México regresa al Consejo de Seguridad

6 julio, 2020 • Artículos, Asuntos globales, Portada, SRE • Vistas: 16561

ONU-Kim Haughton

 Juan Ramón de la Fuente y Enrique Ochoa Martínez

Julio 2020

Una colaboración de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México

El 17 de junio de 2020, México fue electo por quinta ocasión para ocupar uno de los dos asientos que corresponden al Grupo de América Latina y el Caribe (Grulac) en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) –el órgano mandatado por la Carta de esa Organización de mantener la paz y la seguridad internacionales– para el periodo 2021-2022. La candidatura de México fue avalada por el Grulac en junio de 2019. Para ello fue necesario el respaldo de los 33 países, sin excepción. Ese paso, que fue determinante, no resultó sencillo. La nuestra es una región que ha experimentado una importante polarización y división política en los últimos años. Un solo país que se opusiera hubiera complicado la elección. Estuvo a punto de ocurrir pero se impusieron el reconocimiento internacional y regional de la política exterior mexicana y la capacidad política de nuestra diplomacia. En esta ocasión, México ingresará al Consejo de Seguridad junto con la India, Irlanda, Kenia y Noruega. Durante el primer año coincidirá también con Estonia, Níger, San Vicente y las Granadinas, Túnez y Vietnam, como miembros no permanentes, además de los cinco miembros permanentes (P5): China, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y Rusia.

Durante sus participaciones previas en el Consejo de Seguridad, México se manifestó en temas tan diversos como la dictadura franquista en España, la descolonización en África, la supuesta presencia de armas de destrucción masiva en Irak, los programas nucleares de Corea del Norte e Irán, e incluso sobre el conflicto árabe-israelí, entre muchos otros. Vale la pena hacer una revisión general, acaso somera, de la agenda con la que se encontrará México el primero de enero de 2021, al iniciar su mandato en dicho órgano. Igualmente, resulta pertinente hacer una valoración de la dinámica actual del Consejo, particularmente entre los P5, así como de las prioridades y las posiciones que nuestro país asumirá.

La agenda del Consejo de Seguridad

La última vez en la que México estuvo sentado en la famosa herradura fue hace 10 años. Desde entonces, el mundo ha experimentado importantes transformaciones. Basta mencionar que la dinámica del Consejo estará ahora marcada por las consecuencias y los retos derivados de la pandemia de covid-19 en todos los conflictos de su agenda, la cual generará una compleja trama de elementos comunes entre situaciones recurrentes y novedosas.

Entre los temas recurrentes se encuentran, por ejemplo, los retos que supone el programa nuclear norcoreano, una situación volátil en la península de Corea y de constantes altibajos en la relación de ese país con Estados Unidos. A esto hay que añadir que, en los últimos años, Corea del Norte ha logrado avances significativos en su capacidad nuclear y balística. Otro asunto no resuelto en materia de no proliferación será el programa nuclear iraní. Si bien es cierto que en 2015 se dio un importante avance diplomático, cuando el Consejo de Seguridad endosó el Plan Integral de Acción Conjunta, el retiro de Estados Unidos de dicho acuerdo implica un reto mayor. Los Estados que siguen siendo parte del mismo, al igual que México, tienen un gran interés en que Irán siga operando dentro de los márgenes convenidos para garantizar la naturaleza pacífica de su programa nuclear.

Por décadas, la situación en el Medio Oriente ha sido un tema constante en la agenda del Consejo de Seguridad. La reciente propuesta del gobierno israelí sobre los territorios de Cisjordania ha sido rechazada por una amplia mayoría, pero el conflicto no deja de representar una amenaza para la paz en la región. El argumento contundente es que la propuesta resulta contraria al Derecho Internacional.

La situación en Afganistán también sigue presente en las discusiones del Consejo. Recientemente se ha formado un nuevo gobierno en ese país, al tiempo que Estados Unidos negoció un acuerdo con el talibán, el cual ahora tendrá que ser objeto de negociaciones con el gobierno afgano. En lo referente a la situación en Myanmar, la crisis humanitaria de la población rohinyá se ha enviado a la consideración tanto de la Corte Internacional de Justicia como de la Corte Penal Internacional.

Además de esos temas, la agenda del Consejo incluye una serie de conflictos derivados de la Primavera Árabe. Estos tienen en común el involucramiento y el enfrentamiento indirecto de varios actores regionales y extrarregionales, incluyendo algunos de los P5. El caso más emblemático es el de Siria, en cuyo territorio coexisten fuerzas armadas sirias, rusas, turcas, estadounidenses e israelíes. De conformidad con cifras de la ONU, se estima que en estos casi 10 años de conflicto armado han perdido la vida alrededor de 400 000 personas.

La premisa con la que México ingresará al Consejo de Seguridad es muy simple: total apego a los principios de política exterior que se encuentran en nuestra Carta Magna.

