La política exterior de México en la “Cuarta Transformación”

12 marzo, 2020 • AMEI, Latinoamérica, Opinión, Portada • Vistas: 12263

¿Planeación o improvisación?

Gobierno de la República

Luz Araceli González Uresti

Marzo 2020

Una colaboración de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales

A más de un año de que inició funciones el gobierno de la llamada “Cuarta Transformación”, es oportuno reflexionar acerca del rumbo que ha tenido la política exterior, revisar qué tanto se ha avanzado en lo originalmente planeado y cuáles han sido algunos de los aciertos y desatinos en este ámbito. Hoy poco se recuerda del Proyecto de Nación 2018-2024, el cual aún antes de iniciado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ya había generado diversas expectativas. Los equipos de expertos convocados para su elaboración presentaron análisis de múltiples problemáticas, incluida la política exterior. En este rubro se planteó un objetivo loable: trabajar hacia un mundo incluyente y justo. Además, se anunciaba que con la llegada al poder de un nuevo gobierno democrático habría coherencia entre política interna y externa, donde las prioridades internas ―lucha contra la corrupción, combate a la pobreza y la desigualdad, imperio del derecho, apoyo a la educación, salud, ciencia y tecnología, e impulso a la justicia― debían proyectarse a nivel mundial para encarar estos retos de manera simultánea, tanto nacional como internacionalmente.

Sistemáticamente, López Obrador ha señalado que “la mejor política exterior es la interior”, enfatizando que solo con justicia y estabilidad interna, que promuevan el desarrollo y la democracia, se podría ganar respeto en el mundo. Uno de los aciertos del Proyecto de Nación fue el reconocimiento franco y abierto que hizo a los flagelos que atentan contra la seguridad y el bienestar nacionales: “La corrupción, la impunidad, la desigualdad, la falta de transparencia, la violencia, la inseguridad, el narcotráfico y la violación de los derechos humanos afectan negativamente la imagen de México en el exterior, opacando su riqueza cultural y social, así como sus aportaciones al mundo”. Por ello, sostenía que era necesaria una auténtica y profunda transformación del país que permitiera revertir esta imagen. A más de un año no vemos avances en estos temas, y sí, por el contrario, la agudización de los mismos en detrimento aún mayor de la imagen de nuestro país.

La agenda de política exterior no puede dejar fuera de la planeación el resto de regiones y continentes.

Los propios equipos de diseño del Proyecto de Nación aseveraron que no era un simple catálogo de propuestas y buenos deseos, sino una lista estructurada y exhaustiva de proyectos y programas capaces de romper distintas inercias, como las del bajo crecimiento económico, el incremento de la desigualdad social y económica, y la pérdida de bienestar para las familias mexicanas, producto de los llamados “modelos neoliberales” vigentes por más de 35 años. Una de las premisas del Plan Nacional de Desarrollo se cumplió: se puso fin a la tendencia de bajo crecimiento económico y, en su lugar, se “logró” una tasa de crecimiento que oscila entre el 0% y el -0.4%, frente al 4.5% planteado por el gobierno federal como meta al inicio de 2019. Este tipo de “logros” no eran los que esperábamos.

El Plan Nacional de Desarrollo 2019-2014

No fue sino hasta el 12 de julio de 2019 que se publicó en el Diario Oficial de la Federación, el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, con base en la Ley de Planeación. Desafortunadamente, el Plan presentado por el ejecutivo y aprobado por la Cámara de Diputados, no cumplió ni en tiempo ni en forma con lo establecido en dicha Ley. El artículo 21 señala que el presidente debe enviar el Plan a la Cámara de Diputados para su aprobación a más tardar el último día hábil de febrero del año siguiente a su toma de posesión, en tanto que la Cámara lo debe de aprobar dentro del plazo de 2 meses, contado a partir de su recepción. Además, el artículo agrega que la Cámara de Diputados debe verificar que dicho instrumento contenga consideraciones y proyecciones de por lo menos 20 años, para lo cual tomará en consideración los objetivos generales de largo plazo que, en su caso, se establezcan conforme a los tratados internacionales y las leyes federales.

Adicionalmente, el artículo 21 Ter. enlista los elementos que el Plan debe contener: a) un diagnóstico general sobre la situación actual de los temas prioritarios; b) los ejes generales que agrupen los temas prioritarios; c) los objetivos específicos; d) las estrategias para ejecutar las acciones; e) los indicadores de desempeño y sus metas, y f) los demás elementos que se establezcan en las disposiciones jurídicas aplicables.

Resulta contundente que por la fecha en que el Plan fue presentado y publicado en el Diario Oficial de la Federación, además del contenido del mismo, no se respetó el marco jurídico que lo contempla a pesar que en el propio texto se afirma: “Ante el sistemático quebrantamiento de las leyes, tanto en su espíritu como en su letra, hemos de desempeñar el poder con estricto acatamiento al orden legal…”. Y en el apartado de Política y Gobierno se enfatiza recuperar el Estado de derecho y no repetir las practicas anteriores: “Durante décadas, el cumplimiento de las normas legales fue asumido por los gobernantes como optativo y discrecional…”. ¿Acaso la Ley de Planeación no forma parte del Estado de derecho y, por ende, el gobernante puede cumplir las normas de manera optativa y discrecional?

Específicamente en lo que concierne a política exterior, el Plan Nacional concentra en tan solo cinco párrafos lo que debía ser el diagnóstico, los ejes generales, los temas prioritarios, los objetivos, las estrategias, así como los indicadores de desempeño y las metas del rubro. Tristemente, vemos una falta de visión y de planeación en un área absolutamente prioritaria dada las condiciones del mundo actual profundamente interdependiente y globalizado.

