Seguridad en salud

5 marzo, 2020 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 3726

Protocolos de emergencia ante las pandemias

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Diego Jiménez Álvarez

Marzo 2020

El 24 de febrero de 2020, Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pidió al mundo prepararse para enfrentar una nueva pandemia. Al seguir en los medios de comunicación la noticia de la propagación internacional del nuevo coronavirus (Covid-19), sin duda surge la pregunta del millón: ¿cuándo llegará a mi país?

El 3 de marzo de 2020, la OMS reportó 88 948 casos de infección del virus Covid-19 en humanos a nivel mundial. Además, informó que habían fallecido 3043 pacientes, es decir, el 3.42%. Del total de los casos, el 90% se habían presentado en China, con un reporte de 80 174 casos de infección y 2915 defunciones. El otro 10%, es decir, 8774 casos, se habían presentado en el resto del mundo, con 128 defunciones: 54 en Irán; 35 en Italia; 22 en Corea; 12 en Japón; 2 en Francia; 1 en Tailandia; 1 en Australia y 1 en Filipinas.

 El Director General de la OMS argumentó que en estos momentos es fútil catalogar la etiología como pandemia, no porque el virus no represente un riesgo, sino que, en realidad, no tiene un impacto cualitativo o sustantivo en la forma de atenderlo. Desde el 28 de febrero de 2019 se le consideró como un virus de riesgo muy alto de propagación y, desde el 30 de enero, como emergencia de salud pública de importancia internacional, condición que pretende alertar a las autoridades sanitarias de los países de la existencia de un riesgo para la salud pública e, incluso, destacar la necesidad de llevar a cabo una respuesta coordinada internacional, la cual se materializó desde el 3 de febrero con el Plan Estratégico de Preparación y Respuesta (PEPR).

El PEPR es un esfuerzo de la comunidad internacional por dotar con 675 millones de dólares a la OMS para llevar acciones temporales encaminadas a detener la transmisión y mitigar el brote del Covid-19. Para lograrlo, además de los controles nacionales considerados en el Reglamento Sanitario Internacional, se definieron tres importantes estrategias. La primera es la coordinación de acciones internacionales mediante equipos de gestión que operan a nivel nacional, regional e internacional, con la finalidad de mantener una constante comunicación y acción entre los actores relevantes a nivel geográfico.

La segunda es ampliar la capacidad de preparación y respuesta de los países, en particular aquellos con sistemas de salud endebles, con el afán de identificar y diagnosticar rápidamente al virus, así como mantener un seguimiento de los casos que se presentaron. Además, se busca compartir dicha información con la OMS y fortalecer los sistemas de vigilancia de enfermedades respiratorias, entre otras cosas más, como controlar entornos sanitarios, prevenir a la población e incorporar medidas sanitarias en la logística internacional. En este sentido, al publicarse el informe, de los 194 miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y de un nivel en donde 1 representa un deficiente nivel de preparación y 5 el máximo nivel de preparación, se detectaron 41 países miembros en el nivel 5; 65 en el nivel 4; 54 en el nivel 3; 32 en el nivel 2, y 2 en el nivel 1.

La denominación del Covid-19 como pandemia, reproduciría más pánico del por sí ya visto.

La tercera estrategia consiste en acelerar la investigación e innovación por medio de la coordinación de la academia, la industria, los gobiernos, la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales, con el objetivo de contar con información prioritaria del virus. El Mecanismo Global de Coordinación, por medio de su plan de investigación y desarrollo, hacen posible el intercambio de información relativa a vacunas potenciales, además de homogeneizar estándares en materia de investigación y en protocolos de almacenamiento, transportación e intercambio de los especímenes biológicos para las respectivas pruebas.

Por otra parte, la denominación del Covid-19 como pandemia, reproduciría más pánico del por sí ya visto, por ejemplo, en las calles de Japón, donde sus ciudadanos llegan a enfrentarse por adquirir cubrebocas, el desabasto de insumos en los supermercados en Italia o la cancelación del famoso carnaval de Venecia. Además, los gobiernos se verían tentados a tomar medidas draconianas para evitar la propagación del virus, como toques de queda y líneas de cuarentena. Además, provocaría daños económicos por el cierre de las fronteras, por la paralización del comercio internacional, el ausentismo laboral y educativo, y por otras acciones indirectas, como la caída de las bolsas de valores y desafortunados eventos de xenofobia al estereotipar a un ciudadano del país donde la enfermedad brotó.

