La pandemia: test de Rorschach mundial

10 julio, 2020 • Artículos, Asuntos globales, PJ Comexi, Portada • Vistas: 4100

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Isauro López

Julio 2020

Una colaboración del Programa de Jóvenes del Comexi

Nuestras prioridades cambian con el tiempo, a veces más rápido de lo que pensamos. En diciembre de 2019, el mundo reflexionaba sobre un año turbio marcado por la materialización del brexit, la crisis de migrantes en la frontera sur de Estados Unidos, las tensiones entre China y el gobierno de Donald Trump, las manifestaciones en Hong Kong junto con sus análogas en otros países y, desde luego, la incesante amenaza del cambio climático. En Latinoamérica crecían las inquietudes ante las protestas y las marchas de inconformidad con los gobiernos de Puerto Rico, Venezuela, Bolivia, Colombia, Chile, México y Perú. En 2020, repentinamente, nuestra atención colectiva se tornó en otra dirección: el nuevo coronavirus y sus colosales repercusiones en todo el mundo. No obstante, todo parece indicar que esta pandemia no eclipsa los acontecimientos pasados, sino que resalta aún más sus orígenes.

Ha quedado claro que el sello del covid-19 será la agobiante incertidumbre que ha traído a nuestras vidas. Desde los primeros reportes sobre el brote del virus en China, la información que ha surgido ha sido confusa y contradictoria. A casi 4 meses de que se declaró la pandemia, abundan preguntas sin respuesta sobre la letalidad del virus, sus métodos de transmisión, las medidas de prevención de contagio y el tratamiento óptimo. Varias de las interrogantes son naturales ante una nueva enfermedad contagiosa que ha sido potenciada por la hiperconectividad de nuestros tiempos. No obstante, la incertidumbre no proviene de este microscópico ser en sí, sino de la forma de tratarlo por las autoridades.

Poco a poco se hace más discernible que la pandemia no solo es una tragedia que abate a la humanidad con la característica indiferencia del mundo natural. Sus desastrosas repercusiones en la población han sido consecuencia de las acciones del ser humano o, más específicamente, falta de ellas. Esta generación ha presenciado uno de los mayores debacles en incompetencia gubernamental en la historia, en particular Latinoamérica que, a pesar de haber tenido meses de “ventaja” sobre la expansión de la enfermedad en Asia y Europa, hace poco fue declarada “el epicentro de la pandemia” por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Al 23 de junio de 2020, una de cada cinco muertes por covid-19 (20.6%) ha sido en Latinoamérica a pesar de que la región solo tiene el 8.4% de la población mundial. La información se torna más preocupante al observar que las tasas de pruebas de coronavirus son extremadamente bajas. La región en su conjunto ha realizado cerca de 14 000 pruebas por millón de habitantes, por lo que si fuera una sola entidad ocuparía el lugar 104 de los 194 países y territorios que analiza la OMS.

La respuesta de las autoridades ha sido mediocre en muchos países y plenamente negligente en los peores casos. La insuficiencia de políticas para aplacar la pandemia es agraviante si comparamos la masiva movilización de recursos que se ha realizado en otras circunstancias como la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Es evidente que el frenesí de la violencia y el crimen merece más atención de los gobiernos que la lenta y prolongada letalidad del virus, a pesar de que este último haya matado a casi medio millón de personas en todo el mundo en tan solo 6 meses. La mitigada respuesta que se le ha dado a la pandemia, a pesar del enorme número de víctimas, expone la frivolidad de nuestros líderes al evaluar el costo de vidas humanas.

La mayor parte del continente americano parece estar a la deriva en esta tormenta.

Quizá el factor más pesimista de este capítulo en la historia de la humanidad es que el mundo sabía que una pandemia ocurriría pronto y que teníamos el conocimiento y los medios para combatirla. Nuestros conocimientos científicos y médicos, la velocidad de nuestras comunicaciones y el andamiaje institucional para lidiar con este tipo de contingencias se encontraban a nuestra disposición. Tan solo en septiembre de 2019, Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación, organismo asociado a la OMS encargado del monitoreo de crisis sanitarias, escribió en su reporte anual que “hay una amenaza muy real de una pandemia altamente letal y de rápido movimiento de un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y destruir casi el 5% de la economía mundial”. Las autoridades no solo ignoraron las advertencias, sino que durante la pandemia han sido lentas en la formulación de políticas, vacilado en su implementación y ahorrado austeramente en el gasto para su ejecución.

La salida de esta crisis, y de las futuras que lleguemos a vivir, será tomar los acontecimientos de 2020 como un examen para nuestra sociedad y nuestros líderes. En muy pocas instancias podemos medir con la misma vara a los gobiernos del mundo dadas las diferencias inherentes de sus respectivos países. Podemos tomar la oportunidad de observar con detenimiento, no solo al gobierno en turno, sino el desempeño y la resiliencia de los distintos sistemas políticos, económicos y sociales ante esta crisis. Ya hoy podemos discernir ciertas tendencias. El Sudeste Asiático ha demostrado su capacidad de articular sus recursos y a su población para enfrentar efectivamente esta contingencia, muestra de la creciente relevancia y poder de la región. Europa fue tomada por sorpresa por el virus, sin embargo la coordinación entre los países del continente ha hecho la pandemia tolerable para sus sistemas de salud. Mientras tanto, la mayor parte del continente americano parece estar a la deriva en esta tormenta. El virus se disemina casi sin obstáculos, usualmente por una de dos razones: la ausencia de voluntad política para detenerlo o la limitada capacidad gubernamental e institucional.

Queda claro que, en gran medida, la pandemia no es el problema principal. Sus consecuencias más graves son producto del mismo ser humano, de la inflexibilidad de nuestras instituciones para actuar de la manera que deberían. Es imperativo que nos preguntemos qué salió mal y qué es necesario cambiar. En cierto modo, el covid-19 se convertirá en un test de Rorschach para cada uno de nosotros. En este mismo suceso veremos varias formas, cambios, perspectivas, sentimientos y críticas, nos corresponde interpretar qué significa esto para nosotros y para nuestro futuro.

ISAURO LÓPEZ es licenciado en Relaciones Internacional por el ITAM. Es miembro del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales Comexi) y actualmente labora en la Secretaría de Economía. Sígalo en Twitter en @isaurolr.

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One Response to La pandemia: test de Rorschach mundial

  1. Adriana Teresa Lopez Avila dice:

    Muy clara tu explicación sin ser alarmista sino más bien realista nos pone de frente a una realidad que aunque cruda será o tendrá que ser un parte agua para la humanidad en muchos sentidos y si bien los gobiernos son los responsables de guiar y resolver situaciones nosotros civiles somos mayormente responsables de nuestras acciones o como bien hemos visto también de nuestra neglugencia

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