Carta del Director

Entre tanta incertidumbre sobre el desarrollo de la pandemia, la aparición de nuevas variantes y la capacidad de hacerles frente, no es fácil tener una perspectiva clara sobre la evolución de la economía. En este contexto, en el nuevo informe anual de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe se advierte que la crisis sanitaria ha agudizado los problemas estructurales de la región y se proyecta una desaceleración para 2022, cuando se alcanzará apenas un 2.9% de crecimiento, pues se agota el rebote de 5.9% del PIB en 2021. Para tener un crecimiento sostenible, dinámico e inclusivo es necesario aumentar la inversión y el empleo; sin embargo, la economía de los principales socios comerciales de Latino- américa —Estados Unidos y China— también va a ralentizarse.
Además de la pandemia, Latinoamérica corre otros riesgos graves, como el cambio climático, que también afectan al resto del mundo, aunque con sus particulares efectos locales sobre el desarrollo sostenible, la distribución de la renta y la riqueza. Las democracias se fragilizan. En América Latina y el Caribe, como señala Francisco Rojas, la debilidad de los Estados revela carencias fundamentales. Debe volver a pensarse en la política, el desarrollo y la sostenibilidad como tareas cruciales para acometer viejas amenazas y nuevos retos en la crisis del multilateralismo, que se resiente tan gravemente en la región. Rojas presenta once escenarios para después de la pandemia. El primero es un escenario local e internacional más conflictivo, por la creciente rivalidad entre China, Estados Unidos y Rusia, y porque la conflictividad y la polarización interna de los países latinoamericanos se extienden al resto de la región. El segundo es la pandemia y las presiones sobre los sistemas de salud pública. El tercero concierne a la recuperación económica a partir de 2022, que será desigual en Latinoamérica. Les siguen los escenarios de las demandas educativas, el desempleo entre los jóvenes, la extensión de la violencia y del crimen organizado, el cambio climático, las nuevas tendencias migratorias, las tensiones en los sistemas democráticos, la cultura y las redes sociales, y la profunda crisis del multilateralismo latinoamericano. La conclusión de todos los escenarios es que sin seguridad humana no hay desarrollo, y sin desarrollo sostenible no tendremos paz.
Todos los artículos de la sección dedicada a los dilemas de Latinoamérica se relacionan con estos escenarios. Preocupa cómo puede afectar a la región la rivalidad entre China y Estados Unidos, que —según Roberto Russell— comprende necesariamente un componente geopolítico de primera importancia para Washington, por la intromisión, real o percibida, de un actor extrarregional en su ámbito histórico de influencia. Además, la rivalidad tiene que ver con la disputa entre dos sistemas opuestos en cuanto a los modos de organización y gestión de una sociedad, la cual contamina la política interna de los países latinoamericanos y ahonda las fracturas de sociedades divididas, empobrecidas y sumamente movilizadas. Con todo, a pesar de los riesgos, hay oportunidades. La decisión de Beijing y de Washington de incluir la oferta de bienes tangibles en su disputa estratégica en el campo de la infraestructura y de la salud posibilita el ejercicio de una diplomacia de doble vía que puede ser propicia. Esteban Actis y Nicolás Creus observan la evolución de seis dimensiones por las cuales discurre la competencia entre China y Estados Unidos, y a partir de las cuales se van a configurar escenarios con distintas implicaciones para el mundo en general y para Latinoamérica en particular. La dimensión comercial de la rivalidad ha alterado el mercado de materias primas. La tecnología 5G, la inteligencia artificial, el internet y todo lo relativo al manejo y la gestión de datos constituyen claros ejemplos. En la dimensión ideológica, se produce un choque de narrativas que comienza a trastocar los vínculos de los países latinoamericanos con las superpotencias. La dimensión militar parece más distante en Latinoamérica, aunque Russell apunta que la construcción en la Patagonia de una estación china de espacio lejano, a los ojos de la Casa Blanca podría servir para “fines militares” y para “rastrear las actividades espaciales de objetivos estadounidenses y de sus aliados”. En la dimensión financiera, el dólar sigue siendo imprescindible, mientras que las restricciones y los controles a los flujos de capitales estorban el desarrollo financiero y limitan el potencial de internacionalización del yuan. Por último, en la dimensión ecológica, la cooperación entre China y Estados Unidos es clave para hacer frente a las disrupciones de los desequilibrios ecológicos y medioambientales. En el plano regional, se deben reforzar las instancias de cooperación y
acotar las decisiones y prácticas que aceleren innecesariamente la rivalidad de las potencias en Latinoamérica.