De acuerdo a Ghebreyesus, la pandemia hace referencia a un estado de contagio biológico desenfrenado en donde la pérdida del control es evidente, situación a la que aún estamos lejos de llegar gracias a la posibilidad de contenerlo. En ese sentido, Israel anunció, por medio de su Instituto de Investigación Galilea, que el desarrollo de una vacuna, variable de la actual vacuna contra el virus de la bronquitis infecciosa del coronavirus aviar, ha sido probada con éxito en aves. Sin embargo, aún deberá someterse a un proceso que tardará al menos 3 meses para que pueda ser utilizada en seres humanos.

Las pandemias

La OMS considera que se trata de una pandemia cuando hay una propagación mundial de una nueva enfermedad y la población carece de inmunidad contra ella, además de que no hay vacunas o medicamentos para hacerle frente. Además, hay que descartar que puede llegar a tratarse de un caso apocalíptico de conspiración, como los plasmados en las novelas distópicas. Incluso, histórica y científicamente, se ha comprobado que ha sido el virus de influenza tipo A el causante de la gran mayoría de las pandemias modernas, debido a su facilidad tanto de mutación como de transmisión entre especies.

Por ejemplo, la pandemia de gripe de 1918, de acuerdo a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, se originó en el marco de la Primera Guerra Mundial debido a las condiciones insalubres y los espacios reducidos. Por su parte, la mal llamada gripa española (por haber sido un país neutral en la guerra y haber reportado las noticias de la enfermedad), contagió aproximadamente a un tercio de la población mundial, es decir, alrededor de 500 millones de personas, de las cuales 50 millones fueron diezmadas. Otro ejemplo es la pandemia de influenza de 1957, ocasionada por el virus AH2N2, que apareció en el este de Asia y diezmó alrededor de 1.1 millones de personas a nivel mundial. Por otra parte, la pandemia de influenza de 1968, fue ocasionada por el virus H3N2 y ocasionó la muerte de 1 millón de personas a nivel mundial. Y, por último, la bien conocida influenza del virus H1N1 que hasta 2010, según reportes de la OMS, estaba presente en más de 214 países y dejó un saldo de 18 449 muertes. Este virus tuvo tal impacto que la OMS lo declaró como la primera pandemia de gripe del siglo XXI.

En virtud del riesgo que representa una pandemia, la OMS cuenta con un interesante mecanismo de monitoreo de la evolución del virus o de la enfermedad, el cual está contenido en el documento “La gestión de riesgos ante una pandemia de gripe” de 2017. Dicho mecanismo comprende una serie de fases que permite crear “una panorámica general de desenvolvimiento de la situación en el mundo entero”. Esto sirve como una hoja de ruta para que los países observen en qué estado se encuentra la enfermedad y así determinen qué planes de respuesta deben aplicar con base en sus respectivas leyes o protocolos de emergencia.

El mecanismo consta de cuatro fases. La primera es la fase interpandémica, periodo en el que no se detectan subtipos de virus de la gripe en personas, pero sí en animales. Aquí la OMS recomienda aumentar la capacidad nacional para gestionar los riesgos ante una posible emergencia.

La segunda fase es la de alerta, en la que se ha detectado un nuevo subtipo de virus en seres humanos, por lo que se incrementa la vigilancia y se realizan evaluaciones constantes de monitoreo a nivel local, nacional y mundial para confirmar si el virus se ha convertido o no en una cepa pandémica. Si se detecta que no, continúa la fase interpandémica. La OMS brinda asesoría a cada Estado miembro y sugiere, entre otras cosas, realizar una evaluación del riesgo mundial y que las autoridades de cada país desplieguen reservas antivirales e intensifiquen acciones nacionales.

La tercera fase es la pandémica, en la que el nuevo subtipo de virus se ha propagado de humano a humano y a escala mundial. En esta etapa la OMS proporciona apoyo continuo a los Estados miembros afectados. En conformidad con la evaluación de riesgos, se puede declarar a la etiología como pandemia y la respuesta de la comunidad internacional deberá responder al grado de evaluación de riesgo.

