12 septiembre, 2019 • Artículos, Asuntos globales, Norteamérica, Portada, SRE • Vistas: 3436

Juan José Bremer

Septiembre 2019

Una colaboración de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México

El 3 de agosto de 2019, en El Paso, Texas, un joven extremista mató a veintidós personas, incluyendo a ocho mexicanos. Este crimen execrable podría haber sido incluido en la lista de otros asesinatos colectivos que han tenido lugar en Estados Unidos. Sin embargo, la matanza de El Paso adquiere otro significado a la luz de un manifiesto que se difundió poco antes de los hechos, en el que se señala la clara intención de atacar a hispanos sobre la base de la teoría del reemplazo del francés Renaud Camus, que sostiene que los migrantes generarán el desplazamiento o la sustitución de una cultura por otra.

En dicho manifiesto se contiene una convocatoria a los seguidores de esa teoría a planear masacres similares. No estamos en presencia de la acción aislada de un demente sino de un acto más de un movimiento criminal de carácter colectivo. Este es el más reciente de una serie de ataques similares llevados adelante por hombres que pretenden defender la pureza de la raza blanca frente a la amenaza de las migraciones, que según ellos ponen en peligro la pureza del tejido social por el contacto con otras culturas.

En nombre del “supremacismo blanco” han sido asesinados en Charleston, Carolina del Sur, en 2015, 9 afroestadounidenses. En Charlottesville, Virginia, en 2017, durante una manifestación, un hombre fue muerto y 28 más fueron heridos. En Pittsburgh, Pensilvania, en 2018, un hombre asesinó en una sinagoga a 11 personas, y en Christchurch, Nueva Zelanda, un australiano último a 51 fieles y a 49 más, en dos mezquitas, en una orgia de sangre que transmitió en vivo a través de Facebook.

Los perpetradores de los ataques supremacistas se comunican con sus seguidores a través de las redes sociales, en busca de su emulación. La extraordinaria apertura que ofrecen los medios masivos de comunicación en nuestra época, que ha sido llamada también la “era conectada”, nos enfrenta al carácter ambivalente de nuestra modernidad. En resumen, estamos en presencia de una amenazadora corriente militante de crímenes de odio por razones étnicas y culturales, basados en la superioridad de una raza sobre las demás.

La respuesta de la comunidad internacional

El gobierno de México ha reaccionado ante estos acontecimientos dándole la importancia que se merecen y ha decidido plantear en todos los foros internacionales un llamado a otros países a ofrecer una respuesta firme y clara a los crímenes de odio del supremacismo. A instancias de mi país, en el seno de la Organización de los Estados Americanos, el 28 de agosto de 2019, fue adoptada por aclamación la Declaración de Condena al Ataque Terrorista en la ciudad de El Paso, Texas, el 3 de agosto de 2019.

México ha sostenido que el silencio o la falta de una respuesta por parte de la comunidad internacional a estos actos, representa una grave omisión ante el peligro evidente de una campaña beligerante en contra de otros pueblos y culturas, que pone en peligro vidas humanas. Estoy convencido que no hay un foro internacional más adecuado que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) para enfrentar este desafío y defender el derecho de las culturas a convivir en paz sobre bases de tolerancia, respeto e igualdad.

Estamos en presencia de una amenazadora corriente militante de crímenes de odio por razones étnicas y culturales, basados en la superioridad de una raza sobre las demás.

Ante estos hechos ominosos, quiero recordar cuál fue el espíritu que llevó a la fundación de esta Organización, que vino a complementar o a enriquecer a la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), suscrita al final de la Conferencia de San Francisco, el 26 de junio de 1945. Durante la Conferencia de San Francisco habían predominado, como era perfectamente explicable, los temas de la seguridad internacional y la paz desde el punto de vista militar. Durante sus sesiones, las acciones bélicas continuaban en parte de Europa y en el Pacífico. Semanas más tarde se celebraría la Conferencia de Postdam, que cerró la guerra en el viejo continente y el 2 de septiembre de 1945 se firmó en el acorazado Misuri, el Tratado de Paz con Japón.

Sin embargo, por la insistencia de un grupo de países con visión de futuro, y por una abrumadora mayoría de votos se asignaron a la Organización responsabilidades más amplias, aunque en términos muy generales. En este campo, destaco al artículo 55 de la Carta, en que se señaló que, entre otras tareas “las Naciones Unidas deberán promover soluciones a problemas económicos, sociales y de salud y una cooperación internacional en el caso de la cultura y la educación”. Puede decirse que este artículo constituyó un mandato para ampliar el radio de la acción de la ONU.

