Berlín 1989

6 noviembre, 2019 • Artículos, Europa, Portada • Vistas: 7261

Los escenarios políticos que rodearon la construcción, el levantamiento y el posterior derribo del muro

The Washington Post

 Francisco Javier Rodríguez

Noviembre 2019

LOS ORÍGENES

En internet circulan videos que muestran las ruinas en que se encontraba Berlín en julio de 1945, prácticamente 2 meses después de la rendición de Alemania. Los efectos de la Segunda Guerra Mundial eran recientes, y el país vencido aún no concebía el futuro que le sería impuesto por las potencias vencedoras. La capital berlinesa, al igual que el país entero, también estaba dividida en cuatro zonas de ocupación: estadounidense, francesa, británica y soviética, y desde ese momento se hizo notoria la ventaja de las potencias occidentales en comparación con la ocupación de la Unión Soviética.

El Consejo de Control Aliado, la junta militar que hacía las veces de gobierno después de la caída nazi, solía reunirse en Berlín para platicar y tomar las decisiones que definieran el futuro de Alemania; pero todo cambió en 1948 cuando los tres aliados occidentales se reunían en Londres para planear secretamente la creación de un nuevo Estado alemán, cuyas instituciones políticas, económicas y sociales serían tomadas de las democracias occidentales. Nadie informó de estas reuniones a los miembros del sector soviético en las sesiones ordinarias de Berlín hasta que, en la junta del 20 de marzo de 1948, los soviéticos cuestionaron a sus colegas al respecto. Sorpresivamente, no negaron las reuniones secretas de Londres y se aventuraron a responder que ese tema nunca se trataría en las reuniones del Consejo. Es el inicio de las provocaciones entre las potencias.

Este es el punto más delicado con el que seguramente comenzó la división de Berlín, pues en vista de los acuerdos secretos de Occidente, sus colegas soviéticos presionaban para que aquéllos se retirasen de la capital, aunque sabían que no lo harían, y las tensiones se hicieron más graves cuando los tres aliados sospechaban que Stalin podría iniciar una guerra para echar a los occidentales de Berlín. El líder soviético nunca pensó en esa posibilidad, ni muchos menos las potencias vencedoras querían involucrarse en una nueva guerra mundial, así que el inicio de una nueva contienda armada definitivamente estaba descartada.

En ese contexto de dimes y diretes, Estados Unidos ya había planeado una agresiva reforma monetaria en Berlín Occidental para terminar con el mercado negro y la especulación, pues los estadounidenses apostaban por la activación de la economía alemana por medio de la introducción del marco, una moneda fuerte que brindara confianza a todos los inversionistas germanos y, a la larga, establecer la economía del libre mercado en todo el país. Nuevamente los occidentales no informaron de esta iniciativa al sector soviético, y cuando se dieron por enterados, introdujeron la misma moneda en su zona de ocupación, pero resulta que esta moneda no contaba con el valor del marco occidental, pues la paridad oscilaba entre 7 o 5 de un marco occidental por uno oriental, así que los berlineses preferían la moneda de occidente; además de que la introducción del libre mercado era una amenaza para el bloque oriental, ya que solo pretendían la nacionalización de todas las empresas y la propiedad privada de Berlín para destinar su producto a la nacionalización, colectivización y a pagos por concepto de reparaciones de guerra.

Si miramos este escenario económico desde una perspectiva política, nos damos cuenta que el bloque occidental, poseedor de tres cuartas partes de Berlín, buscaba el control paulatino de la capital por medio de la circulación del marco, pues recuérdese que los berlineses preferían mayoritariamente esa moneda.

Los efectos de la Segunda Guerra Mundial eran recientes, y el país vencido aún no concebía el futuro que le sería impuesto por las potencias vencedoras.

Era la intentona de occidente para lograr el control político de los berlineses por medio de iniciativas económicas anticomunistas, pero la respuesta del bloque opositor resultó totalmente “diferente” a lo que esperaban los aliados: el bloqueo de carreteras y vías de ferrocarril fue una manera simplona en la que reaccionaron contra la iniciativa occidental, aunque las autoridades orientales habían consultado al primer ministro Viacheslav Molotov cómo debían responder a esa agresión descartando desde un principio la invasión de Berlín por medio de la entrada de los tanques. Occidente siguió el juego soviético y cortó unilateralmente el abastecimiento de energía eléctrica de Berlín Oriental de modo que poco se podía hacer al respecto, ya que la Unión Soviética había expropiado la única central de energía eléctrica para cobrarse los perjuicios de la guerra.