Y, por último, la cuarta fase es la de transición. En este periodo, el riesgo mundial se reduce, al tiempo que la comunidad internacional deberá reducir las medidas de respuesta y gravitar hacia las medidas de recuperación.

El caso mexicano

De acuerdo con el Comunicado Técnico Diario del Nuevo Coronavirus en el Mundo de la Secretaría de Salud (SSA) de México, hasta el 2 de marzo de 2020 se habían confirmado cinco casos de Covid-19 en el país. El primero y, por ende, el más importante, fue detectado el 27 de febrero en Ciudad de México. Días después se confirmaron cuatro casos más: uno más en la capital del país, y el resto en Sinaloa, Coahuila y Chiapas. Sin embargo, entidades federativas del norte de México, como Tamaulipas, se encontraban en alerta por los brotes del virus en Texas, Estados Unidos, y es que, gracias a los 54 cruces fronterizos distribuidos a lo largo de los 3125 kilómetros de frontera entre Estados Unidos y México, la hacen una de las fronteras más dinámicas en el mundo al contabilizar alrededor de un millón de cruces diarios, aunado a la ingente cantidad de productos que entran y salen de ambos países. A nivel regional, esto significa que, junto con Brasil, el virus Covid-19 se encuentra presente en las dos economías con mayor interconexión mundial de Latinoamérica y, debido a la estrecha interdependencia social y económica entre Estados Unidos y México, se hace más factible el riesgo de exportación e importación del patógeno.

Por otra parte, hablar de pandemia en México reverbera un difícil episodio en la historia reciente del país que dejó 1244 muertes confirmadas, debido a que, en 2009, junto con Estados Unidos, fue el primer país en reportar casos de contagio humano de la influenza porcina o del virus H1N1. Ante la presencia del virus en territorio nacional, el gobierno implementó importantes medidas, que comprendieron desde acciones de higiene personal y limitación del contacto físico con otras personas, hasta la contención de personas infectadas, la instalación de filtros de detección en aeropuertos y centrales de autobuses, la suspensión de actividades educativas y laborales no esenciales, la compra de antivirales y antibióticos para las instituciones del Sistema Nacional de Salud (SNS). Además, se recibieron 205 millones de dólares por parte del Banco Mundial, de los cuales 25.6 millones de dólares fueron para la compra de medicamentos, equipo e insumos, y los 180 millones de dólares restantes se utilizaron para financiar los rubros epidemiológicos, regulatorios, operativos e institucionales de la estrategia de combate del H1N1. A pesar de lo anterior, el pánico se apoderó de los mexicanos, quienes realizaron compras masivas de víveres e insumos médicos.

Además, a nivel internacional, México fue objeto de aislamiento y nuestros connacionales recibieron tratos discriminatorios. En el primer caso, diversos congresos o convenciones que tendrían lugar en el país, principalmente el entonces Distrito Federal, fueron cancelados; las exportaciones ―esencialmente la de carne de puerco―, junto con el turismo, reflejado en la tasa de ocupación hotelera, decayó. Algunos países emitieron alertas de viaje para evitar que sus connacionales viajaran a México; otros, cancelaron o limitaron las operaciones aéreas de sus aerolíneas con destino a nuestro país. El peso mexicano se depreció con respecto al dólar estadounidense, al tiempo que la Bolsa Mexicana de Valores perdió varios puntos porcentuales, y, en casos muy contados, se impuso un visado especial como medida de control para el ingreso de mexicanos a ciertos países.

Debido a la estrecha interdependencia social y económica entre Estados Unidos y México, se hace más factible el riesgo de exportación e importación del patógeno.

