Integración latinoamericana, ¿ALCA 2.0?

24 abril, 2017 • Artículos, FEG Anáhuac, Portada, Sin categoría • Vistas: 8550

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 Gerardo Trujano Velásquez y Alonso Bravo Gómez

Abril 2016

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

A finales del siglo XX, ante una nueva dinámica económica de integración en bloques comerciales, se desarrolló una de las negociaciones más ambiciosas que haya concebido el proceso de liberalización e integración regional: el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). La idea fue el resultado de la Iniciativa para las Américas en la Primera Cumbre de las Américas de 1994, principalmente promovida por Estados Unidos.

El objetivo era establecer un área de libre comercio de bienes, servicios, mercancías e inversiones desde el Puerto de Anchorage hasta Tierra del Fuego, es decir, 34 países americanos, con la excepción de Cuba, con una población de 800 millones de personas (que representaban 13.4% de la población mundial) y un Producto Interno Bruto (PIB) de 11 trillones de dólares. Los países de ese proyecto megarregional presentaban grandes desigualdades en diferentes aspectos como desarrollo económico, poderío militar e influencia en el escenario internacional, aunque la iniciativa formulaba las bases para una identidad americana con amplias implicaciones.

En 2003 salieron a la luz dos borradores de las negociaciones del ALCA donde se daban a conocer los objetivos que serían el eje del proyecto: 1) la cobertura universal de los sectores productivos y de servicios, 2) la aplicación de las reglas del ALCA en todos los niveles de gobierno, y 3) la eliminación de leyes y regulaciones que restringieran la capacidad del sector privado, en especial, de inversionistas extranjeros.

En opinión de Karen Hansen-Kuhn, del Institute for Agriculture and Trade Policy, el ALCA era una extensión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), de ahí que lo llegaran a identificar como OMC plus y pudiera convertirse en el instrumento comercial que impulsara el crecimiento económico y el desarrollo de todo el continente americano. El lanzamiento del ALCA se producía en una atmósfera regional de liberalización comercial, iniciada por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la OMC y otros acuerdos regionales, con lo que se podía anticipar el alcance que podría conjugarse en un solo proyecto.

Desde principios de la década de 1990 y como resultado del Consenso de Washington, un gran número de países latinoamericanos y caribeños se encontraba en el proceso de implementación de la primera fase de los programas de ajuste estructural, que incluían medidas de recortes públicos, desregulación, privatización de empresas públicas y liberalización comercial. Por ello, el ALCA era visto una como herramienta para homologar los distintos acuerdos comerciales americanos.

Los defensores del ALCA argumentaban que el liderazgo de Estados Unidos era uno de los factores más sólidos del proyecto y vaticinaban un potencial visto solo en la integración de la Unión Europea, ya que el acuerdo buscaría también incorporar a los países americanos de una manera más efectiva en los procesos de globalización, potenciando los intercambios regionales e impulsando mejores formas de coordinación y cooperación económicas.

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El fracaso de este amplio proyecto comercial sucedió cuando los intereses de los países no convergieron en un mismo sentido. Las dificultades que enfrentaron los intereses de Estados Unidos y Brasil, principalmente, fueron las que evidenciaron la facilidad con la que un acuerdo de esta magnitud se desploma cuando las partes persiguen intereses propios.

Replanteamiento ante 2016

Asumir que las dinámicas mundiales se mantendrán intactas ante la continua aparición de actores internacionales que impactan el escenario global supondría un pensamiento simplista para la solución de los problemas que han aquejado al planeta durante las últimas 2 décadas. Los conflictos tienen repercusiones en escala internacional como consecuencia del proceso de globalización. En la actualidad existen dos ejemplos que evidencian mejor las repercusiones: 1) Europa, donde existe una crisis multidimensional que pone en peligro la continuidad de la Unión Europea, la institución que mejor representa la democracia y la integración en el mundo, y 2) Estados Unidos, país promotor del regreso al liberalismo económico desde la década de 1980, experimenta ahora un revés hacia el proteccionismo y el conservadurismo, que pretende romper con la política globalizadora que había desarrollado e impulsado desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Cuando Donald Trump tomó protesta el 20 de enero de 2016, la incertidumbre se esparció por el mundo. A la fecha, lo único claro es que la dinámica mundial, caracterizada por el libre comercio y la integración, ya no será la misma.

