Diplomacia en el cambio de época global

1 abril, 2021 • Artículos, Portada, SRE • Vistas: 4004

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Dalya Salinas Pérez, Ulises Canchola Gutiérrez y José Juan López-Portillo García-López

Abril 2021

Una colaboración de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México

Atravesamos por una época de retos y contradicciones. En el inventario de todos ellos podemos enumerar algunos de los más prominentes. El desarrollo tecnológico exponencial anticipa nuevas oportunidades, pero al mismo tiempo amenaza con profundizar la disparidad entre ricos y pobres. La intensidad, sin precedente, de la interconexión mundial parece haber generado más información que ideas. Por otra parte, al estar más cerca nos encontramos más lejos como individuos. Aun en el terreno de las religiones, “hemos entrado en la época de un politeísmo secularizado”, como argumenta Rüdiger Safranski. Por ello, el espejismo de una “sociedad total” mundial aparece y se diluye nuevamente.

La lista continúa. La confirmación de un riesgo planetario, si no actuamos colectivamente para responder a los retos ambientales y a las pandemias, contrasta con el debilitamiento del multilateralismo. Tensiones entre la democracia, por una parte, y el liberalismo y el capitalismo, por la otra, se registran cuando observamos un divorcio entre política y poder. Sin embargo, el Estado (aún marginado por el globalismo neoliberal), continúa siendo el principal actor internacional. El Estado vuelve a ser visible, pero su relevancia está a prueba. Más aún, si bien se aspira a un Estado de derecho internacional, aproximándonos al propósito kantiano, se viene registrando un comportamiento asintótico entre lo legal y lo legítimo que puede terminar de convertir un esquema de justicia internacional en un contexto justiciero.

Pero quizá la mayor contradicción de nuestro tiempo sea que el futuro no termina de comenzar cuando sentimos que ya es pasado. En el contexto de la “realidad líquida” descrita por Zygmunt Bauman, los referentes para navegar en ella son difíciles de aprender.

El reto de la diplomacia, en tanto instrumento del Estado, es ayudar a evitar que las tensiones como motor de la historia se resuelvan de forma violenta

Uno de los oficios más antiguos y, por ende, presente en este tipo de épocas ha sido la diplomacia. Desde sus inicios, este oficio ha tenido como una de sus principales funciones leer el mundo, descifrarlo e interpretarlo. El Estado-nación actual nació en gran medida como resultado de ese ejercicio de leer e interpretar entornos y contextos. Desde entonces, la diplomacia se ha consolidado como una herramienta indispensable del Estado. La diplomacia ha servido como instrumento epistemológico para establecer los ideales a los cuales dirigir los esfuerzos con otros países; definir soluciones a problemas comunes, y acordar las responsabilidades resultantes.

Las contradicciones y los retos, como los aquí enumerados, generan tensiones, las cuales han marcado cambios de época. Son finalmente estas las que desarrollan y escriben el devenir de la humanidad. El reto de la diplomacia, en tanto instrumento del Estado, es ayudar a evitar que las tensiones como motor de la historia se resuelvan de forma violenta.

Tensiones: el Estado bajo presión

Históricamente, solo los Estados han podido formular y hacer cumplir acciones colectivas para hacer frente a amenazas a su seguridad interna o externa. En el contexto de la pandemia de covid-19, solo por medio de la acción de los Estados se han podido emprender acciones medianamente efectivas para enfrentar la crisis sanitaria.

En la época globalizadora de las últimas décadas, el Estado cedió funciones al mercado, al desarrollo tecnológico e informático, lo cual lo ha debilitado. Sus nacionales dejan de encontrar en él respuestas a sus necesidades y reclamos. Consecuentemente, la autoridad política va en declive y el Estado pierde influencia. Imposibilitado de ofrecer alternativas de un mejor futuro, en su escenario político han aparecido movimientos nacionalistas, líderes y gobiernos populistas, así como llamados a la “retrotopía”. El repliegue y la reducción del Estado y su aparato han generado vacíos, los cuales son exhibidos por la propia pandemia. Es en este punto en donde se generan las tensiones tanto internas como externas.

La tensión al interior del Estado deriva de la paradoja de buscar retomar el espacio cedido y perdido en el transcurso de las últimas 3 décadas, cuando ello parece no bastar para recuperar su relevancia y legitimidad. La tensión externa del Estado deriva de la necesidad de adoptar acciones colectivas para enfrentar desafíos mundiales (pandemia, cambio climático, promoción y protección de los derechos humanos, combate al terrorismo y al crimen organizado). La negociación de los acuerdos requeridos pasa por nuevos y múltiples actores no estatales, como las grandes plataformas digitales, las empresas multinacionales, las fundaciones y las organizaciones no gubernamentales, que reclaman su posición en el proceso de coordinación global (esto por sí mismo, implica un reto a la gobernanza global), respecto de los cuales el Estado aparece debilitado. El cumplimiento de los compromisos resultantes se enfrenta continuamente con el cuestionamiento de la capacidad del Estado para hacerlo. Ello explicaría en parte la reaparición de regímenes autoritarios como la tendencia a la fragmentación del Estado.

¿Cuál es el futuro del Estado-nación ante este tipo de tensiones? Las soluciones a las tensiones de hoy, como argumentan algunos analistas, no pueden ser las mismas de ayer. El Estado debe reinventarse para responder a las exigencias de un cambio mundial de época.

Implicaciones: las tensiones en la diplomacia y sus retos

La diplomacia está llamada a desempeñar un papel de primer orden, no solo por la pericia derivada de su origen y evolución (existe incluso antes del Estado); no solo por la visión transversal y comprehensiva de su actuación, sino sobre todo por ser herramienta y agente del Estado.

