¿Un nuevo pacto nuclear con Irán?

18 febrero, 2021 • Artículos, Medio Oriente, Portada • Vistas: 2733

IRNA Español

Moisés Garduño García

Febrero 2021

El nuevo gobierno estadounidense que encabeza Joseph R. Biden sabe que Irán celebrará elecciones presidenciales en junio de 2021 y que es muy probable que las facciones políticas cercanas al “proyecto de la esperanza” de Hasan Rohani pierdan la presidencia. Históricamente, los resultados en las elecciones parlamentarias suelen ser un termómetro para medir el comportamiento de las elecciones presidenciales en Irán, por lo que, a juzgar por los malos resultados obtenidos por la “ola morada” en febrero de 2020 (cuando las candidaturas cercanas a la “línea del Imam” obtuvieron 221 de los 290 escaños), es posible que los pronósticos para los reformistas y centristas no sean nada optimistas.

Durante su segundo mandato, Rohani fue criticado por la falta de liderazgo con respecto a la relación con el gobierno de Donald Trump. De hecho, la continuidad de las sanciones económicas, la operación que terminó con la vida de Abol Qasem Soleimani y el asesinato del científico nuclear Mohsen Fakhrizadeh fueron elementos utilizados por personas como Hossein Shariatmadari, Director del periódico Keyhan, para catalogar las tensiones entre Rohani y Estados Unidos como “un plan para descabezar a Irán”. En términos de política interna, Rohani también fue acusado en varias ocasiones por la prensa principalista por su “incapacidad de velar por el movimiento de derechos ciudadanos”, ya que su política sobre el tema no pudo implementarse dada la falta significativa de acceso a la información para la sociedad civil y las recurrentes violaciones a la privacidad por parte del Ministerio de Inteligencia. A su vez, la crisis económica nacional ocasionó que adversarios del reformismo interpretaran el modelo neoliberal de Rohani como un “fracaso económico”, al provocar un aumento de las protestas populares no solo en jóvenes universitarios, sino también entre trabajadores formales e informales, coadyuvando a severos actos de represión y de abuso del poder policial en el país. Declaraciones de Mohammad Javad Ameri, Secretario de la Asociación de Veteranos de la Revolución Islámica, señalaron que tan solo de 2017 a 2019 se habían registrado más de 1700 actos de protesta en el país.

La precarización económica desde un lente político

Los datos anteriores son reveladores si se piensa en el probable impacto político de la emergente precarización en Irán. A diferencia del equilibrio mostrado durante su primer periodo presidencial, Rohani no pudo mantener estable la tasa de desempleo juvenil, que subió de 24% a 27% entre 2017 y 2020, mismo periodo en el que el gasto militar experimentó un incremento de 145%. La alta inflación, el aumento de los precios de la gasolina en 2019, la desaceleración económica y el impacto causado por el covid-19 han pronosticado una contracción económica que no permite crecer a más de 4%, de acuerdo con datos del Banco Mundial. En concreto, estos elementos han hecho pensar a expertos, como Amin Mohseni-Cheraghlou, que en los próximos 2 años cerca de cuatro millones de empleos estarán en riesgo, arrojando a más personas a la economía informal y conformando un aproximado de 16 millones de iraníes que estarán viviendo muy cerca del umbral de pobreza.

La influencia legislativa para promover políticas que saboteen cualquier acercamiento diplomático entre Rohani y Biden será una constante, al menos hasta junio de 2021.

Los sentimientos de decepción contra el aparente fracaso económico de Rohani provocaron un espacio de posibilidad para sus adversarios políticos, quienes no perdieron tiempo para inundar las redes sociales con frases populistas de derecha, sobre todo por parte de círculos cercanos a Ebrahim Raisi, excandidato a la presidencia que, en 2017, se llevó el 39% de los votos y actual jefe del poder judicial, quien prometió más dinero para los estratos más bajos de la sociedad, así como la creación de cuatro a cinco millones de empleos si se vuleve un “genuino gobierno revolucionario”. Cabe señalar que la rivalidad entre Raisi y Rohani no se reduce solo a la esfera presidencial, sino que se extiende hacia la carrera por la sucesión de Alí Jamenei como Líder Supremo en los próximos años, considerando lo estipulado por el artículo 111 de la Constitución iraní. Otros aspirantes a la presidencia iraní que han desplegado señales similares a las de Raisi son Mohammad Bagher Ghalibaf (Vocero del Parlamento), Hosein Dehghan (asesor militar de Jamenei), Alí Larijani (Exsecretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional) y Rostam Qasemi (Exjefe de la empresa Khatam al Anbiya).

La pugna de facciones y la firma de un pacto con Estados Unidos

Dada la nueva configuración del poder legislativo iraní a favor de sectores populistas y la crisis por la que están atravesando las facciones cercanas a Rohani, es posible decir que la influencia legislativa para promover políticas que soboteen cualquier acercamiento diplomático entre Rohani y Biden será una constante, al menos hasta junio de 2021. Como evidencias para este argumento, se puede mencionar el caso de Bagher Ghalibaf quien, como Vocero del Parlamento, anunció el 4 de noviembre de 2020 que dicha instancia aprobaría un proyecto de ley mediante el cual se da luz verde al aumento de la producción de uranio enriquecido a al menos 500 kilogramos por mes, a la instalación de al menos unas mil centrifugadoras, y al almacenamiento de materiales hasta “niveles de pureza adecuados” durante 3 meses a partir de marzo 2021. Esta situación provoca, simbólicamente, que el tiempo comience a correr en contra del Presidente iraní y de su Ministro de Exteriores para tener un acercamiento significativo con Washington antes del nuevo año persa.

