In the Vortex of Violence. Lynching, Extralegal Justice, and the State in Post-Revolutionary Mexico

28 abril, 2022 • Reseñas • Vistas: 1418

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In the Vortex of Violence. Lynching, Extralegal Justice, and the State in Post-Revolutionary Mexico, Gema Kloppe-Santamaría, Berkeley, University of California Press, 2021, 212 pp. MX$844.00.

En la actualidad, varios países de Latinoamérica se encuentran sumidos en una realidad violenta. Si bien gran parte de la situación es atribuible al narcotráfico, hay otras causas que muchas veces pasan inadvertidas. Con esta idea, el libro de Gema Kloppe-Santamaría ofrece un análisis profundo de los linchamientos, práctica que, con todo lo perturbadora que es, al paso de los años se ha convertido en una expresión de violencia legítima como forma de “justicia popular”.

La bibliografía sobre linchamientos en Latinoamérica los interpreta como una reacción a la coyuntura actual de inseguridad e impunidad. Sin embargo, en In the Vortex of Violence: Lynching, Extralegal Justice, and the State in Post-Revolutionary Mexico, Kloppe-Santamaría argumenta que, por mucho que el contexto actual haya contribuido al uso de prácticas extralegales de justicia, la raíz histórica de los linchamientos es aún más extensa y profunda. En los cuatro capítulos que se centran en la experiencia de México, la autora emprende un análisis histórico de esta forma de violencia y explica que desde la época posrevolucionaria ha coexistido con los procesos de consolidación de las instituciones democráticas.

En la obra se estudian casos en los cuales se produjeron linchamientos como expresión inequívoca de justicia, ejercicio de poder y control social. La autora traza una línea directa entre la teoría y la materialización de estos sucesos en la mente del lector, para reforzar la comprensión de los argumentos y de su relación con tres modalidades de linchamientos: como forma de resistencia, como justicia correctiva y como forma sancionadora por parte del Estado.

En el primer capítulo se plantea una interrogante fundamental para el desarrollo del tema: ¿por qué después de la Revolución y la guerra Cristera el número de linchamientos continuó en ascenso, a pesar de que durante las décadas de 1940 y 1950 se pensaba que el país atravesaba un momento de estabilidad económica y política?

De acuerdo con Kloppe-Santamaría, los linchamientos perpetrados en esta época fueron un reflejo de la transformación del país y del miedo de la gente a la rápida urbanización y modernización nacional basada en ideas socialistas. Asimismo, la población mostró su rechazo a representantes del Estado (alcaldes, caciques, soldados y especialmente policías) que aplicaban la ley de forma abusiva y selectiva. La presencia del nuevo Estado, en contraposición con su ausencia, favoreció los actos de linchamiento porque era percibido como invasivo y autoritario. La autora establece que los linchamientos también fueron impulsados por miembros de la élite política, que encontraron en esta forma de violencia un medio de eliminar a rivales de forma anónima e impune, pues la culpa recaía en el pueblo.

En el segundo capítulo, Kloppe-Santamaría analiza el papel que la religión —particularmente el catolicismo— tuvo en la organización y legitimación de los linchamientos en la época posrevolucionaria. A pesar de que la Iglesia católica condenaba oficialmente el uso de la violencia, la gente perpetraba linchamientos en el nombre de Cristo y como defensa de las dimensiones espirituales y simbólicas de la religión, así como también de las estructuras del poder clerical.

Por un lado, dado que la religión servía de brújula moral para distinguir entre lo bueno y lo malo, diversas comunidades se escudaron en valores católicos para linchar a quienes mostraban una conducta inadecuada o blasfema y para proteger símbolos religiosos y templos de robos y actos de profanación. Por el otro, como la transformación del país trajo cambios basados en ideas socialistas, las comunidades atacaron a profesores y funcionarios anticlericales que atentaban contra su estabilidad y sus convicciones.

En el tercer capítulo, la autora analiza cómo la narrativa de la prensa contribuyó para que el linchamiento de criminales fuera considerado aceptable. Así, estas ejecuciones se convirtieron en una forma de violencia legítima, especialmente porque se tenía la idea de que el Estado era incapaz de impartir justicia. De este modo, el proceso de legitimación y aceptación de los linchamientos incluyó a la opinión pública y lo que entendía que era la relación entre crimen y justicia. Se podría pensar que en la época posrevolucionaria los linchamientos constituían una respuesta proporcional a los crímenes cometidos. Sin embargo, en este capítulo Kloppe-Santamaría establece que, a los ojos de la población, los delincuentes que merecían este castigo eran más que los homicidas, pues también alcanzaba a ladrones, violadores, hijos abusivos o madres “desnaturalizadas”.

En el último capítulo, la autora analiza los linchamientos por transgresiones relacionadas con el mundo sobrenatural, es decir, los ajusticiamientos de personas relacionadas con figuras míticas, como las brujas. De acuerdo con Kloppe-Santamaría, el miedo a las figuras míticas evidenció las inquietudes que la población sentía por la presencia de personas ajenas a la comunidad y los medios de que se valían para impulsar los proyectos de modernización del país. Por otro lado, a pesar de que los linchamientos de brujas generalmente eran el resultado de la percepción de que habían aplicado sus poderes para ocasionar enfermedades o desgracias a algún miembro de la comunidad, también fueron excitados por envidia, venganzas personales o conflictos comunitarios.

Kloppe-Santamaría concluye que las formas extralegales de violencia han sido elemento central y constante en la conformación de las estructuras institucionales, políticas y sociales del país. Por lo tanto, la coyuntura actual de violencia no se debe únicamente a la ausencia del Estado, sino también a la forma en que se forjó la relación entre la población y la autoridad, y en que las propias comunidades reprodujeron y legitimaron la violencia como forma preferible de justicia.

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