La fallida estrategia de Trump en Venezuela

5 abril, 2021 • Artículos, Latinoamérica, Norteamérica, Portada • Vistas: 4561

Una mirada desde la teoría de las relaciones asimétricas

TeleSUR

Carlos Eduardo Piña

Abril 2021

Hace poco más de 2 años, el gobierno de Donald Trump inició una política destinada a despojar del poder al presidente Nicolás Maduro. Como es sabido, dicha estrategia fracasó y ahora no son pocos los que piden un replanteamiento de las acciones de Estados Unidos hacia Venezuela, en parte porque se corre el riesgo de exponer una serie de debilidades en materia de política exterior del país norteamericano hacia sus vecinos de Latinoamérica.

Para comprender mejor este proceso, resultan útiles los aportes de la teoría de las relaciones asimétricas desarrollada por el académico estadounidense Brantly Womack. Este enfoque se centra en el estudio de aquellos casos en los que dos Estados, con diferente potencial de poder, interactúan en el escenario internacional, pero en el que el Estado más fuerte no puede imponer su voluntad y preferencias al Estado débil, entre otras razones, porque este último posee una capacidad de resistencia que lo hace sobrevivir al embate al que está siendo sometido. De ahí la importancia de analizar el fracaso de la apuesta trumpista en Venezuela a partir de esta perspectiva.

La estrategia de desgaste hacia Venezuela

El paso inicial para lograr el despojo de Maduro del poder inició con una apuesta diplomática, que consistió en el reconocimiento de Juan Guaidó, quien al ser el Presidente de la Asamblea Nacional fue autonombrado Presidente encargado del país. El motivo que impulsó dicha estrategia se sustentó en los indicios de ilegitimidad de las elecciones presidenciales de mayo de 2018 que dieron como ganador a Maduro con cerca del 68% de los votos.

El siguiente paso de Estados Unidos fue alentar a sus aliados latinoamericanos y europeos a desconocer a Maduro, lo que se tradujo en el reconocimiento de Guaidó por más de cincuenta países. El punto álgido de esta estrategia fue el recibimiento con honores presidenciales de Guaidó en la Casa Blanca, así como en el Congreso estadounidense a inicios de 2020.

En paralelo, se procedió a emprender una estrategia de presión económica basada en la aplicación de sanciones y posterior embargo hacia la industria petrolera venezolana. Con esta acción se pretendía dejar sin recursos al gobierno de Maduro para acentuar la situación de crisis socioeconómica que venía arrastrando el país desde hacía más de un lustro; además, se intentaba ahogar financieramente a un gobierno que necesitaba acceso a nuevos créditos para mantener a flote sus programas de ayudas sociales, los cuales cimentó en parte en el apoyo popular del cual aún goza.

Maduro logró contrarrestar el apoyo diplomático alcanzado por Guaidó, estrechando sus relaciones con países como Catar, China, Emiratos Árabes Unidos, Rusia o Turquía, países que fueron clave en su intento por hacer frente tanto al cerco diplomático, como a las sanciones económicas impuestas en su contra.

Al mismo tiempo, el Expresidente estadounidense amagaba con la posibilidad de llevar a cabo una invasión militar a Venezuela. Esta propuesta fue secundada por algunos de sus asesores, quienes recordaban sin ambages la forma en que Estados Unidos había invadido Panamá en 1989 para lograr la salida del poder de Manuel Antonio Noriega. La idea de esta amenaza tenía un claro objetivo disuasivo, con la mira puesta en generar el disenso en las filas militares del país sudamericano.

Por otra parte, se intentó crear una estructura que proporcionara una serie de incentivos para dividir a la élite política del chavismo y con ello se produjera la implosión de sus filas. El consejero especial Elliott Abrams defendió públicamente esta propuesta e incluso llegó a afirmar un periodo para dar resultados concretos.

Como último recurso, se intentó promover un diálogo político al más alto nivel entre gobierno y oposición, en el cual se negociara la salida de Maduro del poder como condición indispensable para iniciar una transición política. En marzo de 2020, las autoridades estadounidenses tomaron la iniciativa en este ámbito y propusieron un plan de transición, el cual nunca llegó a buen puerto.

La estrategia de Maduro

El gobierno de Maduro enfrentó la situación del asedio estadounidense en un aparente estado de debilidad y con escasas posibilidades de poder contrabalancear a su vecino del norte. Aun así, logró desarrollar una estrategia de confrontación asimétrica que, a largo plazo, le permitió estabilizar su posición y debilitar a su adversario.

