La crisis multidimensional de Venezuela

10 abril, 2019 • Artículos, Asuntos globales, Latinoamérica, Portada • Vistas: 7127

Nuevo número de Foreign Affairs Latinoamérica

FAL

Jordi Bacaria Colom

Abril 2019

La crisis en Venezuela está llegando a un punto de no retorno, y hay que evitar a toda costa la salida que suponga mayores costos para la población: hay que evitar que sea víctima de carencias y enfermedades, de ataques armados o de represión indiscriminada. La crisis de Venezuela afecta a los países fronterizos, que desde hace meses se han visto implicados en las consecuencias de la crisis humanitaria por el éxodo de los venezolanos. Es explicable el interés de organizaciones, instituciones y foros regionales por encontrar una solución. Ahora bien, el conflicto interno y regional ha adquirido alcance internacional, de modo que un grupo de países, como China, Rusia y Turquía, que se oponen a cualquier injerencia extranjera, apoya la continuidad de Nicolás Maduro, mientras que otro grupo, formado por casi todos los Estados de la Unión Europea, los países del Grupo de Lima (con la excepción de México) y Estados Unidos, reconoce a Juan Guaidó como Presidente de la Asamblea Nacional, con legitimidad para gobernar interinamente y convocar a elecciones libres y democráticas. A pesar de esta división internacional, las posiciones no se sitúan claramente en dos bloques, ya que todos condenan una posible intervención militar, mientras Estados Unidos, que ha recuperado la Doctrina Monroe a partir del discurso de Donald Trump en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en septiembre de 2018, no la ha descartado. En el momento de cerrar la edición, la crisis persiste y se corren graves riesgos. La convocatoria a elecciones es la única solución de conciliación, aunque, como en cualquier conflicto constitucional, no pueda ser rápida ni unilateral, ya que exige claridad, transparencia y voluntad de las partes de respetar los resultados.

La crisis de Venezuela es el mayor conflicto interno con repercusiones internacionales al que se ha enfrentado la región en las últimas décadas. En este número de Foreign Affairs Latinoamérica, el editor invitado Thomas Legler presenta algunos análisis rigurosos de diversos especialistas. Se trata de comprender los factores económicos subyacentes y los actores internacionales (Susanne Gratius y José Manuel Puente), las salidas a la crisis (Francisco Diez), los antecedentes del derrumbe del sistema (Moisés Naím y Francisco Toro), la crisis humanitaria y el éxodo migratorio (Phil Gunson y Tiziano Breda), cuáles son los actores multilaterales y hemisféricos (Legler y Detlef Nolte), qué papel cumple China (Stephen B. Kaplan y Michael Penfold), cuáles son los intereses de Rusia (Alejandro Cardozo Uzcátegui y Víctor M. Mijares) y qué posición adopta la ONU (Élodie Brun).

Diario Castillejos

Por otro lado, en Diálogo Ñ se examina un tema de gran importancia actual: la guerra de desinformación con tecnologías que amenazan a las democracias liberales. Robert Chesney y Danielle Citron abordan la difusión de las deepfakes que aprovechan los adelantos de la inteligencia artificial, como el aprendizaje profundo, y permiten, por ejemplo, fabricar videos de aspecto muy realista. Los autores ilustran sus argumentos con ejemplos históricos y actuales sobre el desgaste que estas falsificaciones profundas producen en la democracia, y señalan las posibles soluciones tecnológicas para evitarlas, a pesar de las dificultades. Michael Chertoff y Anders Fogh Rasmussen se ocupan de las potencias extranjeras enemigas, encabezadas por Rusia, que han empeorado la situación al convertir en arma la infraestructura que sustenta a las sociedades democráticas. Y esto lo han conseguido infiltrándose en internet, en los medios de comunicación y en bases de datos electorales para sembrar la confusión y el descontento. Sus acciones no son muy distintas a las del pasado; sin embargo, ahora combinan los métodos probados con la tecnología moderna, con lo cual las campañas rusas de desinformación en las redes sociales poseen un alcance cada vez mayor. Entre otros casos, citan las elecciones presidenciales de México en julio de 2018, en las que 2 semanas antes se incrementaron las cuentas robotizadas en Twitter con historias que ponían en duda los conocimientos sobre economía de Andrés Manuel López Obrador. Los autores llegan a la conclusión de que la reacción de la comunidad trasatlántica ha sido mínima, si se compara con la grave amenaza que representan las intromisiones extranjeras. Para formular estrategias más avanzadas para lidiar con esta intromisión, en junio de 2018 un grupo de líderes políticos y empresariales, medios de comunicación y académicos, provenientes de diversos entornos, crearon la Comisión Trasatlántica de Integridad Electoral.