Con lo anterior en mente, es comprensible la prisa actual que Rohani ha demostrado para volver a la mesa de negociación con Biden y ganar oxígeno para sus facciones rumbo al verano de 2021. Ante esto, Washington parece haber leído la coyuntura política interna iraní y se ha reservado de hacer declaraciones concretas más allá de manifestar “la necesidad de incorporar el asunto del programa de misiles a la discusión pública”, esto mediante el nuevo Secretario de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, un tema complejo para Rohani y Javad Zarif para quienes dicho tema siempre estuvo fuera del proceso negociador desde la era de Barack Obama.

¿Es posible incluir la cuestión balística iraní en las conversaciones nucleares?

Evidentemente, cualquier intento de incorporar la cuestión balística iraní a nuevas conversaciones nucleares con Biden y el G-5+1 implicaría un ejercicio de corte regional y la incorporación de los actores preocupados por el programa de misiles. Los alcances de dicha idea invitan a pensar que tal como los círculos reformistas iraníes han demostrado contar con un pensamiento estratégico para contener la presión encubierta a la que ha sido sometida la República Islámica en la última década, los círculos populistas cercanos a la Guardia Revolucionaria también pueden contar con estrategias diplomáticas para encarar un acuerdo nuclear con el nuevo gobierno estadounidense. En otras palabras, la política iraní nos está diciendo que en las elecciones de junio de 2021 es posible que haya candidatos de formación militar o extremadamente cercanos al ala más conservadora de la Guardia Revolucionaria para arrebatar el poder a los centristas. La idea de un presidente militar cobró impulso en 2018 con serias especulaciones sobre las aspiraciones del entonces comandante Soleimani, aunque nunca expresó públicamente ninguna ambición de este tipo. Sin embargo, a pesar de su asesinato, el legado de Soleimani como mártir de Irán ha sembrado la idea de contar con un presidente militar para hacer frente a la presión estadounidense, a la tarea de posicionar a Irán en una zona llena de conflictos, como el Medio Oriente, y, sobre todo, de encontrar la mejor forma de incorporar el tema del programa de misiles a las conversaciones nucleares con el G-5+1, tal como el gobierno de Biden parece insinuar. En este escenario, Biden podría jactarse de “hacer con Irán lo que Trump no pudo hacer”, abriendo la posibilidad de que un presidente principalista cercano a la Guardia Revolucionaria presumiera de “hacer con Washington lo que Rohani ni Zarif supieron hacer”.

Comentario final

Finalmente, las malas noticias de todo esto van para los movimientos sociales en Irán que experimentarían más actos de represión y censura provenientes de una presidencia militarizada. Las protestas que surgieron en respuesta a la precariedad en diciembre de 2017, noviembre de 2019 y enero de 2020 mostraron que la dinámica predominante de protesta política en Irán está creciendo entre los barrios más precarios que han sobrevivido gracias a la economía informal. Entonces, si los 24 millones de personas que votaron por Rohani en 2017 no aparecen en las urnas en 2021 apoyando fuertes candidaturas, como la de Faezeh Hashemí, quien ha sido mencionada como potencial contendiente de los tecnócratas, las tensiones entre el Estado y la sociedad corren el riego de radicalizarse a pesar de cualquier acuerdo que se pueda alcanzar con Estados Unidos.

El Presidente iraní está tratando de convencer al nuevo gobierno estadounidense de que él es la figura con la que Washington debe negociar para volver al acuerdo.

Por ahora, lo que estamos viendo en la esfera pública es un insistente envío de señales mixtas entre Rohani y Biden, en el que el Presidente iraní está tratando de convencer al nuevo gobierno estadounidense de que él es la figura con la que Washington debe negociar para volver al acuerdo, recordando que, de no ser así, es posible empoderar a políticos populistas que dejaron una sociedad civil joven y bien educada sumamente interrumpida en términos de justicia social, aludiendo al daño que provocó Mahmud Ahmadineyad, quien representa para muchos iraníes lo que Trump representa para Estados Unidos, es decir, la posibilidad de polarizar a la sociedad y de provocar serias crisis políticas que van en contra del espíritu con el que se concibe un pacto como el que se firmó en 2015.

En este sentido, hoy más que nunca Estados Unidos tiene la posibilidad de presionar a todas las facciones políticas en Irán para que abran el tema balístico a negociaciones, hecho que, sea cual sea la facción política que esté en la mesa ⸺desde las denominadas populista, centrista, reformista, híbrida o tecnócrata⸺, al final del día, esto significaría irrefutablemente un nuevo acuerdo con Irán.

MOISÉS GARDUÑO GARCÍA es doctor en Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos por la Universidad Autónoma de Madrid y maestro en Estudios de Asia y África con especialidad en el Medio Oriente por El Colegio de México. Es profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de México. Sígalo en Twitter en @Moises_Garduno.

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