¿Una política exterior feminista mexicana?

2 marzo, 2020 • Artículos, Asuntos globales, Latinoamérica, Portada • Vistas: 11515

Retos y consideraciones

SRE

Tatiana Telles Calderón

Marzo 2020

En enero de 2020, en el marco de la XXXI Reunión Anual de Embajadores y Cónsules (REC) del Servicio Exterior Mexicano, el canciller Marcelo Ebrard anunció la creación de la Política Exterior Feminista de México (PEF). Sus cinco ejes rectores incluyen una política exterior con perspectiva de género y agenda feminista exterior, el impulso de una Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) paritaria, libre de violencia y segura para todas, además de fomentar una igualdad visible, con un enfoque feminista interseccional. Sin duda, la adopción de la PEF es un avance lógico para la Cancillería, y forma parte de una serie de eventos y programas que han marcado la agenda en el país en materia de igualdad de género a nivel gubernamental.

En la SRE ya se había preparado el Programa para la Igualdad entre Mujeres y Hombres 2015-2018, además de haber recibido observaciones por parte del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) en 2006 en materia de paridad en el servicio exterior, creando ciertas obligaciones con respecto a la incorporación de la perspectiva de género en su actuar. Esta discusión ha envuelto al país tanto en la agenda nacional como en la internacional, toda vez que el consenso sobre la agenda de género internacional implica una transversalización de la perspectiva de género; es decir, una integración en todas las áreas de gobierno, teniendo, por lo tanto, una particular interconectividad nacional-internacional.

Feminismo y perspectiva

En cuanto al alcance teórico de los ejes presentados por la Cancillería, hay que recalcar que el feminismo y la perspectiva de género son conceptos diferentes, aunque relacionados. Esta diferencia teórica tiene importantes consecuencias al momento de plantear posibles campos de acción de una política exterior. Marcela Lagarde plantea que el feminismo es precursor de la teoría de género, ya que es una creación del feminismo. Por su parte, Joan Scott plantea que el uso del “género” y, por lo tanto, de la perspectiva de género, es una herramienta del feminismo, pero no es necesaria para catalogar algo como feminista, ya que “el punto clave de la investigación feminista (…) radica en su rechazo a conformarse con el statu quo”. En cierta forma, el feminismo se ha vuelto un término “paraguas”, que cobija distintos esfuerzos, corrientes, metodologías e impulsos. Es por esto que algunas teóricas sugieren que en realidad no existe un feminismo si no varios feminismos.

Igualmente, hablar de feminismo implica abordar el tema de los derechos de las mujeres. En el Derecho Internacional, los derechos de las mujeres se reconocieron como parte de los derechos humanos explícitamente hasta la Declaración y Programa de Acción de Viena de 1993. Asimismo, en el ámbito que nos atiene hay que mencionar que existe un mandato internacional, producto de los compromisos internacionales de los mecanismos de derechos de las mujeres y derechos humanos firmados por el país que requieren la incorporación de una perspectiva de género en el actuar de los Estados. La perspectiva de género implica medidas de carácter público-administrativo y, de acuerdo con las conclusiones convenidas por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas en 1997, esta puede definirse como:

El proceso de evaluación de las consecuencias para las mujeres y los hombres de cualquier actividad planificada, inclusive las leyes, políticas o programas, en todos los sectores y a todos los niveles. Es una estrategia destinada a hacer que las preocupaciones y experiencias de las mujeres, así como de los hombres, sean un elemento integrante de la elaboración, la aplicación, la supervisión y la evaluación de las políticas y los programas en todas las esferas políticas, económicas y sociales, a fin de que las mujeres y los hombres se beneficien por igual y se impida que se perpetúe la desigualdad.

El feminismo y las Relaciones Internacionales

En Relaciones Internacionales, el feminismo se ha manifestado en el replanteamiento propio del sistema internacional desde un enfoque que visibilice a las mujeres y sus papeles, es decir, al incorporar herramientas de perspectiva de género al debate. Hay una corriente representada por Cynthia Enloe que incorpora la teoría de género para plantear, entre otras cosas, cómo ciertos conceptos “neutros” como guerra o Estado tienen una fuerte carga de género. Esto ha hecho que la academia utilice al feminismo como una herramienta para analizar conceptos integrales al ejercicio de las Relaciones Internacionales desde la teoría de género. Por ejemplo, el Estado y, por lo tanto, el ejercicio del poder dentro de este, está hecho a imagen y semejanza de sus creadores, es decir, el aparato gubernamental por sí mismo es la institucionalización de un sesgo heterocentrista. Más allá del debate rousseliano o hobbesiano, el Estado siempre ha estado definido en términos de virilidad. Max Weber, en una de las definiciones más clásicas de Estado, expone que este es aquel que tiene “el monopolio de la violencia”. Además, la concepción de la política es, a su vez, una concepción violenta. Carl Von Clausewitz señalaba que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, un concepto que Michel Foucault retomó para agregar que “la política es la guerra continuada por otros medios”.

