Los desafíos de las elecciones de Estados Unidos 2020

23 octubre, 2020 • Artículos, Norteamérica, Portada • Vistas: 2697

La pandemia, la partidización de reformas, los retos de logística y el peligro de deterioro de la legitimidad electoral

LatinUs

Tatiana Benavides Santos 

Octubre 2020

Estados Unidos se prepara para una de las elecciones presidenciales más competitivas, litigadas y polarizadas de su historia, mientras la pandemia del nuevo coronavirus ha obligado a las autoridades electorales encargadas de la organización de los comicios del 3 de noviembre de 2020 a trabajar contra reloj para posibilitar que alrededor de 165 millones de estadounidenses voten. Asimismo, la coyuntura ha obligado a los estados a adoptar medidas urgentes para garantizar la seguridad de los ciudadanos que emitirán su voto y a sacar adelante el proceso electoral, velando para que la elección cumpla con los requisitos óptimos de integridad y para brindar confianza al electorado, a pesar de la premura de los cambios.

En Estados Unidos, todos los estados disponen de alguna forma de voto por correo. Entre ellos, se incluyen los estados cuyo sistema se basa en el voto por correo total (aunque siempre hay alguna opción de voto presencial), los estados con sistemas de voto ausente sin excusa (que permiten a los electores que así lo deseen recibir y enviar su boleta electoral por correo) o los estados con sistema de voto ausente con restricciones (en los que solo algunos electores pueden recibir y enviar la boleta electoral por correo al cumplir con determinados requisitos). Por ahora, las reformas se han enfocado principalmente en el voto por correo y la flexibilización de requisitos del voto ausente, que se han convertido en objeto de enfrentamientos partidistas que han politizado la toma de decisiones en esta materia y han servido al presidente Donald Trump para difundir falsos discursos que buscan minar la percepción de legitimidad de la elección. Hasta ahora, al menos treinta estados y el Distrito de Columbia han realizado cambios para hacer más accesible a los votantes la posibilidad de votar desde sus hogares. Las reformas han incluido la remoción de requisitos para emitir un voto ausente, la disponibilidad de urnas para depositar dicho tipo de voto, servicios de correo prepagado, registros en línea y envío de aplicaciones a los votantes para que soliciten sus boletas por correo.

En las elecciones presidenciales de 2016, cerca del 60% de los votantes emitió su voto de forma presencial en los centros de votación; sin embargo, para la elección de 2020 se proyecta una transición significativa hacia el voto por correo. Según encuestas del The Washington Post, la cifra podría aproximarse a 85% de los votantes. Sin embargo, hay significativas diferencias entre los estados con respecto a la trayectoria y la capacidad para procesar el voto por correo. Por ejemplo, según Nathaniel Persily y Charles Stewart III, en 2016, trece estados tuvieron un 5% de votos o menos emitidos por correo y, en las elecciones intermedias, 2 años después, mientras que según el Centro Brennan para la Justicia, en Arizona el 79% de los votantes prefirió votar por correo, en otros estados el porcentaje fue insignificante. Por lo tanto, de cara a las elecciones de 2020, estos estados con menor experiencia en voto postal deberán realizar mayores esfuerzos y cambios para responder adecuadamente al incremento de esta modalidad de voto.

En las elecciones presidenciales de 2016, cerca del 60% de los votantes emitió su voto de forma presencial en los centros de votación; sin embargo, para la elección de 2020 se proyecta una transición significativa hacia el voto por correo.

De ahí la importancia de analizar los desafíos de la politización de las reformas electorales en medio de la pandemia, los retos de logística y el peligro de deterioro de la legitimidad de la elección, pues la carencia de un amplio consenso político respecto a las reglas electorales, debido al alto grado de polarización, posibilita el conflicto en torno al desarrollo del proceso electoral y a la presentación de los resultados de la elección. La división política e incluso la enérgica oposición del presidente Trump a la ampliación de las opciones de voto y al voto postal, han dificultado contar con lineamientos generales sobre los procedimientos para realizar las elecciones en medio de la crisis. Aunado a ello, la única iniciativa en el Congreso que pretendía estandarizar algunas medidas para facilitar las posibilidades de participación en la elección de manera segura no contó con el apoyo legislativo necesario para entrar en vigor.

Sobre todo, la descentralización propia de la administración electoral en Estados Unidos ha hecho también difícil crear consensos, debido a la característica heterogeneidad de normas y procedimientos entre y dentro de los estados, la ausencia de un órgano electoral coordinador y supervisor del proceso, así como un esquema que requiere más de 10 000 jurisdicciones electorales para conducir la elección. En tal caso, el peso de la administración de la elección recae en los gobiernos estatales y locales y sus funcionarios electorales, los cuales se han visto forzados a materializar en muy corto plazo los cambios realizados por secretarios de estado, legisladores o tribunales.