La situación se había tornado demasiado tensa entre ambos bloques, pues además de una nueva guerra, los berlineses orientales en verdad estaban muy preocupados por su futuro: contaban con agua y alimentos para un par de semanas, no más. Occidente logró acorralar a Stalin, cuyos colaboradores en Berlín Oriental solo reaccionaban y el tiro de gracia fue la ingeniosa iniciativa de los británicos para crear un puente aéreo con la finalidad de proveer de alimentos básicos a la zona oriental. El resultado fue contundente: miles y miles de berlineses encontraron trabajo y comida caliente trabajando para el puente aéreo, así que la situación no podía ser peor. Berlín Oriental había sido conquistado nuevamente por los vencedores, claro está, con excepción de la Unión Soviética.

Stalin, frío y calculador, ya había previsto la división de Alemania en caso de que la situación continuara como hasta entonces y se había decidido por una solución pacífica y negociada, y así fue. Stalin ordenó la apertura de las vías de comunicación, pero también que el marco occidental siguiera circulando en su zona de ocupación. La mayoría pensó que el bloqueo y las hostilidades entre ambos bandos habían terminado, pero aún quedaban pendientes otros temas que dificultaron la terminación de las hostilidades Occidente-Oriente. La Guerra Fría ya había sentado sus bases, y lo peor estaba por venir.

La división de Alemania: comienza la construcción del muro

El 23 de mayo de 1949 se proclamó la Ley Fundamental, que sentó las bases para la creación política de la República Federal de Alemania, y se elige la ciudad de Bonn como capital del nuevo país hasta en tanto Alemania se reunificase nuevamente, y de esa manera se termina formalmente la ocupación de Alemania Occidental por parte de los aliados. Konrad Adenauer resulta electo como el primer Canciller de la RFA. La fundación de la RFA respondió al modelo político y económico de los países que habían planeado su creación y ese fue también el motivo del inicio de la Guerra Fría, ya que la Unión Soviética, lejos de proponer alguna solución novedosa, fundó apresuradamente la República Democrática Alemana (RDA) bajo las condiciones y el modelo comunista.

Así las cosas, el nuevo Estado de Europa del Este era la sede del Partido Socialista Unificado, y los partidos minoritarios fueron prácticamente obligados a incorporarse a la nueva organización política, iniciando de esa manera la contienda política en ambas Alemanias. Además de que Occidente se había hecho del control de Europa Occidental por medio del apoyo económico (Plan Marshall), el inicio de la guerra armamentista encontró en Alemania Occidental la sede para albergar el armamento que hacía las veces de contención contra el bloque enemigo, incluyendo el rearme de la RFA.

Cuando Estados Unidos comenzó a entrenar a un nuevo ejército alemán, y Alemania Occidental fue literalmente abarrotada con armamento de Estados Unidos, el ejército soviético con aproximadamente 500 000 efectivos se dispuso a rodear a Berlín Oeste que únicamente contaba con 12 000 soldados, y así crecieron las hostilidades, las suspicacias e incluso las amenazas entre ambos bandos. La situación era una olla hirviendo.

Nikita Kruschev intentó poner fin a las hostilidades por medio de un tratado de paz que pretendía crear la ciudad de Berlín libre con sus propios derechos e instituciones, pero este acuerdo nunca fue posible y la razón era evidente: un acuerdo de paz era contrario a los planes occidentales de una Alemania antisoviética, incluyendo una RFA militarizada; por lo que se firma apresuradamente el Tratado sobre la Comunidad Europea de defensa destinada a incorporar a una RFA militarizada a las filas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Curiosamente, cuando la RDA festejaba su décimo aniversario, alardeaba de un progreso nunca antes visto pero en realidad sólo había escasez, desempleo y las industrias fueron confiscadas por el Estado. No podía competir con la RFA. Comienza de esa manera la migración de berlineses orientales a la RFA y el problema se agravó porque Kruschev se negaba a reconocer a la RDA como un Estado soberano, pese a las presiones de Walter Ulbricht.

 La RDA afirmaba que la paz entre ambos países se había logrado gracias a la construcción del muro. Era el baluarte de la “paz” en Europa.

