La geopolítica de las energías renovables

29 mayo, 2019 • Artículos, Asuntos globales, PJ Comexi, Portada • Vistas: 9374

Camipe

Rodrigo Jiménez Silva

Mayo 2019

Una colaboración del Programa de Jóvenes del Comexi

El despliegue de las energías renovables y, por ende, la transformación del sistema internacional de la energía cambiará la dinámica entre los países. Tal como lo hizo el petróleo en los últimos siglos, una mayor incorporación y disponibilidad de energías renovables traerá consigo cambios en la distribución del poder, la seguridad de los países, la coexistencia de los sistemas energéticos, así como el desarrollo tecnológico, económico y social. Estas fueron algunas de las conclusiones del Diálogo de la Transición Energética de Berlín, llevado a cabo hace algunas semanas.

Entre las propuestas, se sugirió considerar a las energías renovables como un proyecto inevitable que conduzca a la paz entre los países y posicione a la energía como elemento fundamental de desarrollo. Como es bien sabido, los efectos del cambio climático no tienen fronteras, por lo que buscar independizarse de los hidrocarburos para reducir los impactos ambientales significaría mejores condiciones para la sociedad. En el marco de una nueva era energética, las energías renovables serían el factor de cambio hacia un nuevo paradigma.

El resurgimiento de las renovables

En The Quest, Daniel Yergin explica históricamente los progresos y retrocesos de las energías renovables. Por ejemplo, la década de 1970 estuvo marcada por una disrupción en el suministro de petróleo, como parte de una acción de represalia y consecuencia de las diferencias políticas entre los países exportadores y aquellos cuya industrialización dependía principalmente del hidrocarburo. El desabasto y el alza de los precios de la gasolina pusieron a la energía en la agenda de todos los actores. Naturalmente, buscar nuevas fuentes se convirtió en una prioridad. Lo que antes era considerado como extraño y vinculado a movimientos de fanatismo ambientalista, de pronto se volvió un sector respetable. A pesar de los esfuerzos, el mercado siguió determinando por varias décadas la prioridad hacia las fuentes de energía convencionales y los incentivos al desarrollo tecnológico no fueron tan favorables para el sector renovable.

Lo que antes era considerado como extraño y vinculado a movimientos de fanatismo ambientalista, de pronto se volvió un sector respetable.

Sin embargo, hoy la realidad es otra. Los datos revelan que los costos de las energías renovables han ido en declive de manera sostenida. El Fondo Monetario Internacional reporta en las Perspectivas de la Economía Mundial de 2019 que el precio para generar energía solar fotovoltaica y energía eólica en tierra ha disminuido en un 76% y 34% respectivamente entre 2009 y 2017. Esto representa una alternativa viable para transitar hacia una economía baja en carbono.

No obstante, mientras que su crecimiento anual se mantuvo exponencial por los últimos años, la Agencia Internacional de Energía encontró un ligero estancamiento en 2018, hecho que no había sucedido desde 2001. Únicamente el 60% del potencial renovable a desarrollar (en trayectoria para cumplir con las metas climáticas) realmente fue explotado en 2018, lo que expone dos cuestiones: que no se hace lo suficiente y que quizá el problema ya no es tanto la falta de incentivos financieros, sino la falta de voluntad política.

Lo finito y lo infinito

La Agencia Internacional de Energía Renovable, por su parte, puso en marcha en 2018 la Comisión Global sobre la Geopolítica de la Transformación Energética. En su más reciente publicación, se identifican las consecuencias del avance de las energías renovables para el siglo XXI.

De alguna u otra forma, estas fuentes están presentes en todos los países, mientras que los hidrocarburos son finitos y se encuentran concentrados en lugares específicos. En segundo lugar, mientras los combustibles fósiles se miden en reservas, las energías renovables representan un flujo constante que podría ser desplegado a cualquier escala. En tercero, se ha demostrado que algunas fuentes renovables gozan de una reducción de costos de hasta el 20% por cada vez que la capacidad se duplica. Si la posición de los Estados en el sistema internacional depende de factores económicos, geográficos y de acceso a recursos, entre más escasos se vuelvan los combustibles fósiles y su renta varíe, mayor será la vulnerabilidad de aquellos países que no privilegiaron la transición energética.

Las exigencias requerirán decisiones gubernamentales claras y con visión a largo plazo, que transciendan mandatos y que aseguren la independencia y la seguridad energéticas.

Como en todo avance tecnológico, las implicaciones del uso de renovables pueden parecer difusas y las barreras que impiden su desarrollo poco analizadas. En un contexto en el que la demanda de energía aumente y las economías tiendan a electrificarse, aunque a ritmos distintos, es cierto que los escenarios serán múltiples e inciertos. Pero imaginemos que muy pronto haya una nueva crisis de suministro de fuentes convencionales, ocasionada por un conflicto geopolítico o social al interior de los países. O tal vez pensemos en un entorno en el que surjan nuevas alianzas comerciales o de interconexión, cuyo principal interés sea intercambiar bienes y tecnologías limpias. Quizá exista también un contexto en el que una gran parte de los ciudadanos decidan reducir su huella de carbono ante la evidente contaminación del aire, contratar servicios que provengan solamente desde fuentes renovables, manifestarse aún más en contra del cambio climático, adquirir más bienes que requieran consumir cada vez más electricidad o simplemente votar exclusivamente por candidatos con propuestas sostenibles.

En cualquiera de los casos, las exigencias requerirán decisiones gubernamentales claras y con visión a largo plazo, que transciendan mandatos y que aseguren la independencia y la seguridad energéticas. Aunque algunos de estos ejemplos ya suenan familiares, sin duda los escenarios antes planteados cambiarían la dinámica entre los países que importan y los que exportan energía; entre los que generan y los que no generan su propia energía; entre los que se concentraron en centralizar la generación y los que no, y entre los que prefirieron apostarle a las fuentes convencionales (emisoras de dióxido de carbono) y los que decidieron explotar en potencial renovable.

RODRIGO JIMÉNEZ SILVA es maestro en Políticas Públicas por la Hertie School of Governance, Alemania, y licenciado en Relaciones Internacionales. Es miembro del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi) y ha trabajado en temas de cooperación internacional del ámbito energético, así como en comunicación estratégica para el sector de educación en el seno de un organismo internacional. Sígalo en Twitter en @jimenezroy.

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