La política exterior implementada por México salvaguarda un grupo de intereses fundamentales: defender su propia existencia como entidad independiente, lo que necesariamente implica otra serie de acciones, como la defensa de su integridad territorial y la afirmación de su soberanía, es decir, su autodeterminación política. De estos intereses fundamentales se pueden extrapolar otros que han regido la política exterior mexicana, como el aprovechamiento en beneficio del país de sus recursos naturales sin interferencias externas; el uso de la política exterior como una herramienta de impulso a la estrategia nacional, y coadyuvar a la conformación de un sistema internacional que auxilie en la realización del proyecto de nación.

Más allá del debate rousseliano o hobbesiano, el Estado siempre ha estado definido en términos de virilidad.

La embajadora Roberta Lajous ha postulado que gran parte de la formulación de la política exterior mexicana ha sido consecuencia de su situación geográfica como vecino de Estados Unidos, obligándola a ser reactiva a la política tanto nacional como internacional de “la mayor potencia que ha tenido el mundo”. Estos intereses han sido históricamente representados mediante el respeto y el cumplimiento de un conjunto de principios de política exterior.

Por otra parte, hay una flexibilidad en la conjugación e interpretación de los principios constitucionales. Para Emilio Rabasa no existen una sino “varias, políticas externas, que se producen y renuevan conforme a los tiempos que se viven y a los sujetos internacionales involucrados”. En este sentido, Rabasa hacía un señalamiento implícito a una particularidad del sistema mexicano: la figura e ideología del presidente mexicano termina por permear los intereses exteriores del país. Esto debe recordarse para evaluar el carácter de feminismo de la política exterior mexicana.

El caso sueco

Una política exterior feminista es una estrategia imposible de seguir para los Estados dominantes tal como está constituido el sistema internacional actual. Desde la concepción del feminismo como un cuestionador del statu quo, hasta su relación con las asimetrías de poder y fuerza, las actuales obligaciones de los Estados dominantes en el sistema internacional en materia de seguridad hacen imposible la aplicación en forma de una política exterior feminista, aunque es posible implementar una política exterior con perspectiva de género. A la fecha, el ejemplo mejor logrado de una política exterior feminista es el de Suecia, pues cuenta con una mejor implementación de la transversalización de género en todas las esferas de gobierno, lo cual, hay que enfatizarlo, es distinto a integrar la “defensa de los derechos de la mujer” a un aspecto de la política exterior. Más bien, se implementó una fuerte política de transversalización del género en todo el gobierno, no solo en la política exterior.

Previamente hemos explorado la convergencia entre las teorías de las Relaciones Internacionales, la teoría del género y el feminismo. Quizá el punto más claro de convergencia es que ambas disciplinas buscan explicar cómo las relaciones (ya sea entre actores internacionales o géneros) son afectadas por asimetrías de poder. La Cancillería sueca explícitamente hace estas anotaciones metodológicas al establecer que una política exterior está más allá de las distinciones entre poder blando y poder duro. “Una política de relaciones exteriores feminista se construye sobre el concepto de ‘poder inteligente’, es decir, el uso de diferentes herramientas dependiendo de cada situación.” En términos prácticos, la Cancillería sueca ha solicitado reportes sobre la situación de género de los países con que mantienen relaciones diplomáticas, una medida que no es nueva a este gobierno. Más contundentemente, Suecia propuso a la Unión Europea nombrar un comisionado de alto nivel para la participación de las mujeres en las negociaciones de paz y reconstrucción. Esta acción fue bienvenida por la Unión, que aseguró creará el nuevo puesto. Por otra parte, la política de Margot Wallström, Ministra de Asuntos Exteriores de Suecia, ha tenido ya un primer bautizo de fuego, luego de que Arabia Saudita rompiera relaciones con su país y retirara a su embajador en Estocolmo, en respuesta a críticas que la Canciller ha hecho sobre la situación de los derechos humanos en el país. De la misma forma, denunció la sentencia contra el bloguero Raif Badawi. Esto le valió haber sido acusada como anti-Islam por parte del Consejo de Cooperación del Golfo y la Organización de Cooperación Islámica. Este posicionamiento por parte de Wallström chocó con asuntos prácticos y duros: Arabia Saudita es un importante socio comercial de Suecia, así como uno de los principales compradores de armas del país nórdico. Esto llevó a que el presidente Stefan Löfven emitiera una declaración disculpando los comentarios de la Canciller y señalando que no se buscó “criticar la ley islámica o al Islam”, lo que llevó a la subsecuente reinstalación del Embajador saudí.

Las bases para una política exterior feminista mexicana ya están planteadas.

