Carta del Director

Los 20 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) han situado a México en la senda de un crecimiento económico sostenido. También gracias a su estabilidad macroeconómica, se facilitó en México una transición democrática con alternancia partidista en el gobierno. Los hechos están muchas veces relacionados y concatenados: una mayor estabilidad económica y política, fruto de una mayor competencia e integración en el mercado, lleva aparejada una mayor expansión cultural, competitiva y generacional. No debería ser casual, sino más bien causal, que a los 20 años de entrada en vigor del TLCAN, un director de cine mexicano, Alfonso Cuarón, sea el primer latinoamericano en conseguir el Óscar de la Academia de Hollywood a la mejor dirección y también la reconocida estatuilla para el mexicano Emmanuel Lubezki por la mejor fotografía.

Aunque el renacimiento del cine mexicano no es de ayer, como lo explica en su artículo Rafael Fernández de Castro Sámano, y a pesar que Gravedad de Cuarón no es una película mexicana, los éxitos del cine mexicano y su potencial contribuyen a reforzar el poder blando y el poder de la diplomacia, así como a balancear las percepciones internacionales sobre México e influir en las percepciones locales. Sobre la importancia del poder blando y la cultura, el artículo de Luis Prados se enmarca en un ámbito general y mundial, y destaca la importancia de la cultura en la percepción y en la construcción de identidades, por ser un instrumento de política exterior y de la diplomacia pública como parte del poder blando. En cualquier caso, sea gracias al TLCAN o mediante la diplomacia cultural del cine mexicano, las percepciones de México en el mundo y dentro del país mismo están cambiando.

Asimismo, los 20 años del TLCAN han dado lugar a un renovado debate. En este número de Foreign Affairs Latinoamérica, contribuimos con un perfil propio, añadiendo, además, algunas de las contribuciones publicadas en Foreign Affairs (Vol. 93, Núm. 1), en su número dedicado a tan destacado aniversario norteamericano.

El viraje profundo de la política exterior mexicana es destacado por Jaime Zabludovsky, actor de primera línea por su papel de negociador del TLCAN. El autor nos ofrece una visión desde dentro de la negociación, así como en qué medida el Tratado cambió a México, con nuevos tratados de comercio, y también cómo el Tratado cambió al mundo, ya que fue el catalizador que permitió concluir la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y la creación de la Organización Mundial del Comercio. El TLCAN, según Zabludovsky, ha sido determinante en la arquitectura comercial del hemisferio, y marca una línea divisoria entre los países de América que profundizan en la integración y aquellos que no lo hacen -y que incluso la están revirtiendo-.

La idea de que el TLCAN ha proporcionado un mayor crecimiento a México no es compartida por todos los autores de este número. Gerardo Esquivel critica la opinión de que México hubiese crecido menos sin el TLCAN y lo compara con otros países de Latinoamérica que, sin acuerdo con Estados Unidos, han crecido más. También Esquivel muestra que el objetivo del TLCAN de lograr una mayor convergencia con Estados Unidos no se ha cumplido. Todo lo contrario: ha habido divergencia, y aunque no todo el éxito es atribuible al TLCAN, tampoco lo es la parte de balance negativo más propio de las decisiones de política económica. Por otra parte, de acuerdo con Athanasios Hristoulas, el TLCAN es para Canadá un acuerdo secundario, ya que en su momento fue considerado como una ampliación innecesaria del tratado de libre comercio que habían firmado en 1987 con Estados Unidos. Como resultado de los acuerdos de seguridad entre Canadá y Estados Unidos en 2011, y una vez cumplido con el objetivo del TLCAN para Canadá, no hay posibilidades de una extensión del tratado, ya que los canadienses buscan la diversificación comercial. Para Michael Wilson, sin embargo, todavía hay un camino por recorrer para eliminar las barreras que obstaculizan la integración económica entre los tres países del TLCAN. En especial, se refiere a la extensión a México de los acuerdos de controles de seguridad o en medio ambiente. Carla Hills, desde una visión estadounidense, rebate las críticas de que el TLCAN ha beneficiado más a México que a Estados Unidos, ya que México compra más bienes a Estados Unidos que toda Latinoamérica o que el conjunto de Alemania, Francia, los Países Bajos y el Reino Unido; además, argumenta, por cada dólar que México gana en exportaciones, gasta 50 centavos en bienes estadounidenses. Hills aboga, además, por un acuerdo conjunto entre Canadá, Estados Unidos y México con la Unión Europea -en lugar del que está negociando solo Estados Unidos-, porque ello beneficiaría a todos los socios norteamericanos, actualizaría las disposiciones del TLCAN y facilitaría las reformas del sector de la energía en México y su apertura a las inversiones extranjeras.

