China y su protagonismo en el orden internacional liberal

23 octubre, 2020 • Artículos, Asia/Pacífico, Portada • Vistas: 4707

¿Estrategia discursiva o convicción filosófica?

Ministerio de Relaciones Exteriores de China

Victoria Costoya 

Octubre 2020

En su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, en septiembre de 2020, el presidente chino Xi Jinping hizo un llamado a la comunidad internacional para fortalecer la cooperación y advirtió sobre la responsabilidad de la grandes potencias de mantener la paz y los bienes públicos globales, y reafirmó los valores sobre los que se construyó la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sacadas de contexto, estas podrían ser las palabras del expresidente estadounidense Barack Obama o de la canciller alemana Angela Merkel.

Hay quienes argumentan que el discurso de Xi fue un artilugio retórico para la construcción de una imagen moderna, abierta, receptiva y liberal. Sin embargo, hay elementos que sugieren que, en realidad, el discurso va mucho más allá de una táctica coyuntural de adorno textual. Más bien, se encuentra íntimamente ligado con características propias de China, hecho que indudablemente ha dificultado la labor de comprensión para las potencias occidentales. Esto adquiere una especial importancia dado que un escenario ineludible en el futuro inmediato estará marcado por el peso que tendrá el gigante asiático en el mundo. Por lo que, para comprender a China, resulta importante ahondar en el papel de la filosofía taoísta en su idiosincrasia.

Yin-yang: oscuro vs. brillante

Conocer con mayor profundidad la filosofía detrás de la cultura china implica, entre otras cosas, referirse al yin-yang, un principio antiguo que está relacionado con la tradición filosófica del taoísmo y el maestro Lao Tse que plasmó su naturaleza dual e interdependiente en el libro Tao Te Ching. El principio del yin-yang es representado por un símbolo con forma circular que se encuentra dividido en dos mitades por una línea curva. Una mitad, el yin, es negra con un punto blanco en su centro y se relaciona con lo femenino, la oscuridad y la debilidad. La otra mitad, el yang, es blanca con un punto negro central que denota lo masculino, la fuerza y la luminosidad. El yin-yang refleja una mirada dual, dinámica y dialéctica no solo de los fenómenos mundiales y cósmicos, sino también de todas las dimensiones de la vida, la cultura y la política. En otras palabras, atraviesa lo micro y lo macro, desde los fenómenos naturales hasta los políticos y da cuenta de la interdependencia de los fenómenos y la coexistencia, así como de la unidad y complementariedad de los opuestos.

Beijing se ha perfilado como el gran representante de los países en desarrollo que intentan alzar la voz dentro de un sistema coordinado por unos cuantos.

Es precisamente el paradigma de complementariedad y no exclusión lo que resulta revelador al momento de analizar la idiosincrasia china, ya que devela un tipo de liderazgo que rompe con el liderazgo común de Occidente, difundido sobre todo por el gran actor del siglo XX: Estados Unidos. A partir de la Segunda Guerra Mundial y desde el fin de la Guerra Fría, la hegemonía estadounidense se ha alzado como potencia creadora y veladora del orden internacional liberal y se ha dedicado a construir su liderazgo sobre la exclusión de los opuestos: capitalismo frente comunismo, libertad frente represión, democracia frente autoritarismo y la “coalición de la voluntad” frente al “eje del mal”. Siguiendo esta lógica de los opuestos, hoy se analiza la irrupción de China como potencia en la arena internacional y, por esa razón, se entiende que la estrategia de China se sitúe en el lugar del “otro”: aquella categoría genérica en la que caen todos los excluidos que no comparten los valores relacionados con el “nosotros”, desde la perspectiva occidental, y que pocas veces entiende de diferencias.

El (nuevo) liderazgo

De esta manera, el gigante asiático se dibuja como una amenaza con características desconocidas y un tanto peligrosas, de acuerdo con las potencias de Occidente, que de hecho se encuentran distanciadas entre sí por las circunstancias históricas actuales, así como por la falta de empatía entre sus líderes, los conflictos crecientes dentro de sus propias fronteras y un creciente proteccionismo nacionalista. Además, el discurso de Xi representa una realidad alternativa a la occidental, ya que tiene que ver con la sensación extendida de que los beneficios de la globalización han sido distribuidos de manera desproporcionada, favorecido mayoritariamente a las élites. En la última década, Beijing se ha perfilado como el gran representante de los países en desarrollo que intentan alzar la voz dentro de un sistema coordinado por unos cuantos. La representatividad que busca implementar China se basa en los valores de la equidad, la cooperación y el crecimiento justo y compartido. Por ejemplo, cuando China ejerció la presidencia del G-20, logró aprobar el Plan de Acción sobre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, alineando los objetivos de este foro con los de la Agenda 2030 de la ONU.

Asimismo, a diferencia del hegemón, China defiende como valor fundamental la no injerencia en los asuntos internos de los otros Estados. En otras palabras, resguarda el principio de soberanía y cuestiona la intromisión en defensa de valores impuestos por terceros fuera de las fronteras nacionales. También, propone un modelo de desarrollo que se adapte a las particularidades y a las culturas propias de cada país en las que, de acuerdo con Xi: “nadie debería establecer su propio camino de desarrollo como el único aceptable y, aún menos, imponerlo a los demás”. Lo anterior, se encuentra estrechamente relacionado con el modelo autoritario que prevalece dentro de las fronteras del país, que en cierta medida ha beneficiado el desarrollo del gigante asiático. Según el informe de Freedom House de 2019, en China las libertades políticas y sociales son vedadas y la represión a los medios de comunicación y a las organizaciones que aspiren a ejercer alguna cuota de libertad es cada vez mayor. Una vez más, en el plano de lo político, se enfrentan la contradicción y la complementariedad entre lo interno y lo externo, la libertad y la represión, lo oscuro y lo luminoso.

