Migración: el ciclo sin fin

14 abril, 2021 • Latinoamérica, Norteamérica, Opiniones Oportunas • Vistas: 1624

EL CEO

Carlos Manuel López Portillo Maltos

De la sección Opiniones Oportunas del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

14 de abril de 2021

Si nos adentramos a hacer un análisis histórico a profundidad, el fenómeno migratorio entre Estados Unidos y México siempre ha estado presente. Los últimos 80 años, al menos, con las características que actualmente lo conocemos y con algunos desarrollos importantes en las últimas 2 décadas. Aparece y desaparece, como fantasma translúcido que acecha, dependiendo de la agenda política; sin embargo, eso no significa que no esté ahí, constante, latente, lastimoso e hiriente, cada vez más cruel y complejo, lleno de tétricas historias, aunque algunas muy pocas de éxito, y en un permanente vacío de acción insuficiente.

Por años, ambos países hemos pasado muchos puntos de inflexión. Sin embargo, en la actualidad hay diversas variables que han convergido en el camino y que han hecho de este fenómeno social un enramaje muy complicado. Esta condición implica una urgente aproximación con ideas distintas a las actuales: creativas, de alto nivel y que incluyan a todas las partes involucradas para su posible solución, si somos optimistas, o al menos para su mejor gestión.

Al ciclo migratorio entre Estados Unidos y México se han agregado, con mayor notoriedad en los últimos 20 años, aunque siempre presentes, algunos países centroamericanos, principalmente El Salvador, Guatemala y Honduras, el famoso Triángulo Norte de Centroamérica. Este elemento en la ecuación, aunado a las condiciones socioeconómicas de violencia y de pobreza que rigen tanto en estos países como en México, ha dado como resultado la imperiosa necesidad de buscar mejores condiciones de vida para sus habitantes, viendo en Estados Unidos la mejor alternativa, aunque también México se ha vuelto una segunda opción. Estas mismas condiciones han provocado, incluso, que muchos padres centroamericanos tomen la decisión de sacar a sus hijos de sus países, dadas las amenazas y los riesgos de reclutamiento tan altos por parte del crimen organizado, y apostar sus vidas en un viaje desconocido al norte.

Así pues, por años, el fenómeno migratorio fue cambiando en la región. México, particularmente, se transformó de ser un país eminentemente expulsor de migrantes, a uno de tránsito, destino y retorno. ¡Vaya mezcla! Todo esto dentro de un contexto de violencia irracional. Lo que vemos hoy es simplemente el reflejo de años de flujos, de historias, del inherente empuje de la realidad y la geopolítica que marca y define el destino de muchos. El fantasma reapareció, más grande, más fuerte y más monstruoso.

Desde los años de la migración circular hasta la más reciente etapa de la tasa cero en el gobierno de Barack Obama (se igualaron los flujos de mexicanos que van al norte con los que regresan hacia el sur), pasando por las aberraciones del expresidente Donald Trump, la esencia de esta dinámica no ha cambiado: se migra por necesidad, no por gusto. Esta condición persistente tendrá profundas implicaciones para las sociedades de estos países en los años venideros, tendrá un impacto regional que afectará especialmente a los países centroamericanos, y cambiará la dinámica laboral y económica de Norteamérica.

Lo que vemos hoy es simplemente el reflejo de años de flujos, de historias, del inherente empuje de la realidad y la geopolítica que marca y define el destino de muchos.

Los gobiernos de la zona deberán prepararse para diseñar políticas públicas para adaptarse a esta nueva realidad y, especialmente, atender el proceso con una visión integral y multidimensional. Si, en cambio, esta tendencia es ignorada, puede ser fuente de innumerables injusticias a manos del crimen organizado y contribuir sustancialmente al ya grave problema de seguridad nacional. La responsabilidad es compartida, no solamente de nuestros vecinos.

Lo preocupante es que la propuesta de una política pública integral ha estado ahí, sentada, esperando por mucho tiempo. Siempre se habla de una fuerte inversión de capital en infraestructura y otros rubros, de la creación de oportunidades y empleos bien remunerados, de la mejora en las condiciones de vida, pero la realidad es que no ha pasado mucho, para ser honestos. El desarrollo, la prosperidad y el progreso tiene que suceder en toda la región o simplemente no sucederá; debe de ser una cadena que se conecte y que atienda las profundas raíces del problema. Y se deberá incluir, además, tanto a actores de los sectores público y privado, así como los colectivos de la sociedad civil.

Estados Unidos continuará, como cualquier actor racional y hegemónico, cuidando y protegiendo sus intereses y sus fronteras bajo el argumento de la seguridad nacional, que es totalmente válido para cualquier Estado-nación. Sin embargo, el no dar la importancia debida al fenómeno, le traerá otro tipo de consecuencias, sobre todo por las acciones que están siendo cometidas hacia los migrantes, sobre todo al ser el país que se jacta de ser el protector universal de los derechos humanos y las garantías individuales.

El tema migratorio es el más polarizante en la sociedad estadounidense. Cualquiera que sea el potencial resultado final del trabajo legislativo, el país más altamente afectado por una reforma migratoria integral en Estados Unidos será México. Las modalidades que asuma la ley determinarán si algunos migrantes podrán continuar viviendo en ese país, si podrán aspirar a la ciudadanía, si tendrán condiciones laborales en pie de igualdad, o bien, si serán deportados con o sin autorización para llevar consigo sus bienes y sus ahorros.

Las posibilidades de que el plan migratorio del presidente Joseph R. Biden avance en el Congreso dependerán mucho de las posiciones de los partidos, en especial de las alas más radicales tanto del Partido Republicano como del Partido Demócrata, en un intento de negociar lo innegociable entre ambas partes. No obstante, la presión esencial provendrá de la Casa Blanca y de la convergencia de intereses entre grupos de latinos, líderes religiosos, empresarios agrícolas, organismos laborales, cúpulas empresariales, entre otros. Veremos, pues, si se logra romper, de cierta forma, el ciclo sin fin.

CARLOS MANUEL LÓPEZ PORTILLO MALTOS es asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Sígalo en Twitter en @CharLPMaltos.

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