Vladimir Rouvinski
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Se ha vuelto un cliché decir que Latinoamérica vive tiempos de incertidumbre cuando se trata de su inserción en el tejido de la política internacional. Tanto para los expertos en Relaciones Internacionales como para una buena parte del público en general está muy claro que los viejos nortes de la política exterior latinoamericana están perdiendo rápidamente su atractivo, mientras que se hace difícil caracterizar los rasgos que tendrá un nuevo orden internacional y hacer los ajustes necesarios en el diseño de las políticas exteriores. Al mismo tiempo, el problema real consiste quizá no tanto en cómo y cuándo hacer los cambios en la hoja de ruta de la inserción internacional de la región, sino en un desconocimiento persistente de la existencia de nuevos escenarios y en las lecturas, en muchas casos superficiales y equivocadas, que les dan a estos escenarios los tomadores de decisiones latinoamericanos. Desde esta perspectiva, el nuevo libro de Andrés Serbin,
Eurasia y América Latina en un mundo multipolar, constituye un aporte singular por varias razones.
En primer lugar, Serbin presenta una visión poco usual en Latinoamérica, a saber, la de Eurasia. Aunque hay un gran número de publicaciones que hablan sobre una nueva era en las relaciones de la región con China, la India, Rusia y Turquía, entre otros, todavía no se había realizado un esfuerzo por llamar la atención sobre el hecho de que somos testigos de la constitución de un nuevo polo de poder que agrupa a esos países y que tendrá una importancia enorme en los nuevos escenarios mundiales. Esta obra no solo llena vacíos por desconocimiento latinoamericano de los acontecimientos más importantes en esta parte del mundo después de la Guerra Fría, sino que también demuestra que se trata de un proceso en marcha en el que se pueden identificar algunos protagonistas centrales, pero en el que también se fortalecen actores que eran menos visibles, como las potencias emergentes de Asia Central.
En segundo lugar, ofrece amplias posibilidades de realizar una comparación entre los procesos vinculados al regionalismo y al interregionalismo en Europa, Latinoamérica y Eurasia. En este sentido, lo interesante es considerar las experiencias euroasiáticas como otro punto de referencia para los latinoamericanos que están acostumbrados, casi siempre, a mirar el modelo europeo como su ideal. Y, aunque algunos lectores pueden no estar de acuerdo con la evaluación que asigna Serbin a los proyectos e instituciones regionales en Eurasia, no se puede negar el valor que tiene esta comparación para comprender mejor la integración regional de Latinoamérica y las oportunidades que trae una cooperación más activa con Eurasia.
En tercer lugar, es importante observar que el libro está escrito por un internacionalista y politólogo que, además, dirige uno de los centros de pensamiento más reconocidos en la región. Así, no cabe duda de que está escrito teniendo en cuenta las incertidumbres con respecto a la evolución de los escenarios internacionales, y además también con la idea de que sirva a aquellas personas que tienen la capacidad de incidir en la elaboración de una nueva política exterior latinoamericana, una política que responda mejor a los nuevos desafíos internacionales y que reconozca a Eurasia como uno de los nuevos centros de poder mundial.