Los retos de la politización: el voto por correo y el Servicio Postal

Actualmente, la polarización política, que afecta de manera transversal la dinámica política y social del país, se ha interpuesto en la adopción de cambios para materializar el voto ausente o el voto por correo en aquellos estados con poca o nula práctica en ello, así como para optimizar el servicio postal. Aunque las divisiones partidarias respecto al voto por correo no son novedad, ahora se han intensificado. Por ejemplo, la fractura se manifestó en el Congreso durante la negociación de los fondos de asistencia electoral que pretendían apoyar el fortalecimiento del voto por correo y que estaban contenidos en el Acta de Ayuda y Alivio frente al Coronavirus y la Seguridad Económica (CARES). También, los esfuerzos por ampliar el voto postal en medio de la crisis encontraron resistencia de la Casa Blanca y en varios congresistas republicanos que consideran que el voto postal supuestamente beneficiaría a los demócratas, presentaría riesgos de fraude o que la iniciativa interferiría con el control estatal de las elecciones Pero, en realidad, según una investigación de la Universidad de Stanford que analiza tres estados que introdujeron el voto por correo entre 1996 y 2018, no hay evidencia que demuestre que el voto por correo beneficie a un determinado partido. Por el contrario, otros estiman que es el Partido Republicano el que podría beneficiarse porque favorecería la posibilidad de voto a los electores de la tercera edad que por lo general tienden a apoyar en su mayoría a dicho partido. Asimismo, aunque presuntamente el voto por correo podría presentar más riesgos de fraude que el voto presencial, varios estudios en estados con amplia trayectoria con este tipo de voto han mostrado mínimas posibilidades de fraude en este sistema de votación. Según Stewart III, Director del Laboratorio de Datos Electorales y Ciencia de Instituto Tecnológico de Massachusetts, en 20 años y 250 millones de votos por correo emitidos a nivel nacional, se han presentado solo 143 casos de fraude, lo cual se traduce en un promedio de 1 caso por estado cada 6 o 7 años, o bien en un porcentaje de fraude del 0.00006.

Paralelamente, la polarización en el Congreso ha dificultado la revitalización del Servicio Postal de Estados Unidos (USPS), del cual depende en parte que el voto por correo sea viable. La oposición del gobierno a inyectar capital al organismo ha agravado aún más sus problemas. A pesar de que los congresistas habían acordado otorgar al USPS una ayuda como parte de un nuevo paquete de estímulo contra el coronavirus, el proyecto se abandonó por la oposición que enfrentó de algunos republicanos y la del gobierno de Trump. En su defecto, el Congreso decidió aprobar un préstamo de 10 000 millones de dólares con la condición de que el USPS cuadruplicara las tarifas de los paquetes enviados. Hasta el momento, el Departamento del Tesoro no ha desembolsado el dinero porque este condicionamiento ha entorpecido la preparación de USPS para la elección de noviembre. Además, a esto deben sumarse las múltiples acciones del director general del Servicio de Postal, Louis DeJoy, que han dificultado que el servicio de correos haga frente de manera efectiva al aumento del voto postal. Entre ellas, la eliminación de los equipos de clasificación rápida de la correspondencia, remoción de los buzones públicos en los que los ciudadanos podrían en algunos estados depositar su voto por correo y la reorganización de los horarios de distribución. Dichos cambios fueron posteriormente revertidos por un juez federal del estado de Washington por el riesgo de afectar la elección presidencial.

Los retos logísticos: poco dinero y poco tiempo

Sin duda, manejar un sistema de voto por correo no es lo mismo que uno presencial, puesto que se tratan de dos modalidades que requieren diferentes tipos de infraestructura y administración electoral. Por lo tanto, como señala el politólogo Charles Stewart III, los estados con poca experiencia en este tipo de voto han tenido que invertir significativamente en equipo, material, personal y capacitación de cara a las elecciones de noviembre de 2020. Igualmente, como en toda elección, un sistema óptimo de registro de votantes resulta ser un factor clave. El registro es importante si se hace uso del voto por correo, por la necesidad de contar con información actualizada que permita verificar fácilmente las direcciones a las que se enviarán las boletas y las firmas que comprueben la identidad del elector. Por esa razón, para esta elección, se han realizado varios esfuerzos para ofrecer el registro en línea en los estados en que aún no cuentan con esa alternativa, dado que los recintos tradicionales para el registro de los electores fueron cerrados debido a la pandemia. Sin embargo, esa modificación se ha topado con desafíos financieros importantes. De acuerdo con el Centro Brennan para la Justicia, los 400 millones de dólares aprobados en el Congreso dentro del plan CARES no son suficientes para aliviar esta carga a los estados, puesto que el buen funcionamiento del voto por correo requeriría de una asistencia federal de alrededor de 200 000 millones de dólares.

