T-MEC: la renegociación del TLCAN

23 enero, 2019 • Artículos, Asuntos globales, Latinoamérica, Portada • Vistas: 15826

Nuevo número de Foreign Affairs Latinoamérica

 Jordi Bacaria Colom

Enero 2019

FAL

Los cambios en la presidencia de los dos países más importantes de Latinoamérica, México y Brasil, marcan un punto de inflexión, un antes y un después. Estos cambios no lo son únicamente por las personas y las ideologías que abrazan, sino por lo disruptivo que parece el amplio apoyo electoral que recibieron para ganar en las elecciones. La paradoja es que mientras en México Andrés Manuel López Obrador, una opción de «izquierda», ganó con un 53% de los votos y, por lo tanto, con amplio apoyo social, en Brasil el candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro ganó en segunda vuelta con un 55% de los votos, también con un amplio apoyo social. El común denominador de este respaldo es el hartazgo por la corrupción, representada en México por el gobierno saliente del Partido Revolucionario Institucional, y en Brasil, por el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). Cierto es que hay otros elementos importantes, como la violencia criminal que afecta también a las clases medias,
lo que amplió los movimientos que concedieron la victoria a los dos presidentes, así como la incidencia de las redes sociales en la configuración de amplias movilizaciones, que rebasó a los partidos políticos tradicionales. Con todo, fue el elemento común, la corrupción, lo que determinó el fracaso de los gobiernos anteriores. En el caso de Brasil, se trató de un gobierno de izquierda que emprendió políticas sociales vigorosas durante los 14 años (de 2003 a 2016) que estuvo en el poder el PT, hasta la destitución de Dilma Rousseff. En México fue el fracaso de los gobiernos de la alternancia iniciada en 2000, caracterizada por políticas macroeconómicas más conservadoras. Dicho de otro modo, los nuevos presidentes fincaron su éxito sobre el fracaso de los anteriores, aunque esto no es nuevo, sino que sucede en todas las democracias.

Ahora bien, cuando los gobiernos fallan por su corrupción y no por sus políticas económicas, nos encontramos con el peor de los resultados: la ley del péndulo, la oscilación hacia el otro extremo. Porque si bien en una recesión mundial las consecuencias negativas de las políticas macroeconómicas pueden, siendo impopulares, ser defendidas por gobiernos éticos, en modo alguno las amparan gobiernos que se encuentran bajo la sospecha de ser corruptos, ya que en ninguna democracia cabe que aumente la desigualdad y que se perciba como consecuencia de la corrupción. Las secuelas de la ley del péndulo en política, con mayorías vencedoras, es que los perdedores, en lugar de reconocer y enmendar sus errores (y esto lleva su tiempo de penitencia política), intentan descalificar al adversario ganador con juicios de intenciones sobre su programa político, que en el caso del Brasil se resumiría en la acusación de que el camino emprendido conducirá hacia una renovada dictadura de derecha, y en México, hacia una dictadura bolivariana. Una vez más en este milenio, los dos principales países de Latinoamérica avanzan en direcciones opuestas. No sabremos el alcance de las nuevas políticas mientras no se apliquen, pero puede anticiparse que si no hay cambios institucionales que debiliten la calidad de la democracia y se mantienen los poderes compensadores, la alternancia siempre será posible si las políticas de gobierno fracasan. Por esto, es esencial mantener y elevar en lo posible la calidad de la democracia y defenderla desde posiciones éticas. Y esto sirve para Brasil, España, México y otros tantos países en donde, de un modo u otro, los gobiernos han sido sometidos a escrutinio, acusados de corrupción. Lo mismo ocurre con otros países donde la información falsa (que es una forma de corrupción y falta de ética) ha contribuido a determinar los resultados electorales.

Tampoco puede ignorarse el contexto internacional, en el que Estados Unidos intensifica la guerra comercial con China, y Rusia consolida en Ucrania una posición no reconocida internacionalmente, que bordea sobre la línea de un conflicto. En Europa, Italia se rebela contra la Unión Europea por no rebajar su alto nivel de endeudamiento; el Reino Unido no se aclara en su confuso brexit, y Alemania ve prosperar a la extrema derecha, mientras los partidos de centro y conservadores pierden posiciones y Angela Merkel deja la presidencia de la Unión Demócrata Cristiana. Los Países Bajos lideran ahora a los descontentos del Norte, en remplazo del Reino Unido (la nueva Liga Hanseática), Francia se halla en crisis política por la revuelta de los «chalecos amarillos» iniciada por el aumento del impuesto sobre los carburantes, y el Grupo de Visegrado, con un nacionalismo reacio a la integración, impugna el sistema de gobernanza de la Unión Europea, liberal y democrático. La Unión Europea se enfrenta al crecimiento del nacionalismo populista, el cual, asesorado por Steve Bannon, exjefe de campaña de Donald Trump, intenta repetir para las elecciones del Parlamento Europeo de mayo de 2019 el movimiento populista que le dio la victoria a Trump.

