¿Para qué bando juega China en la crisis norcoreana?

22 mayo, 2017 • Artículos, Asia/Pacífico, Asuntos globales, Portada • Vistas: 7087

AFP

 Francisco Urdinez

 Mayo 2017

La crisis norcoreana ha generado un riesgo de guerra nuclear que no habíamos vivido desde la Guerra Fría. Tenemos por un lado a Corea del Sur y a Estados Unidos y, por el otro, a Corea del Norte. La pregunta es sencilla: ¿de qué lado se encuentra China? ¿A qué bando pertenece? La respuesta no es tan sencilla: pertenece a ambos. A China le corresponde un papel protagónico clave, el del mediador entre ambos bandos, sobre el cual no solo recae gran parte de la responsabilidad por el éxito en la gestión de la crisis, sino que, de fracasar la pacificación, sobre China recaerían los mayores costos de la crisis humanitaria que pudiera generarse de un colapso del régimen norcoreano.

Sin embargo, mucho se ha criticado a China por su actitud pasiva ante la crisis. Donald Trump ha declarado que si China no resuelve el conflicto «Estados Unidos lo hará», en una señal clara de disconformidad ante tal pasividad. En repetidas ocasiones, Estados Unidos ha instado a China, el único gran aliado de Corea del Norte, a hacer más para frenar los programas nucleares de su vecino, advirtiendo que ha terminado la «era de la paciencia estratégica». Pero la pasividad China no debe leerse como síntoma de debilidad, más bien, como síntoma de impotencia. ¿Qué es peor para el gobierno chino, una Corea del Norte con misiles balísticos intercontinentales o una Corea del Norte invadida por Estados Unidos y Corea del Sur? Es claro que la segunda.

No es que China haya sido pasiva por falta de recursos, mucho menos por poca capacidad diplomática, sino que ha sido una actitud deliberada ante la clara preferencia que tienen por mantener el statu quo del problema norcoreano. Por un lado, está el enorme riesgo de una crisis humanitaria y migratoria, que no sería de escala menor al considerar los 25 millones de habitantes de Corea del Norte. En segundo lugar, a China le conviene una Corea del Norte que cuente con armamentos nucleares por tres motivos. Primero, porque ésta actúa como Estado tapón ante Corea del Sur y mantiene alejada a las tropas estadounidenses de su territorio. Segundo, porque la empodera como país capaz de interceder por Estados Unidos en la región. Finalmente, porque evita que Estados Unidos se decida por una intervención unilateral que le obligaría a intervenir. El Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua entre China y Corea del Norte de 1961 establece que China está obligada a intervenir contra una agresión no provocada. Nada dice de si la provocación es iniciada por Corea del Norte.

AP

El gobierno chino puede sentirse incómodo ante la actitud irresponsable que ha mostrado Pyongyang frente a reiterados llamados a poner fin a las pruebas de misiles. Sin embargo, sabe que cuenta con un enorme margen de maniobra en lo que respecta a Estados Unidos. Este último no puede permitirse un conflicto serio con China como consecuencia de las provocaciones de Corea del Norte y de las imprudentes declaraciones de Trump. Y no lo digo por motivo estrictamente militar, ámbito en el que Estados Unidos posee una supremacía abrumadora. La fuerza de China yace en la enorme interdependencia económica que tiene con Estados Unidos. La tesis liberal respecto a que lazos económicos vuelven los conflictos militares más costosos se cumple entre ambas potencias. Esto le permite al gobierno chino aguantar la presión de Estados Unidos y así continuar mostrando una imagen de tibieza que le resulta beneficiosa.

La apuesta del gobierno chino, y que hasta ahora parece estar dando frutos, es que el conflicto eventualmente se enfríe y todo vuelva a la normalidad. Como quien evita enfrentar un problema pretendiendo que dicho problema no existe. Si la crisis se disipa, puede que el gobierno de Trump se sume a una larga lista de gobiernos estadounidenses que han padecido las provocaciones de Pyongyang y, sin embargo, no han podido hacer nada para cambiar el statu quo. La única estrategia viable es el endurecimiento de las sanciones y la presión política para llevar a Corea del Norte a la mesa de negociaciones. Y el único partido capaz de endurecer las sanciones y aplicar una presión política efectiva es China, cuya buena voluntad Estados Unidos ahora considera esencial. Dichas sanciones, se espera, deberán ser económicas.

El dudoso efecto de las sanciones económicas

Lo cierto es que China ha endurecido su mano en lo que respecta a la relación comercial con Corea del Norte. Como muestra la figura a continuación (datos del International Trade Centre), el volumen de comercio entre ambos países creció desde 2011 a tasas decrecientes y, en 2014 y 2015, se contrajo el volumen intercambiado por ambos. Para Corea del Norte ha significado un fuerte golpe, ya que China representa más del 95% de sus exportaciones e importaciones totales. El «efecto embargo» de China hacia Corea del Norte no tiene correlatos. Ni siquiera Cuba es tan dependiente de un socio comercial.

Gráfica 1. Elaboración propia

Los embargos responden a una serie de sanciones de la Organización de las Naciones Unidas y es por ello que China ha dejado de comprar carbón a Corea del Norte, la principal fuente de divisas para Pyongyang. Trump ha dicho en entrevistas que ha animado a Xi Jinping a resolver el problema de Corea del Norte al ofrecer a China un mejor acuerdo comercial. Es decir, Trump ofrece un «premio» a Beijing si accede a hacer lo que él mismo no puede. La oferta suena algo inocente y no es claro aún que China esté cumpliendo en absoluto con las medidas. Es cierto que ha dejado de comprar carbón, sin embargo, datos de reciente publicación indican que el comercio bilateral creció 37.4% en el primer trimestre de 2017. Las exportaciones chinas subieron un 54.5%, y las importaciones aumentaron un 18.4%.

