Crisis de Irán y Estados Unidos, visión 20/20

9 enero, 2020 • Artículos, Medio Oriente, Portada • Vistas: 5619

Español 24

Mauricio D. Aceves Torres

Enero 2020

Sin duda, 2020 representa un punto de quiebre para muchos conflictos vigentes. Este es el caso de la coyuntura que existe entre Estados Unidos e Irán, que se ha agudizado por un domino de acciones y represalias que comenzó tras la salida unilateral de Washington, en mayo de 2018, del acuerdo nuclear de 2015, que incluyen maniobras e injerencias económicas, diplomáticas y militares en conflictos subregionales en Afganistán, Irak, Siria y Yemen. Empero, la magnitud de las tensiones vistas entre ambos países conoció un nuevo límite en las primeras horas del viernes 03 de enero de 2020, tras la neutralización del general de división Abol Qasem Soleimani, Comandante de las Fuerzas Quods de la Guardia Revolucionaria de Irán y de Abu Mahdi al Muhadis, Jefe Adjunto de las Fuerzas de Movilización Popular de Irak, como resultado de un ataque aéreo en las cercanías del aeropuerto de Bagdad, el cual fue adjudicado por la misma Casa Blanca.

Los hechos representan el banderazo de salida de una nueva etapa en la geopolítica mundial en 2020, elevando las tensiones regionales a niveles críticos. Numerosos medios de comunicación internacionales, así como las interacciones registradas en redes sociales, se han convertido en un hervidero de especulaciones en torno a la conflagración de una Tercera Guerra Mundial con tintes apocalípticos que, si bien alientan a la lectura, poco aportan al análisis del conflicto. El mayor mal que habita las Relaciones Internacionales, es que las verdades que nos importan vienen siempre a medias. El contexto de la crisis en el Medio Oriente es aún nebuloso: si bien no se descartan los peores escenarios, es un error cerrar opciones en un contexto en el que las verdades y los motivos detrás de los hechos aún no se desentrañan.

Acontecimientos recientes y la alta tensión

Si bien la sorpresiva neutralización de los altos mandos de Irak e Irán que contaban con un alto peso político en la región puede tener tratamientos de actos de guerra y elevan la reactividad de estos países de forma acelerada, el inicio de una guerra convencional continúa siendo un escenario poco probable e indeseable tanto en Washington como en Teherán. La muerte ha sido un mensaje y un mensajero recurrente en los conflictos en la historia. En esta ocasión podría no ser distinto. Lo que es seguro, es que no se trata de acciones arbitrarias, aleatorias o sin previa meditación.

Washington tiene motivos para evitar un conflicto de gran magnitud, pues carecería de legitimidad política en los electores en Estados Unidos.

Washington tiene motivos para evitar un conflicto de gran magnitud, pues carecería de legitimidad política en los electores en Estados Unidos, puesto que no se reconoce una verdadera amenaza en contra de la integridad territorial (aunque sí a sus intereses en el Medio Oriente), como ocurrió la mañana del 7 de diciembre de 1941 o el 11 de septiembre de 2001, por lo que la hipótesis de que la acción sea derivada de una estratagema política para desviar la atención del juicio político presidencial, contemplaría una apuesta a ciegas que podría terminar siendo contraproducente si el conflicto continua la tendencia a convertirse en una confrontación directa. En este supuesto, daría oportunidad de juego a una oposición disminuida y poco carismática para obtener una posición de crítica inmejorable en la que obtendría obtener mayor cohesión en la población, sin desestimar los reveses diplomáticos en el plano internacional. Así que el plan de contingencia del Pentágono frente a Irán debe de estar ya en marcha para tratar de gestionar los derivados adversos de esta peligrosa provocación, que podrían terminar nublar el panorama electoral de la Casa Blanca para los comicios de noviembre.

El detonador del conflicto a los ojos del mundo, más allá de la cronología de asperidades anteriormente observadas, incluyendo las hostilidades decembrinas de las milicias chiitas iraquíes aliadas de la Guardia Revolucionaria dirigidas a la embajada de Estados Unidos y otras instalaciones militares en Irak, sería la muerte de una figura pública que en mucho se asemeja a un estandarte regional en el combate al terrorismo y potencial contendiente en las elecciones en Irán en febrero. Esto deja a Teherán en una encrucijada, puesto que requiere de una respuesta de represalia que sea de menos proporcional y que, paradójicamente, evite que el conflicto se traslade a una dinámica de ataques directos, en los que se encontraría en una asimétrica inferioridad militar ante su rival.

No se omiten los resultados devastadores y con alcances difíciles de gestionar para toda la región que produciría una guerra convencional, con la conciencia de que ni China ni Rusia los acompañará en las campañas de una guerra total que podría a prueba todas sus capacidades militares, llegando a un escenario ―por el momento distante― de destrucción mutua asegurada, el cual sería levemente posible si alguno de ellos fuera directamente atacado, condición que aplica bajo la misma lógica para Estados Unidos.

Tras la autodesactivación del plan A, existen dos senderos para transitar claramente delineados. El primero, es la continuidad de la danza de represalias limitadas, en la que la estrategia de Irán se centrará en el uso de las variantes ofensivas de su red de grupos y milicias aliadas distribuidas en el Medio Oriente ampliado, para tejer ataques estratégicos, directa o indirectamente (contra aliados de Estados Unidos en la región como Israel), bloquear eventualmente el estrecho de Ormuz o, por otro lado, elevar la cadencia de los ataques cibernéticos o el despliegue de maniobras militares limitadas, pero atendiendo la premisa de evitar la confrontación directa. Desde la posición de Washington, deben mitigarse estas acciones o disuadirlas, tal vez mediante un segundo o tercer golpe de autoridad que no permita respuesta por parte de Teherán.

La crisis actual deja a los tomadores de decisión sin margen de error y la realidad prescinde de la marcha atrás.

El segundo sendero, que no excluye al primero, es la apertura de negociaciones extraoficiales por medio de terceros para llegar a un acuerdo que interrumpa la crisis actual, esperando ansiosamente el resultado de las elecciones internas y manteniéndose a la expectativa del movimiento de piezas de diversos actores regionales y externos, así como de la actitud que adopte Estados Unidos posteriormente. La crisis actual deja a los tomadores de decisión sin margen de error y la realidad prescinde de la marcha atrás. Hay dos formas de cruzar territorios prohibidos: lentamente y con mesura, o demostrando fuerza y autoridad.

MAURICIO D. ACEVES es licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad del Valle de México, maestro en Seguridad Pública y Políticas Públicas por la IEXE Escuela de Políticas Públicas y diplomado en Dirección de Operaciones de Inteligencia y Contrainteligencia por el Campus Internacional para la Seguridad y la Defensa (CISDE). Es autor de diversos artículos relacionados con la seguridad internacional. Es encargado de estudios del Medio Oriente en el Escritorio Internacional y miembro asociado del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Relaciones Internacionales (Comexi). Sígalo en Twitter en @MauricioAceves.

Tags:, , ,

2 Responses to Crisis de Irán y Estados Unidos, visión 20/20

  1. Ricardo dice:

    Lentamente y con mesura

  2. […] del conflicto entre Estados Unidos e Irán, el cual conoció un punto crítico en enero de 2020, con el despliegue de múltiples operaciones militares convencionales y no convencionales. Las confrontaciones directas han tomado un leve receso, las actividades militares han sido […]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cargando…