La transición energética en un mundo dominado por rivalidades geopolíticas

3 febrero, 2024 • Artículos, Asuntos globales, Observatorio Económico ITAM • Vistas: 420

Logo de Foreign Affairs Latinoamerica, una letra ñ mayúscula centrada en un círculo. Manuel Alejandro Rodríguez Balleza

Febrero 2024

Observatorio Económico ITAM

Los próximos 30 años son críticos para mantener al planeta en condiciones habitables y evitar los escenarios más catastróficos relacionados con el cambio climático. Según el último reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), para 2050 el mundo debe alcanzar un objetivo de cero emisiones netas si se quiere mantener el calentamiento global por debajo de los 1.5 grados Celsius. Es decir, para dicho año, las emisiones de gases de efecto invernadero ⸺sobre todo dióxido de carbono⸺ deben reducirse hasta quedar lo más cercano posible a las emisiones nulas. El objetivo de cero emisiones netas es alcanzable, pero implica enormes retos y una restructuración importante de la actividad económica mundial. Entre las medidas más urgentes para alcanzar este objetivo está la implementación de una transición hacia fuentes renovables y no contaminantes de energía.

La transición energética requerida para mantener el calentamiento global por debajo de los 1.5 grados Celsius implicará fuertes inversiones en nuevas tecnologías y un esfuerzo considerable de toda la comunidad internacional. Los retos técnicos que esta implica no son menores, sobre todo si se toma en cuenta el poco tiempo que se tiene para cumplir con los objetivos asumidos en materia de cambio climático. Sin embargo, además de los obstáculos técnicos que enfrentamos para llevar a cabo dicha transición, existen serias implicaciones geopolíticas que podrían convertirla en un proceso más lento y complicado de lo esperado. En particular, una de las implicaciones geopolíticas más relevantes es la concentración de los llamados “minerales críticos” en un número muy reducido de Estados.

Las tecnologías asociadas con la transición energética —como los paneles solares o las baterías eléctricas— presentan la ventaja de no depender de insumos como el gas o petróleo. En principio, esto tiene el potencial de permitir una mayor autosuficiencia en la generación de energía y disminuir el poder monopólico que algunos Estados tienen en el suministro de dichos insumos.

No obstante, las tecnologías limpias requieren los llamados “minerales críticos”, que incluyen al cobre, níquel, cobalto, litio, cromo, manganeso, zinc, entre otros. Estos minerales no cuentan con sustitutos viables y son indispensables para llevar a cabo exitosamente la transición energética. Las estimaciones más recientes de la Agencia Internacional de Energía, publicadas en septiembre de 2023, pronostican que la demanda mundial de minerales críticos se duplicará para 2030 y será de más del triple para 2050. Sin un suministro suficiente de estos minerales, simplemente no hay un camino viable para alcanzar la meta de cero emisiones netas para 2050.

El principal reto asociado con los minerales críticos es que actualmente su extracción, procesamiento y manufactura se concentran significativamente en China. Para entender la magnitud de esta concentración, es útil comparar la situación de los minerales críticos con la del petróleo. Los países que más petróleo suministran al mercado internacional son Estados Unidos, Arabia Saudita y Rusia; cada uno de ellos vende alrededor de 10% del petróleo que se intercambia en el mundo. Tratándose de minerales críticos, China actualmente produce 70% de la demanda mundial. Lo anterior no solo confiere a China un enorme poder de mercado, sino que convierte a la transición energética en un proceso dependiente —en menor o mayor medida— de los flujos comerciales y de las rivalidades geopolíticas entre China y el resto del mundo.

Hay señales de que China no solo está consciente de su poder de mercado tratándose de minerales críticos, sino que también está dispuesta a usar este poder a su favor con fines políticos. Un ejemplo es la restricción que el Ministerio de Comercio de China anunció el 3 de julio de 2023 a las exportaciones de galio y germanio, que se utilizan en la fabricación de semiconductores, generación de energía solar y ciertos chips empleados en telecomunicaciones; China controla 80% y 60% del suministro mundial de estos materiales. Aunque el Ministerio de Comercio justificó las restricciones por motivos de “seguridad nacional”, estas pueden entenderse como una respuesta a las sanciones comerciales estadounidenses y un intento por retrasar la producción de ciertas tecnologías fuera de China.

