Nuestra pandemia, nuestro planeta

4 marzo, 2021 • Artículos, Asuntos globales, FEG Anáhuac, Portada • Vistas: 1704

Aporrea

Pablo David Bejarano Torrecillas

Marzo 2021

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

El fenómeno basado en el aumento continuo de la interconexión entre los diferentes países en el plano económico, político, social y tecnológico, mejor conocido como globalización, con el tiempo, nos ha venido a demostrar que tiene consecuencias positivas. Por ejemplo, en el ámbito económico se produjo el incremento del intercambio económico y comercial entre los países. En la rama de tecnología se generó un aumento en el intercambio de tecnologías entre los distintos Estados, así como la aceleración productiva-científica. En la rama cultural, aunque evidente, ha favorecido a la multiculturalidad, mientras que en el medio ambiente, de cierta manera, se ha favorecido por medio del turismo.

También, como todo fenómeno, presenta consecuencias un tanto negativas, en los mismos ámbitos anteriormente mencionados. En el ámbito económico, aunado a las prácticas intervencionistas, nos encontramos con un aumento significativo en la brecha desigualitaria y de desempleo. En el ámbito tecnológico, si bien no de manera contundente y fatalista, la tecnología ha desplazado a la mano de obra no calificada y aumentado la desigualdad ocasionada por la falta de acceso a la tecnología en ciertos grupos sociales. Por parte de la cultura se presenta el fenómeno de la transculturación; es decir, la asimilación de una cultura por otra, resultando en una nueva identidad cultural que deja de lado la identidad cultural anterior. Finalmente, en la parte medioambiental, la globalización ha ocasionado daños irreversibles al planeta por la sobreproducción y la explotación, al menos para nuestra generación. De ahí que sea fundamental analizar la relación innegable del medio ambiente con los problemas de salud pública, concretamente el covid-19.

Una lucha conjunta

Se podría pensar que el medio ambiente no tiene absolutamente nada que ver con la salud pública, y viceversa. Sin embargo, el tema es algo que se ha venido insinuando desde tiempo atrás y no le hemos prestado la suficiente atención. Tomando en cuenta lo anterior, fue que el propio Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, al inaugurar Asamblea General de 2020, reafirmó la importancia del buen manejo multilateral de la pandemia, mientras que, por otro lado, María Neira, Directora de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud (OMS), afirmó en las Jornadas Iberoamericanas sobre Coronavirus y Salud Pública en 2020, que “era cuestión de tiempo, porque los elementos del cóctel estaban servidos, hemos tenido una relación pésima con el medio ambiente, con los ecosistemas, con las deforestaciones tan agresivas que tienen muchísimo que ver para que se hayan cambiado las condiciones de vida”, para posteriormente aseverar que la llegada de las últimas pandemias, como “el sida, el ébola y el zika, procedieron de  un salto de la salud animal a la salud humana. El huésped siempre es el mismo y siempre en condiciones ambientales de estrés, con deforestación y prácticas agrícolas muy intensivas, grandes errores en no preservar la biodiversidad, así como la comercialización de especie de animales salvajes sin protección en su traslado, ha contribuido a un amento de enfermedades infecciosas”.

¿Cómo se manifiestan? Las condiciones medioambientales relacionadas con la deforestación, de acuerdo con los datos presentados por la ONU, son los bosques la principal fuente para combatir el cambio climático, ya que estos hacen las funciones de sumideros de carbono y absorben aproximadamente 2000 millones de toneladas de dióxido de carbono al año; es decir, de acuerdo con Liu Zhemin, Jefe del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la Organización, son “estos ecosistemas terrestres ya han eliminado de la atmósfera casi un tercio de las emisiones de dióxido de carbono producidas por el hombre”, por lo que de continuar con la deforestación excesiva, aunado a la emisión carente de responsabilidad sin apego a los acuerdos internacionales adscritos, no solo no reduciría los 7 millones de muertes prematuras declaradas por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), consecuencia de la contaminación atmosférica, sino que favorecería al debilitamiento de la salud de las personas y favoreciendo con ello el aumento de enfermedades infecciosas.