La declaración de una política exterior feminista podría ser vista como una reinvención de una clásica política de defensa de los derechos humanos para el país. Durante la década de 1980, el país fue reconocido como una “superpotencia humanitaria”, liberal y neutra, y que puede presumir de una de las brechas de género más minúsculas del mundo. No obstante, el debate tanto sobre los derechos humanos como su defensa ha evolucionado de forma que incluso su propia defensa ha sido cuestionada como herramienta de política exterior, lo que Stephen Krasner señalaba como “hipocresía organizada”. No obstante, este tipo de críticas olvida el propio papel aspiracional de los principios de las Relaciones Internacionales, y de la propia materia de derechos humanos, que es común en cualquier política que fundamente su núcleo en valores, como podría decirse de una política exterior basada en la defensa de la democracia.

Más aún, debe reconocerse que el pronunciamiento de Suecia sobre el ejercicio de una política exterior feminista puede tener un efecto de contagio, toda vez que hay reportes de acercamientos de los gobiernos estadounidense, alemán, sudafricano y colombiano para conocer más sobre el plan de acción, además del propio impulso dentro de la Unión Europea. En este sentido, se puede entender una política internacional feminista como un impulso por poner de forma explícita el tema de la protección de los derechos de la mujer o de la igualdad de la mujer, dentro del concierto de naciones a manera de influenciar un estándar internacional. Este sentimiento fue reiterado por la propia Wallström al señalar que el incidente sirvió para elevar el perfil de la política exterior feminista sueca. Es con estos ejemplos donde se reitera que la ejecución de una política exterior feminista es un excelente ejercicio para explicar las tensiones entre acciones de corte realista y de gobernanza. En este sentido, quizá, el valor de una política exterior feminista recae en su habilidad de sentar precedentes o en transformar el discurso de defensa de los derechos humanos a manera de integrar a las mujeres en primer plano. No se debe dejar de mencionar que una política exterior feminista responde a un canon de “políticas feministas”.

¿Una política exterior feminista mexicana?

La Constitución mexicana señala a dos actores como responsables explícitos de la política exterior mexicana: el Senado de la República y el ejecutivo federal. Asimismo, en la propia Constitución se habla explícitamente de principios normativos de la política exterior, que son producto de la historia del país y que se han modificado. En 2011, producto de la reforma constitucional en materia de derechos humanos, se agregó un principio de la protección y la promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacional a los principios de política exterior. Los principios se han interpretado de forma amplia, como por ejemplo el caso del debate sobre si la Doctrina Estrada impedía o no la participación de México en las operaciones para el mantenimiento de la paz.

Otro ejercicio rescatable es analizar si no hay una vena feminista en la propia historia de la Cancillería toda vez que hay una tradición de defensa de los derechos de la mujer por parte de la misma. Regina Tamés describe cómo en 1945, durante la redacción de la Carta de creación de la Organización de las Naciones Unidas (Carta de San Francisco), al debatirse la inclusión a la prohibición de la discriminación por razones de sexo, en el artículo 1 inciso 3 la delegación mexicana, junto con la brasileña y la dominicana, insistió que la inclusión de la discriminación por motivos de sexo enfatizaría que podía ser igual de atroz que la discriminación por otros motivos. Igualmente, el país fue impulsor y redactor de la resolución de noviembre de 1967, en la Comisión de la Condición Jurídica de la Mujer, relativa a la eliminación de la discriminación contra la mujer. Ambas acciones, tanto las conclusiones/resoluciones de México en 1975 y la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, serían claves en la creación y subsecuente aprobación de la CEDAW, el instrumento clave en la defensa de los derechos de las mujeres.

Por otra parte, hay factores que parecieran abonar a la noción de implementar una política exterior feminista. En su análisis de políticas públicas, Evangelina García Prince establece que quizá el nodo más importante a analizar en la implementación de una política es su viabilidad política. Coyunturalmente, los esfuerzos parecen enfocarse a un enfoque liberal, de consolidar marcos normativos, como lo podemos ver con la firma del convenio de la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de los Estados Americanos para la eliminación de la violencia de género. Finalmente, vale la pena recalcar la convergencia entre ciertos ejes del actuar de la política exterior mexicana y los principios teóricos de una política exterior feminista: el reconocimiento de asimetrías de poder y del uso de la violencia. Igualmente, una política exterior integral requiere de la convergencia de las iniciativas políticas, la acción diplomática, la promoción económica y comercial, y un intenso intercambio cultural, donde la propia SRE y su cuerpo diplomático desempeñan un papel indispensable.