En 2010, China igualmente restringió el comercio para afectar el suministro de minerales críticos a otros socios comerciales. Entre octubre y noviembre de ese año, el Ministerio de Comercio anunció que limitaría de forma importante la exportación de minerales críticos hacia Japón. La medida fue anunciada como respuesta a los conflictos territoriales que hubo ese año en el mar del Este y tuvo efectos importantes en la actividad industrial japonesa dedicada a la fabricación de paneles solares y coches híbridos. El caso llegó 2 años después a la Organización Mundial del Comercio (OMC), donde China alegó que las restricciones estaban justificadas debido a una preocupación respecto al impacto ambiental que la extracción de estos minerales tiene en su territorio. El panel de la OMC que conoció el caso eventualmente decidió que China había violado sus compromisos comerciales, por lo cual esta suspendió sus restricciones.

A pesar del eventual levantamiento de las medidas restrictivas, la controversia entre China y Japón se convirtió en una de las primeras alarmas que el resto del mundo recibiría sobre el poder que China mantiene sobre el mercado de minerales críticos. En la gráfica 1 puede observarse que, a partir de 2010, la inversión en extracción y procesamiento de minerales críticos fuera de China se ha incrementado considerablemente. Esto podría obedecer a una serie de factores, entre los cuales vale la pena destacar el desarrollo de nuevas tecnologías intensivas en minerales y una mayor preocupación por el poder de mercado que tiene China. Sin embargo, los niveles actuales de inversión tendrían que aumentar aún más para marcar un verdadero cambio en el suministro global de mercados críticos.

La concentración de los procesos relacionados con los minerales críticos en China plantea serios retos para la comunidad internacional. Algunas de las economías que enfrentan más presión para transicionar hacia sistemas sostenibles de energía, como Estados Unidos y la Unión Europea, simplemente no tienen la capacidad para lograrlo sin el apoyo de China. Estados Unidos, por ejemplo, depende en 100% de China para el suministro de quince minerales considerados como críticos. Lo anterior se agrava por el hecho de que en el corto plazo hay pocas estrategias viables para diversificar el suministro de dichos minerales. Por un lado, no todos los Estados cuentan con reservas disponibles suficientes para cubrir su propia demanda. Además, los proyectos mineros requeridos para extraer estos minerales enfrentan una fuerte oposición social en países desarrollados y están sujetos a regulaciones estrictas que los convierten en procesos muy tardados.

Algunos Estados latinoamericanos ya comienzan a darse cuenta de la oportunidad que este escenario representa para sus propias economías e intercambios comerciales. La región cuenta con abundantes reservas de minerales críticos, como litio, cobre, grafito y estaño. En reconocimiento del mercado incipiente que representa el litio, el gobierno mexicano recientemente anunció la nacionalización de este mineral estratégico y la creación de una empresa estatal dedicada a su extracción. Chile y Uruguay, por su lado, han establecido diálogos con la Unión Europea para impulsar el financiamiento de sus actividades de extracción y manufactura. Con una inversión suficiente, el apoyo de organismos internacionales y el financiamiento de países desarrollados, Latinoamérica podría convertirse en una proveedora mundial de minerales críticos en la era de la transición energética.

La diversificación en el suministro de minerales críticos y el impulso de otras regiones exportadoras son, indudablemente, medidas de gran importancia estratégica en el mediano y el largo plazo. Sin embargo, en el corto plazo, el dominio de China será ineludible en las etapas iniciales más intensivas de la transición energética. Durante las siguientes décadas, mantendrá su posición como principal proveedor de los recursos que se necesitan para transicionar hacia energías limpias, tecnologías sostenibles y métodos de producción con menor impacto ecológico. La comunidad internacional debe reconocer esta situación y encontrar nuevas formas de cooperación con China. Las interrupciones en los flujos de comercio y las rivalidades geopolíticas tienen el potencial de retrasar e incluso imposibilitar el cumplimiento de las metas en materia de cambio climático.

La transición energética puede entenderse como una espada de doble filo. Por un lado, podría resultar en un mundo con procesos productivos más sostenibles, mayor autosuficiencia energética de los Estados y mejores condiciones socio ambientales. Sin embargo, también tiene el potencial de exacerbar las rivalidades geopolíticas y los conflictos regionales ya existentes. La comunidad internacional aún se encuentra a tiempo de reconocer esta realidad e impulsar un proceso de transición que se caracterice por una mayor integración económica y política. Sin una cooperación exitosa entre China y el resto del mundo, se pone en peligro el futuro de las siguientes generaciones y la vida en el planeta tal cual la conocemos.

MANUEL ALEJANDRO RODRÍGUEZ BALLEZA es alumno en las licenciaturas de Economía y Derecho en el ITAM.

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