Esta sección monográfica del número se completa con el artículo de Marcelo Mereles y Rocío Castillo en el que explican el proceso de la reforma energética en México. Esta incluye la modificación de los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución, así como la adaptación de las paraestatales Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), para hacerlas más competitivas; en particular, la reforma abre la posibilidad de la participación privada, mediante contratos, en la exploración y explotación de hidrocarburos, aunque las actividades de desarrollo quedan pendientes mientras no se aprueben las leyes secundarias y sus reglamentos. En este sentido, Shannon O’Neil aporta una visión optimista de las reformas, y, a pesar de que México se ha rezagado respecto de Estados Unidos y de las economías emergentes, sostiene que gracias al TLCAN, al entorno manufacturero, a la demografía, a las finanzas y a la democracia, México está en condiciones de ser, en alianza con Estados Unidos, la contrafuerza de China. Cierra esta parte la entrevista al presidente Enrique Peña Nieto, realizada por Jonathan Tepperman.

Otros artículos destacados de este número están dedicados al tema de la Organización de Estados Americanos (OEA). La entrevista de Rina Mussali a su Secretario General José Miguel Insulza, así como el artículo del embajador Emilio Rabasa, ponen en consideración la nueva visión estratégica de la OEA y, en particular, el papel de México frente a los nuevos retos de la organización. Por otra parte, Michael Shifter se refiere a la relación de Estados Unidos con la OEA y argumenta que Washington debería tomarse más en serio su papel en la Organización; en especial, considera que si fuese más flexible en la cuestión de las drogas y se comprometiera a buscar soluciones políticas, sus relaciones con el resto de los Estados de la OEA mejorarían.

Completan el número otros artículos de diversos temas. Por un lado, el de Rodrigo Morales sobre la identidad latinoamericana en México, a partir del resultado de la encuesta «México, las Américas y el mundo», realizada por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Asimismo, Salvador Martí i Puig y Diego Sánchez-Ancochea analizan el estado de la violencia en Centroamérica, relacionado con las transiciones democráticas y la situación de «no guerra»; los autores señalan que la solución se puede encontrar en una agenda de desarrollo apoyada en un segmento de la clase media y en movimientos sociales. El artículo de Jagdish Bhagwati y Francisco Rivera-Batiz sobre una política migratoria más cordial y moderada es una crítica a las políticas duras de William Clinton y Barack Obama contra los inmigrantes irregulares, y presentan una propuesta de lo que debería ser una política más humana. Por su parte, Charles W. Calomiris y Stephen H. Haber realizan un análisis histórico del comportamiento de la banca hasta nuestros días, en clave de influencias políticas, para determinar en qué países los sistemas bancarios son exitosos y por qué algunos quiebran.

Finalmente, Stewart Patrick desarrolla el tema del mundo sin gobierno, a pesar de la presencia de organizaciones tradicionales y de los nuevos foros como el g-20, y llama la atención sobre los posibles conflictos que se pueden generar en relación con determinados bienes comunes, como el uso de las aguas profundas o la plataforma del Ártico. El ciberespacio y la delincuencia asociada son otros de los retos de la gobernanza global, así como la congestionada ocupación de los espacios orbitales para satélites, donde la proliferación de vehículos y desechos espaciales ha aumentado el riesgo de las colisiones catastróficas.

Realmente, la película Gravedad de Alfonso Cuarón no es ciencia ficción: es la pura realidad de la falta de gobernanza global en el espacio exterior.

Jordi Bacaria Colom