Cristina Eguizábal relaciona la crisis del covid-19 con las crisis de las democracias latino- americanas: ineficiencias administrativas flagrantes, aumento de la corrupción, deslegitimación de las élites dirigentes, ruptura de los canales tradicionales de participación política y fortalecimiento de los regímenes populistas. Los países de la región han desaparecido totalmente de los grandes debates internacionales actuales sobre el cambio climático, el relanzamiento de la economía global y la distribución de las vacunas. Mientras, China y Rusia han ocupado los espacios que dejó la “no política” hacia Latinoamérica del gobierno de Donald Trump.
Los artículos de Ricardo Sennes y Lourdes Casanova abordan la recuperación económica de Latinoamérica. Para Sennes, la región no ha podido responder a los desafíos básicos del des- arrollo, ya que no ha logrado incrementar el grado de libertad e igualdad de sus ciudadanos, como tampoco ha podido aumentar la productividad y los ingresos de los países. La ineficiencia de las inversiones sociales en educación, innovación e infraestructura agrava el problema. Casanova aporta una nota de optimismo sobre las expectativas de un crecimiento impulsado por las materias primas y la tecnología (el número de empresas tecnológicas en la región continúa aumentando), aunque es imprescindible sentar las bases para un acuerdo económico regional.
Raúl Benítez, en su análisis de la relación de seguridad entre Estados Unidos y México, presenta diversas interpretaciones sobre el origen de la violencia. El factor socioeconómico y la fragilidad institucional en México explican la corrupción. La violencia se genera por la demanda de drogas en Estados Unidos y un prohibicionismo que ha propiciado la aparición de organizaciones criminales. También hay interpretaciones sobre los despliegues militares como el principal catalizador de la violencia y los conflictos entre grupos criminales. Igualmente, la teoría del Estado fallido o cooptado por los grupos criminales aporta otra interpretación. Si bien cada una de estas interpretaciones da una explicación parcial, juntas exhiben las facetas de una crisis de seguridad nacional, binacional y de gran estrategia que solo favorece a los poderes informales criminales.
Rafael Hernández ofrece su punto de vista sobre las protestas del 11 de julio de 2021 en distintas ciudades de Cuba, que contrasta con las opiniones de los comentaristas que han apuntado como causa de la crisis la ineficacia de la vacunación, la caída del poder adquisitivo o el deterioro de los servicios públicos. Para Hernández, el principal desafío del gobierno consiste hoy en mantener en curso las reformas acordadas en abril de 2021, conservar la estabilidad, pero también el diálogo real, y minimizar los costos políticos.
En Diálogo Ñ, Jorge Heine titula su artículo “Haití en la hora de los hornos” con una frase de José Martí (“Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz”) para explicar el porqué del todavía no aclarado asesinato del presidente Jovenel Moïse y los repetidos fracasos de un gobierno tras otro. A pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional, Haití es un Estado frágil, incapaz de llevar a cabo las funciones esenciales y entregar servicios básicos a la mayoría de la población, y puede pasar a ser un Estado fallido. Para Heine, la situación de Estado ayudado ha sido más bien parte del problema, aunque la solución no puede consistir en librar al país a su suerte. Para colmo, el último gran terremoto de agosto de 2021 empeoró la situación. Sharon M. Álvarez Huitrón coincide con la idea de Estado frágil y también piensa que hay indicios que apuntan a un Estado fallido, por la falta de servicios básicos y la mínima recaudación de impuestos. La población carece de agua potable y de vacunas contra el covid-19. Álvarez Huitrón constata el fracaso de la ayuda internacional y afirma que la solución es acabar con la violencia, para lo cual hay que poner en marcha procesos de paz. Asimismo, con la ayuda internacional, Haití debe normalizar nuevas fuentes de captación de impuestos, incrementar la inversión extranjera directa en infraestructura para el turismo e integrar a la ciudadanía como actor clave del desarrollo.