La transición hacia la implementación del voto postal ha tomado varios años en los estados, por lo que ha sido todo un desafío arrancar estos procesos a tiempo para las elecciones de noviembre en los estados sin experiencia y sin la capacidad instalada necesaria.

De acuerdo con el académico Nathaniel Persily, a pesar de los desafíos de infraestructura, presupuesto y capacidad técnica, el factor más importante y escaso ha sido el tiempo. La transición hacia la implementación del voto postal ha tomado varios años en los estados, por lo que ha sido todo un desafío arrancar estos procesos a tiempo para las elecciones de noviembre en los estados sin experiencia y sin la capacidad instalada necesaria. La gran pregunta es si los estados con poco historial de voto por correo, a pesar de los arduos preparativos, estarán listos para enfrentar el alto número de votos proyectados para la elección general, aunado a las tareas propias de conducir también el voto presencial.

Los retos a la legitimidad: la reacción de Trump y el conteo de votos

Otro de los grandes retos será garantizar la credibilidad y la legitimidad del proceso electoral y sus resultados. La ausencia de compromiso del presidente Trump de aceptar los resultados de la elección en caso de salir derrotado y de no favorecer una transición del poder pacífica preocupa tanto a funcionarios electorales como a los ciudadanos. De igual forma, la mencionada partidización de las medidas de administración electoral y la fuerte narrativa oficial en contra del voto postal se convierten en elementos contraproducentes para la aceptación de las reglas del juego y de los resultados de la elección. Asimismo, en condiciones normales, ha sido posible conocer los resultados electorales el mismo día de los comicios, debido a que las modalidades de elección presencial y temprana permiten tabular automáticamente los votos. Empero, el conteo de los votos por correo será un proceso largo que implicará la apertura de los sobres, la verificación de las firmas, la clasificación por precinto y el procesamiento manual o automatizado de millones de boletas. Incluso, múltiples estados aceptarán las papeletas por correo que lleguen unos días después de la elección lo que atrasará el resultado final.

Desde luego, el principal potencial de conflicto radica en este desfase entre el conteo del voto físico y el del voto postal y las predilecciones partidarias sobre estas modalidades de voto. Mientras que alrededor de un 21% de los electores republicanos dice que votará por correo, cerca de un 50% de los demócratas lo hará por esa misma vía. Entonces, tomando en cuenta esas diferencias partidarias, hay la posibilidad de que el candidato que vaya a la cabeza del conteo en la noche de la elección no sea necesariamente el que aparezca como ganador al finalizar el escrutinio de todos los votos. Es decir, es posible que Trump lidere los resultados la noche de la elección al contarse los votos presenciales que, en su mayoría, se proyectan sean por el Partido Republicano, pero una vez que empiecen a llegar los conteos del voto por correo en horas y días posteriores, la balanza se podría inclinar a favor del demócrata Joe Biden. Por supuesto, este escenario podría conducir a una crisis política en medio de denuncias de supuesto fraude o robo de la elección, y para los medios de comunicación y los ciudadanos acostumbrados a la definición pronta de la contienda, esa tardanza podrá ser objeto de incertidumbre y desconfianza, así como una oportunidad para creer o difundir noticias falsas o teorías conspirativas.

Ciertamente, será necesario moderar las expectativas ciudadanas con respecto a la dinámica de la elección de noviembre. Realmente, la legitimidad y la credibilidad de la elección dependerán, en gran parte, de una educación y comunicación permanente con el electorado, así como el acuerdo entre los candidatos, partidos, medios de comunicación y ciudadanos para responder de manera responsable y realista ante los cambios. Especialmente, los candidatos, partidos y los medios de comunicación deberán comprometerse a no declarar ganadores hasta que los votos estén contados.

TATIANA BENAVIDES SANTOS es licenciada, maestra y doctoranda en Ciencias Políticas por la Universidad de Costa Rica y por la Université Sorbonne Nouvelle, Paris 3. Es especialista en aspectos programáticos, técnicos y políticos de desarrollo democrático y gobernabilidad en las Américas e investigadora afiliada de la Columbia University. Colabora como analista política para World Politics Review, Univisión Atlanta y CNN. Sígala en Twitter en @tabenavides.

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