La Desaceleración de la Economía China

15 octubre, 2015 • Artículos, Asia/Pacífico, Asuntos globales, Latinoamérica, Norteamérica, Portada • Vistas: 15852

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Octubre 2015 

Desde agosto pasado se han encendido nuevamente las alarmas sobre una posible crisis en el desempeño económico en China, la segunda economía del mundo. El Purchasing Managers’ Index (PMI) de crecimiento industrial anunciado por la firma china Caixin informaron sobre una contracción no vista desde 2012, mientras que el sector servicios mostró por su parte una preocupante desaceleración durante el mismo mes. Para septiembre el índice de crecimiento industrial había caído a un nivel no visto en seis años y medio. Pero el problema más grave parece haber sido la explosión de la burbuja bursátil en sus mercados, en particular en Shanghai, con efectos inmediatos en las bolsas de todo el mundo. El Indice Composite SSE de esa ciudad registró su peor caída de 2015 el 25 de agosto (colocándose en 2927 puntos) en relación con el nivel más alto de 2015 (5166 puntos del 12 de junio), lo que ya está afectando las ganancias de poderosos bancos chinos, de importantes agencias de correduría como China Citic Bank, Haitong International Securities Group y China Merchants Securities, así como de otras instituciones financieras.

Estas preocupantes cifras del desempeño de varios sectores de la economía china y la inestabilidad en sus mercados bursátiles podrían vaticinar el desplome de esta economía, por lo que no sorprendería ver medidas inmediatas por parte del gobierno para corregir el rumbo. De hecho, para retomar las riendas de una economía cada vez más liberalizada, el gobierno chino ha implementado medidas de emergencia este año, incluyendo la aceleración de proyectos de infraestructura, una baja en las tasas de interés (el Banco del Pueblo de China, el banco central, ha recortado las tasas en cuatro ocasiones desde noviembre de 2014), una reducción de la cantidad de reservas que los bancos pueden poseer, así como tres devaluaciones de su moneda del 11 al 13 de agosto. De hecho, se teme que haya una nueva devaluación antes de que finalice este año. Estas medidas son anunciadas como necesarias para alcanzar el 7% de crecimiento interanual del PIB (el más bajo desde 1990) anunciado en 2014 por el primer ministro Li Keqiang.

Para China, permitir que las fuerzas del mercado guíen cada vez más el crecimiento parece venir con un alto precio, implica un alto riesgo y, por lo menos, demuestra que el país ha entrado en aguas no exploradas aún. A 37 años del inicio de su política de puertas abiertas y de las reformas de Deng Xiaoping, China entra a una nueva fase de reformas económicas. Durante la Tercera Sesión Plenaria del 18 Comité Central del partido Comunista Chino, celebrada en noviembre de 2013, se definieron prioridades para los próximos años, incluyendo la reforma a los mercados de capital, mayor acceso al mercado por parte de bancos privados (es decir, una privatización de facto del sector financiero), nuevos procesos de autorizaciones administrativas, mayor inversión privada en la economía en general, mayor liberalización de precios, combate a los monopolios, reforma al sistema de compras de gobierno, así como inversiones en el exterior. Una parte crucial de estas reformas es la activación plena de la Zona de Libre Comercio de Shanghai y en otras ciudades en un futuro cercano, con reglas claras para empresas extranjeras. Asimismo, importan enormemente las reformas al sistema de administración de las empresas propiedad del gobierno (SOE, por sus siglas en inglés), y una mayor internacionalización del yuan como divisa.

Para el gobierno chino, la desaceleración del crecimiento económico representa una nueva realidad a la que ha llamado «nueva normalidad». En palabras de sus líderes, verá de aquí en adelante un crecimiento más moderado pero más sustentable, basado no en la cantidad y velocidad de su producción, sino en la calidad y eficiencia centrándose en el consumo interno y los servicios. Sin embargo, la mayor preocupación en la comunidad internacional es la posibilidad de que la economía china, más que aterrizar suavemente a una situación de «nueva normalidad», se precipite abruptamente. Las autoridades chinas están conscientes de esta posibilidad y han tomado medidas para garantizar una desaceleración suave. Está por verse si las sacudidas bursátiles de Shanghai y los bajos índices de desempeño económico son pasajeros como afirma el gobierno chino o pueden ser la punta del iceberg, síntoma de una nueva crisis económica mundial.

De cualquier forma, las implicaciones del desempeño económico y financiero de China en la comunidad internacional son ya enormes. En términos generales China sufre de una caída en sus exportaciones pero sobre todo importaciones, lo que está afectando las balanzas comerciales de sus vecinos, como Taiwán y Corea del Sur. Asimismo, Beijing muestra signos de exceso de capacidad y un débil sector inmobiliario, lo que ha llevado a una baja en la demanda de metales y minerales como el hierro proveniente de otros países. Esto ha afectado a importantes empresas de minería (incluidas Anglo American, Fresnillo, Rio Tinto y BHP Billiton) quienes han visto mermadas sus ganancias tanto por la baja del precio de sus productos como por las caídas recientes de varias bolsas en el mundo.