Además, los mexicanos que se encontraban en otros países fueron objeto de rechazo, discriminación y xenofobia, al ser sujetos de aislamiento sanitario y acoso por parte de las autoridades de ciertos países, principalmente asiáticos, ante la sospecha de ser portadores del virus. Fue tal la psicosis del mundo que el virus H1N1, al ser México el primer país que lo reportó se consideró como The Mexican Flu. De ahí que México desplegó una intensa actividad diplomática para salvaguardar los intereses de los mexicanos en el extranjero. Esto significó una gran capacidad de negociación con las autoridades gubernamentales por parte de los miembros del Servicio Exterior Mexicano desplegados en nuestras embajadas para repatriar a los mexicanos, sin contar los esfuerzos de vigilancia que se llevaron a cabo para garantizar que los derechos de los connacionales fueran respetados. Por otra parte, se buscó eliminar ideas y prejuicios que solamente dañaron nuestra imagen, al grado que, ante la Asamblea General de la ONU, el embajador Juan Manuel Gómez Robledo, entonces Subsecretario para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la Cancillería mexicana, protestó por el aislamiento y las actitudes injustificadas como xenofobia, rechazo e intolerancia que sufrió tanto el país como sus nacionales.

En virtud del riesgo que presenta el Covid-19 y la experiencia del virus H1N1, es indispensable conocer que México cuenta, desde 2003, con el Comité Nacional para la Seguridad en Salud (CNSS), instancia que vela por las políticas, estrategias y acciones en materia de seguridad en salud implementadas por las instituciones del SNS con el objetivo de atender ipso facto emergencias que derivan de desastres naturales, bioterrorismo, emergencias hospitalarias, brotes de enfermedades infecciosas y brotes de exposición de otros agentes. Dicho Comité se encuentra conformado por altos funcionarios de la SSA, de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, de la Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad, del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, los servicios de Sanidad Naval de la Secretaría de Marina y Sanidad Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional, como del Instituto Mexicano del Seguro Social, del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, médicos de Petróleos Mexicanos, del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia y otras instituciones más.

Además, México diseñó el Plan Nacional para la Preparación y Respuesta ante la Intensificación de la Influenza Estacional ante una Pandemia de Influenza, documento elaborado por el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades de la SSA que, además de estar en constante actualización, funciona paralelamente a las reglas de la OMS y sus respectivas fases. Sin embargo, será el CNSS quien emitirá las declaraciones a nivel nacional de las respectivas fases. Asimismo, por medio del SAS se pretende coordinar las acciones de las autoridades sanitarias para informar a la sociedad el estado de emergencia y las medidas generales que se toman, en concordancia a las fases de la OMS.

La SAS presenta cinco alertas sanitarias. La primera es catalogada como sin riesgo, en donde no existe emergencia sanitaria alguna, por lo que continúan operando medidas básicas de salud e higiene, al tiempo que las autoridades elaboran un plan de preparación y respuesta para coordinar sus acciones ante una emergencia. La segunda califica como de riesgo medio. En esta etapa se emite una alerta sanitaria que activa el plan de preparación y respuesta; paralelamente, se refuerzan medidas de higiene a nivel nacional y para todos los sectores. La tercera alerta es considerada como de riesgo elevado, por lo que se instrumentan medidas de distanciamiento social que incluyen la restricción de actividades en grupo, educación básica y se inician las actividades de respuesta y mitigación del respectivo plan. En la cuarta, conocida como alerta, se restringen actividades económicas, educativas y sociales, al tiempo que se habilita una red de comunicación constante para mantener informada a la población. Y, la última, la etapa de pandemia, se declara cuarentena y se suspenden actividades económicas no esenciales, pero se mantienen en mínimas las actividades necesarias para sectores críticos como luz, teléfono, agua, alimentos y medicinas; se restringe el transporte, y aumentan, en toda su capacidad, los servicios de emergencia como protección civil, seguridad y salud.

Es indispensable que la ciudadanía, por un lado, dé cabal seguimiento a los medios de comunicación internacional y nacional para conocer la evolución del virus, pero también del funcionamiento en emergencias de la OMS, para no ser víctima de pánico.

DIEGO JIMÉNEZ ÁLVAREZ es analista internacional y miembro del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Sígalo en Twitter en @decnja.

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2 Responses to Seguridad en salud

  1. bernardogarciaguevara dice:

    Excelente descripción del problema de salud pública mundial Covid-19. Sin duda, un reto de alto impacto para demostrar eficacia preventiva de los actuales sistemas de salud. Las posibles secuelas económicas de trascendencia global demandarán el desarrollo de nuevos modelos de salud.

  2. Aida Perez dice:

    Muchas gracias por su artículo, contiene valiosa información de manera clara y efectiva. Es importante en estos momentos de gran incertidumbre.

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