Irán: entre la democracia y la negociación

21 octubre, 2019 • Artículos, Medio Oriente, Portada • Vistas: 4040

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Mauricio D. Aceves Torres

Octubre 2019

La Revolución iraní de 1979 llegó en un contexto mundial poblado de tensiones y de cambios, así como 1968 representó un movimiento telúrico para las juventudes y las sociedades del mundo occidental, mientras que 1979 fue el año de la introducción de nuevas inquietudes dentro del Islam. Las protestas lideradas por el ayatolá Ruholah Jomeini terminaron por colapsar un sistema monárquico que funcionaba como satélite regional de Estados Unidos y lo remplazaron con una república con una genética altamente nacionalista. El pasaje de la crisis de rehenes de la embajada estadounidense en noviembre de 1979 fue la acción que inició una cronología de 40 años de hechos ásperos en las relaciones entre Estados Unidos y la República de Irán, aunque desde entonces podemos distinguir periodos de mayor tensión y de distensión, la mayoría de ellos teniendo como eje la energía nuclear.

El programa nuclear iraní inicia a mediados de la década de 1950 en una etapa anterior a la Revolución islámica, paradójicamente gracias a una alianza estratégica con Estados Unidos en el marco del Programa Átomos para la Paz, que tenía por objeto de realizar investigación científica y motivar la cooperación para el desarrollo energético. Aunque es a partir de la década de 1970 que el desarrollo de la industria nuclear iraní incrementó bajo ciertas condiciones, entre ellas la ausencia de garantías de los aliados regionales en relación a las amenazas externas y la posibilidad de que otros Estados en la región obtuvieran medios para convertirse en potencias nucleares. Por otro lado, la energía nuclear tiene un significado especial en el contexto de la Guerra Fría, más allá del uso militar y disuasorio, representa prestigio y desarrollo tecnológico.

La conversación respecto al programa nuclear iraní ha girado en los últimos 30 años en torno a tres interpretaciones básicas. La primera se refiere a un camino alternativo al de los hidrocarburos para asegurar el futuro energético. La segunda interpretación se refiere al programa nuclear como una vía de disuasión para evitar invasiones e intervenciones por parte de potencias o enemigos en una región reconocida por albergar amenazas y por ser susceptible a inestabilidades geopolíticas. La tercera interpretación muestra a la energía nuclear como un medio para dar cima a objetivos políticos y como un boleto para sentarse en la mesa de negociaciones con potencias mayores. Los programas nucleares han estado históricamente condicionados por cálculos políticos, en la arena de la diplomacia el poder nuclear es un talismán que incrementa o disminuye la percepción de la seguridad, que convoca el miedo o que lo desaparece y en el reino de las relaciones internacionales el miedo es amigo del prestigio.

Ensayo y error del acuerdo nuclear de 2015

A pesar del peso que tiene Irán en la región no es un gigante invencible, más bien se encuentra limitado por varios factores que le motivaron a sentarse con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania para firmar el acuerdo nuclear de 2015. Entre los móviles principales se observa una economía no diversificada y volcada a la producción de hidrocarburos, por lo tanto susceptible a los vaivenes geopolíticos del mercado energético. Por otro lado, más de 2 décadas de una deficiente administración del gasto público, que permearon negativamente en las fianzas nacionales. Asimismo, las sanciones económicas que le han sido impuestas prácticamente desde la fundación de la república iraní y que han inhibido el crecimiento económico así como los más de 30 años de fricciones desgastes con diversos actores en la región, a veces con consecuencias devastadoras. Finalmente, otro móvil fue la llegada a la presidencia de Hasan Rohani en 2013, figura que ha mostrado mayor apertura a la negociación que sus antecesores.

El acuerdo nuclear de 2015 había generado beneficios emanados del abastecimiento energético en Europa, pero principalmente había propiciado una distención en la crisis nuclear mediante un circuito de reglas, cumplimientos y verificaciones de control nuclear a cambio de concesiones a Irán en materia petrolera y financiera. Sin embargo, la salida unilateral de Estados Unidos del acuerdo en mayo de 2018 dio inicio a una etapa que supera las tensiones anteriores a 2015, involucrando a muchos actores y que tiene como principales puntos de presión las restricciones económicas y petroleras al país persa.

El acuerdo nuclear de 2015 había generado beneficios emanados del abastecimiento energético en Europa, pero principalmente había propiciado una distención en la crisis nuclear.

La escalada del conflicto es evidente, una cronología de hechos que abarcan desde el derribo de aeronaves no tripuladas, múltiples y misteriosos atentados a buques petroleros en las aguas del golfo Pérsico y un dominó de acciones y represalias. Entre ellas se encuentran el recrudecimiento de las sanciones económicas impuestas a Irán que han teniendo como respuesta la recapitulación del programa nuclear iraní, la detención de un buque petrolero iraní en Gibraltar por la marina británica y la incautación de un buque británico en Ormuz por la Guardia Revolucionaria Islámica, así como intercambios verbales que oscilan en acentos beligerantes.