En primer lugar, el Presidente venezolano logró contrarrestar el apoyo diplomático alcanzado por Guaidó, estrechando sus relaciones con países como Catar, China, Emiratos Árabes Unidos, Rusia o Turquía, países que fueron clave en su intento por hacer frente tanto al cerco diplomático, como a las sanciones económicas impuestas en su contra. Acto seguido, resultaba importante para Caracas, garantizar que Estados Unidos no considerara de ninguna forma la opción militar, debido a que esta era la única manera en la que su estancia en el poder podía verse realmente comprometida. Consciente de ello, el gobierno venezolano posicionó matrices de opinión contrarias a una eventual confrontación armada entre algún país latinoamericano (en este caso Venezuela) y Estados Unidos. Es importante recordar que la región cuenta con un amplio historial de invasiones militares estadounidenses, las cuales no son bien vistas por la mayoría de países latinoamericanos.

A nivel interno fue clave que el chavismo lograra mantener la cohesión interna de su liderazgo político y, en especial, se asegurase la lealtad ⸺salvo algunas excepciones⸺ de la mayor parte de los altos mandos de las fuerzas armadas. Esto contrarrestó las intenciones estadounidenses de dividir a la élite gobernante y provocar que fueran los mismos aliados de Maduro quienes lo depusieran.

Las siguientes acciones consistieron en ganar tiempo y crear la sensación de que Estados Unidos se encontraba en un problema sin solución aparente. Esto se hizo con un doble propósito: acomodarse a la nueva realidad que se les presentaba en el plano económico y diplomático, y tener espacio para desarticular el liderazgo opositor encabezado por Guaidó.

Los errores estratégicos de Estados Unidos

Desarrolladas ambas estrategias, la evolución del conflicto fue mostrando algunos patrones que hacen posible pensar que Estados Unidos cometió una serie de errores en su estrategia de desgaste hacia Venezuela. El primero, y más importante, fue pensar que la solución al caso Venezuela iba a ser rápida y con un bajo costo político-diplomático. Maduro entendió que si ganaba tiempo e incrementaba los costos de una eventual intervención militar iba a complicar el cumplimiento de las expectativas estadounidenses. Con el tiempo, los encargados de Venezuela en el gobierno de Trump no supieron crear nuevas y efectivas estrategias que se adaptaran a un conflicto más largo al planteado inicialmente.

En segundo lugar, Washington subestimó la capacidad de resistencia del gobierno de Maduro, en especial, en lo relativo al control de las instituciones claves del país, como las fuerzas armadas, así como también en cuanto a su capacidad de contrabalancear el poder de Estados Unidos, involucrando en el conflicto a terceros países con los que el país norteamericano tuviera algún tipo de competencia o rivalidad estratégica.

Los resultados de la política de presión de Estados Unidos hacia Venezuela en los últimos 2 años nos muestra que el gobierno estadounidense no supo entender la dinámica de una relación asimétrica.

Finalmente, es posible señalar otros dos aspectos claves. El primero, que, con el tiempo, Estados Unidos no construyó una amenaza creíble que hiciera posible un replanteamiento de la estrategia madurista, lo cual, incluso, hizo posible que se mantuviera la cohesión interna de la élite política gobernante ante los intentos de fractura que promovieron desde este país.

El segundo, fue el error de plantear una acción de política exterior al más puro estilo de la Guerra Fría, que priorizaba la búsqueda, el control y el aseguramiento de zonas de influencia. Este último punto resulta clave cuando se tiene en cuenta que, a causa de la globalización y sus efectos, el mundo se encuentra cada vez más interconectado y los países ya no tienen la única opción de elegir uno u otro bando.

Consecuencias

Las consecuencias del enfrentamiento político-diplomático venezolano-estadounidense en los últimos 2 años han transformado significativamente las posiciones iniciales que cada uno tenía en enero de 2019. Así, es posible decir que ambos países sufrieron un desgaste importante, pero que fue más evidente para Venezuela, debido a su mayor exposición y al menor potencial de poder en el marco de la relación bilateral.

Otro resultado es que Maduro sigue en el poder, situación que no parece vaya a cambiar en un futuro cercano y menos cuando hay, a lo interno del chavismo, una sensación de imbatibilidad luego de haber resistido el ataque estadounidense. En el camino, también quedó claro que el apoyo diplomático de Estados Unidos a Guaidó no sirvió por sí solo para forzar a Maduro a renunciar.

Una consecuencia dolorosa para la economía y la sociedad venezolanas fue el hecho de que las sanciones y el embargo hacia el sector hidrocarburos terminaron por sacar a este país del negocio petrolero internacional, dejándole solo algunas cuotas marginales de producción y exportación de crudo. Este punto resulta importante si se toma en cuenta que Venezuela tiene una historia de más de un siglo como exportador y su papel ha sido clave en organizaciones como la Organización de Países Exportadores de Petróleo.

