Afganistán: lecciones geoestratégicas de una derrota anunciada

23 agosto, 2021 • Artículos, Asia/Pacífico, Asuntos globales, Medio Oriente, Portada • Vistas: 2261

El Periódico

Luis Alexander Montero Moncada

Agosto 2021

La derrota estadounidense en Afganistán se puede interpretar como la consecuencia previsible de una serie de errores secuenciales. El primero y más obvio tiene que ver con la ausencia de objetivos estratégicos de guerra claros, que permitieran un plan de campaña consistente y cohesionado. El segundo, fue el acuerdo del 29 de febrero de 2020 ⸺diseñado por el gobierno de Donald Trump⸺ en el que se partió del errado supuesto de que el movimiento talibán llegaría a un acuerdo con las autoridades afganas para buscar un gobierno compartido, en lugar de un asalto del poder por parte de la milicia, como finalmente ocurrió. El tercer error es el que se aprecia en estos momentos: la errática y afanada gestión por parte de la comunidad internacional, especialmente de Estados Unidos, de un asalto talibán al poder. Las escenas de afganos desesperados intentando huir a como dé lugar, sumadas a los aviones cargados de refugiados hasta el límite y los videos de los líderes del movimiento talibán en el despacho presidencial luciendo su poder armado, no son sinónimo de transición tranquila. Estos tres elementos abren una serie de preguntas sobre las consecuencias de la crisis y los grandes beneficiarios de los escenarios que se puedan prever en el futuro próximo.

La primera crisis del sistema internacional contemporáneo

La caída en Kabul y la victoria definitiva del movimiento talibán en Afganistán marca el fin de una campaña militar de 20 años, liderada por Estados Unidos, que fue el punto de partida de un nuevo orden internacional, basado en el compromiso antiterrorista mundial. En otras palabras, luego del fin de la Guerra Fría, Estados Unidos y el mundo vivieron un periodo de ajuste y transición que dio paso a un nuevo orden basado en la lucha antiterrorista, a raíz de los ataques del 11-S. Justamente, el punto de partida de este nuevo orden fue la campaña en Afganistán. Hoy vemos el fracasado fin de este punto de partida, por lo que la primera de las consecuencias de la retirada de Estados Unidos y la derrota de las fuerzas afganas es que se pone en entre dicho la razón de ser del nuevo orden internacional basado en el antiterrorismo.

Esta derrota debe sumarse a las de Irak y Siria. En el teatro iraquí, existieron varios puntos en común con la retirada de Afganistán, como la ausencia de un plan de guerra que incorporara objetivos de campaña definidos y alcanzables. En su lugar se identificaron una secuencia de objetivos intermedios que carecían de un verdadero valor estratégico o, en caso de tenerlo, no marcaron el fin de la campaña cuando debía haber ocurrido. Por ejemplo, la muerte de Saddam Hussein ⸺con la desarticulación del gobierno iraquí⸺ y la de Osama bin Laden ⸺sumado a la dispersión de Al Qaeda⸺ para el caso afgano. Hoy Irak es un agujero negro para los intereses occidentales y la influencia iraní es abrumadora. Sin duda, ese no era el efecto final deseado en la campaña.

En el caso sirio, tampoco hubo un plan de campaña realmente estructurado, por lo que la coalición liderada por Estados Unidos no logró propinar ningún tipo de daño estratégico al Estado Islámico y, en su lugar, fue Rusia quien llevó la iniciativa de combate y los beneficios de sostener al régimen de Bashar al Assad. De esta manera, los tres teatros de guerra con los que Estados Unidos quiso crear un nuevo orden internacional y desarrollar su “guerra contra el terror” ⸺Afganistán, Irak y Siria⸺ representaron sendas derrotas estratégicas.

