Carta del Director

En este número de Foreign Affairs Latinoamérica, dedicamos una parte monográfica a la «diplomacia del futbol», tema motivado por la celebración de la Copa Mundial de 2014.

Se ha entendido tradicionalmente la diplomacia pública como la serie de instrumentos que un Estado soberano utiliza para comunicarse con instancias públicas y con ciudadanos de otros países para influir en las audiencias, promover los intereses nacionales y avanzar en los objetivos de la política exterior. La definición más amplia de diplomacia pública es la que incorpora a los actores no estatales que tienen cierto prestigio en la política internacional, entre ellos, las organizaciones supranacionales, los actores subnacionales, las organizaciones no gubernamentales y las empresas privadas. En este elenco de actores no estatales, el mundo del futbol, y del deporte en general, está presente y en él participan desde los clubes (como empresas privadas), las selecciones nacionales en las competiciones internacionales y las mismas organizaciones supranacionales del futbol, encargadas de organizar y regular eventos (como el Mundial del futbol, en el caso de la Federación Internacional de Futbol Asociación, FIFA). En el caso del deporte y del futbol, los Estados se valen de la diplomacia pública en combinación con los actores supranacionales. Es relevante el caso de China en los Juegos Olímpicos de 2008, como lo es también Brasil en el Mundial de futbol de 2014.

Las finanzas no quedan al margen de este objetivo, ya que eventos de tal envergadura difícilmente pueden ser organizados sin patrocinio privado y sin apoyo de los presupuestos públicos. La diplomacia pública en las competiciones internacionales no solo tendrá el componente del éxito de las «selecciones nacionales» ganadoras o finalistas, que se situarán en el primer plano y tendrán la imagen de éxito que se intentará proyectar al conjunto de actividades del país, sino que los mismos Estados o ciudades organizadoras de los eventos se verán evaluados en función del éxito de su organización, en el que se incluyen las infraestructuras creadas y sus efectos sobre el crecimiento, la sostenibilidad de las finanzas, el impacto social y la seguridad, entre otros.

El artículo de Marcos Raposo y Pablo Braga explica las implicaciones económicas y políticas del futbol, hace un repaso de lo que el futbol ha significado en el ámbito de la diplomacia y las Relaciones Internacionales, y pone de relieve el potencial que significa para Brasil tanto en el ámbito del turismo como de las infraestructuras. Alberto Lati se concentra en el aspecto social y político de la aprobación del gasto que implica la celebración del evento cuando es considerado como despilfarro, así como las implicaciones económicas para la vida cotidiana. Con el título de Soccernomics, Simon Kuper y Stefan Szymanski entran en el tema de las cotizaciones futbolísticas y su enorme crecimiento relacionado con el mercado de entretenimiento mediante la televisión. Argumentan que la economía del futbol no es una burbuja, y prevén un mayor crecimiento con los cambios tecnológicos asociados a los medios y a la disposición de los aficionados a pagar para el acceso a los partidos de futbol. Anita Elberse, en la línea de la economía del futbol, explica la estrategia de los clubes en la adquisición de superestrellas a partir de análisis de los casos del Real Madrid y el Boca Juniors: mientras para el Real Madrid importa el aumento de los ingresos, ganar campeonatos y consolidarse como marca global, el Boca Juniors fabrica talentos que vende como superestrellas para atraer recursos. Entre los dos modelos, Elberse presenta el del Barcelona, con impacto en la profesionalización de talentos, aunque también con la necesidad de ganar todo y, por lo tanto, de contratar superestrellas, lo que tiene repercusiones en la gestión de sus costos.

Lógicamente, si existe una economía del futbol también existe un interés de los economistas en el futbol, según el ensayo de Andrés Roemer. Este interés radica en establecer mejores políticas públicas y privadas en torno al futbol, también para entender la naturaleza humana y para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Roemer realiza una fina disección de la etología del futbol para concluir con el comportamiento humano y su posible aplicación a las políticas públicas.

El artículo final de este capítulo sobre el futbol lo dedica Ciro Murayama a la FIFA: un análisis crítico sobre su fair play en una institución que, recuerda, tiene más socios que las Naciones Unidas. Las acusaciones de corrupción, de compra de votos y de falta de transparencia empañan su actuación. Asimismo, el que la norma de la FIFA esté por encima de la ley nacional y que no esté obligada a atender a la justicia ordinaria de los países le concede un extraordinario poder en un mercado mundial relativamente restringido en jugadores. El autor también trata el polémico tema de la contratación de jugadores menores de edad por el cual la FIFA ha tomado medidas contra el Barcelona por la violación del reglamento.

