The Light That Failed: Why the West Is Losing the Fight for Democracy

29 enero, 2021 • Reseñas • Vistas: 1654

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The Light That Failed: Why the West Is Losing the Fight for Democracy, Ivan Krastev y Stephen Holmes, Londres, Penguin Random House, 2020, 256 pp., MX$371.00..

Ivan Krastev y Stephen Holmes hacen una contribución original a la ahora voluminosa bibliografía que detalla el fracaso de Occidente en asegurar la llegada de una civilización liberal internacional basada en la democracia liberal y el capitalismo de libre mercado después de la Guerra Fría. En contraste con las explicaciones estructuralistas o economistas del rechazo del liberalismo económico y político en el mundo desde finales de la década de 1990, presentan un argumento psicológico para explicar este fracaso. Krastev y Holmes postulan que el imperativo de imitación impuesto por Occidente, que impulsó a los países de Europa Central y del Este a adoptar principios e instituciones liberales durante este periodo, generó reacciones antiliberales alimentadas por el resentimiento, las cuales fueron aprovechadas por empresarios políticos autoritarios para ganar y conservar el poder. Fue principalmente el caso de Hungría y Polonia, así como de Rusia. Esta reacción antiliberal produjo un efecto de búmeran que superó al Estados Unidos de Donald Trump.

Como último paso en esta secuencia imitativa, según Krastev y Holmes, el ascenso de China, basado en un modelo mixto económicamente liberal y políticamente iliberal, marca el final de la era de la imitación liberal. El florecimiento del modelo chino de “socialismo con características chinas” cierra así el conflicto histórico mundial entre las grandes ideologías ilustradas del comunismo y el liberalismo. Como augurio del verdadero advenimiento de la era posideológica anunciada por Francis Fukuyama en El fin de la historia y el último hombre, el ascenso de China anuncia la aparición de un mundo plural marcado por una diversidad de modelos, valores y prácticas nacionales.

Sin embargo, este nuevo marco conceptual y heurístico plantea una serie de preguntas. En primer lugar, al considerar imitadores a los países de Europa Central y del Este y Rusia, el enfoque de los autores en el resentimiento psicológico como la variable independiente que impulsa el aumento del iliberalismo parece subestimar elementos estructurales o materiales que son fundamentales en esta historia. Es decir, del análisis no queda claro que el resentimiento con el imperativo de imitación no habría generado un resultado no liberal incluso si la liberalización hubiera estado a la altura de su promesa de brindar prosperidad y libertad a los países imitadores. En cambio, el iliberalismo se arraigó en estos países tras la crisis financiera de 2008 en Estados Unidos, la deuda soberana de 2010 a 2012 y las crisis de migrantes de 2015 en Europa. Esto subraya la importancia de los factores sociales y estructurales para desencadenar la reacción psicológica contra el liberalismo en los casos aquí detallados. En consecuencia, podría ser más apropiado ver esta reacción iliberal como una variable intervencionista que puede estar relacionada con teorías estructurales de las Relaciones Internacionales, como el realismo neoclásico o incluso el estructuralismo histórico. Este marco parece estar justificado, ya que el estudio se centra principalmente en líderes individuales —Viktor Orbán, Jarosław Kaczyński, Vladimir Putin— limitados por contextos sistémicos y fuerzas distintas.

Otra pregunta se refiere a la naturaleza y la dirección de la imitación populista en Europa Central y del Este. En el análisis se pone mucha atención a cómo los populistas occidentales han imitado a Orbán, pero vale la pena recordar que el miedo nativista a la inmersión demográfica de los migrantes no europeos (la gran renovación de Renaud Camus) que insufla su mensaje populista ha existido durante mucho tiempo. Esto mismo ha sido un motivo central del mensaje político de los partidos de extrema derecha de Europa Occidental, como el Frente Nacional francés y el Partido de la Libertad de Austria, desde la década de 1980, si bien sus orígenes pueden rastrearse incluso al discurso “Ríos de sangre” de Enoch Powell en 1968. Esta posibilidad apunta a otras fuentes del populismo de Europa Central y del Este, aparte de una reacción psicológica nacional específica e históricamente contingente contra la liberalización impuesta por Occidente.

Esta consideración se basa en una segunda serie de preguntas sobre las perspectivas de un antiliberalismo populista o autoritario. En primer lugar, puesto que el fin de la era de la imitación probablemente eliminará las causas psicológicas de la política iliberal, ¿debemos creer que el iliberalismo desaparecerá o bien sobrevivirá sostenido en otras motivaciones? En consecuencia, la predicción de un mundo plural posliberal ofrece pocas indicaciones sobre cómo se verán y cómo se comportarán los Estados. ¿Marcará este mundo un retorno al nacionalismo como la forma más elevada de identificación política? ¿Se caracterizará por un equilibrio o por una vuelta a la competencia entre los Estados? Por supuesto, son preguntas especulativas, pero vale la pena considerarlas al abundar sobre los argumentos de este provocador libro. 

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