La naturaleza de la guerra contemporánea

Las causas y las consecuencias de la victoria del movimiento talibán representan una importante oportunidad para evaluar las doctrinas vigentes del empleo del poder militar en las guerras contemporáneas. En cuanto a las causas, en primer lugar queda demostrado que ninguna campaña militar se puede pelear exclusivamente desde el aire y que las botas en el terreno mediante combatientes de calidad son absolutamente indispensables. En otras palabras, si bien Estados Unidos mantuvo una indiscutible superioridad aérea, no fue buena idea descargar la responsabilidad en tierra a unas fuerzas afganas con una muy pobre voluntad de combate y totalmente absorbidas por corrupción y señores de la guerra, cada uno con intereses y lealtades particulares. Los escasos medios afganos que pudieran representar un poder militar medianamente aceptable eran las agrupaciones de fuerzas especiales, las cuales fueron superadas numéricamente y barridas por el movimiento talibán.

Las causas y las consecuencias de la victoria del movimiento talibán representan una importante oportunidad para evaluar las doctrinas vigentes del empleo del poder militar en las guerras contemporáneas.

La segunda lección tiene que ver con el tempo operacional y la cualificación de las tropas en contienda. En cuanto al tempo operacional, el movimiento talibán puso en práctica uno de los postulados doctrinales elementales en guerra asimétrica, que consiste en que cuanto más se alarga una campaña, más beneficios trae para el bando asimétrico y más desgaste representa para el bando aparentemente más sólido. Dicho de otra manera, tras 20 años de combates, sin un triunfo definitivo ni objetivos operacionales claramente establecidos, era impensable para Estados Unidos y la coalición prolongar aún más su desangre en Afganistán. En cuanto a la cualificación de las tropas en la contienda, la victoria talibán revalida el refrán chino que reza: “no se puede usar un cañón para acabar con un mosquito”. Las guerras contemporáneas requieren ejércitos con un centro sólido representado casi exclusivamente por agrupaciones de fuerzas especiales, móviles y flexibles, capaces de pelear con éxito estas guerras.

La tercera y última de las lecciones doctrinales tiene que ver con el fracaso de la comprensión cultural del adversario talibán y afgano. Para Estados Unidos, la coalición y el mismo gobierno afgano, fue imposible diseñar una campaña efectiva de operaciones psicológicas que rompiera la voluntad de combate de las milicias. De esta manera, la comprensión cultural y el entendimiento pleno de las motivaciones del adversario se vuelven más que nunca un imperativo en la conducción de la guerra contemporánea, permeada por la globalización y las identidades cambiantes. Este efecto disruptivo deja sobre la mesa la contundente derrota de otro de los conceptos doctrinales de Estados Unidos ⸺e incluso de la misma Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)⸺, el cual es el de Operaciones de Apoyo a la Autoridad Civil (ADAC). Justamente el desmoronamiento del gobierno afgano, la huida del presidente Ashraf Ghani Ahmadzai, la desbandada de representaciones diplomáticas y el temor masivo de la población son elementos contundentes que el concepto de ADAC voló por los aires.

China y Rusia tras el botín afgano

La otra arista a tener en cuenta son los intereses chinos y rusos tras la caída del gobierno afgano. Ambos actores tienen sendos intereses geopolíticos y de seguridad en la región, que hacen indiscutible el giro de Beijing y de Moscú para apoyar decididamente al gobierno talibán.

Desde la llegada de Vladimir Putin al poder, el primer escalón de la estrategia de reposicionamiento ruso contemplaba retomar el control del “extranjero próximo” o, en otras palabras, las antiguas repúblicas soviéticas, las cuales no podían depender de nadie diferente a Moscú al ser su zona de influencia natural. La cooptación de las repúblicas bálticas por la OTAN y la confrontación con Ucrania, obligaban a Moscú a una política más agresiva en el Cáucaso y en Asia Central. Es por ello que Rusia estrecha al máximo las relaciones con Kazajistán ⸺asegurando, entre otras cosas, su sitio de lanzamiento de cohetes espaciales⸺ mientras avanzó en los diálogos y amplió su influencia sobre Uzbekistán y Kirguistán. Ahora, con un Afganistán en manos del movimiento talibán, Rusia querrá aprovecharlo como una especia de “pinza sur”, desde la cual presionar a las dos únicas repúblicas “rebeldes” al poder ruso: Turkmenistán y Tayikistán. De hecho, resulta significativo que, mientras las delegaciones diplomáticas que había en Kabul iniciaron su retirada, solo la embajada rusa dejó a la totalidad de su personal diplomático. Este escenario dejaría a Putin con un predominio geopolítico en la totalidad de Asia Central.

