La estrategia de «máxima presión» contra Irán entra en otra etapa

1 agosto, 2019 • Artículos, Medio Oriente, Portada • Vistas: 3710

Sputnik News

 Moisés Garduño García

Agosto 2019

La estrategia de «máxima presión» contra Irán ha entrado en una segunda etapa que consiste en incorporar a más actores a una crisis que, hay que decirlo, inició cuando Estados Unidos se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear firmado en 2015. Tal como la escalada de tensiones en el Golfo lo ha mostrado en el último mes, actores como Abu Dabi y Londres se han unido a los esfuerzos de John Bolton para señalar a Irán como la supuesta «amenaza más grande a sus intereses en la región», mientras Teherán sigue calibrando a sus adversarios mediante una estrategia de tic-tac-toe que va acompañada de señales mixtas para encontrar una salida diplomática digna para todos con influencia de actores como Berlín, Muscate, París y Tokio.

Pero a nivel diplomático la crisis ya es alarmante. Desde la llegada del portaviones Abraham Lincoln al Golfo los incidentes con embarcaciones han aumentado considerablemente, siendo el derribamiento de un dron estadounidense altamente sofisticado el 20 de junio de 2019 uno de los momentos más tensos de este proceso, junto con el reciente anuncio de la detención de 17 presuntos espías iraníes por parte del gobierno de Teherán.

En aras de incorporar más aliados a su narrativa antiiraní, el consejero de Seguridad Nacional estadounidense John Bolton se encuentra convenciendo a la mayor cantidad de países posible de que «el flujo petrolero del Golfo debe ser protegido de los arrebatos iraníes». La intención de estas acciones, no obstante, es formar una coalición que, en el nombre de la supuesta defensa de la libre navegación en el Golfo, aparque en las cercanías del estrecho de Ormuz para demostrar simbólicamente al mundo que Irán es la amenaza a contener y, ante cualquier incidente de alto impacto, construir una narrativa iranofóbica en colectivo que acompañe sus intentos para que Irán ceda a las demandas estadounidenses, que pasan básicamente por una disminución del apoyo a grupos armados con alta influencia política en cuatro capitales del mundo árabe: Bagdad, Beirut y Damasco y Saná.

A nivel diplomático la crisis ya es alarmante.

Y es que simplemente Estados Unidos no puede hacerse cargo de toda la seguridad del golfo Pérsico por sí solo. Incluso, las declaraciones de Tobias Ellwood, Ministro de Defensa del Reino Unido, confirman esta aseveración cuando dijo públicamente en una entrevista en televisión nacional que «hacerse cargo de cada barco británico en el Golfo Pérsico era prácticamente imposible».

Por supuesto que esta táctica comandada por Bolton tiene serios riesgos pues, aunque Teherán y Washington han declarado que no están buscando un enfrentamiento convencional directo, la verdadera preocupación de varios medios de comunicación, centros de pensamiento y diversas organizaciones no gubernamentales es que, en estos ejercicios de guerra asimétrica, los accidentes puedan ser protagonistas. Una línea roja es, sin duda, la baja de activos estadounidenses o británicos en las aguas del Golfo, lo cual sería desastroso para el propio Donald Trump, el Pentágono y toda persona que se haya declarado en contra de una guerra directa con Irán.

Lo anterior sería una justificación perfecta para que Bolton convenciera de una vez por todas al presidente Trump para ir a la guerra, satisfaciendo intereses propios, de sus mecenas iraníes (particularmente la polémica organización de oposición Muyahidin-e Jalq) y por supuesto de aliados cercanos en la región como Mohammed bin Salman y Benjamin Netanyahu.

Finalmente, no está de más decir que los aliados más cercanos de Estados Unidos en la región están sacando partida a la crisis que se experimenta en el Golfo actualmente. Bin Salman, por ejemplo, tiene una pugna interna con primos millonarios y élites religiosas contrarias a su proyecto de reforma socioeconómica, por lo cual necesita la presencia de tropas especiales estadounidenses para salvaguardar su seguridad y la de su sequito más cercano, particularmente de amenazas de atentados de organismos islamistas contrarios al reino, por una parte, y contra el recrudecimiento de la guerra con los hutíes en Yemen, por el otro. En el caso de Israel, como segundo ejemplo, es necesario recordar que, ante los problemas para formar un gobierno después de su reelección, Netanyahu sigue enfrentando problemas con la justicia y se encuentra políticamente asediado por grupos de extrema derecha. Esto, seguido del fracaso del Plan Kushner en la conferencia de Baréin, muestra que cuando los líderes israelíes están en problemas es común fabricar una nueva guerra en Gaza, la cual, lamentablemente puede estarse cocinando mientras todos seguimos el pulso de las aguas del Golfo.

MOISÉS GARDUÑO GARCÍA es doctor en Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos por la Universidad Autónoma de Madrid y maestro en Estudios de Asia y África con especialidad en el Medio Oriente por El Colegio de México. Es profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de México. En 2018 fue acreedor al reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en el área de docencia en Ciencias Sociales que otorga la UNAM, y actualmente es coordinador del proyecto de investigación «Justicia social y sectarismo en el Medio Oriente del siglo XXI» en la UNAM, así como colaborador del proyecto «Representaciones del islam en el Mediterráneo local: cartografía e historia conceptuales» de la Agencia Estatal de Investigación de España. Sígalo en Twitter en @Moises_Garduno.

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