Naming a Transnational Black Feminist Framework: Writing in Darkness

8 noviembre, 2022 • Reseñas • Vistas: 810

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Naming a Transnational Black Feminist Framework: Writing in Darkness, K. MELCHOR QUICK HALL, Londres/Nueva York, Routledge, 2021, 212 pp., US$39.16.

En Naming a Transnational Black Feminist Framework: Writing In Darkness, K. Melchor Quick Hall investiga un tema no solo poco tratado, sino casi inimaginable para las Relaciones Internacionales: las políticas económicas mundiales que ejercen las garífunas negras de Honduras por medio de la producción intergeneracional de la ereba. La ereba es un platillo típico en forma de tortilla de gran tamaño que se elabora con yuca. Dado que es el primer libro en el mundo sobre enfoques feministas negros para el estudio de las Relaciones Internaciones, ya es un hito en la disciplina y una lectura obligada para cualquier estudiante o investigador.

El marco metodológico feminista, negro y transnacional que propone el libro se guía por cinco principios: interseccionalidad, solidaridad, activismo, atención a fronteras y límites y situación radicalmente transparente de la autora. Estos principios se aplican al final de cada uno de los seis capítulos para resaltar su novedad e importancia intelectual para el estudio de las Relaciones Internacionales. La interseccionalidad muestra cómo los análisis sobre un único eje de opresión son insuficientes para captar las experiencias de las negras; a cambio, la autora propone formas de análisis que permitan estudiar simultáneamente las experiencias de las personas en la intersección de diferentes sistemas de opresión (como clase, edad, etnia, género o raza). Este método se aplica en el primer capítulo para mostrar que las corrientes de las Relaciones Internacionales sobre las regiones del mundo, raza y racismo (en el desarrollo internacional o el poscolonialismo) y el feminismo, pese a que exhiben relaciones ignoradas por las perspectivas masculinas, blancas y dominantes de la disciplina, son insuficientes para entender las perspectivas confrontacionales y las encarnadas por los feminismos negros. Con solidaridad, la autora se aleja de la caridad internacional de los modelos de desarrollo internacional para evocar formas de acción colectiva transnacional que se realizan a largo plazo con base en principios éticos de justicia compartidos por ambas partes y sin eliminar las diferencias. En el segundo capítulo, la autora muestra posibles rutas de colaboración entre dos grupos de personas con los que participa: Soul Fire Farm, una granja de Nueva York, y las productoras de ereba del municipio hondureño de Iriona. Los temas en los que podrían impulsar movimientos sociales son el combate a la apropiación de las tierras de los negros y la injusticia racial del sistema de alimentos.

El principio de activismo resalta la agencia que tiene una investigadora, sobre todo la que trabaja para una universidad de Estados Unidos o Europa, para incidir en la política y la vida de las personas con las que investiga, y destaca la responsabilidad de emplear esa agencia para reforzar los activismos en el mundo. En el tercer capítulo se muestra cómo Quick Hall se volvió parte de algunas familias garífunas durante su extenso trabajo de campo y cómo estos vínculos unieron sus destinos y trayectorias, incluidas las formas en que la autora utilizó los recursos que pudo reunir en los medios académicos de Estados Unidos para pagar a miembros de las familias garífunas como asistentes de investigación, traductoras, guías, intérpretes y (futuras) coautoras. La atención a fronteras y límites cuestiona y muestra alternativas a las barreras académicas, ideológicas y materiales que hemos levantado socialmente para mantener sistemas de opresión y que en la vida cotidiana aceptamos, ignoramos o imponemos. En el cuarto capítulo este principio permite entender que en los estudios de las historias de solidaridad transnacionales entre personas negras garífunas usualmente solo toman en cuenta a las comunidades garífunas conectadas con las élites de zonas urbanas y se deja de lado a quienes no tienen esas conexiones. La autora corrige esa omisión al centrar su investigación en las historias de las negras garífunas empobrecidas de zonas rurales.

Por último, la posición radicalmente transparente de la autora la hace reconocer que el intelecto no es lo que hace un proyecto de investigación; en cambio, Quick Hall postula que es necesario identificar, mencionar, interrogar y aprender de las estructuras sociales y las experiencias particulares de una autora que hacen posible su investigación. En el último capítulo se documenta cómo el trabajo en proyectos de justicia con comunidades afroestadounidenses y garífunas indígenas negras en Honduras forzó y permitió a la autora reimaginar los movimientos sociales sobre justicia social y reparaciones para abarcar a negras, indígenas y nativas estadounidenses al mismo tiempo.

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