FAL-Ángel Boligán

Así, en este número de Foreign Affairs Latinoamérica se analizan los cambios que pueden producirse en México con la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). También nos ocupamos de la perspectiva internacional de Brasil con su nueva presidencia. De los artículos incluidos se saca la conclusión de que Brasil se encamina hacia una política exterior fuerte, alineada con Estados Unidos y contraria al multilateralismo, como reacción a las políticas internacionales de los gobiernos de los petistas, mientras México intenta convivir con Estados Unidos sin perder cierto interés en diversificar las relaciones económicas internacionales, aunque más centrado en las políticas internas.

La primera contribución es una entrevista de Rafael Fernández de Castro a Luis Videgaray Caso, a quien como Canciller del gobierno de Enrique Peña Nieto le correspondió encabezar las negociaciones del T-MEC, en un entorno complicado de ataques de Trump a México y amenazas de obligarlo a pagar un muro fronterizo, de realizar deportaciones y de poner fin al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En 2 años, México encauzó la renegociación del TLCAN con Videgaray y el Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, y, a partir del triunfo de López Obrador, con Jesús Seade, delegado por el nuevo Presidente al equipo negociador mexicano. Desde ese momento, presentaron un frente único a Canadá y a Estados Unidos, y es muy interesante ver el papel que Videgaray atribuye a cada participante. Es una anatomía precisa del proceso negociador entre Canadá, Estados Unidos y México.

Salvador Behar Lavalle, que formó parte del equipo negociador mexicano del TLCAN, compara la negociación de ambos tratados y destaca las diferencias en los contextos políticos de cada momento. En agosto de 2017, cuando se inició la primera ronda de conversaciones, en Estados Unidos se partía de un contexto político marcado por la posición de Trump sobre el déficit comercial y la necesidad de recuperar empleos manufactureros en su territorio, y en medio de las presiones para cancelar las inversiones de la industria automotriz de Estados Unidos en México. Para Canadá, era la oportunidad de insertar la agenda progresista del primer ministro Justin Trudeau, quien logró que se incluyeran temas prioritarios, como medio ambiente, energía, movilidad de negocios y pequeñas y medianas empresas. También la posición de los líderes negociadores de Estados Unidos cambió entre 1993 y 2017: en los tiempos del TLCAN estaban más a favor del libre comercio, mientras que con el T-MEC son más proteccionistas. También para México fue diferente, por las experiencias ganadas en la negociación de otros tratados y por la transparencia y la velocidad de las comunicaciones mediante las nuevas tecnologías, con las que se llegó rápidamente a un acuerdo, a pesar de las propuestas divergentes de los socios del Norte.

Jean Daudelin y Meredith Lilly ofrecen una versión canadiense de las negociaciones con Estados Unidos, en el contexto de los ataques de Trump al TLCAN. El resultado es que, aunque parecería que el nuevo acuerdo tiene pocos cambios y pocos costos políticos y económicos de corto plazo, puede que a la larga no sea así. Las presiones que resintió Canadá cuando Estados Unidos y México llegaron a un pacto bilateral la llevaron a conformarse con unos objetivos más modestos, en lugar de la consigna inicial de alcanzar un tratado más moderno y progresista. Además, salió afectado el sector agrícola, que buscará que el gobierno lo compense. Aunque se evitó el desastre y el Tratado todavía se parece sustancialmente al viejo TLCAN, lo peor es que una normatividad más compleja y estricta hace que desde la perspectiva del acceso al mercado sea más seguro producir en Estados Unidos, lo cual acabará perjudicando la integración y las cadenas de valor.

Ricardo Aranda Girard enfoca el análisis del T-MEC desde la perspectiva de los acuerdos paralelos del TLCAN, tales como las reglas laborales y medioambientales, que son tratados internacionales cuya existencia no dependía estrictamente de la suerte del TLCAN. Cuando se ratifique el T-MEC, los acuerdos paralelos, como el Acuerdo de Cooperación Laboral para América del Norte y el Acuerdo de Cooperación Ambiental de América del Norte, serán sustituidos por los capítulos correspondientes del nuevo Tratado.

Adolfo Alberto Laborde Carranco y Marcela Maldonado Bodart explican las posibilidades de la relación comercial de México con China, por la necesidad del país de diversificar sus relaciones comerciales, a pesar de la cláusula del T-MEC que obliga a los miembros a invocar excepciones y notificar a los otros socios 3 meses antes de iniciar negociaciones con un Estado sin economía de mercado. Los autores sugieren un acuerdo de asociación económica con China como el que México ya tiene con Japón.