Reuters-Jeanty Junior Augustin

En la sección Mundo, Luis de la Calle Pardo analiza las ventajas y desventajas del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). El autor parte del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y los avances que la apertura comercial ha traído a la economía de México, su carácter universal en la cobertura de bienes y la simetría de derechos y obligaciones entre los tres países firmantes. El nuevo acuerdo acentuará la profunda integración de los procesos productivos de los tres países. La insistencia de Trump en que Estados Unidos había salido perdedor con el TLCAN dejaba traslucir la percepción de que era un resultado asimétrico que lo forzaba a renegociar. El T-MEC es el producto de largas negociaciones en las que Canadá y México se vieron obligados a otorgar ciertas concesiones para que Estados Unidos abandonara esa errónea idea. Con el T-MEC, México puede mejorar su competitividad, además de que el nuevo Tratado incorpora temas novedosos, como el comercio digital. México pierde por el endurecimiento de las reglas de origen, aunque puede compensar este efecto si aprovecha otros tratados de libre comercio. De todas formas, el T-MEC brinda la posibilidad de seguir integrando y profundizando las cadenas de producción y de aprovechar el potencial que tiene la región en el exterior.

Carlos García de Alba y Felipe Carrera Aguayo abordan el tema de la protección consular de los mexicanos en Estados Unidos, cuyo inicio sitúan en 1848 con la creación del fondo de repatriación. Hoy, a raíz de las políticas antinmigrantes de Donald Trump, la protección de los mexicanos en Estados Unidos se volvió una prioridad de la política exterior mexicana. Los autores se enfocan en el caso del Consulado General de México en Los Ángeles, donde la prioridad fue identificar los nuevos patrones de detención y el perfil de los detenidos a partir de las órdenes ejecutivas firmadas por Trump.

Para Richard Haass, el orden mundial que se instauró al terminar la Segunda Guerra Mundial consistió, en realidad, y durante la mayor parte de su historia, en dos órdenes paralelos. Uno surgió de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En su centro se encontraba un equilibrio de las fuerzas militares en Asia y Europa, respaldado por la disuasión nuclear. El otro orden fue el liberal, definido por el libre comercio, que constituyó el motor de crecimiento económico y de la cohesión de los países, de manera que emprender una guerra entre ellos resultara demasiado costoso. El autor explica que los dos órdenes se han deteriorado y que los cambios en el equilibrio del poder hacen imposible volver a la situación anterior. Estados Unidos debería apuntalar los acuerdos de control y no proliferación de armas, fortalecer sus alianzas en Asia y Europa, impulsar a los Estados débiles que no pueden enfrentar a terroristas, cárteles y mafias, y contrarrestar la interferencia de los poderes autoritarios en los procesos democráticos. Todo ello sin renunciar a tratar de integrar a China y Rusia a los espacios comunes regionales e internacionales. Los problemas de la globalización, el cambio climático, el comercio y las operaciones cibernéticas van a requerir que se constituya un nuevo orden, no que se reanime el viejo. Es interesante la llamada de atención de Haass a la política exterior de Estados Unidos: ya no debe invadir descuidadamente a otros países ni hacer de su política económica un arma mediante sanciones y aranceles excesivos. Más bien, se debe reconsiderar la actual oposición hacia el multilateralismo. Una cosa es que el orden mundial se descomponga lentamente; otra muy diferente es que el país que más ha contribuido a construirlo sea el que conduzca a su desmantelamiento.