Una segunda intentona para terminar con las hostilidades entre ambos bloques tuvo lugar en la reunión entre John F. Kennedy y Kruschev, en la que el líder soviético intentó presionar a un joven presidente Kennedy, pero tampoco hubo acuerdo y ambos líderes decidieron aumentar su presupuesto para invertirlo en sus respectivos ejércitos mientras el flujo de refugiados de la RDA era cada vez más grande de modo que el Estado alemán oriental literalmente era incapaz de controlar la situación. El líder de Alemania Oriental estaba desesperado, así que la pregunta obligada era cómo contener el flujo de migrantes sin provocar una agresión ni violar derechos de la RFA. Kruschev y Ulbricht decidieron cerrar la frontera entre ambos países.

El ejército y la policía popular de la RDA se reunieron en las calles de Berlín para preparar el cierre de la frontera bajo el respaldo del ejército soviético. El 12 de agosto 1961, los berlineses orientales amanecieron con una alambrada en su frontera con Occidente. Iniciaron las protestas, pero el flujo de migrantes aumentó pese al cierre de la frontera. Estados Unidos reaccionó de forma tardía, pues fue hasta que Willy Brant exigió a Kennedy una respuesta contra la nueva provocación de la RDA que decidió enviar tropas a Berlín Occidental para que sus ciudadanos se sintieran seguros y respaldados por su amigo estadounidense. La RDA afirmaba que la paz entre ambos países se había logrado gracias a la construcción del muro. Era el baluarte de la “paz” en Europa.

Otros factores que agravaron la separación fue que no había un conceso entre los principales partidos de la RFA respecto de la cuestión alemana, pues los Cristianos Demócratas se negaron a reconocer a la RDA como un Estado soberano, como un país libre e independiente, ya que desde su creación, solo habían recibido provocaciones y amenazas del Estado vecino; mientras que el Partido Social Demócrata abordó el tema de manera más abierta y diplomática, ya que a diferencia de los cristianos, los social-demócratas sí reconocían a la RDA como un Estado soberano y, más aún, reconocían las fronteras orientales de Alemania trazadas por los países vencedores. Ese fue un motivo de separación entre los partidos tradicionales de la RFA, ya que aún se albergaba la esperanza de renegociar las delicadas fronteras orientales del país germano. Pero los gobiernos social demócratas únicamente aspiraban a consolidar una política de “buena vecindad”, o sea, su famosa Ospolitik. Aquí aparece otro factor que agravó la separación: el 24 de diciembre de 1972, se firmó un acuerdo de relaciones entre ambas Alemanias en el que renunciaban al uso de la fuerza, y reconocían mutuamente su identidad e independencia, pero también hubo ventajas que en su momento favorecieron la futura unificación, pues por efecto de este tratado, los ciudadanos de la RFA podían visitar a sus familiares en la RDA.

Un desenlace apresurado, pero esperado

El 11 de marzo de 1985, Mijail Gorbachov es elegido Secretario General del Partido Comunista e introduce su famosa revolución democrática para incorporar el “socialismo con sentido humano” en Europa del Este. En aquellos días, los vocablos glasnost y perestroika se pusieron de moda, pues difundían el cambio democrático que el bloque comunista esperaba prácticamente desde la construcción de la Cortina de Hierro.

Gorbachov inició una intensa gira en los países satélites de la Unión Soviética anunciando su revolución abrigada con la esperanza de que los países aliados se decidieran libremente por la implantación del socialismo con rostro humano. En ese contexto, a inicios de 1989, Hungría retira la alambrada que dividía su frontera con Austria desafiando por segunda ocasión a la hegemonía soviética, pero, a diferencia de 1956, Moscú no envío sus tanques a Budapest. En Polonia, el Partido Solidaridad comenzó las protestas contra el gobierno pro soviético. En julio del mismo año se celebraron elecciones democráticas en las que Solidaridad resulta el partido ganador. Era el comienzo del final.

Los líderes del Este de Europa, principalmente los de Rumanía y la RDA, estaban totalmente alarmados por lo que ocurría en aquel año y exigían a Gorbachov una reacción que aplacase los aires de cambio que entonces soplaban, pero no hizo nada. No hubo reclamo ni represión de Moscú.

