Movimiento migratorio: visión desde Chicago

1 diciembre, 2013 • Artículos, Latinoamérica, Norteamérica, Portada, Sin categoría • Vistas: 3437

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Diciembre 2013 

El movimiento migrante mexicano está desgastado y acéfalo, la reforma migratoria obamista será aprobada por etapas (desmenuzada), y serán los Dreamers, estos estudiantes indocumentados, el grupo que logre romper, presionar o lograr resultados medibles, eficientes y cuasi inmediatos en las políticas migratorias estadunidenses.

El 2013 fue un año agridulce en Estados Unidos: se llegó a los dos millones de indocumentados deportados y se tuvo un proyecto de reforma migratoria con cláusulas tóxicas que se encuentra en estado vegetativo desde principios de octubre. El 2014 será más amargo: los Dreamers pedirán una acción diferida para sus padres, subrayarán las incoherencias de los demócratas en las elecciones intermedias y probablemente lleguen a un punto de quiebre con organizaciones, grupos y empresas ligadas, financiera y políticamente, a los políticos que busquen reelegirse.

Los Dreamers continuarán con al menos tres métodos de lucha: se han enfocado en apoyar a otros estudiantes que tuvieron que regresar circunstancialmente a México y ahora no les es permitido reingresar a Estados Unidos (las campañas #Bringthemhome, #Dream9 y #Dream30 de NIYA); se han infiltrado en los centros de detención de indocumentados para investigar a cuántos les ha sido concedida una especie de asilo humanitario bajo el concepto de temor fundado, pero aún siguen presos (se documentaron 100 casos en El Paso, Texas, incluyendo a tres mujeres embarazadas), y se han constituido como una amenaza hacia los congresistas hispanos más importantes que, al no responder a las peticiones de los jóvenes, tendrán que tomar posiciones más radicales en los siguientes meses para evitar un quiebre o conflicto con ellos (ver la detención de la joven Marcela Espinoza en las oficinas de Luis Gutiérrez, uno de los congresistas líderes en temas migratorios).

Estos jóvenes, los Dreamers, son pragmáticos, tienen poca tolerancia hacia los discursos, propuestas y soluciones gubernamentales y no necesariamente buscan un puesto en la administración pública, lo cual aunado a que el movimiento es primordialmente horizontal y sin adhesión a algún partido o ideología (salvó los #UndocuQueers), hace difícil cooptarlos, convencerlos o silenciarlos.

Su agenda contrasta y se va distanciando de la pasividad y el gradualismo de otros tres grupos interesados en aprobar la citada reforma: por una parte, con medianos resultados, la industria de las organizaciones sin fines de lucro, que incluye al Concilio Nacional de la Raza, America’s Voice, y a las coaliciones de FIRM-ICIRR (corporaciones clientelistas que reciben apoyos financieros y políticos del partido demócrata y a veces parecen ser sus voceros); por otro lado, con pocos resultados, una desesperada gerontocracia representada en casas, federaciones y clubes de migrantes en Estados Unidos; y, finalmente, con un menú de pretextos y fracasos, está el intento del gobierno mexicano de organizar a líderes migrantes a través del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME).

Otro problema es que el «camino a la ciudadanía» obamista, más complicado que el de Indiana Jones, durará, en el mejor de los casos, 13 años si se cumple una larga lista de requisitos. Jorge Mújica, activista, lider de Arise en Chicago, dice que hay otros grupos que cabildean por esta reforma con intereses opuestos a los de la comunidad indefensa: «esta reforma es una carta de Santa Claus a Halliburton, apoyada por la Corrections Corporation of America (CCA, la empresa de prisiones más grande de Estados Unidos)», que mantendrá a los inmigrantes en un estatus de segunda clase durante un lapso de 13 años, promoverá una «esclavitud económica» que criminalizará su pobreza y excluirá a uno de cada tres posibles aplicantes, los que se hundirán todavía más en la sombras del miedo y de la ilegalidad. Incluso los consejeros del IME, migrantes que fungen como interlocutores con el gobierno mexicano, exigen al presidente priísta de ese país, crear «programas para el regreso digno» y recibir a cuatro millones de mexicanos que serán deportados de EE.UU. gracias a esta reforma «hechiza».