La idea predominante entre los países socios de Estados Unidos ha sido mantener buenas relaciones con el gobierno de Trump, por más complicadas que fueran las negociaciones. El gobierno mexicano fue uno de los primeros en experimentar las dificultades del conservadurismo trumpista. Esto comprobó lo que todo mundo sospechaba: Estados Unidos daría un giro de 180 grados en lo político y en lo económico. Las primeras acciones del nuevo gobierno fueron la retirada de Estados Unidos del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (un acuerdo comercial que involucraba a doce países americanos y asiáticos) y el aviso de renegociación del TLCAN, con sus dos socios comerciales, México y Canadá. La idea de que el gobierno de Trump esté empleando una política neomercantilista es cada vez más extendida y es posible vislumbrar cómo Estados Unidos se aleja cada vez más de las dinámicas globales de integración para concentrar su política en el interior.

 

Liderazgo en el continente

La diversificación comercial es el tema de mayor relevancia para México, debido a la convergencia que ha desarrollado con Estados Unidos a partir de la firma del TLCAN. Sin embargo, ante la posibilidad del giro proteccionista estadounidense, es imperativo que México desarrolle y fortalezca nuevas fuentes y destinos para evitar algún impasse que perjudique el desempeño de la industria nacional de exportación.

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No se puede negar que, dentro de los doce acuerdos de libre comercio que México ha firmado con 46 países, ningún mercado es equiparable con el de Estados Unidos. Sin el comercio del TLCAN, México tendría que diversificar 80% de sus exportaciones, a sabiendas de que no hay otro mercado con el poder adquisitivo y los bajos costos de transporte como los que tiene su socio del norte. El tema no solo es necesario, sino además urgente.

Con base en lo anterior, la idea de un proceso de integración que retome los planteamientos del ALCA puede ser una buena alternativa, aunque sin la participación de Estados Unidos. Un acuerdo como el que se proponía con el ALCA podría convertirse en un proyecto más completo sobre sus planteamientos comerciales y en una nueva manera de entender al regionalismo en el continente americano. La experiencia latinoamericana es muy diversa, existen diferentes procesos de integración de carácter subregional como el Mercado Común del Sur, la Alianza del Pacífico, el Mercado Común Centroamericano, la Comunidad Andina de Naciones y la propia Asociación Latinoamericana de Integración.

Dicho a bote pronto parecería una propuesta osada, pero hace unas pocas semanas el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dio a conocer el documento Caminos para crecer en un nuevo mundo comercial, donde propone a «América Latina y el Caribe […] avanzar más agresivamente hacia un área comercial regional más integrada […]», que permita a los países de la región avanzar más allá de ese 80% de intercambios comerciales que ya son libres de aranceles. El BID propone una ruta de integración más simple y flexible, que armonice los 33 acuerdos de libre comercio que ya existen en la región, para formar un mercado único que sumaría cinco billones de dólares y representaría 7% del PIB mundial.

Claro que cualquier iniciativa requeriría de un claro liderazgo, comprometido con la integración. Para eso sería preciso que las dos economías más grandes, Brasil y México, abandonaran su tradicional distanciamiento y esa larga y soterrada competencia sin sentido por ver quién es el líder de la región. Los dos países representan un PIB de alrededor de tres billones de dólares y un mercado de alrededor de 350 millones de habitantes, es decir, 50% de Latinoamérica y el Caribe.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, en los últimos años la economía de Latinoamérica ha decrecido en promedio 0.2% y la de Brasil 3.8%, mientras que México ha crecido 2.4% en promedio. Por esto, por la precaria relación actual con la administración Trump y por ser uno de los países más liberalizados del mundo, México debe asumir la promoción de la integración americana como prioridad en su política exterior.

No se descarta que las negociaciones puedan tener sus complicaciones y que algunas de las acciones sean difíciles de implementar, pero tampoco es imposible. A 200 años del inicio de las independencias en la región, es hora de pensar que la solidaridad americana puede avanzar sin depender de la influencia y los intereses de Estados Unidos.

Latinoamérica debe asumir el reto y demostrarse a sí misma de qué es capaz y si es cierto eso de que «somos países hermanos». Alguien se preguntará, ¿y qué hay de Canadá y Estados Unidos? Si en algún momento estuvieran interesados en participar, ¿por qué no invitarlos también?

GERARDO TRUJANO VELÁSQUEZ es articulista de análisis económico internacional en la columna Foro Internacional Anáhuac del periódico Excélsior de México. Es maestro en Desarrollo Urbano por El Colegio de México y especialista en Estudios Avanzados en Intervención Pública y Economía Regional por la Universidad del País Vasco. Actualmente es coordinador académico del área de Economía en la Facultad de Estudios Globales en la Universidad Anáhuac. Sígalo en Twitter en @gtrujano64. ALONSO BRAVO GÓMEZ es estudiante de octavo semestre de la licenciatura en Relaciones Internacionales de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac y ha colaborado anteriormente en la columna de Foro Internacional Anáhuac. Sígalo en Twitter en @AlnsoBravo.

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