Reuters-Pilar Olivares

En cuanto a Brasil y la nueva presidencia de Jair Bolsonaro, Hernán Gómez Bruera ofrece una cruda biografía del nuevo Presidente brasileño que se presenta como neoliberal en lo económico y autoritario en lo político, al grado de que hay quienes perciben un renacimiento de la extrema derecha. Bolsonaro se ubica en la derecha populista radical y su discurso tiene muchos elementos en común con el fascismo. El fenómeno social que le otorgó la mayoría por encima de su opositor de centroizquierda, Fernando Haddad, está muy relacionado con la corrupción de la clase política brasileña. Bolsonaro obtuvo más votos en los municipios con alto índice de desarrollo humano. Es paradójico que buena parte del electorado de Bolsonaro pertenezca a las incipientes clases medias, que antes de los gobiernos de los petistas vivían en la pobreza. Según el autor, las élites económicas y políticas de Brasil fueron las que impulsaron el triunfo
de Bolsonaro, y no se trató de una decisión entre derecha o izquierda ni a favor o en contra del mercado, sino entre libertad y democracia o autoritarismo y barbarie. Por su parte, Esteban Actis se ocupa de la percepción bolsonarista de las relaciones internacionales. El autor repasa los altibajos de las relaciones internacionales desde 1995 y explica que en 2003, en la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva, se dieron las condiciones para que Brasil se convirtiera en un actor internacional con una política exterior «activa y altiva», a la que luego renunció Michel Temer. Con Bolsonaro, la política exterior vuelve a tener pretensiones de acumulación de poder y se suma a los liderazgos vigorosos que marcan el pulso de la política exterior de sus Estados, como Trump, Xi Jinping, Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan, Rodrigo Duterte y otros. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno brasileño muestra un alineamiento explícito con Estados Unidos y un rechazo del multilateralismo.

FAL-Dario Castillejos

En Diálogo Ñ se contrasta el estado de las relaciones entre la Unión Europea y Latinoamérica ante la evolución del interregionalismo. Sebastián Santander explica las razones del distanciamiento entre ambas regiones en los últimos 15 años y los incentivos actuales para fortalecer esas relaciones, como la difusión mundial del poder y la política de Trump, el reflujo del proteccionismo y el interés de Europa por el subcontinente. La nueva relación de China con Latinoamérica preocupa a Europa, pero también a algunos de los gobiernos regionales que quieren reanudar lazos con los europeos para compensar la creciente dependencia de China. Pedro Caldentey del Pozo explora la crisis del regionalismo latinoamericano, con su alternancia entre fases de apogeo que duran de 5 a 10 años, seguidas por la mengua del interés, por el olvido y la inercia. Cinco factores determinan estos ciclos: el presidencialismo, la voluntad política y la gestión de los intereses, las ideologías, la regionalidad y la insuficiente dependencia de las zonas que pasan por procesos de integración. Es importante que las relaciones con la Unión Europea se libren del esquema cíclico del regionalismo latinoamericano.

En el apartado Mundo, Juan José Gómez Camacho presenta la génesis del acuerdo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de julio de 2018, firmado por 190 gobiernos y con amplia participación de la sociedad civil: el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular (adoptado formalmente en Marrakech el 10 de diciembre de 2018), un tema que interesa mucho a México y que el autor, como Representante Permanente de México ante la ONU, conoce de primera mano. El Pacto Mundial para la Migración es un nuevo enfoque que sienta las bases para establecer normas participativas por medio de acciones prácticas y viables. El objetivo es que sea un documento integral que dé coherencia a las políticas públicas que afectan a los migrantes y a las comunidades en los países de origen, tránsito, destino y retorno.

Reuters-Kim Kyung-Hoon

Agustín García-López y Noel González explican cómo aplica México la gobernanza de la cooperación internacional para adaptarse a los nuevos enfoques; asimismo, destacan la cooperación Sur-Sur como un medio para impulsar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y revisan la tarea que lleva a cabo la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

Por su parte, Jorge A. Schiavon y Bruno Figueroa abordan un tema de gran actualidad: la paradoja de las limitadas capacidades diplomáticas de México, en un momento en el que el país asume compromisos importantes que re-quieren recursos financieros para nuevas iniciativas multilaterales; esto muestra la incapacidad de México para ejercer un poder acorde con su tamaño y su peso en el sistema internacional. México, con ochenta embajadas en 2018, ocupa el lugar veintiocho (el mismo que Grecia), muy lejos de su decimoquinto lugar como economía del mundo. Los recursos dirigidos a la política exterior y la promoción internacional son una buena inversión, no un gasto.