El enfrentamiento indirecto entre Rusia y Turquía no se limita al conflicto en Siria. También se encuentran en lados opuestos en la guerra de Libia. Yemen es otro conflicto producto de la Primavera Árabe y representa hoy la peor catástrofe humanitaria, afectando a cerca del 80% de la población de ese país, con cerca de diez millones de personas en riesgo de ser víctimas de hambruna. Esta crisis refleja, además, el choque regional que genera las tensiones geopolíticas por las posiciones encontradas de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e Irán.

Pero son los temas africanos los que ocupan más del 50% de la agenda del Consejo de Seguridad. Estos incluyen la situación en la República Democrática del Congo, donde continúan las tensiones en el este del país, y en Somalia, país que permanece dividido con una fuerte presencia del grupo terrorista Al Shabaab, que controla una parte significativa de su territorio.

También han surgido nuevos temas de conflicto en Mali, un país que hasta hace no mucho tiempo era considerado un ejemplo de estabilidad democrática en África Occidental. La situación en ese país se ha deteriorado ante la presencia de grupos terroristas que controlan principalmente en el norte y centro del territorio. Las condiciones en Burkina Faso también se han deteriorado de manera significativa. La precaria seguridad en los países del “G5-Sahel” (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) ha hecho que estos países establezcan una fuerza conjunta para hacer frente a la amenaza terrorista, al tiempo que varios países europeos también participan con operativos militares y de inteligencia en la región.

A la agenda africana se ha sumado la situación en Sudán del Sur, un país joven que se constituyó como tal en 2011, y para el que formar un gobierno ha sido un verdadero desafío. A esto se suman las tensiones que mantiene con Sudán, en torno a la zona fronteriza de Abyei, rica en hidrocarburos.

Otro país, con el que recientemente hemos establecido relaciones diplomáticas, la República Centroafricana, enfrenta una situación extraordinaria: hay al menos catorce grupos armados que controlan la mayor parte del territorio. Si bien hace un poco más de un año se firmó un acuerdo de paz, su situación sigue siendo frágil.

En lo que respecta a Latinoamérica, la agenda del Consejo de Seguridad todavía incluye a Haití, que sigue enfrentando serios retos en materia de gobernabilidad. Otro tema de la agenda es Colombia. Con la firma del acuerdo de paz en 2016 y la subsecuente creación de una operación política especial de la ONU se han logrado avances significativos. Sin embargo, el proceso para su aplicación no ha estado libre de obstáculos. En cuanto a la situación en Venezuela, México favorece, con pleno apego al Derecho Internacional, una salida pacífica, política y negociada ante las divisiones existentes en la sociedad venezolana, privilegiando siempre el acceso a la asistencia humanitaria.

Nuevas dinámicas del Consejo de Seguridad

Las diferencias entre los P5 han sido una constante en incremento. En los años recientes se han acentuado las diferencias de tres de ellos (Estados Unidos, Francia y el Reino Unido) frente a China y Rusia. Se percibe ahora a estos dos últimos países con posiciones más firmes y asertivas.

Las diferencias entre China y Estados Unidos son cada vez más profundas, no solo en temas como Corea del Norte o Myanmar, sino también en el plano más abierto de una guerra comercial. Las tensiones en torno a la crisis por la pandemia de covid-19 son un claro reflejo de ello. Lo anterior impidió que por meses el Consejo de Seguridad se pronunciara sobre la pandemia y apoyara el llamado del Secretario General a un cese al fuego mundial.

La falta de una respuesta rápida del Consejo ante un tema que afecta a toda la humanidad le ha valido importantes críticas sobre su capacidad para hacer frente a los retos que afectan a la comunidad internacional. Pero por si lo anterior fuera poco, se suma ahora la situación en Hong Kong, donde Estados Unidos y el Reino Unido buscan llamar la atención del Consejo sobre este tema, que China considera estrictamente de carácter interno. Las diferencias entre Estados Unidos y Rusia también han aumentado a raíz de la anexión de Crimea y por los intereses encontrados sobre muchas situaciones en muy diversas regiones, tales como Siria, Venezuela o la provincia de Kosovo, por mencionar solo algunas.

Sin duda, el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos en noviembre de 2020 será otro elemento que podrá cambiar sustancialmente, o no, la actuación y la incidencia de ese país en la agenda del Consejo de Seguridad durante los próximos 2 años.

México se encontrará además con un Reino Unido posterior al brexit y una Francia con menos miembros de la Unión Europea en la mesa del Consejo de Seguridad. Además, México coincidirá nuevamente durante su mandato con Vietnam en 2021 y probablemente con Brasil en 2022, como fue el caso en 2010. Está claro que la política exterior de ese país sudamericano está siendo muy distinta a la de entonces.