Otra de las razones del estancamiento es que no hay un liderazgo que se oponga a estas medidas o pueda corregirlas. Basta ver las actividades del epicentro de la actividad política mexicana en el país norteño, Chicago, para entender la crisis y desunión que se vivió en el 2013: los 300,000 emigrantes guerrerenses apenas pudieron recolectar y enviar 20,000 dólares para los afectados del huracán Raymond; la visita del sacerdote Alejandro Solalinde fue un fracaso; ninguna de las 14 federaciones y 300 clubes inútiles de oriundos protestaron por los intentos del consulado mexicano por repatriar al moribundo Zenón Hernández; estas mismas organizaciones (que en su mayoría solo existen de nombre) no apoyaron a los 25 mexicanos que comenzaron una huelga de hambre buscando entrar a las listas de trasplantes de órganos (incluso después de la muerte de una de ellas, Saraí Rodríguez, de 25 años); y sus protestas callejeras cada vez son más anémicas, insuficientes y politizadas por una coalición cuya «multiculturalidad» acaba excluyendo mexicanos.

En México se observan las visiones optimistas reproducidas por Univisión (Televisa) y Telemundo que sugieren el surgimiento de un «nuevo latino» mucho más educado, organizado políticamente, poderoso. Observamos ahí una «voz latina» unitaria, monolítica, que apoya acrítica, ciega, abrumadoramente una reforma migratoria «comprensiva». Sin embargo, no está a la vista un talento o movimiento pujante y masivo oprimido por el sistema o una olla de presión a punto de explotar, más bien existe una comunidad mayoritariamente desinteresada que busca a regañadientes que los gobiernos los organicen y saquen de la pobreza.

«Todo lo que creen saber sobre la reforma migratoria es falso», razona Antonio González, uno de los 25 Hispanos más Influyentes en América según la revista Time. La prioridad indudable es el detener la deportación de 1,100 indocumentados al día (46 por hora, primordialmente mexicanos, centroamericanos y del subcontinente asiático); sin embargo, existe el miedo de regresar a un «circo político» en donde la finalidad demócrata (y de sus organizaciones «non-for-profit») no sea resolver el problema migratorio, sino culpabilizar a los republicanos y así ganar votos y elecciones.

La reforma que da derechos político-electorales (ciudadanía) no resolverá en el corto o mediano plazo los problemas estructurales de los migrantes: educativos, laborales y sociales derivados de la pobreza. No contempla una sinergia con la comunidad afroamericana para resolver en conjunto problemas que también afectan a los jóvenes mexicanos: cierre masivo de escuelas, violencia pandilleril y crimen organizado; embarazo adolescente y salud sexual; brutalidad policiaca (uso excesivo de la fuerza contra minorías de color en los barrios), obesidad, alcoholismo y drogadicción; regulación de armas, y probablemente el más importante de todos, la predisposición de un sistema judicial y carcelario a sentenciar exagerada y desproporcionadamente a negros y latinos por delitos menores (mayoritariamente por portación, no por consumo, de mariguana).

El panorama permite pocas esperanzas de que algún gobierno norteamericano, con sus organizaciones, cabilderos y empresarios con o sin fines de lucro, vayan a mejorar la calidad de vida de los migrantes mexicanos (o centroamericanos) en el 2014. Enrique Peña Nieto se ha distinguido por una política servil hacia Estados Unidos. Nuestros migrantes están desorganizados, acéfalos, y esta «reforma» migratoria, con todas sus cláusulas negativas, puede seguir inconclusa hasta el 2016. Obama sólo dará dadivas políticas, ya que de los 35 millones de migrantes de origen mexicano (seis millones de ellos indocumentados) sólo un minúsculo grupo salió a pelear este año.

Julio Alejandro es corresponsal de Excélsior en Chicago. Ha trabajado como periodista en La Jornada y en Contragolpe y Sin Censura, los programas radiofónicos hispanos más populares de Los Ángeles y Chicago. Es Licenciado en Relaciones Internacionales por el ITESM Campus Ciudad de México, con estudios en Sciences Po (Paris) y Cambridge.

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