En la sección Mundo destacamos los artícu- los dedicados a China, como homenaje y en memoria de Ulises Granados, quien tanto aportó a la revista con su enfoque sobre Asia y su asesoramiento en la elección de los textos. Muchos de los artículos dedicados a China pueden tener una segunda lectura a la luz de las repercusiones en Latinoamérica. Según Jude Blanchette, si el presidente Xi Jinping tiene éxito, China se va a colocar como el arquitecto de la nueva era de multipolaridad, su economía escapará de la trampa del ingreso medio, y las capacidades tecnológicas de su sector manufacturero y militar rivalizarán con las de los países desarrollados. Sin embargo, la convicción de Xi de que el Partido Comunista de China (PCCh) debe regir la economía y de que Beijing debe controlar el sector privado va a constreñir el crecimiento futuro del país. Así puede fracasar la apuesta de movilizar al partido para transformar al país en una central de alta tecnología.
Daniel H. Rosen profundiza en la caótica reforma económica de Xi. Las reformas fiscales y del sector privado se detuvieron, y desde 2017, el partido ha retenido el control de todos los asuntos corporativos de las empresas paraestatales y ha tratado de redoblar su influencia sobre las empresas privadas, incluidas las extranjeras. Parte de la estrategia de liberalización financiera de Xi pasaba por que el Fondo Monetario Internacional reconociera al yuan como moneda de reserva, pero como fracasó al querer mantener los controles de capitales y dar marcha atrás a la
liberalización del mercado cambiario de Hong Kong, el yuan se usa poco en transacciones transfronterizas y apenas representa una modesta proporción de las reservas internacionales. El esquema de política macroeconómica en la era de Xi es claro: todo intento de reforma provoca una crisis en miniatura que amenaza con empeorar, lo que lleva al PCCh a volver a lo que mejor conoce: el control y el mando. En algún momento, la dirigencia china debe confrontar esta disyuntiva: la eficiencia económica sostenida y la omnipotencia política no van de la mano.
Yan Xuetong aborda la nueva política exterior de China, cuyos dirigentes creen que su ascenso a la categoría de gran potencia le da derecho a un nuevo papel en los asuntos mundiales, irreconciliable con el dominio indiscutible de Estados Unidos. Beijing no descarta, sin más, las reglas y las instituciones multilaterales, pero no aceptará las que establezca Estados Unidos unilateralmente. La conclusión de Yan remite a un punto inicial de esta Carta que puede aplicarse a Latinoamérica: mientras los Estados formen parte de los dos bandos, no les convendrá apostar por uno solo. La configuración bipolar ocasionará muchas tensiones, pero, en general, resultará menos peligrosa que una competencia al estilo de la Guerra Fría.
Wang Jisi se centra en la rivalidad entre China y Estados Unidos. Conforme China se ha vuelto más rica y poderosa, los políticos estado- unidenses han arreciado sus críticas al PCCh y han jugado con el miedo de la opinión pública a un desequilibrio comercial entre ambos países, el supuesto ataque cibernético a las instituciones de Estados Unidos, el robo de secretos comerciales y la inmigración ilegal china. Con Joseph R. Biden como Presidente, el discurso oficial de Estados Unidos sobre China se ha vuelto menos beligerante, pero aún mantiene ese ánimo antagonista. Por su lado, desde las manifestaciones de 1989 en la plaza Tiananmen, el PCCh cree que la mano invisible de Estados Unidos incita todas las agitaciones políticas del país. La política de Washington hacia Hong Kong y Taiwán es motivo de desconfianza. Entre tanto, en el plano económico, los problemas son mucho más amplios y espinosos que el dilema de Taiwán, ya que el “socialismo con características chinas” y el “orden liberal internacional” parecen ser cada vez más incompatibles.