Al mismo tiempo, las sanciones económicas contra la industria petrolera y el sector financiero del país han tenido un impacto negativo en la economía venezolana, agravando aún más la situación de crisis económica preexistente en Venezuela, la cual fue ocasionada por el pésimo manejo económico realizado por Maduro desde el inicio de su mandato.

¿Qué sigue en la relación Estados Unidos-Venezuela?

Los resultados de la política de presión de Estados Unidos hacia Venezuela en los últimos 2 años nos muestra que el gobierno estadounidense no supo entender la dinámica de una relación asimétrica, en especial porque no previó, en su justa medida, la capacidad de resistencia que tuvo el gobierno de Maduro para sobrevivir al cerco diplomático impuesto a su gobierno. Al final del día, para Trump, el tema Venezuela resultó ser uno más entre muchos asuntos de política exterior que debía resolver. Mientras tanto, para Maduro y su gobierno, la afrenta de Estados Unidos significaba una amenaza para su supervivencia. Esta diferencia de perspectivas condicionó tanto la estrategia de Trump hacia Venezuela, como la respuesta de este país frente a los estadounidenses.

La teoría de la asimetría indica que tales relaciones pueden ser sostenibles en el tiempo si ambas partes interactúan y reconocen la autonomía de su contraparte. Siendo honestos, las opciones de que esto ocurra en la actualidad entre el nuevo gobierno de Joseph R. Biden y el gobierno de Maduro son escasas. Aun así, la lógica de la negociación se impone en un momento en el que la máxima hostilidad demostró su fracaso.

CARLOS EDUARDO PIÑA es licenciado en Estudios Políticos y especialista en Política y Comercio Petrolero Internacional por la Universidad Central de Venezuela. Actualmente, forma parte del Programa de Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y es miembro y colaborador de la Red Académica sobre China y América Latina y el Caribe (Red-ALC). Sígalo en Twitter en @pinacarlos21.

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6 Responses to La fallida estrategia de Trump en Venezuela

  1. Mauricio Gonzalez dice:

    Buenos días, me gustaría saber si existe alguna forma.a de solucionar la situación de Venezuela, es decir si bien es cierto ya vimos lo que no se debe hacer, que aproximación recomendaría usted para que Venezuela salga de la situación actual. Ahora bien también está la posibilidad de no hacer nada y dejar que la población venezolana escoja su propio destino.

    Muchas gracias por su atención y me gusto mucho su articulo.

    • Carlos Eduardo Piña dice:

      Hola Mauricio. Muchas gracias por tu comentario y por tu tiempo de leer este escrito. La situación en Venezuela es bastante compleja e implica poner de acuerdo a una serie de actores que, por lo general, muestran posturas irreconciliables. Las dos opciones más claras son la violencia y la negociación. La primera de ellas está prácticamente descartada por los riesgos y costos que implica. La segunda parece ser la opción mas viable e incluso duradera. Por difícil que parezca, es posible que existan posibles puntos de acuerdo entre ambos bandos y sus mecenas internacionales. El tiempo, la continuación de la crisis y la posibilidad de que se den las condiciones de un cambio real, son las condiciones que nos permitirán saber si la actual situación continúa, se estanca o evoluciona.

    • TENDRAN Q VOVER A NACER. LOS GRINGOS Y DUS JALSBOLAS PA TUMBAR S MASBURRO, AHORA SI QUIEREN HACERLO VENGAN A NOS CAEMOS A PLOMO PAREJO AQ HAY BADTSNTES MONTSÑAS Y LLANOS HAYA LOS RSPETmos vabronrs . dice:

      No les falta nada,es hasta el 2000 siempre.

  2. Carlos H. Brandt S. dice:

    El artículo aporta una visión diferente y controvertida acerca de la problemática venezolana, necesaria para avanzar en el debate sobre temas que nos resultan de gran interés como país.

    • Carlos Eduardo Piña dice:

      Muchas gracias por su comentario Dr Brandt. La idea es seguir con este tipo de debates en foros como el que nos ofrece Foreign Affairs Latinoamerica.

  3. Raul Verbin dice:

    Perdónenme, Srs de la Revista “FOREIGN AFFAIRS” .“Chaburro” al fin! –como nos han catalogado las dizque Elites alumnos del tristemente célebre Allan Brewer Carías-. Pero la respuesta táctica que convirtió a Nico en “Super Bigotes” fue por inspiración de Antonio Arraiz, quien desde 1946 la insufló a la Idiosincrasia Criolla venezolana de la época. ¿Con qué?: ¡Con los geniales cuentos de “TIO TIGRE Y TIO CONEJO! ¿Qué tal?

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