La Unesco nace meses más tarde de la Conferencia de San Francisco en la ciudad de Londres, el 16 de noviembre de 1945. Se vivían todavía los efectos devastadores de una guerra en que la ideología de la supremacía racial y la xenofobia del nazismo había sido uno de sus rasgos imborrables. En su constitución, los delegados declararon que “la grande y terrible guerra que acaba de terminar no hubiera sido posible sin la negación de los principios democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de los hombres, y sin la voluntad de sustituir tales principios, explotando los prejuicios y la ignorancia por el dogma de la desigualdad de los hombres y de las razas”.

En el artículo primero de su carta constitutiva se señala que “su principal objetivo es contribuir a la paz y la seguridad promoviendo mediante la educación, la ciencia, la cultura y la educación, la colaboración entre las naciones a fin de asegurar el respeto universal a la justicia, la ley, a los derechos humanos y a las libertades fundamentales que, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión, la Carta de las Naciones Unidas reconoce a todos los pueblos del mundo”.

Las comunidades hispanas, africanas, musulmanas, judías, cristianas y los grupos étnicos que forman parte de las migraciones, merecen la solidaridad de la sociedad internacional.

La carta constitutiva de la Unesco ha sido modificada durante las diversas reuniones de su Conferencia General y la institución ha ampliado notablemente su radio de acción para hacer frente a la problemática de los nuevos tiempos, pero no ha perdido el sentido de su misión original. En sus propósitos y funciones siempre está presente el favorecer la cooperación internacional en un mundo multicultural que respete la dignidad de la persona humana y la igualdad entre todas las razas y las religiones. Puede decirse que en el espíritu fundacional de la Unesco está vivo el rechazo de toda forma de supremacismo racial y que la institución defiende los evidentes vasos comunicantes entre las distintas formas culturales de la experiencia humana.

Entre el 12 y el 27 de noviembre de 2019 tendrá lugar la 40 Conferencia General de la Organización que se celebra cada 2 años y reúne a representantes de alto nivel de sus 193 Estados miembros. Participan también, en calidad de observadores, los Estados no miembros, organizaciones intergubernamentales, organizaciones no gubernamentales y fundaciones. Estarán reunidos en París los delegados de países y pueblos que representan la mayor parte de las culturas de la humanidad.

Momento para el consenso

Este es un momento propicio para 1) proponer un diálogo de culturas y civilizaciones, como la mejor garantía de la paz y del respeto a la vida; 2) sostener que ninguna cultura puede sustituir a otra y que en nuestros tiempos todos estamos llamados a convivir pacíficamente en un mundo multicultural que supone el respeto y el mutuo reconocimiento; 3) señalar que el supremacismo racial de cualquier tipo, que invita al crimen y al terrorismo, constituye una amenaza para todos los pueblos y para la comunidad internacional; 4) exhortar a los Estados nacionales a combatir con todos los medios legales al supremacismo, detectando sus redes de acción y desarticulándolas, y 5) subrayar la importancia de la cooperación internacional para atender con eficacia la magnitud de este desafío.

Viene al caso tener presente las declaraciones del Secretario General de la ONU, António Guterres del 18 de junio de 2019, en la que reconoció que “vemos en el mundo una oleada de xenofobia, racismo, intolerancia, misoginia violenta, antisemitismo y odio antimusulmán o en contra de comunidades cristianas”. El Secretario General propuso un plan para identificar, prevenir y confrontar el discurso del odio que está siendo azuzado por algunos líderes políticos, tanto en democracias como en dictaduras. Esta declaración es un paso adelante en un camino que debe recorrerse con mayor amplitud ante los crímenes de odio.

México estará presente en la próxima conferencia de la Unesco, no solo para dar la voz de alerta ante el supremacismo blanco, sino buscando consensos para hacerle frente. Las comunidades hispanas, africanas, musulmanas, judías, cristianas y los grupos étnicos que forman parte de las migraciones, merecen la solidaridad de la sociedad internacional.

JUAN JOSÉ BREMER es Representante Permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Es escritor, promotor cultural, diplomático y político mexicano. Ha representado a México en Cuba, el Reino Unido, Estados Unidos, España, Alemania, la entonces Unión Soviética y Suecia. Además, se ha desempeñado como Diputado Federal, Presidente del Comité Organizador del Festival Internacional Cervantino y Subsecretario de Cultura en la Secretaría de Educación Pública (SEP). Sígalo en Twitter en @JuanJoseBremer.

Tags:Conferencia de San Francisco, Crímenes de odio, Supremacismo, UNESCO