Carta del Director

Es difícil definir la frontera entre política interna y política externa. Los resultados de los procesos electorales de 2006 en América Latina afectarán necesariamente las posturas internacionales que asuman los 12 países en los que haya un cambio en la estafeta del poder. Por esta razón, en este número nos hemos propuesto explorar la oleada de fuerzas de izquierda que están llegando al poder en el subcontinente por la vía de las urnas.

Con toda intención hemos decidido hablar de izquierdas, en plural, como lo señala la portada. Los autores coinciden en que a pesar de que, primero los candidatos y luego los dirigentes, se desmarcan del centro para inclinarse hacia políticas públicas marcadas por la búsqueda de justicia social e igualdad, no todos caben bajo un solo paraguas ideológico.

El fenómeno que hoy nos ocupa encuentra cuando menos dos campos claramente definidos: el de la izquierda moderna que se vive sin duda en Chile y, en menor medida, en Brasil y desde la cual se interactúa cómodamente con la globalización; y otra, derivada de las cepas autóctonas, que prevalece en Venezuela, Bolivia y Argentina y que ha sido calificada por Ignacio Walker, canciller del ex presidente Ricardo Lagos, como «neopopulismo».

Como señala Patricio Navia, el presidente venezolano Hugo Chávez y el ex presidente Lagos no comparten visiones del mundo pese a que ambos se autodenominen representantes de izquierda. Chávez construye su imagen pública con un discurso antagónico a la globalización, como ya nos lo había hecho saber en esta revista (Vol. 1, Núm. 3), en tanto el legado de Lagos a Michelle Bachelet es el de una izquierda que se sustenta en la globalización y se apropia de los principios de la libre competencia para promover la justicia social.

En esos caminos bifurcados el presidente de Venezuela apoya directamente experiencias de desobediencia civil, ya sea en Bolivia por medio de su homólogo Evo Morales o, de manera discursiva, en México, cuando se congratula por las movilizaciones del Ejército Zapatista de Liberación Nacional; ello, junto al discurso de la alterdemocracia, a juicio de una observadora directa, Luisa Ortiz Pérez, se une al reto de aprovechar la coyuntura política para promover cambios sociales de fondo.

Sin embargo, cuando menos en México, la vertiente más extrema de la izquierda, la que reivindica Morales como una política de identidad indígena, la que se alzó en armas en 1994, no será la que llegue al poder. Las clases sociales no desempeñarán un papel central en las elecciones presidenciales mexicanas de julio próximo, en las que los electores se decantarán más por sus estilos de vida que por su origen socioeconómico. Son los temas, la postura de los electores frente a ellos, y no la ideología, lo que inclinará a escoger una u otra opción política, como adelanta Alejandro Moreno, quien lleva más de 10 años estudiando al electorado mexicano.

Ante el ejercicio de un voto racional frente a exigencias sociales que no se han cumplido ni en México ni en otros países que se acercan a las urnas, ¿hay razones para alarmarse, como plantean los analistas más conservadores? Parecería que no. El fortalecimiento de las instituciones y una política económica que intente mejorar la distribución de la renta global pueden ser factores que atemperen los excesos ideológicos.

Además, hay otros asuntos fuera de la discusión sobre la geometría política y de la diplomacia tradicional que se presentan ante América Latina como de urgente resolución. Es el caso de los desastres naturales. En mayo empieza la temporada de huracanes, y ya se ha dicho que este año puede ser aún más peligroso que el anterior. De ahí que dediquemos una sección completa a analizar cómo reducir los riesgos, cooperar cuando se presentan e incluir sistemas de alerta temprana dentro de los planes de desarrollo nacionales e internacionales.

Si los fenómenos naturales nos interesan, con más razón hemos de estar muy atentos ante otro tipo de acontecimientos que tienen la capacidad de desestabilizar nuestros países, como es el caso de los altos precios del petróleo y el traslado de puestos laborales.

Daniel Yergin, autor de The Prize: The Epic Quest for Oil, Money & Power, la mejor historia publicada en el siglo XX sobre el petróleo, plantea que es indispensable redefinir el concepto de seguridad energética. Esto no será un planteamiento aislado de lo que suceda en Medio Oriente, de ahí que en nuestra sección «Mundo» intentemos entender si la presencia de las tropas estadounidenses en Bagdad tiene paralelismos o no con la guerra de Vietnam y si es posible «domar» a Hamas para que su presencia en la política palestina no implique la victoria de objetivos y tácticas terroristas.

Ante la multiplicidad de temas abordados que incidirán necesariamente en las relaciones internacionales, sólo nos queda refrendar una vez más que, dígase lo que se diga, estamos lejos del Fin de la Historia.

Rafael Fernández de Castro