Estados Unidos perdió una zona estratégica desde la cual hubiera podido presionar en el futuro a Irán.

China, por su parte, encuentra un aliado en el movimiento talibán para asegurar una zona de tránsito en la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda, así como para contrarrestar ⸺incluso por vías de fuerza y combates⸺ al problemático Movimiento Islámico del Turkestán Oriental, de orientación sunita, influenciable por el movimiento talibán, el cual amenaza constantemente a la región de Xinjiang. Basta recordar la orden dada en 2008 por Abdul Haq, líder del movimiento, para atacar ciudades chinas, especialmente las ciudades que eran sedes olímpicas. Adicionalmente, el movimiento ha sido protagónico en las manifestaciones uigures contra el poder de Beijing.

Bajo esta perspectiva, no es extraño el gran ejercicio militar conjunto entre China y Rusia de la semana anterior a la caída de Kabul. Este ejercicio militar fue una clara demostración de poder proyectado en Asia Central, donde más de 10 000 soldados, tanques, sistemas de misiles y aviones de combate, mostraron a Occidente los dientes de Beijing y Moscú.

Una lección geoestratégica

Dejando atrás las explicaciones y al analizar las consecuencias, se pueden identificar cuando menos cuatro de tipo estructural. La primera es que el extremismo islámico y las organizaciones terroristas tendrán una oxigenación con esta victoria. De hecho, después de la derrota de Al Qaeda en Irak y el Estado Islámico en Siria, esta es la primera victoria de uno de los adversarios occidentales en la lucha internacional contra el terrorismo. Sin duda, esto puede estimular a otros grupos a seguir el mismo sendero exitoso del yihad del movimiento talibán.

La segunda consecuencia tiene que ver con la inestabilidad regional en Asia Central. Se puede prever una avalancha de refugiados a los países vecinos, lo que, sumado al predominio de milicias y señores de la guerra, augura una inestabilidad en los países fronterizos de Pakistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán, afectando los intereses hegemónicos sobre los recursos naturales y minerales estratégicos que hay en estos países.

La tercera consecuencia tiene que ver con Irán. Por un lado, Estados Unidos perdió una zona estratégica desde la cual hubiera podido presionar en el futuro a Irán y, por el otro, no se puede caer en el simplismo que todos los movimientos extremistas islámicos son iguales, y que Irán se beneficiará automáticamente; por el contrario, se debe partir de la base de que el movimiento talibán e Irán son, de hecho, adversarios dogmáticos.

La cuarta consecuencia tendrá que ver con el mercado mundial del opio, el cual se beneficiará claramente con la victoria talibán, que va a aprovechar al máximo una de sus fuentes tradicionales de financiación. En síntesis, estamos viendo parcialmente un nuevo Vietnam, pero en un entorno internacional, con consecuencias mundiales y frente a una China y Rusia que tienen una clara iniciativa de combate frente a Estados Unidos, lo que representa muchos retos para el gobierno de Joseph R. Biden.

LUIS ALEXANDER MONTERO MONCADA es doctorando en Estudios Políticos en la Universidad Externado de Colombia y doctorando en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional. Además, es maestro en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales Contemporáneos de la Universidad Externado de Colombia y Sciences Po y maestro honoris causa en Inteligencia Estratégica de la Escuela de Inteligencia y Contrainteligencia del Ejército de Colombia. Es profesor e investigador en la Escuela Superior de Guerra de Colombia. Sígalo en Twitter en @montero0101.

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2 Responses to Afganistán: lecciones geoestratégicas de una derrota anunciada

  1. DIANA TELLEZ PEREZ dice:

    Con la siempre rigurosidad académica e investigativa el doctor Montero, nos presenta un agudo análisis de la decisión del gobierno estadunidense de retirar sus tropas del territorio Afgano , tras veinte años de ingentes esfuerzos humanos, militares, políticos y económicos, abandonado el control de un territorio sensible e importante geopolíticamente. Fortaleciéndose así el circulo de poder de China Rusia Irán y Pakistán. generando una nueva tensión para occidente

  2. […] – Foreign Affairs Latinoamérica:  Afganistán: lecciones geoestratégicas de una derrota anu… […]

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