El papel de la Cancillería

Hay una dualidad en el papel de la Cancillería en la posible implementación de una política exterior feminista, toda vez que sería “juez y parte”, al impulsar y promover en el ámbito internacional la defensa y la promoción de la igualdad de género, a la vez que estaría regulado por estos principios en su actuar interno. Esta consideración viene de la convergencia de los compromisos en materia de transversalización de perspectiva de género y lo que propiamente sería una política exterior feminista, o una política exterior con perspectiva de género. La SRE es parte de la transversalización de la perspectiva de género, pero a la vez puede ejecutar una política exterior con esta perspectiva, una feminista o una de género. La dualidad de este papel no le impide ejecutar una u otra.

¿Es posible que el Estado mexicano adopte una política exterior feminista?

Las bases para una política exterior feminista mexicana ya están planteadas. En este sentido, y reconociendo que por derecho la normatividad imperante en México, tanto en sus leyes y reglamentos internos, como en sus compromisos internacionales, obligan a implementar la perspectiva de género, no solo en su organización, si no en la toma de decisiones. Podemos agregar que la creación de una política exterior feminista planeada, institucionalizada y razonada, contra una política coyuntural y de liderazgos, contribuirá a la las líneas que la Cancillería ha trabajado históricamente. De esta forma, posibilitaría un mayor margen de maniobra a México, es decir, serviría a su interés nacional y, sobre todo, estaría en perfecto acuerdo con los principios imperantes de política exterior. No obstante, el planteamiento de la PEF parece ser aún coyuntural, toda vez que no se ha planeado la reforma constitucional para integrar al feminismo como uno de los principios de política exterior. Igualmente falta examinar el rubro “paritario” en la Cancillería.

En su historia, la Cancillería ha sido dirigido en tres ocasiones por mujeres: Rosario Green (de 1998 a 2000), Patricia Espinosa (de 2006 a 2012) y Claudia Ruiz Massieu (de 2015 a 2017). Mientras que, en respuesta a la solicitud de información hecha por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) para la elaboración del Séptimo Informe Especial sobre el Derecho a la Igualdad entre Mujeres y Hombres, la Unidad de Género contestó que en 2014 “respecto a la distribución de las mujeres en los puestos de mandos medios y superiores, la Secretaría reportó 455 puestos desde director de área hasta el secretario, y que en todas las posiciones de mandos medios las mujeres son la minoría”. En cuanto a la participación de las mujeres en el Servicio Exterior Mexicano, la CNDH reportaba que en 1992 había solo tres embajadoras, once en 2013, diez en 2014, catorce en 2015 y diez en 2016, lo que implica niveles de participación de las mujeres en el SEM menores al 20%, por debajo del 30% establecido como “masa crítica” para empezar a hablar de una participación significativa de las mujeres. En 2019, la Cancillería aún tiene asignaturas pendientes para resolver el tema de perspectiva de género.

Una política exterior con perspectiva de género implica ejecutar una política exterior que considera los efectos diferenciados que su ejecución tiene en hombres y mujeres, mientras que una política exterior feminista toma esto, y agrega una reivindicación del papel de las mujeres en la ejecución y elaboración de la política exterior. Hay una dimensión de empoderamiento en esta última que no necesariamente está presente en la primera. Una política exterior con perspectiva de género es una herramienta, mientras que una política exterior feminista es una causa. Quizá la mayor limitante para la implementación de esta política sería la propia reticencia nacional en el avance de temas de derechos humanos y feminismo que hace que haya un desfase entre la dirección de la política nacional y la política internacional. Igualmente, se recalca el peligro de hacer de la PEF un tema de ocasión, al no buscar la reforma constitucional al artículo 89 en materia de principios de política exterior.

TATIANA TELLES CALDERÓN es licenciada en Relaciones Internacionales por el ITAM, especialista en Género y Políticas Públicas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales México (Flacso), y maestrante en Estudios Sociales de Género por la Lund University en Suecia. El texto está basado en su tesis para obtener el grado de licenciatura. Sígala en Twitter en @think4tat.

Tags:, , ,

4 Responses to ¿Una política exterior feminista mexicana?

  1. Es clave el empoderamiento como comenta la autora.
    Comparto Mujeres y Oportunidades en América Latina https://www.eluniversal.com.mx/opinion/horacio-saavedra/mujeres-y-oportunidades-en-america-latina HORACIO SAAVEDRA

  2. Ramón Antonio dice:

    Es una política exterior que ningún país como EUA, Francia, Alemania, China o Rusia, tradicionalistas, voltean a ver; estos están inmersos en políticas económicas que tienen que ver con el futuro del mundo y no complaciendo caprichos de minorías intolerantes.

    • Su dice:

      ¿caprichos de minorias intolerantes?
      ¿Sabes cuál es el porcentaje de mujeres en la población mexicana?
      Me parece que tu comentario dista mucho de la realidad y le falta criterio propio.

    • Fátima dice:

      De hecho, Fracia sí tiene una Política Exterior Feminista expresa y la Unión Europea tiene un Plan de Igualdad Internacional, organización de la cual es parte Alemania y Francia. Saludos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cargando…