Audrye Wong aborda el estilo de gobierno económico de China que, a pesar de los temores que provoca, es menos impresionante. En muchos de los más de sesenta países que han recibido inversiones de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, incluso en aquellos más dispuestos a recibir inversiones chinas, las autoridades se han quejado de construcciones de mala calidad, costos inflados y degradación ambiental. En 2020, en parte debido a la pandemia, China desplazó a Estados Unidos y se convirtió en el principal socio comercial de la Unión Europea. También la inversión extranjera china se extendió rápidamente al mundo en desarrollo, pues las empresas y los bancos chinos financiaron proyectos en el Sudeste Asiático, en África y en Latinoamérica. En 2014, China inauguró el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, una instancia multilateral de desarrollo que ya abarca a más de cien países. Una amenaza más grave, y aquí también debe pensarse en Latinoamérica, es que el creciente iliberalismo en todo el mundo podría dar a China más oportunidades de ganar influencia y promover el autoritarismo, aunque sin exportar activamente la autocracia.
Según Andrew S. Erickson y Gabriel Collins, en lo que al cambio climático se refiere, Estados Unidos debería competir —no cooperar— con China, cuya economía depende y seguirá dependiendo del carbón, por lo que la descarbonización dista de ser real. China solo puede sustituir el carbón por el gas que no produce y que debe importar por la vía marítima, un tema delicado para Beijing, porque una potencia rival podría bloquear los embarques y desestabilizar la red eléctrica china. Los fuertes incentivos estructurales y estratégicos de China para seguir explotando el carbón mellan la posibilidad de hacer avanzar las negociaciones climáticas. Por eso la competencia es una mejor alternativa. Se debería tratar de cambiar la conducta de China mediante la aplicación de un impuesto sobre el carbón, un gravamen a los bienes o los servicios proporcional a su huella de carbono o a las emisiones requeridas para fabricarlos, aun si son importados.
Más allá de la rivalidad con China, Estados Unidos enfrenta un dilema político-económico que analiza Adam S. Posen, para quien el gobierno estadounidense no ha buscado la apertura ni la integración en los últimos 20 años; al contrario, se ha aislado de la economía de libre competencia, mientras el resto del mundo se abre y se integra. El instinto proteccionista se basa en la tesis de que, por los efectos del librecambismo, el enojo populista desembocó en la elección del presidente Trump; pero en realidad esta irritación social no responde a ansiedades económicas, sino a la percepción de una pérdida de estatus debida al proteccionismo. El comercio de Estados Unidos en relación con el PIB ha aumentado más lentamente que el de otros países. La conclusión es que no se puede convencer a nativistas y populistas estimulando su nostalgia por un estatus.
Ruchir Sharma estudia el posible resurgimiento de las economías emergentes, cuya buena racha se pensó, con buenos motivos, que habría de terminarse después de 2000. Sin embargo, a pesar de que tales economías emergentes no hayan seguido todas la misma trayectoria, probablemente serán más las que se revitalicen gracias a las fuerzas desatadas o aceleradas por la pandemia, al alza de los precios de las materias primas, a las nuevas reformas económicas y, más
sorpresivamente, a la revolución digital.
Thant Myint-U explica la evolución política de Myanmar desde su independencia y las causas que han llevado a su situación actual. El golpe militar de febrero de 2021 desencadenó una energía revolucionaria que será casi imposible de contener, pero lo que viene no es una dictadura, que ya no podría estabilizarse, sino un Estado cada vez más fallido y la posibilidad de tener durante varias décadas una Myanmar violenta y anárquica en el corazón de Asia. Para el autor, la solución es proteger a los más pobres y vulnerables, y empezar a construir un nuevo Estado y una sociedad más libre, justa y próspera basada en un concepto totalmente diferente de su identidad nacional, sin las narrativas etnonacionalistas del pasado y un ejército que se ha autonombrado protector de esas doctrinas, con las que ha querido justificar sus actos de exterminio de los rohinyás. La comunidad internacional debe aprobar una resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas para exigir una transición rápida y pacífica a un gobierno civil elegido democráticamente.
En definitiva, en el último trimestre de 2021 cerramos con opiniones confrontadas entre el optimismo y el pesimismo económico. Lo que vaya a ocurrir depende, en buena parte, de lo que suceda con las grandes economías, de la evolución de la pandemia y las vacunas y, por supuesto, del devenir político de los países de la región, sus brechas distributivas y su capacidad de resolverlas.

Jordi Bacaria Colom