En la sección de Diálogo Ñ, se aborda la creación del Foro Bilateral sobre Educación Superior, Innovación e Investigación México-Estados Unidos acordada en mayo de 2013: un instrumento de diplomacia pública de gran importancia para la cooperación en el ámbito académico, científico y tecnológico, y una contribución para que Norteamérica se configure como región del conocimiento. A la visión más descriptiva y optimista de Sergio Alcocer, el texto de Francisco Marmolejo contrapone un relato comparativo, desalentador de la movilidad de estudiantes entre México y Estados Unidos, así como de las dificultades que implica la puesta en marcha del nuevo acuerdo.

En el resto del número, se incluyen aportaciones de distintos autores sobre temas diversos. Günther Maihold presenta el acercamiento de Turquía hacia Latinoamérica, mediante el comercio, las inversiones, el diálogo político y la cooperación Sur-Sur, así como la creación de MIKTA: un grupo de potencias medias integradas por México, Indonesia, Corea del Sur, Turquía y Australia. Helcimara de Souza Telles y Teresinha Pires abordan las elecciones presidenciales en Brasil el próximo octubre, en las que Dilma Rousseff busca a los electores del lulismo para alcanzar un segundo mandato y en el que la aparición de una nueva clase media influirá, sin duda, en los resultados, lo que genera incertidumbre.

En el ámbito de los indicadores económicos, Zachary Karabell introduce un tema (no es nuevo, pero no ha sido resuelto) sobre la medición de los indicadores económicos. Por ejemplo, nuevas bases de datos elaboradas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos sobre la base del «comercio en valor agregado» indican que el déficit comercial real entre Estados Unidos y China podría ser menor que el que se calcula actualmente, lo que requiere dejar de lado los indicadores ideados en el siglo XX para concentrarse en los indicadores a medida.

Por otro lado, tres artículos se refieren al nuevo reto de la producción de gas de esquisto en Estados Unidos, su impacto en los mercados de energía y las consecuencias geopolíticas en el mundo, y cuál será el beneficio para Estados Unidos al tener un potencial de producción y marcos jurídicos más favorables que China y Europa. Sin duda, relacionados con los cambios predecibles por la nueva configuración de la energía en el mundo, se deben analizar los cambios geopolíticos. El artículo de Walter Russell Mead se refiere a la no desaparición de la vieja geopolítica y por qué las potencias como China, Irán y Rusia no aceptaron el acuerdo geopolítico posterior a la Guerra Fría. La crítica le viene de G. John Ikenberry, por malinterpretación de Mead de las realidades del poder moderno. Los conflictos impulsados por estos países son más fruto de su debilidad que de su fuerza, y Estados Unidos no debe renunciar a su empeño por fortalecer el orden liberal.

La crisis de Ucrania motivada por la anexión de Crimea por parte de Rusia es una realidad que analiza Jeffrey Mankoff. El autor compara las situaciones anteriores de presión de Rusia en Azerbaiyán, Georgia y Moldavia, y sostiene que solo conseguirá reforzar el nacionalismo ucraniano y empujará a Kiev más cerca de Europa, por lo que será más difícil su estrategia de la Unión Euroasiática si los Estados beneficiarios son reacios a la integración regional.

Al cierre de esta edición, destacan dos hechos en el escenario euroasiático. El primero es el acuerdo de Rusia con China para el suministro de 38 000 metros cúbicos de gas anuales en los próximos 30 años. Rusia diversifica así sus exportaciones frente al escenario de sanciones por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, y la búsqueda en Europa de suministros alternativos. El segundo son las elecciones presidenciales en Ucrania, previas a las parlamentarias por razones de orden constitucional. Con el resultado de estas elecciones, y a pesar del clima de guerra civil con las regiones prorrusas que no aceptan el proceso electoral, hay que confiar en que la legitimidad democrática del presidente electo Petro Poroshenko permita reconducir la situación hacia un escenario de pacificación, si la estrategia rusa lo permite.

Jordi Bacaria Colom