Desde un punto de vista estratégico, China aplica las sanciones no tanto para aplacar al régimen norcoreano, sino para transmitir la imagen de un país comprometido con las sanciones occidentales, incluso cuando la eficiencia de dichas sanciones sea dudosa. Como he afirmado anteriormente, a China le interesa mantener el statu quo. Por ello, las sanciones no pueden ser tan fuertes como para afectar la estabilidad doméstica de Corea del Norte, ni tan débiles como para levantar suspicacias por parte de Estados Unidos. Es una tibieza calculada.

 La crisis norcoreana y las rutas de la seda

Joseph Nye, el famoso teórico de las Relaciones Internacionales, expresó hace pocos meses que China estaba atrapada en un dilema. Si crecía demasiado, podría caer en la trampa de Tucídides, quien afirmó que la causa de la Segunda Guerra del Peloponeso fue el crecimiento de poder de Atenas y el temor que causó en Esparta. Hoy, Antenas sería China y Esparta sería Estados Unidos. Por otro lado, si China se mostraba demasiado débil caería en la trampa de Kindleberger, quien afirmó que la crisis entre ambas guerras mundiales se produjo al darse una transición de poder entre Estados Unidos y el Reino Unido en la que el primero no supo ocupar el papel del segundo como proveedor de bienes públicos globales. La paz internacional y, en particular, la de Asia del Este, son bienes públicos globales. La crisis de Corea del Norte prueba que China está más cerca de la trampa de Kindleberger que de la de Tucídides. Es decir, China no pecaría por agresiva, sino por pasiva.

 La crisis norcoreana es una interesante prueba histórica, ya que mientras China pretende lidiar con la crisis de la misma manera en la que lo ha hecho en décadas pasadas, el resto de la comunidad internacional, y Estados Unidos principalmente, le exigen respuestas acordes a sus capacidades nacionales actuales. Mayor poder implica mayores responsabilidades y, como China ha crecido anabólicamente en tan solo 40 años, a veces se comporta como un niño en el cuerpo de un adulto. Lo único que le interesa a Beijing es que el orden internacional vigente, liderado por Estados Unidos, y que tantos beneficios le ha dado sin asumir mayores costos, dure lo máximo posible. Llegará la hora en la que a China se le exijan actitudes firmes desde lo militar, y los tomadores de decisiones chinos lo saben.

La existencia de armamento nuclear hace que la disuasión prime y que conflictos como el de Atenas y Esparta hoy sean más costosos para las potencias internacionales. El presupuesto militar chino se ubica en torno al 1.3% de su Producto Interno Bruto, y su desarrollo militar de la última década ha sido simplemente sorprendente. Hace pocas semanas presentaron a Shandong, el primer portaaviones de industria nacional que habrá de contar con una tripulación de 1000 tripulantes. El gran foco de su modernización ha sido la marítima, y su área estratégica son los islotes artificiales en Spratly, con los que se disputa soberanía con Filipinas y Vietnam. En pocos años, es de esperar que la trampa de Tucídides sea más factible que la de Kindleberger, cuando China pueda ejercer poder sobre las aguas del Pacífico. Por ahora, China ejerce poder con su billetera.

Entre el 14 y 15 de mayo de 2017, se realizó en Beijing el Foro de Una Franja, Una Ruta, donde se contó con la presencia de presidentes de veintiocho países y más de treinta ministros, quienes visitaron China con gran interés por conocer mejor cómo los miles de millones de dólares proyectados en infraestructura pueden beneficiarles. Un evento de tal magnitud exige garantías de máxima seguridad, lo que puso una vez más en evidencia cómo los costos de una crisis en Corea del Norte recaerían principalmente sobre China. Lo cierto es que Pyongyang no tuvo mejor idea que realizar una prueba de misiles durante el evento, generando grandes disgustos en China. El misil cayó a pocos kilómetros de territorio ruso, lo que generó también malestar entre diplomáticos de este país. Vladimir Putin, que se encontraba en el evento en Beijing, se vio obligado a expresar preocupación al respecto.

Una vez más queda en evidencia que China pertenece a ambos bandos. Esta situación, que puede tener beneficios, también tiene costos. A China le interesa mantener el statu quo y que las tensiones se disipen pronto. Sin embargo, si no es hoy, será mañana, y llegará la hora en que se deban tomar cartas en el asunto. China no podrá continuar en ambos bandos y tendrá que optar por uno de ellos.

FRANCISCO URDINEZ es profesor asistente de Relaciones Internacionales en el Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Es doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de São Paulo y el King’s College de Londres. Sígalo en Twitter en @FranciscoUrdin.

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One Response to ¿Para qué bando juega China en la crisis norcoreana?

  1. Zack dice:

    China no juega, tiene sus propios intereses y su agenda,ocultar esto reduciéndolo todo a ser un siervo de los intereses americanos dista mucho de la realidad, peor aún la complejidad del problema es sustituida por argumentos simplistas y binarios en la que la responsabilidad se reduce a seguir los intereses de otros en detrimento de los suyos propios.

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