México en el Consejo de Seguridad

La premisa con la que México ingresará al Consejo de Seguridad es muy simple: total apego a los principios de política exterior que se encuentran en nuestra Carta Magna. Además de actuar de conformidad con sus principios constitucionales, México abogará por el cumplimiento irrestricto del Derecho Internacional, en especial la Carta de las Naciones Unidas, el Derecho Internacional Humanitario y el respeto del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Igualmente, nuestro gobierno, que ha asumido formalmente el compromiso con una política exterior feminista, abogará porque todos los temas del Consejo de Seguridad sean considerados con un enfoque de género, velando por los intereses de los grupos en mayor situación de vulnerabilidad: migrantes, desplazados, refugiados, personas con discapacidad así como niñas y niños, entre otros.

Nuestra condición como potencia media y sin intereses específicos en la mayor parte de los conflictos hace propicia la posibilidad de mantener una posición que privilegie efectivamente la solución pacífica de las controversias y el respeto al Estado de derecho para reducir, en lo posible, el sufrimiento humano. La parálisis del Consejo de Seguridad en muchos de los temas que se encuentran en su agenda se debe sobre todo a las diferencias y a los intereses de los P5. México estará en posibilidades de representar una posición objetiva, con miras a encontrar soluciones a los conflictos en beneficio de los pueblos afectados. Esto no será una tarea fácil, y tampoco hay garantía de se logre, pero se intentará. Tal fue el compromiso asumido con la comunidad internacional: poner todo el empeño y la experiencia diplomática de México en apego al marco constitucional de nuestra política exterior para que así sea.

México trabajará por hacer del Consejo de Seguridad un órgano más eficaz y transparente, que recupere la legitimidad que le ha restado no haber actuado cuando era su responsabilidad hacerlo en beneficio de la humanidad.

México va a privilegiar en el Consejo de Seguridad la prevención de los conflictos, hasta donde sea posible, y la solución pacífica de los mismos, haya sido suficiente. Esto significa hacer el mejor uso posible de herramientas tales como la mediación y la conciliación, poner mayor énfasis en el uso asertivo del capítulo VI de la Carta (Arreglo pacífico de las controversias) para evitar recurrir al capítulo VII (Acción en casos de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión).

México mantendrá posiciones congruentes con su tradición en materia de desarme y en favor de un mundo libre de armas nucleares, químicas y biológicas. Igualmente, defenderá un control más estricto del flujo de las armas pequeñas y ligeras, que son los instrumentos que nutren y hace posible la violencia y la muerte en muchas regiones del mundo, la nuestra incluida.

Será la primera vez en la que México sea miembro del Consejo de Seguridad y participe simultáneamente en las Operaciones para el Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas. Esto permitirá tener una la valoración más objetiva de aquellas situaciones que están en la agenda del Consejo y en las que participen contingentes mexicanos. México trabajará por hacer del Consejo de Seguridad un órgano más eficaz y transparente, que recupere la legitimidad que le ha restado no haber actuado, por la parálisis que produce el veto de unos sobre otros, cuando era su responsabilidad hacerlo en beneficio de la humanidad.

Al agradecer a los países que conforman las Naciones Unidas por el contundente apoyo que tuvo la candidatura de México al Consejo de Seguridad, el Presidente de la República reiteró el compromiso de nuestro país con las cuatro libertades fundamentales que, en palabras memorables del presidente Franklin D. Roosevelt, toda persona en cualquier parte del mundo debiera disfrutar: la libertad de palabra, la libertad de culto, la libertad para vivir sin miedo y la libertad para vivir sin penurias. Dichos conceptos, que tuvieron una influencia decisiva en la Carta de las Naciones Unidas de 1945, así como en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, siguen teniendo hoy plena vigencia.

JUAN RAMÓN DE LA FUENTE es el Representante Permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Fue Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Secretario de Salud y Presidente de las Academias Nacional de Medicina y Mexicana de Ciencias. Dirigió la Junta Directiva del Programa de la ONU contra el Sida en París, la Asociación Internacional de Universidades en la UNESCO y el Consejo de la Universidad de las Naciones Unidas en Tokio. ENRIQUE OCHOA MARTÍNEZ es Coordinador Político para asuntos del Consejo de Seguridad en la Misión Permanente de México ante la ONU. Ha sido asesor de la Subsecretaría para América Latina y el Caribe de la Cancillería mexicana, estuvo adscrito en la Misión de México ante los Organismos Internacionales en Ginebra y se desempeñó como experto del Comité 1540 del Consejo de Seguridad en temas de no proliferación.

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2 Responses to México regresa al Consejo de Seguridad

  1. Guillermo Sena Hernández dice:

    Interesante artículo que describe el contexto que rodea el ingreso de nuestro país a esta “herradura” internacional. Plantea los retos a los que México se enfrentará, estableciendo los compromisos de nuestra política exterior hacia la comunidad internacional.

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