Mi nombre es Broni

17 julio, 2022 • Reseñas • Vistas: 1175

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Mi nombre es Broni, BRONISLAW ZAJBERT, Ciudad de México, Debate, 2022, 224 pp., MX$249.00.

Escribir el relato de su niñez en el gueto de Lodz (Polonia) había sido para Bronislaw Zajbert el anhelo de toda su vida. Lo logró a sus casi 90 años gracias a la ayuda editorial de Yael Siman y Karen Rayek. Mi nombre es Broni forma parte ya (cercano al género del diario, como el de Ana Frank) de la memoria sobre el Holocausto, la peor “matanza sistemática, patrocinada por el Estado, de seis millones de seres humanos judíos, perpetrado por la Alemania nazi y sus colaboradores durante la Segunda Guerra Mundial”. Y esto, a pesar de que en ese momento la civilización alemana era considerada por los europeos cultos el punto culminante del progreso humano.

Broni, un niño de 6 años, cuenta sus impresiones: la familia extensa reunida de súbito en el departamento de sus padres por la entrada del ejército nazi. La primera huida de los hombres de casa, porque serían requeridos para trabajos forzados. Los grupos que antes habían convivido con normalidad (polacos, judíos, alemanes) ahora convertidos en delatores. La expropiación de los negocios. El padecimiento de las leyes antijudías: obligados a portar dentro del edificio la banda azul para no ser maltratados. El abofeteo en la calle a respetables judíos, obligados a limpiarla con cepillos de dientes y saber desde entonces de la humillación mental, más que de la física. La mudanza de
su departamento familiar (el padre, gerente de una fábrica de textil) a compartir en el gueto un cuarto —el de la cocina— junto con otras familias. Nunca, durante la guerra, haber salido de ahí (el gueto estaba rodeado por alambre de púas y quedó totalmente cerrado en 1940), de esas calles oscuras, con la basura esparcida, en donde “olía a mugre, a suciedad”. Haber conocido a Chaim Mordechaj Rumkowski del Juden Rat, porque los tíos fueron sus policías. Saber, así, del trato preferencial, aun entre ellos: la protekja y el soborno a la policía. Mediante triquiñuelas, haberse vuelto adulto para poder trabajar (ayudante de serrador) y traer una ración de alimento. Por libros abandonados hacerse lector. Aquel extremo de la vida que acabó perjudicando las relaciones de la familia: nunca haber comprendido el egoísmo de la abuela de haber dejado en desabrigo a su padre enfermo. Casi al final, durante 10 semanas, haber permanecido ocultas 33 personas en un escondite, todas con la piel de un color amarillo verdoso por falta de oxígeno. En esta situación, “los niños se volvían viejos”. Igo, el hermano menor, fingía para recibir doble ración: “Lo hizo para que yo y mis padres tuviéramos alimento y no tuviéramos que esperar”. El 19 de enero de 1945 se oyó: “Judíos salgan, ya somos libres”. Llegó el tío Salek gritando: “¡Somos libres!” Y, en ese momento, su papá se volvió y dijo: “Ustedes, mi familia, nos abandonaron para morir. A partir de este momento, no tengo hermanos, tampoco madre. Entonces quizá no entendí la magnitud de lo que dijo, pero a través del tiempo me di cuenta de que con esa frase expresaba todo el dolor y la decepción de la familia, y lo que la conducta poco solidaria de sus hermanos y su madre hacia nosotros nos había afectado en el gueto”.

Llama la atención del lector la excepcional madurez de percepción del niño Broni. Aunque la clave que descifra el enigma es lo que Broni dijo sobre su hermano: “Aquí se vuelven viejos”. El mismo Bronislaw lo refrendó en la presentación de su libro. A la pregunta de cómo había sido su niñez en el gueto, respondió: “Ahí dejé de ser niño”. El lector de este testimonio del niño adulto se entera de la vulnerabilidad y la inestabilidad moral de los seres humanos. Ahí todo sucedió en el contexto de una doble ignominia: la brutalidad sádica por humillar y destruir por parte de los nazis, y la expresión que parte el alma —entre los mismos judíos— del “pequeño ser humano”. Con todo, no es un relato lleno de escepticismo y melancolía sobre la sinrazón humana, sino una historia emotiva y llena de compasión sobre la manera en que el dolor transforma brutalmente las relaciones humanas, una narración conmovedora sobre el amor y los gestos solidarios insólitos surgidos en esa trama de degradación.

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