El problema ignorado

El problema de la relación del medio ambiental con la salud de los humanos no es algo nuevo, pues se ha venido estudiando y se ha decidido ignorar para beneficiar el bolsillo. En su publicación de hace 5 años, Neira afirmó que nuestras vidas dependen de la salud del planeta. “Cuando dañamos la tierra, dañamos nuestra propia salud, los seres humanos somos tan susceptibles como cualquier especie. […] Muchos de los retos sanitarios mundiales que afrontamos en la actualidad, incluidas las enfermedades infecciosas, la malnutrición y las enfermedades no transmisibles, están vinculados al deterioro de la biodiversidad y los ecosistemas.”

La pérdida de biodiversidad actúa como catalizador para la expansión de virus y de enfermedades infecciosas. En otras palabras, entre más matemos a aquellos que nos protegen de enfermedades infecciosas, mayor será nuestra vulnerabilidad a la contracción de nuevos virus. De acuerdo con un informe presentado ante la ONU por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), hay entre 540 000 y 850 000 virus desconocidos en la naturaleza que podrían infectar a las personas; es decir, tenemos entre 540 000 y 850 000 nuevas posibilidades de contraer una infección.

La pérdida de biodiversidad actúa como catalizador para la expansión de virus y de enfermedades infecciosas.

La realidad científica expresada por distintos órganos internacionales apunta hacia un solo lado: las pandemias en el futuro surgirán con más frecuencia, se propagarán más rápidamente; en consecuencia, tendrán un mayor impacto en la economía mundial y podrán provocar más muertes de las que actualmente estamos presenciando con el covid-19. Es por ello que, de acuerdo con un nuevo informe elaborado por veintidós expertos a manos de la IPBES, se decanta por un cambio transformador en nuestro enfoque global para hacer frente a las enfermedades infecciosas para pasar de la reacción a la prevención.

El origen de la pandemia actual que tiene su inicio en la transportación de microbios por animales. Como todas las demás, su aparición ha sido impulsada por actividades humanas. De acuerdo con el mismo informe, se estima que otros 1.7 millones de virus actualmente “no descubiertos” existen en mamíferos y aves, de los cuales, como se mencionó anteriormente, 850 000 podrían tener la capacidad de infectar a humanos.

Por su parte, Peter Daszark, Presidente de EcoHealth Alliance, afirma que “no hay gran misterio sobre la causa de la pandemia de covid-19. Las actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad también generan riesgos en la pandemia debido a los impactos en el medio ambiente, […] cambios en la forma que usamos el suelo, la expansión e intensificación de la agricultura y el comercio, la producción y el consumo insostenibles perturban la naturaleza  y aumentan el contacto entre la vida silvestre, el ganado, los patógenos y las personas”.

Un problema de todos

El problema está presente y no desaparecerá a menos que la comunidad internacional actúe de manera multilateral. Es por ello que, con base en lo anterior, organismos tanto como la OMS, la OPS, la EcoHealth Alliance y, particularmente, la IPBES han elaborado una serie de recomendaciones que, de ser atendidas como opciones de políticas, podrían ayudar a reducir y abordad el riesgo de pandemias. Entre ellas se encuentran la creación de un consejo intergubernamental de alto nivel sobre la prevención de pandemias para ofrecer a los tomadores de decisiones los mejores conocimientos científicos sobre enfermedades emergentes. Además, que los Estados establezcan sus compromisos u objetivos en el marco de un acuerdo o tratado internacional, con claros beneficios para las personas, los animales y el medio ambiente. De igual forma, se deben desarrollar e incorporar evaluaciones sobre el impacto en la salud de los riesgos de enfermedades emergentes y pandémicas en los principales proyectos de desarrollo de uso de suelo. Aunado a ello, hay que promover cambios para reducir los tipos de consumo, expansión agrícola globalizada y comercio que han dado lugar a las pandemias. Por último, se deben reducir los riesgos de enfermedades zoonóticas en el comercio internacional de la vida silvestre.

La pandemia ha resaltado la importancia de la ciencia y el conocimiento para informar las políticas y tomas de decisiones. Los organismos internacionales y las organizaciones, como la IPBES, han puesto de su parte para analizar y proponer. Ahora toca que los tomadores de decisiones actúen en consecuencia y en beneficio del único planeta que tenemos.

PABLO D. BEJARANO TORRECILLAS es licenciado en Relaciones Internacionales, con especialidad en Seguridad y Negocios Internacionales, por la Universidad Anáhuac de México, Campus Norte. Es maestrando en Administración Pública por la misma institución. Sígalo en Twitter en @pablo_bejaranot.

Tags:, , ,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cargando…