Una implacable economía vs. un modelo autoritario

El papel de China en la política internacional sería difícil de analizar sin considerar su poderío económico, ya que las capacidades que un Estado detenta para ser considerado un gran jugador en la arena internacional depende, en primera y última instancia, tanto de su poderío económico como su capacidad militar. Compitiendo por el primer puesto como potencia económica mundial, China posee 1400 millones de habitantes, es decir, el 20% de la población mundial. Además, en las últimas 4 décadas, se dedicó a combatir la pobreza y ha auxiliado a un estimado de 800 millones de personas. Aun así, persisten grandes desigualdades en el interior del país, sobre todo entre las zonas costeras y el resto del país.

Adicionalmente, en 2013, Xi lanzó Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda, una estrategia de desarrollo compartida y abierta a todos los países que desearan participar. Según proyecciones del Banco Mundial, esta iniciativa llegaría a 71 economías ubicadas en los corredores de transporte estratégicos, y acrecentaría la probabilidad de mejorar sustancialmente el comercio, la inversión extranjera y las condiciones de vida de los ciudadanos en los países involucrados. Dicha iniciativa volvió a alarmar a las potencias ante la posibilidad de enfrentar la “tentación autoritaria de un capitalismo guiado” que ofrece un modelo en el que no se tiene que lidiar con las dificultades que todo sistema democrático confronta y, de hecho, asegura ganar un socio con enorme capacidad financiera que no mira prontuarios ni hace muchas preguntas. Empero, resulta vital entender que es desacertado creer que esto implique que el deseo de China sea revertir el orden internacional liberal fomentando la reproducción de los gobiernos autoritarios.

Los movimientos de China en la escena internacional están llamados a ser observados, por un lado, con pavor, cautela y desconfianza y, por el otro, con admiración y envidia.

Se le atribuye haber dicho a Napoleón Bonaparte que China era un gigante dormido que, cuando despertara, sacudiría al mundo. Después de 2 siglos, el gigante finalmente ha despertado, y con sus monumentales pasos ha logrado sacudir el tablero internacional, que ya se encontraba crispado por motivos ajenos a su entrada. Ahora, en el plano internacional, sus discursos representan un claro ejemplo de una cosmovisión donde los opuestos se complementan y unen. Sin duda, en ocasiones su actitud desconcierta y su defensa a la integración mundial, al comercio y a la globalización en este momento choca con el discurso estadounidense: mientras el gigante comunista habla de construir alianzas, el líder de la histórica potencia defensora del orden internacional liberal propone apuntalar culpables.

Como sea, los movimientos de China en la escena internacional están llamados a ser observados, por un lado, con pavor, cautela y desconfianza y, por el otro, con admiración y envidia. Sin embargo, es indispensable entender que, aunque China muestre su modelo orgullosamente como una alternativa que se podría emular, su exportación resultaría imposible dado que para ser un gigante es necesario ser más grande que quienes te rodean. Deberemos aguardar con paciencia, receptividad y apertura para conseguir entrever cuáles serán los próximos pasos de este lúcido gigante en el mundo y en nuestra región.

VICTORIA COSTOYA es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y maestranda en Economía y Política Internacionales en la Universidad de San Andrés. Coordinó el grupo de trabajo para el Desarrollo del G-20 y es miembro consultor y coordinadora del grupo de cooperación para el desarrollo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Además, es Directora Ejecutiva del Centro de Estudios para el Desarrollo Humano y docente en la Universidad Tecnológica Nacional UTN. Sígala en Twitter en @vickycostoya.

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3 Responses to China y su protagonismo en el orden internacional liberal

  1. Sieghild Adam dice:

    Es una nota impecable, que trasunta un estudio profundo sobre la temática expuesta, sin prejuicios, y que invita a que estemos alertas pero con la apertura necesaria para entender la complejidad cultural de nuestro planeta! Cuando entendamos que la sombra es parte de la integridad de cada ser humano dejaremos de depositarla en el que nos resulta diferente! FELICITACIONES

  2. Manuel J. Rocha dice:

    Muy buen artículo

  3. Muy buen artículo Victoria, quizás solo me atrevería a cuestionar esta frase: «el discurso de Xi representa una realidad alternativa a la occidental, ya que tiene que ver con la sensación extendida de que los beneficios de la globalización han sido distribuidos de manera desproporcionada, favorecido mayoritariamente a las élites.» Al respecto, me parece que China y su discurso oficial no necesariamente están en contra de los beneficios económicos que puede traer la globalización a la economía mundial.

    Según Branko Milanovic, los beneficios económicos de la Globalización beneficiaron principalmente a dos grandes grupos; el primero, los grandes capitales transnacionales (eso que en el artículo se describe como las élites); pero también se ha beneficiado a “los trabajadores de países como China e India, que han encontrado trabajo en el tramo inferior del sector industrial y del sector servicios… unos beneficios salariales a espectaculares”

    En suma, tomando en cuenta lo expuesto por Milanovic, podemos asegurar que China no busca expandir esa idea de que la Globalización no produce ganancias equitativas para todo el mundo. Mi opinión es que China intenta destrabar otro de los principales problemas de la globalización: la forma en que se manejan las instituciones económicas globales, las cuales, desde la perspectiva china no reflejan el equilibrio de fuerzas actual a escala global., es decir, no son democráticas. O dicho en tus palabras y en tu excelente análisis del Tao Te Ching, no reflejan de forma armónica el estado actual de las relaciones internacionales, donde países como China y otros han venido adquiriendo mucho mas poder y recursos económicos.

    Más allá de esto, felicitaciones por tan buen artículo.

    Saludos

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