No obstante, la diplomacia no está exenta de la influencia de la globalización. La primera evidencia de este impacto radica en la ubicuidad actual de la “diplomacia”. En las discusiones sobre la gobernanza global (es decir, acordar la agenda global, identificando desafíos, negociar propuestas y acordar soluciones) los nuevos actores han asumido su actuar como diplomático. Ello ha invitado la generación de etiquetas para denominar diversas actividades bajo este rubro (por ejemplo, embajadores empresariales).

También se advierte la creciente proliferación de una taxonomía ilimitada de tipos de diplomacia (diplomacia científica; diplomacia informática y tecnológica; diplomacia empresarial, así como tantos calificativos como áreas en las que el Estado ha dejado de estar presente). En el extremo, el actor y la herramienta se confunden y el objetivo se define por el medio. En este sentido, la diplomacia parece comenzar a definirse más como un terreno o foro de acción en el que participan múltiples actores que como una habilidad o herramienta al servicio del Estado.

La diplomacia no está exenta de la influencia de la globalización.

Por su parte, el Estado también ha caído presa de la tendencia y la confusión al convalidarla ampliando su catálogo de tipos de diplomacia, llegando al punto de no distinguir la diferencia entre diplomacia y política exterior. Todo esto sucede cuando varias cancillerías han comenzado a reflexionar sobre la necesidad de mejorar su diplomacia en el contexto aquí referido. Unos fortaleciendo su profesionalización, otros considerando o consolidando su institucionalización. En el caso de los primeros, la discusión invita a ampliar la visión introspectiva, tradicionalmente limitada a cuestiones de gremio o binarias (funciones diplomáticas o consulares; perfil bilateral o multilateral, ser generalista o especialista). La introspección bien podría plantearse más en términos ontológicos y teleológicos.

En el caso de los segundos, producto de los embates de la reducción del Estado, algunos ministerios de exteriores han iniciado una reconsideración no solamente limitada a cuestiones de austeridad financiera, sino sobre la función y la eficacia de la diplomacia. En otros se pondera el fortalecimiento de la diplomacia como institución de Estado y no de gobierno (como puede recogerse de la reciente experiencia estadounidense).

Los desafíos mundiales, la multiplicidad de actores y las dudas sobre el futuro del Estado como producto de las tensiones que experimenta en este contexto hacen necesarias estas reflexiones sobre la diplomacia. Sin embargo, como en el caso del propio Estado, tienen que ser más ambiciosas.

Reflexiones adicionales

Para navegar en las condiciones actuales parece indispensable el pensamiento abstracto, la visión de conjunto, la capacidad de disrupción, la decodificación de entornos y las habilidades de conectar y construir. ¿Son estos elementos una descripción de lo que la diplomacia debe ser para asistir en la transición por la que atraviesa el mundo? ¿Qué se necesita para lograrlo?

¿Debe y puede reforzar su narrativa para construir valores comunes como base de la acción colectiva internacional? ¿De qué manera se inserta la discusión sobre la diplomacia en discusiones más amplias sobre el valor que genera el Estado? ¿De qué manera se puede valorar o juzgar la aportación de la diplomacia a las sociedades nacionales o a escala mundial? ¿Debe mimetizar a otros actores o insistir en sus formas tradicionales? ¿Qué tipo de profesionalización debe emprender?

El debate sobre la diplomacia, su función y el valor que aporta es una discusión incipiente. Recientemente, se han abierto foros, de manera particular, en el ámbito académico para explorar desde esa perspectiva el desarrollo o evolución de la diplomacia. Probablemente, se requiera una mayor sistematización del debate, en especial en regiones como la de América Latina y el Caribe (y hacerlo también en español). Para ello, se hace necesaria una interlocución más amplia, incluyendo a diplomáticos practicantes.

DALYA SALINAS PÉREZ es miembro del Servicio Exterior Mexicano desde 2006. Es licenciada en Relaciones Internacionales por el ITAM, y maestra en Comunicación Internacional por la Universidad de la Haya. Actualmente, es Jefa de la Sección Consular de la embajada de México en Noruega. Ha estado adscrita en la embajada de México en los Países Bajos y en el Consulado de México en Nogales. Sígala en Twitter en @dalxsp. ULISES CANCHOLA GUTIÉRREZ es Embajador de México en Noruega. Es diplomático de carrera desde 1993, licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro en Derecho Internacional y Diplomacia por The Fletcher School of Law and Diplomacy. Ha estado adscrito a las Misiones Permanentes de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, Ginebra y Viena, y ha sido Embajador de México en Irán. Socio COMEXI. Sígalo en Twitter en @ucanchola. JOSÉ-JUAN LÓPEZ-PORTILLO es Consejero encargado de la sección de Innovación y Economía del Conocimiento en la Embajada de México en Noruega. Fue profesor investigador titular en el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE). Es licenciado y maestro en Historia Antigua y Moderna por la Oxford University y doctor en Historia Global por la London University. Sígalo en Twitter en @JJLPGL.

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3 Responses to Diplomacia en el cambio de época global

  1. Diego Sordo dice:

    Buen artículo y gran reto tiene la diplomacia para reforzar la narrativa a nivel internacional

  2. Gloria María Pérez Cabrera dice:

    Excelente artículo. Ilustra a los que poco sabemos sobre la diplomacia y sus grandes retos. Felicidades!

  3. Laura Mc.Daniel Gallardo dice:

    La necesidad de la presencia diplomática en cada nación, para resolver puntualmente, el desarrollo de estas, se convierte claramente al día de hoy en una herramienta indispensable, para los desafíos mundiales que se presentan en esta época.
    Interesante Artículo!!
    Gracias por compartir.

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