Yan Xuetong adopta una posición crítica sobre la política de Estados Unidos hacia China a raíz de unas declaraciones del vicepresidente Mike Pence, en octubre de 2018, que fueron consideradas como el inicio de una nueva Guerra Fría. Yan señala que la bipolaridad que se aproxima constituirá una era de paz incómoda para las dos superpotencias. Pronostica una competencia en los ámbitos económico y tecnológico, y también que esta bipolaridad acabará con el multilateralismo no solo en el ámbito económico. La renuncia de Trump al liderazgo mundial ha cambiado la idea de China en otros países, como Japón. La prioridad de Beijing es un orden económico liberal basado en el libre comercio; por eso, evitará los temas delicados que pudieran llevar a una guerra con Estados Unidos, como el mar de China Meridional, la ciberseguridad y la militarización del espacio exterior. El poderío de China y Estados Unidos se encuentra tan equilibrado que serán incapaces de desafiarse uno a otro de manera directa para definir una supremacía absoluta.

Reuters-Jonathan Ernst

Elbridge Colby aborda la estrategia sobre armamento nuclear de Estados Unidos, ya que con los cambios de posición de China y Rusia se requiere poderío militar convencional, pero también estrategia y armamento para librar y ganar una guerra nuclear limitada. La decisión correcta para defender a Estados Unidos es tener una buena estrategia nuclear. El problema es que las fuerzas armadas convencionales de China y Rusia son cada vez más complejas y poderosas, y no solo están en posición de atacar a los aliados y socios de Estados Unidos (como Japón o Taiwán en Asia, y Polonia o los países bálticos en Europa), sino que cualquier confrontación podría volverse nuclear. El hecho es que China y Rusia utilizarían armas nucleares para impedir un contrataque estadounidense o para minimizar su eficacia, ya que esta medida es un pilar de sus teorías de la victoria. El autor defiende una estrategia nuclear compatible con el control armamentista, en la que se pueda garantizar que todos los bandos confíen en su propia habilidad para iniciar una contraofensiva nuclear, pero que al mismo tiempo deje un amplio margen para la cooperación, con el fin de reducir el riesgo de una guerra por accidente o error de cálculo.

El artículo de Olga Oliker se contrapone al de Colby, ya que, para la autora, la perspectiva en Rusia es más cercana a la vieja disuasión, y no debe verse en Washington como una estrategia de «escalar para desescalar». Así, quienes se inquietan por el arsenal ruso malinterpretan las intenciones del Kremlin y proponen soluciones erróneas. Para Oliker, aun cuando las evidencias apuntan a que Rusia no tiene planes de usar armas nucleares en las primeras fases de un conflicto convencional, hay una explicación de por qué esta idea predomina entre los observadores externos, y es que el gobierno ruso se ha negado a revelar el propósito preciso de sus armas nucleares tácticas. Es una ambigüedad deliberada: no se trata de «escalar para desescalar», sino quizá para incrementar la disuasión, aunque la incertidumbre aumenta los riesgos de una escalada. Oliker señala que es importante que todas las partes entiendan el razonamiento y las señales del otro, pues, de no ser así, seguirán en una ruta que podría traer consecuencias inconcebibles.

Lamentablemente, la suspensión estadounidense, en febrero de 2019, del histórico Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) de 1987, y de cuya violación acusa a Moscú, nos sitúa en el escenario más pesimista. Siguiendo el argumento de Oliker, ni Rusia ha explicado ni Estados Unidos ha entendido el porqué del acopio de armamento nuclear táctico ruso. De algún modo, se cumple la estrategia que señala Colby, aunque, con la suspensión del INF, se avizora más difícil el control armamentista que propone.

JORDI BACARIA COLOM es Director de Foreign Affairs Latinoamérica. Sígalo en Twitter en @bacaria_jordi.

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