Alejandro Moreno analiza el éxito de la estrategia de comunicación de López Obrador. Contrariamente a lo que prescribe la teoría política, no necesitó moderar su discurso durante la campaña electoral para dirigirse al «votante mediano»: en las elecciones presidenciales de 2018 no fue necesario, porque las circunstancias han cambiado. El rechazo a las políticas denominadas «neoliberales» y al periodo que el político ha definido como «neoliberal y neoporfirista», de 1982 hasta su elección en 2018, refleja un encuadre discursivo muy útil para comprender tanto su visión histórica como sus intenciones de llevar a cabo una «Cuarta Transformación» del país. Las consultas, más que un método para conocer la opinión de la gente, han sido un recurso para movilizar el sentimiento popular. El estilo de comunicación de López Obrador es el de un político en campaña permanente. En su discurso a veces pesan más los símbolos y las emociones que los hechos y las razones. Su gobierno tendrá que llegar a un equilibro.

Randall Schweller defiende la política exterior de Trump. La metodología transaccional que Trump aplica a las relaciones exteriores muestra que Estados Unidos está menos interesado en cultivar sus relaciones de largo plazo que en alcanzar ganancias inmediatas. Trump ha enviado el mensaje de que ahora Washington velará por sus propios intereses, estrictamente definidos, y no por los de la denominada comunidad internacional, incluso a expensas de sus aliados de toda la vida. No sorprende que tantos estadounidenses acabaran por cuestionar la omnipresente estrategia de su país (ser el policía del mundo) y votaran por el candidato que prometió poner a Estados Unidos en primer lugar.

Reuters-Ludovic Marin

En esta dilatada competencia internacional, Adam Segal presenta el interés de China por levantar un sistema de defensa cibernética impenetrable, para adjudicarse una voz con mayor peso en la gobernanza de internet, lanzar más empresas de clase mundial y asumir el liderazgo en las tecnologías avanzadas. Así, internet será menos universal y menos abierto, pues en gran parte utilizará aplicaciones chinas con componentes chinos, y Beijing cosechará los beneficios económicos, diplomáticos, de inteligencia y de seguridad nacional que antes eran para los estadounidenses. En el futuro, el ciberespacio será mucho menos estadounidense y mucho más chino. Si con esto se incrementa el control sobre la red, el cambio no será bueno, y Estados Unidos deberá defender el modelo horizontal de gobernanza de internet.

Helen Dixon también aborda el tema de internet desde la perspectiva europea y el interés de las personas en las bases de datos. Para enfrentar el reto de preservar la privacidad y el derecho de las personas a la protección de los datos, en 2018 la Unión Europea publicó el Reglamento General de Protección de Datos (RGDP). Sin embargo, hay muchos problemas, como el que la nueva ley no define claramente qué se considera un dato personal. Además, el ritmo acelerado de la tecnología y los cambios incluso en el sentido mismo del «consentimiento» y la «privacidad», hacen muy difícil que las leyes y los organismos reguladores les sigan el paso al progreso tecnológico y a la evolución de las normas sociales de uso de la tecnología.

Viktor Mayer-Schönberger y Thomas Ramge plantean el problema del control de las grandes empresas tecnológicas, las «superestrellas digitales», que acaparan una importante cuota de mercado que les reporta enormes ganancias. Lo que es nuevo en estas empresas no es su dominio del mercado, sino que en sí son mercados, aunque no como los tradicionales, sino mercados con una gran abundancia de datos que se aprovechan para fortalecer sus transacciones. Para las empresas, la información que acumulan sobre las preferencias de los consumidores es más importante que los precios. El peligro está en que, conforme los mercados de datos remplazan a los convencionales, la competencia se esfuma. Una delgada línea separa al mercado del abuso de poder. El control central de datos significa que las fallas en el sistema pueden repercutir no solo en un consumidor, sino en todos los participantes del mercado. La solución no está en dividir las empresas, como se hizo en el pasado, sino en estipular que los datos se compartan progresivamente.

Para terminar esta Carta, no podemos dejar de mencionar a la caravana de los migrantes centroamericanos que en octubre de 2018 salió de San Pedro Sula, Honduras, y que se ha engrosado con sucesivas caravanas que han partido de Honduras y El Salvador. Es un tema de gran impacto en la región, que afecta a Estados Unidos y México, y que tendrá consecuencias en las políticas del gobierno mexicano, tanto en su relación con Estados Unidos como en su frontera sur. El éxodo de quienes huyen de la pobreza, la violencia y la inseguridad de sus países de origen acabará siendo una diáspora de gente en busca asilo, ya sea en México, en Estados Unidos o en donde los reciban. Estos emigrantes se han organizado en forma de nutridas caravanas para hacer frente a los riesgos y costos de aventurarse de manera individual. Es otro fenómeno colectivo que aprovecha la eficacia de las redes sociales. México, entre Centroamérica y Estados Unidos, debe impulsar políticas internas y promover iniciativas regionales. En este asunto no se puede hacer caso omiso.

JORDI BACARIA COLOM es Director de Foreign Affairs Latinoamérica. Sígalo en Twitter en @bacaria_jordi.

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