Tiempos de pandemia, ¿tiempos de reconstrucción multilateral?

3 junio, 2020 • Latinoamérica, Opinión, Portada • Vistas: 4686

Colombia AS

Micaela Zapata

Junio 2020

Una vez superada la perplejidad como primera reacción a la pandemia y mirando en retrospectiva, es posible comenzar a percibir ciertas evidencias previas que dejaban ver que un escenario de extendida propagación de un agente patógeno, podía llegar a ser algo no tan excepcional en nuestros tiempos. Después de todo, en lo que va del siglo XXI, la humanidad ya ha sido testigo de brotes críticos y expansivos del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), la pandemia del virus AH1N1 y del ébola.

Es interesante notar que se ha ido construyendo una concurrencia de factores que pueden tener un impacto positivo en la velocidad y escala geográfica con que un agente patógeno puede llegar a expandirse. Uno de estos factores es la movilidad. La diversificación y el abaratamiento de la oferta en materia de transporte han facilitado más que nunca el movimiento de las personas a través de territorios y continentes.

La diversificación y el abaratamiento de la oferta en materia de transporte han facilitado más que nunca el movimiento de las personas a través de territorios y continentes.

Otro elemento a tener en cuenta son las profundas modificaciones climáticas y ambientales que la actividad humana ha ido ocasionando. Entre las varias aristas a mencionar al respecto es posible traer a colación el vínculo que existe entre lo que son las alteraciones climáticas inducidas por el humano y la expansión de ciertas enfermedades infecciosas. Uno de los efectos directos del cambio climático es el continuo aumento de temperaturas a nivel mundial. Con ello se produce una expansión de las condiciones climáticas que facilitan la proliferación de vectores portadores de enfermedades, tal como los mosquitos. Es decir, el planeta se está haciendo un hábitat más amigable para los mosquitos, y con ello de enfermedades trasmitidas por estos vectores, tales como el dengue, el zika, o la chikungunya, que también encuentran su vía de expansión a través de regiones. Por último, resulta relevante no dejar de mencionar el crecimiento de la resistencia a los antibióticos que el uso indebido de medicamentos está provocando a nivel mundial.

¿Acaso esto significa que la humanidad está destinada a perecer en un caldero de enfermedades? No, para nada. Pero lo que estos factores sí demuestran es que a medida que se va desenvolviendo el siglo XXI, nos va exponiendo a nuevas vulnerabilidades que se vinculan con causas que traspasan fronteras. Así como los orígenes de tales vulnerabilidades se caracterizan por su globalidad, lo mismo ocurre con lo que son sus consecuencias.

El estado de la opción multilateral ante un problema común

En tal escenario de causas y consecuencias trasnacionales se supondría que los marcos institucionales internacionales debieran ser los espacios idóneos para sortear las crisis que se presenten. No obstante, esto no ha ocurrido en el contexto abierto por el covid-19, donde han primado las respuestas individuales.

Véase por ejemplo el caso de Latinoamérica, donde las respuestas iniciales a la crisis sanitaria han tenido un bajo componente de coordinación regional. Esto dio como resultado un variado muestrario de acciones a nivel de cada país: desde cuarentenas (en sus variadas formas: restrictivas, ambiguas e incluso aquellas que han colocado a gobiernos locales en rebeldía frente a autoridades nacionales), pasando por cierres de fronteras, hasta paquetes de asistencia para sectores vulnerables en algunos casos. La coordinación de corredores seguros para los transportistas que viajan cruzando las fronteras de la región llevando suministros básicos, no figuró entre tal muestrario de respuestas iniciales. Tampoco lo hicieron posibles planes conjuntos de repatriación ni proyectos de producción regional de insumos críticos.

Este relego que afecta a las respuestas multilaterales no son exclusivas a Latinoamérica, pues lo mismo se repite en otras regiones. Examínese el caso de la Unión Europea, ejemplo máximo de integración regional, donde inicialmente coexistieron tanto una Italia en necesidad, como una Alemania y Francia que imponían restricciones a la exportación de equipamientos médicos. En cuanto a las razones que hacen que los marcos regionales no hayan sido los predilectos a la hora de buscar las primeras soluciones a la pandemia, varios son los posibles puntos de abordajes.

Interrogando el presente y el futuro del multilateralismo regional

Volviendo la mirada nuevamente sobre Latinoamérica, cabe preguntarse si los marcos institucionales en los cuales se materializa el multilateralismo regional pueden estar a la altura del desafío de dar respuestas rápidas, idóneas y eficaces a crisis como la que se vive en la actualidad. La Organización de los Estados Americanos es el mayor espacio de coordinación política con que cuenta la región y es una institución nacida de circunstancias geopolíticas del pasado. Ahora, ¿con qué instrumentos la han dotado sus Estados miembros para dar respuesta a las vulnerabilidades que trae consigo el siglo XXI? Más aún, ¿qué estructura de incentivos han construido sus miembros para alentar la toma de decisiones colectivas y desalentar los comportamientos de corte individualista? Este dúo de preguntas es aplicable al resto de organizaciones regionales.

Asimismo, corresponde preguntarse si es que en la actualidad regional existen liderazgos que sirvan de respaldo y promotores a la extensión de dinámicas multilaterales. ¿Qué élite nacional observa al multilateralismo latinoamericano como una plataforma plausible para la proyección de proyectos de poder?

También resulta interesante pensar acerca de cuál es el lugar de las instituciones y los esfuerzos multilaterales en la conciencia colectiva de las sociedades latinoamericanas. La valoración que se tiene sobre la cooperación y organismos regionales, ¿es suficiente para que los ciudadanos acepten, o incluso fomenten, la colocación de recursos y voluntades nacionales en marcos multilaterales?

La valoración que se tiene sobre la cooperación y organismos regionales, ¿es suficiente para que los ciudadanos acepten la colocación de recursos y voluntades nacionales en marcos multilaterales?

Estos interrogantes apenas son algunas aristas a partir de las cuales pensar y decidir cuál será el papel que se le dará al multilateralismo en la región. Tal cuestión cobra importancia al recordar que las vulnerabilidades que van acompañando el desenvolvimiento del siglo XXI conllevan causas y consecuencias globales.

Pero, de apostar al multilateralismo, ¿qué forma debería adoptar? Descongestionar el estatocentrismo a favor de proyectos de participación pública-privada es una vía para repensar la búsqueda e implementación de soluciones colectivas. Lo mismo ocurre con la inclusión a los esquemas colectivos de no solo los niveles gubernamentales nacionales, sino también locales. El montar procesos colectivos de toma e implementación de decisiones que se desenvuelvan por medio de redes multiactorales y multijurisdiccionales es una vía para responder a la pregunta acerca de cuál es la forma que debería adoptar el multilateralismo. De esta manera, es posible explorar la reconstrucción de un multilateralismo ágil, eficaz y capaz de dar soluciones y respuestas a las vulnerabilidades del siglo XXI.

Micaela Zapata es licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Siglo 21 y diplomada en Innovación Social por la Universidad Católica de Córdoba. Es profesora e investigadora en la Universidad Siglo 21. Sígala en Twitter en @MikZapata.

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