Los países del P5+1 (Alemania, China, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y Rusia) han buscado mediar a fin de salvar el acuerdo nuclear o buscar un nueva negociación, sin embargo, cada uno enfrenta reveses particulares. Alemania, al igual que Francia, lo ha hecho discretamente, sin embargo, la detención embarcaciones británicas y los atentados a buques petroleros cerca de Ormuz en circunstancias confusas han complicado las mediaciones, la transición de poder y el brexit en el Reino Unido le ha impedido formalizar una posición al respecto. Con esto continúa en un doble juego que aparenta contradicción, mientras que busca salvar el acuerdo, parece secundar la «máxima presión» de Estados Unidos.

En contraparte, Irán y Rusia firmaron a finales de agosto de 2019 un acuerdo para la ampliación de la cooperación militar, cuyos incisos hasta el momento permanecen clasificados, pero de cualquier forma es un paso para formalizar un contrapeso militar ante una posible, aunque lejana coalición internacional. Colateralmente, se han hecho evidentes las volatilidades del mercado petrolero con el comienzo de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, situación que podría complicarse por dos decisiones que aparentan estar en manos del gigante asiático, la primera es la imposición de aranceles al petróleo estadounidense y la segunda -que ya está en marcha-, el ignorar las sanciones que impiden a Irán comercializar este recurso.

¿Habrá un nuevo acuerdo?

Las negociaciones de acuerdos nucleares entre Irán y otros países siempre se han llevado a cabo en climas de desconfianza y en distintas temperaturas, pero existen puntos en los cuales todas las partes están dispuestos a ceder a cambio de obtener concesiones por sus contrapartes. La diferencia es que en este momento no existen esas condiciones en algunos de los actores más importantes, ya sea por incertidumbres internas o por coyunturas internacionales de gran impacto. Por otro lado, la resolución del conflicto también está condicionada a que no existan desequilibrios fortuitos que disparen la tensión de un minuto a otro, un atentado de un tercero, un error táctico en una operación de inteligencia o un accidente inesperado.

Rumbo a un nuevo acuerdo, existen dos obstáculos principales y dos salidas posibles. En el caso de los obstáculos, Estados Unidos deberá adherirse a un programa que garantice un ambiente seguro y que dé certeza económica a Irán, en el cual Arabia Saudita e Israel, actores que han sido los principales detractores del acuerdo de 2015 tendrán que participar. Por otro lado, se deberán lograr condiciones para que todos los países de la región abandonen sus aspiraciones armamentistas atómicas y aceptarán un programa de verificación externo.

Las negociaciones de acuerdos nucleares entre Irán y otros países siempre se han llevado a cabo en climas de desconfianza y en distintas temperaturas.

Ante ambos obstáculos, que difícilmente serán superados en el contexto actual, hay dos salidas posibles. La primera es que en las próximas negociaciones, si es que se logra llegar a la mesa, se deberá buscar concretar una serie de acuerdos pequeños y seguir el camino que se trazó en 2015 con una importante mediación europea. La segunda salida es la espera, los actores deberán aguardar sus posiciones manteniendo las tensiones hasta que haya un cambio de postura en alguno de los actores principales, en el caso británico las elecciones que se aproximan o la llegada del último capítulo del brexit, y en mayor medida la narrativa que se adopte en las campañas electorales o propiamente el resultado de las elecciones de Estados Unidos en 2020, el ánimo democrático puede mostrar las salidas de emergencia o por el contrario podrían convertirse en el día cero.

A pesar del momento por el que se transita, existen elementos para pensar que la escalada de tensiones tarde o temprano va a comenzar a disminuir en el mediano plazo, a todas las partes involucradas les conviene lograr un nuevo acuerdo, el cual podría asomarse una vez que estemos cerca de las campañas presidenciales en Estados Unidos. Una guerra convencional con Irán no gozaría de aceptación en el electorado estadounidense, la narrativa mediática no logra confrontar a Irán con la comunidad internacional, no hay agresión por responder, lo cual resta legitimidad a una intervención directa.

Hablando claro, un conflicto convencional con Irán terminaría con toda aspiración de reelección en la Casa Blanca, si hasta el momento de la elección las tensiones logran mantenerse vigentes y contenidas, y los resultados electorales favorecen la permanencia republicana en Washington, supondría la ratificación de la posición de «máxima presión» en Irán, un resultado favorable para los demócratas significaría la reinserción o renovación del acuerdo de 2015; es decir, si las negociaciones del acuerdo nuclear iraní no se resuelven en la primera mitad de 2020, en el lapso de un año podrían estar en manos de la democracia y de las instituciones que la velan.

MAURICIO ACEVES es licenciado en Relaciones Internacionales y maestro en Seguridad Pública y Políticas Públicas. Es autor de diversos artículos relacionados con la seguridad internacional. Es encargado de estudios del Medio Oriente en el Escritorio Internacional y miembro asociado del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Relaciones Internacionales (Comexi). Sígalo en Twitter en @MauricioAceves.

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One Response to Irán: entre la democracia y la negociación

  1. Arturo Patiño Díaz. dice:

    El licenciado Mauricio Aceves en primera instancia es un amigo entrañable y un profundo estudioso de los acontecimientos y política del Medio Oriente, reciba toda mi estimación, reconocimiento y admiración.
    En hora buena por esa carrera tan exitosa.

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