El líder de la RDA, Erich Honecker, expresaba su admiración por las represiones del gobierno chino contra los manifestantes del sistema de aquel país y albergaba la esperanza de que Moscú hiciera lo propio en Hungría y Polonia, pero esto no ocurrió, ya que los alemanes orientales buscaban asilo en Budapest y sitiaban la embajada de la RDA en Hungría solicitando ayuda para emigrar; así que la situación para Honecker era muy difícil, pues además de que peligraba su permanencia en el poder, los flujos de migraciones alcanzaban cifras alarmantes como ocurrió 40 años atrás.

Ahora el dilema nuevamente se concentraba en ambas Alemanias. Honecker era incapaz de detener la huida de sus ciudadanos mientras que el canciller de la RFA Hemul Kohl buscaba el mejoramiento de la economía de su país ante una posible unificación alemana siempre que Gorbachov no impidiera la inmigración de los alemanes del Este. Desde ese momento la RFA comenzó asentar los cimientos económicos ante una eminente reunificación. Los cimientos políticos se sentaron después de la caída del muro.

Los flujos de migrantes corrían por miles hacia Hungría y Checoslovaquia, ya que la embajada de la RFA en Praga fue literalmente inundada por esas olas de migrantes. Eran comunes los asentamientos y campamentos improvisados de los ciudadanos de la RDA en los alrededores de la embajada alemanda occidental en Praga, por lo que la situación definitivamente ya se había escapado de las manos tanto de los líderes de ambas Alemanias e incluso de los líderes de los bloques enfrentados.

Finalmente, los líderes de ambas Alemanias acordaron un plan para regularizar la salida de los berlineses orientales sin comprometer la imagen de Honecker de modo que podía justificar el abandono de su país alegando que expulsaría a todo aquel berlinés que deseara abandonar la RDA. La solución fue la siguiente: ambos países permitieron que los ciudadanos salieran de la RDA a bordo de trenes que partían por la frontera oriental del país.

Gorbachov infundió grandes esperanzas a los ciudadanos de la RDA que se quedaran en territorio oriental para salvar su país de un colapso inminente. Esas esperanzas fueron más notorias luego que el líder soviético visitara la capital de la Alemania Oriental.

El muro de Berlín, símbolo de la Guerra Fría, era golpeado en sus cimientos, derribado por los mazos de la revolución democrática de 1989.

“Nos quedaremos aquí”, era la consigna de los berlineses orientales que decidieron salvar su país. En octubre de 1989, las protestas en Leipzig abrieron las fronteras de las consciencias. Miles de manifestantes hicieron eco de una verdadera revolución democrática cuyos inicios ya eran imparables dentro de la Cortina de Hierro. En efecto, las fronteras de las consciencias se abrieron y no hubo represión en aquel octubre. Las fuerzas policiacas se retiraron pacíficamente del lugar reconociendo el nuevo estado de cosas.

He aquí otro resultado de esa revolución democrática: en las elecciones de octubre de 1989, Honecker finalmente es derrotado y Egon Krenz estaba a cargo y, en vista del contexto político y la efervescencia social que rodeaba su triunfo, prometió libertades democráticas para sus ciudadanos e incluso mayores ventajas para viajar al extranjero. Krenz visitó a Gorbachov en Moscú el 1 de noviembre de 1989. Era la consumación del cambio.

El 9 de noviembre de 1989, se anunció en Berlín la derogación de las restricciones para viajar a Occidente y la respuesta de los ciudadanos orientales fue inmediata: nuevamente miles de ciudadanos literalmente huyeron de la RDA y, aunque los soldados de la RDA tenían la orden de detener a sus ciudadanos, resultó imposible frenar el nuevo flujo de alemanes.

El muro que dividía a los dos países fue derribado en ambos lados de la frontera con los brazos de los ciudadanos de las dos Alemanias. El muro de Berlín, símbolo de la Guerra Fría, era golpeado en sus cimientos, derribado por los mazos de la revolución democrática de 1989.

La Cortina de Hierro también era golpeada en sus cimientos y solo era cuestión de tiempo para que sus muros fueran derribados piedra por piedra. El final de la Guerra Fría ya había echado raíces.

FRANCISCO JAVIER RODRÍGUEZ es licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es columnista, abogado postulante y Presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) Metropolitano. Sígalo en Twitter en @pacordz96.

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One Response to Berlín 1989

  1. Eugenia Melo dice:

    Felicito al Sr. Rodríguez. Me pareció un excelente documental, muy interesante y sobre todo aportó información de lo sucedido en la Caída del Muro de Berlín Felicitaciones!!

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