La iniciativa de una política exterior prospectiva y no reactiva fue solo un anhelo.

El Plan se enfoca estrictamente en un discurso tradicional en el que la recuperación de los principios de política exterior se encuentra como objetivo y guía fundamental, refrendando la tradición diplomática del Estado mexicano plasmada en la Constitución. En estos cinco párrafos se fijan como prioridades la cooperación y la amistad con América Latina y el Caribe, de manera especial con Centroamérica. Particular atención se da a la región de Norteamérica, en temas como el comercio, la migración, la delincuencia trasnacional y la atención de los connacionales residentes en Estados Unidos y Canadá.

¿Fue falta de visión o solo desconocimiento? La agenda de política exterior no puede dejar fuera de la planeación el resto de regiones y continentes. No hay una mención a Europa, Asia, el Medio Oriente, África, Oceanía, menos aún a países puntuales con quienes nuestras relaciones bilaterales han sido clave en los continuos esfuerzos por diversificar nuestras relaciones hacia el exterior. ¿Dónde queda la planeación no solo en términos bilaterales, sino la intensa agenda de carácter multilateral en organismos internacionales tanto regionales como universales? Cinco párrafos fueron poco espacio para incorporar temas centrales como la cooperación para el desarrollo, los derechos humanos, el desarrollo sostenible, el medio ambiente, la seguridad internacional, la pobreza, la salud y tantos más presentes en las agendas mundiales, de las cuales México no puede sustraerse si de verdad quiere impulsar el bienestar de los mexicanos.

Entre la planeación y la realidad

El Proyecto de Nación estableció la necesidad de contar con una política exterior ágil, influyente, prospectiva no reactiva, que defendiera el interés nacional y, a la vez, que procurara el desarrollo humano integral y la paz y seguridad internacionales. El Plan Nacional de Desarrollo no consideró lo anterior y se abocó al rescate de los principios fundamentales y a nuestras relaciones con Norteamérica, América Latina y el Caribe.

La iniciativa de una política exterior prospectiva y no reactiva fue solo un anhelo. Hoy tenemos una política exterior pasiva, opaca y marcadamente reactiva que afecta la imagen y posicionamiento de México a nivel mundial, no solo por la negativa del Jefe de Estado de salir del país para participar en foros de gran relevancia, como la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Cumbre del G-20, entre otras, aun cuando en sus facultades y obligaciones constitucionales está la de dirigir la política exterior, sino también por los continuos cuestionamientos a la toma de decisiones en temas como la crisis venezolana, el asilo otorgado a Evo Morales, la respuesta a las caravanas de migrantes centroamericanas, así como el nombramiento y el desempeño de algunos diplomáticos mexicanos acreditados en el exterior, como el caso del Exembajador de México en Argentina, o asuntos como el de la relación especial entre Javier López Casarín y Marcelo Ebrard del cual han dado cuenta distintos medios nacionales e internacionales, como The New York Times.

Urge trabajar por mejorar la imagen, la percepción y el desempeño de México en el mundo mediante una efectiva política exterior. No podemos negar que ha habido algunos aciertos, como las negociaciones que finalmente llevaron a que Donald Trump firmara el Tratado México, Estados Unidos y Canadá en enero de 2020. Otra estrategia acertada tiene que ver con las negociaciones para que México ocupe un lugar, como miembro no permanente, en el Consejo de Seguridad de la ONU a partir de junio de 2020 Esperemos poder capitalizarlo.

Si recordamos la premisa básica de López Obrador que afirma que la mejor política exterior es la interior, y si con seguridad y fortaleza interna en todos los ámbitos se puede lograr la proyección exterior y la consecución de objetivos de largo alcance que coadyuven a políticas verdaderamente de Estado, entonces sin duda podemos afirmar que la política mexicana (al interior y al exterior) se encuentra en crisis tal y como lo ilustran algunos indicadores: estancamiento económico con crecimiento de 0% en 2019, pérdida de empleos (a diciembre de 2019 el Instituto Mexicano del Seguro Social la reportó como la mayor en la última década), reducción del gasto público y crisis de inseguridad en todo el país.

Es momento de poner alto a las disputas partidistas, de querer reinventar al país gobierno tras gobierno, de responsabilizar a los gobiernos anteriores y a los “conservadores” de los problemas actuales. Basta de segmentar a la sociedad entre “chairos y fifís”. Requerimos de un rumbo claro y congruente, políticamente maduro que contemple los grandes retos nacionales en sus dimensiones internas y hacia el exterior de manera planeada, y no improvisada, si de verdad queremos construir un país que genere desarrollo y justicia al interior, con un claro papel en el marco de la sociedad global.

LUZ ARACELI GONZÁLEZ URESTI es Coordinadora del Comité Académico de Teoría y Metodología de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI). Es doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es profesora-investigadora de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Sígala en Twitter en @laguresti.

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3 Responses to La política exterior de México en la “Cuarta Transformación”

  1. Polo bautista dice:

    Considero que en política a abido un gran manejo y que no critiquemos como chachalacas cuando en otro tiempo callamos como momias..

  2. Pedro Martínez dice:

    Excelente articulo Dra . Luz Araceli González. Plasma claramente mis ideas en sus comentarios .

  3. Johnna dice:

    Felicitaciones por La política exterior de México en la “Cuarta
    Transformación” artículo, es muy bueno. Este sitio me ayudó a ganar dinero en casa, idealmente en la pandemia actual, puede ayudar a alguien: https://bit.ly/3aQNBHW

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