otras frases similares que no hacen otra cosa que manifestar un conocimiento muy limitado de la historia y la sociedad en esta zona del mundo. La importancia del tema y la tensión que causó a nivel mundial son dos elementos más que legítimos que nos obligan, en un sentido de autocrítica, a ser un poco más precisos en los análisis o comentarios que ofrecemos a la opinión pública.

Las tensiones disminuyeron, pero el conflicto persiste

La muerte del sultán Qabús de Omán representa otro duro golpe a la paz en el Medio Oriente pues se trataba de un personaje que vivió el desarrollo pleno de la región desde la retirada de los británicos hasta el día de su muerte. Gracias al sultán Qabús y al papel de mediador que hizo de Omán un stakeholder, por ejemplo, se pudo concretar el acuerdo nuclear de Irán con el G5+1 en 2015, después de un largo e intenso esfuerzo de diplomacia internacional. Ahora, ante la falta de un mediador creíble en el golfo Pérsico, Irán no tiene más remedio que confiar en Suiza por medio de su embajador Markus Leitner, quien, de acuerdo con un reporte reciente del Wall Street Journal, tuvo un papel crucial en la reciente crisis entre Estados Unidos e Irán pues, a medida que aumentaron las tensiones, el canal encriptado suizo se mantuvo activo y fue clave para manifestar el deseo iraní de no escalar el conflicto. De acuerdo con el mismo reporte, además de Irán los suizos tienen seis mandatos, incluido el de representar a Irán en Arabia Saudita, a Georgia en Rusia, a Turquía en Libia y a Estados Unidos en Cuba.

Aunque el domingo 5 de enero de 2020, el Parlamento iraquí votó por unanimidad una resolución para expulsar de manera definitiva a las tropas estadounidenses de Irak, es necesario decir que Washington sigue mostrando resistencia. Si en algún momento Trump retira las tropas de Irak para fines de su campaña política, una salida estadounidense no significaría el abandono del Medio Oriente, sino un realineamiento de tropas que si bien implica llevar a casa los efectivos con misiones en Irak, también involucra el envío de nuevos efectivos a los países aliados en el golfo Pérsico, como Arabia Saudita, Baréin, Catar, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait que, en conjunto, concentran cerca de 60 000 efectivos, además de los que se vayan sumando debido al contexto actual.

Con el ataque a Soleimani, Washington demostró una capacidad de ataque muy sofisticada que necesita dos cosas importantes: tecnología e información.

Con el ataque a Soleimani, Washington demostró una capacidad de ataque muy sofisticada que necesita dos cosas importantes: tecnología e información. Estos elementos han sido manejados desde lugares estratégicos como el Etidal Center, inaugurado por Trump, Abdel Fatah al Sisi y el rey Salman bin Abdelaziz con sede en Riyad, en mayo de 2017, el cual ha contado con asistencia israelí para este tipo de operaciones. Este realineamiento de tropas al que me refiero tiene la idea de unificar a los países árabes del golfo Pérsico, los cuales han estado divididos con Catar y buscan, en la medida de lo posible, debilitar aún más las posiciones de Irán en las zonas afectadas ante los eventos de enero de 2020.

Aunque las tensiones actuales han disminuido, el conflicto que persiste entre Estados Unidos e Irán ya ha tenido serias repercusiones geopolíticas, las cuales es necesario reflexionar ante el advenimiento de las elecciones en Washington. Este episodio de tensiones también ha servido para que Trump comprobará el nivel de apoyo que tendría por parte del gran capital del complejo-militar industrial en caso de que se iniciará una conflagración total con Irán, al tiempo que logró debilitar al enemigo más poderoso que comparten los regímenes en la región, es decir, los movimientos populares de desobediencia civil que pugnan por la salida de cualquier potencia extranjera tanto en Irak, Líbano, Palestina, Siria y Yemen.

MOISÉS GARDUÑO GARCÍA es doctor en Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos por la Universidad Autónoma de Madrid y maestro en Estudios de Asia y África con especialidad en el Medio Oriente por El Colegio de México. Es profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de México. En 2018 fue acreedor al reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en el área de docencia en Ciencias Sociales que otorga la UNAM, y actualmente es Coordinador del proyecto de investigación “Justicia social y sectarismo en el Medio Oriente del siglo XXI” en la UNAM, así como colaborador del proyecto “Representaciones del islam en el Mediterráneo local: cartografía e historia conceptuales” de la Agencia Estatal de Investigación de España. Sígalo en Twitter en @Moises_Garduno.

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