Carta del Director

Tres meses después del terremoto de Haití que colapsó Puerto Príncipe y sus endebles instituciones políticas, sacudiendo las conciencias del mundo, la reconstrucción de este país sigue en la agenda política internacional. El 31 de marzo de 2010, tuvo lugar la primera conferencia de donantes auspiciada por Naciones Unidas, en colaboración con Estados Unidos, Haití y los principales donantes (Brasil, Canadá, España y Francia), con la asistencia de 136 países en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Los participantes acordaron destinar un fondo de 5300 millones de dólares para la reconstrucción de Haití, del cual Estados Unidos y la Unión Europea aportarían el 80%. En este número de Foreign Affairs Latinoamérica, analizamos los problemas de la cooperación internacional en los procesos de reconstrucción en los países que han sufrido catástrofes naturales, tomando como referencia el caso de Haití. La comunidad internacional debe estar preparada para hacerles frente a estos eventos, en especial en aquellos países que necesitan el apoyo no sólo para la reconstrucción de la infraestructura dañada, sino también para la construcción institucional, que les permita convertirse en actores principales y determinantes de las decisiones de reconstrucción.

Los artículos dedicados a este tema abordan el problema de la falta de coordinación entre las organizaciones de cooperación internacional para gestionar correctamente las crisis que resultan de desastres naturales -como pone de relieve Olga Pellicer-, en una situación sin precedentes en la cooperación internacional. Johanna Mendelson pone el acento en la seguridad como elemento esencial de la reconstrucción, y por ello considera necesaria la continuidad de la presencia de las fuerzas de Naciones Unidas de mantenimiento de la paz, para asegurar la estabilidad y el progreso en otros sectores. Coinciden ambas autoras en que los sectores relacionados con la agricultura, la seguridad energética y la educación deben estar en la hoja de ruta. El artículo de Simone Lucatello, con una visión histórica, se refiere al primer impacto de la asistencia en Haití, inicialmente bilateral. No obstante, el multilateralismo en la cooperación y la coordinación de las ONG con los mecanismos de la ONU es indispensable para mejorar la eficacia de la ayuda. Específicamente en el tema de la ayuda a Haití, hay que destacar la aportación de Rogelio Granguillhome, quien da cuenta de la contribución de México. El artículo clásico publicado en enero de 1971, «Oscuridad en Haití», nos remite dramáticamente, 39 años antes, a un país al que el autor Robert D. Crassweller, calificaba como artefacto arqueológico bien conservado y, en cierta manera, como una reliquia social. Con la reconstrucción, se presenta el reto de acabar con la oscuridad en Haití y también de articular un sistema efectivo de cooperación internacional para encarar las crisis humanitarias. No obstante, ante todo, es necesario evitar la existencia de reliquias sociales que conduzcan a Estados fallidos ante los cuales cualquier desastre natural multiplica sus efectos devastadores.

En otros temas, señalamos el peligro de la expansión de las armas nucleares y la prioridad establecida por el presidente Obama para afrontar estas amenazas. Esta prioridad se ha reflejado en la Cumbre sobre Seguridad Nuclear en Washington, del 12 y 13 de abril, con la participación de 47 países, que precede la revisión del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) en mayo. En la Cumbre, los gobiernos participantes han declarado el peligro del terrorismo nuclear como amenaza a la seguridad internacional. Mediante las posiciones de los participantes en la Cumbre, Estados Unidos consigue aislar a Irán. Si se logra que Israel firme el TNP, se podrán dar las condiciones para que se ejerza una presión efectiva que permita limitar las ambiciones nucleares de Irán. El artículo de Charles Ferguson explica el largo camino para conseguir un mundo sin armas nucleares y el problema de la proliferación de armas nucleares derivado del uso civil para la obtención de energía. Por otro lado, Graham Allison nos presenta un panorama histórico de los tratados, y advierte de la fragilidad del orden nuclear mundial y de las posibilidades de que se colapse.

Por último, Roberto García Moritán nos introduce en un tema no menor en el ámbito de la seguridad: la problemática del comercio de armas convencionales y la necesidad de concluir un Tratado sobre el Comercio de Armas.

No ajeno al tema del desarme y del riesgo nuclear, Juan Manuel Gómez-Robledo presenta un detallado balance del primer año de la actuación de México en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en el período 2009-2010, en el que ocupa un asiento no permanente. Durante este año, México ha mostrado capacidad de acción y ha prestado atención a conflictos como los del Medio Oriente o Sri Lanka; asimismo, ha avanzado en temas como la protección de la niñez en conflictos armados y la no proliferación de armas nucleares.

Por otro lado, con una visión prospectiva, Jack Goldstone se refiere a la seguridad internacional del siglo XXI desde una perspectiva demográfica, mientras que W.K. Clark y P.L. Levin tratan el tema de la guerra cibernética y la vulnerabilidad de la seguridad electrónica.

Desde un punto de vista normativo, Vicente Palacio propone una nueva relación transatlántica triangular entre Norteamérica, la Unión Europea y Latinoamérica, con una senda de actuaciones para alcanzarla. En un escenario difícil, aunque sugerente, aparece la propuesta del Área de Progreso Euroamericana, en un momento de fatiga de los mecanismos de concertación y diálogo político tradicionales.

Finalmente, y con motivo de la nueva presidencia de Sebastián Piñera en Chile, destacamos el artículo de Juan Pablo Toro, quien disecciona con detalle los posibles cambios de la política exterior de Chile. Estos cambios serán evidentes y pueden afectar las relaciones con Venezuela y Cuba, aunque se prevé un acercamiento a las posiciones de Brasil.

Paralelamente, nace la Comunidad de América Latina y el Caribe como resultado de la Declaración de Cancún, realizada en febrero de 2010: un nuevo mecanismo que se ha propuesto avanzar en la integración y en el diálogo político, y reforzar el papel de Latinoamérica como actor global.

Jordi Bacaria Colom