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Por su parte, en Latinoamérica, se percibe un riesgo inherente de un cambio del modelo económico chino que privilegie su consumo interno, debido a que solo empresas grandes podrán competir en ese mercado. Además, ahora se suma la actual desaceleración china, que sin duda afectará tanto a sus exportaciones a nuestro hemisferio -36.9 % de las importaciones latinoamericanas provienen de China- como a las exportaciones latinoamericanas hacia un débil mercado de consumo de materias primas provenientes de países como Brasil, Chile y Perú.

La devaluacion del yuan en agosto tiene un significado particular para la economía mundial. Con estas devaluaciones, las exportaciones chinas obtienen mayores ventajas frente a las de otras economías -lo que a su vez podría desatar una guerra de divisas- aunque parece una medida contraria al estimulo del mercado interno y sus importaciones. Si bien en esencia es vista con malos ojos por Estados Unidos, como lo han denunciado algunos legisladores republicanos, sí es visto en términos favorables por instituciones financieras internacionales. Lo cierto es que este ajuste en el yuan lo ubica en una paridad más real frente al dólar (divisa a la cual la moneda china había estado articifialmente semi-pegada) y representa una medida necesaria para que la divisa china sea incluida como activo de reserva internacional en calidad de Derechos especiales de giro dentro del Fondo Monetario Internacional. Esta institución ha pedido a China que el yuan tenga una tasa de cambio efectivamente flotante.

Dentro del argumento oficial en China de que las fuerzas del mercado deben guiar cada vez más el desempeño económico, parece preocupante el hecho de que las autoridades hayan intervenido durante la caída de la Bolsa de Shanghái mediante la compra masiva de acciones y ordenado la depreciación del yuan. El presidente Xi ha hablado de estas medidas como necesarias para apaciguar riesgos sistémicos en una primera etapa que habrá de ser seguida por una etapa de autocorrección y ajuste del mercado financiero.

Sin embargo, algunos inversionistas consideran que medidas de este tipo podrían afectar a las exportaciones dirigidas hacia ese país, así como el flujo de inversiones y de capitales extranjeros a China. Sin embargo, es innegable que la intervención del Estado chino en la economía es necesaria en temas tan delicados y cruciales para la estabilización económica como para dejarlos en manos de las fuerzas del mercado. Tal es el caso de la deuda de sus gobiernos locales, una de las mayores cargas para la economía china y una bomba de tiempo en caso de una crisis crediticia similar a la de 2008. En agosto de 2015 el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional impuso un tope al monto que los gobiernos provinciales y locales pueden contraer como deuda, mientras que el Ministerio de Finanzas ha implementado un programa para que los gobiernos locales intercambien nuevos bonos de deuda por deuda local con altas tasas de interés. Este es en un esfuerzo tanto para activar el crédito como para hacer más seguros a los bancos locales, persuadiéndolos de prácticas como manipulación de sus registros contables.

Todo parece indicar que la voluntad política expresa, no solamente las fuerzas del mercado, tendrán un fuerte impacto en el desempeño de la economía china y, en consecuencia, en la economía mundial en su conjunto. Christine Largarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, derrochó optimismo en la Universidad de Indonesia en septiembre de 2015 al señalar que China podrá hacer la transición de una economía basada en inversión y exportaciones a una encabezada por el consumo interno, aclarando que las autoridades chinas cuentan con las herramientas políticas y las medidas financieras de seguridad para realizar esta transición.

Para China también es crucial enviar el mensaje al mundo de que, a pesar de las recientes sacudidas en su economía, el proceso de reformas continuará. En ocasión de su visita a Estados Unidos en septiembre de 2015, el presidente Xi Jinping declaró que el país está comprometido con la búsqueda de crecimiento, con la promoción de reforma, con los ajustes estructurales, con el bienestar de su población, con la mejora e innovación de la macro-regulación y busca garantizar el desarrollo económico. En términos de cifras, existe en China el interés de poner más enfasis en elevar el PIB per capita de su población como referencia de bienestar económico, más que en metas del crecimiento interanual del PIB.

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Considerando que la economía china es la segunda más grande del mundo y que su desempeño tiene implicaciones realmente globales, hay que seguir de cerca la forma en que reaccionan los mercados bursátiles en el país y los índices de productividad para diagnosticar el futuro de la propia economía mundial. Innovadores proyectos de desarrollo y la conectividad geográfica de China en el mundo (como la iniciativa «La Franja y La Ruta» que facilitará el comercio de China con Europa), un Tratado Bilateral de Inversiones entre China y Estados Unidos, o un Área de Libre Comercio para Asia Pacífico con liderazgo chino, podrían ser clave para acelerar los motores de la economía mundial y de la propia economía china. Afortunada o desafortunadamente, en China no existe un proyecto alternativo al actual de reformas económicas, un proyecto insertado en el orden liberal mundial y hasta cierta medida utilizando las actuales instituciones liberales. El reto económico de China es, en esencia, el reto que puede determinar la dirección de la economía mundial.

ULISES GRANADOS es profesor asociado del Departamento de Estudios Internacionales y Coordinador del Programa de Estudios de Asia Pacífico del ITAM. Sígalo en Twitter @ulisesgranados.

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