24 septiembre, 2020 • Artículos, Asuntos globales, PJ Comexi, Portada • Vistas: 6224

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Mónica Rodríguez Díaz

Septiembre 2020

Una colaboración del Programa de Jóvenes del Comexi

En un contexto globalizado, la energía debe entenderse como fundamental para el desarrollo de nuestra civilización y la prosperidad de los Estados. Desde su producción y distribución, hasta su uso final, la energía está profundamente arraigada en el tejido de la economía global y, actualmente, es fundamental para entender las relaciones entre los países.

Desde la Revolución Industrial hasta finales del siglo XX, la concentración geográfica de recursos fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas natural, así como el control sobre su producción y distribución configuraron las relaciones de poder globales. La geopolítica de la energía ha estado relacionada generalmente al petróleo y al gas natural, particularmente por la dominancia de ambos combustibles en la matriz energética global.

La tendencia de transitar de combustibles fósiles hacia fuentes de energía alternativa más limpias puede tener un impacto en estas relaciones de poder.

Sin embargo, la tendencia de transitar de combustibles fósiles hacia fuentes de energía alternativa más limpias puede tener un impacto en estas relaciones de poder. La energía renovable representa un importante cambio en las relaciones entre países; su geografía y sus características técnicas la diferencian fundamentalmente de aquellas del carbón, el petróleo y el gas natural. Los recursos renovables son abundantes e intermitentes; su generación depende fundamentalmente de la innovación tecnológica y tiende a ser más descentralizada, mientras que su distribución es, por naturaleza, eléctrica, y su almacenamiento, hasta ahora, representa grandes obstáculos económicos y técnicos. Esto contrasta con las características geográficas de la ubicación de los combustibles fósiles, su carácter no renovable y su dependencia a su extracción a gran escala. Asimismo, los combustibles fósiles son fácilmente transportables y almacenables, ya sea en forma sólida, líquida o gaseosa.

La disrupción de la transición energética

La disrupción provocada por la transición energética, a su vez motivada por la imperiosa necesidad de abordar los temas relacionados con el cambio climático, así como la necesidad de implementar acciones de adaptación y mitigación y por razones de diversificación energética, nos hace replantearnos la manera en la que se reconfigurarán las relaciones de poder, particularmente para aquellos países y regiones cuyo poder proviene de la extracción y exportación de combustibles fósiles. Las energías renovables han surgido como una opción tecnológicamente viable, económicamente asequible y una vía de desarrollo sostenible, con la capacidad de satisfacer en gran medida las necesidades energéticas de muchos países, empresas y personas.

En este sentido, las energías renovables se vislumbran como una opción para lograr seguridad energética, pues ofrecen disponibilidad y asequibilidad de fuentes de energía –particularmente en un mundo que se mueve rápidamente hacia la electrificación de sus economías– e independencia energética, al disminuir la dependencia en la importación de combustibles. El rápido desarrollo tecnológico, la disminución de costos y la necesidad de adoptar nuevos esquemas de desarrollo frente a los desafíos del cambio climático nos hacen preguntarnos cómo cambiarán las relaciones globales de poder en un contexto de transición energética.

El sector energético y su relación conflictos

La extracción de combustibles fósiles, particularmente el petróleo, históricamente ha estado ligada a patrones de conflicto político y social. Actualmente, estos conflictos están presentes en varios países y regiones del mundo, entre ellos, Argelia, Estados Unidos, Guyana, Irak, Irán, Libia, Turquía, Ucrania y Venezuela, así como en el golfo Pérsico, el Norte de África y Latinoamérica. Sin embargo, lenta pero seguramente empieza a deteriorarse el dominio de los combustibles fósiles, por lo que, de acuerdo con la Comisión Global sobre la Geopolítica de la Transformación de la Energía, es probable que esto produzca un cambio geopolítico en la frecuencia y ubicación de estos conflictos.

La seguridad energética o, en su defecto, evitar la inseguridad energética, está al centro del riesgo político del sector. Por ello, los gobiernos están profundamente involucrados en las actividades de las empresas petroleras y de gas, tanto en sus propios territorios como en otras regiones, y este interés por sí mismo representa un riesgo político. No obstante, a medida que la transición energética avanza, estos riesgos podrían cambiar significativamente y redireccionar el foco de atención de la existencia y la producción de combustibles, a la regulación aplicada al uso de energías renovables, así como a las políticas que promuevan su uso y desarrollo.

Los cambios de poder que se avecinan

Este punto de inflexión puede cambiar las estructuras de poder de las regiones y Estados, pues la transición energética conlleva en su implementación promesas de independencia y seguridad energética a nivel país e, incluso, empoderamiento de comunidades y diversos sectores de la sociedad. El mundo está transitando de un sistema energético regido por el principio de escasez, en el caso de los combustibles, a uno de posible abundancia de recursos, lo que se traduce en diversos grados de independencia energética para virtualmente todos los países.

Así como la transición energética presenta grandes beneficios y la posibilidad de una disminución de conflictos relacionados con la obtención de recursos fósiles, el propio proceso de transitar de la dependencia de combustibles fósiles hacia energías limpias presenta por sí mismo nuevos desafíos. Para los países que dependen de su renta petrolera, una disminución de esta provocada por la caída de los precios del petróleo o en la demanda, y la falta de estrategias a implementar para adaptarse puede desestabilizar económica y financieramente a estos Estados, provocando inestabilidad política y malestar social. En Latinoamérica, por ejemplo, la caída de los precios del petróleo introduce restricciones fiscales y reduce el margen de maniobra de los líderes de países productores, como es el caso de Brasil, Colombia, Ecuador y México.

Estamos en una pausa indefinida para retomar el camino de la transición hacia las energías renovables que, eventualmente, puede reconfigurar el mapa geopolítico en el mundo.

La transición energética es más que un cambio en la matriz energética. Si bien el uso de energías renovables ofrece soluciones a problemas como la dependencia de la importación de combustibles fósiles, las amenazas del cambio climático y la logística del transporte, aún es desconocida la magnitud del impacto que tendrá en los sectores industriales generalmente dominados por el uso de combustibles fósiles, en comunidades a nivel local, nacional y regional, en el desarrollo de infraestructura, las relaciones comerciales, la política energética y el diseño de las instituciones del sector energético.

Sin embargo, la pandemia de covid-19 cambió radicalmente la atención de la transición energética a temas de salud. Previo a la crisis de salud, podía observarse el continuo lanzamiento de iniciativas regulatorias para promover y apoyar el desarrollo e instalación de energías renovables. Estamos en una pausa indefinida para retomar el camino de la transición hacia las energías renovables que, eventualmente, puede reconfigurar el mapa geopolítico en el mundo.

MÓNICA RODRÍGUEZ DÍAZ es licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Fue asesora en la Comisión Reguladora de Energía. Actualmente, es Consultora Senior para el sector energético en Integralia Consultores. Sígala en Twitter @mony_rdiaz.

Tags:Cambio Climático, Combustibles fósiles, Energías renovables, Transición energética