Volver a la normalidad en Nicaragua

23 agosto, 2018 • Norteamérica, Opinión, Opiniones Oportunas • Vistas: 2108

No dejemos solos a los nicaragüenses

Once Noticias

 Cristina Eguizábal Mendoza

22 de agosto de 2018 

De la sección Opiniones Oportunas del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Lo que al inicio parecían solo manifestaciones espontáneas de estudiantes y pensionados que se oponían a las nuevas reformas a la Ley de Seguridad Social decretadas por el gobierno de Daniel Ortega, con el fin de sanear las finanzas del Instituto Nicaragüense de Seguro Social, se convirtieron para sorpresa general en una auténtica rebelión popular que el binomio Ortega-Murillo no dudó en reprimir despiadadamente. Las organizaciones de derechos humanos, incluyendo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, calculan en alrededor de cuatrocientos los asesinados por los efectivos de la policía y los grupos paramilitares afines.

A primera vista, la estrategia represiva de Ortega le ha dado resultado. Es cierto que muchos de los dirigentes estudiantiles están escondidos, pero las manifestaciones en contra del gobierno se mantienen. La economía está paralizada, el número de nicaragüenses buscando refugio en los países vecinos no disminuye. En represalia al apoyo brindado por el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) a las protestas, el gobierno retiene desde hace meses en aduana materias primas, repuestos, partes y accesorios para maquinaria agropecuaria e industrial que, de no ser liberadas, pondrían en riesgo la seguridad alimentaria de la población nicaragüense». Analistas hablan de una contracción del PIB del 3% en lo que va de 2018.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional fue por muchos años el partido político mayoritario del sistema político nicaragüense gracias al respaldo consistente de un voto duro de alrededor de un 35% del electorado. Ortega, su eterno candidato, no logró sin embargo ser electo ni en las elecciones presidenciales de 1996 ni en las de 2001. En la segunda vuelta, el Frente por sí solo no alcanzaba los votos para sobreponerse a la oposición de gran parte de los votantes, especialmente de las clases medias y medias altas.

Para 2018 todas las vías legales de oposición a los designios de la pareja presidencial habían sido suprimidas: no quedaba más que la rebelión.

Necesitaba aliados y encontró uno, ideal, en la persona de Arnoldo Alemán, el líder del otro gran partido, el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), quien en 2000 cumplía una condena por delitos de corrupción. Los dos caudillos establecieron un pacto de amplio espectro, que incluía un quid pro quo clave: Alemán obtendría la conmutación de su pena por parte de la Corte Suprema de Justicia, gracias al control que de ahora en adelante los dos partidos ejercerían sobre ella y Ortega podía contar con los votos del PLC para lograr una reforma a la ley electoral que redujera a 35% el número de votos necesarios y así lograr la presidencia en la primera vuelta.

A partir de 2000 la familia Ortega Murillo se dedicó a consolidar su poder: primero en el partido y en las instituciones claves del Estado, segundo estableciendo sendos acuerdos de «no agresión» con el COSEP, la poderosa gremial de la élite empresarial, y con el cardenal Miguel Obando y Bravo, hasta su fallecimiento primado de la Iglesia católica nicaragüense y tercero, en el plano internacional, insertando a su país en la órbita bolivariana. Con la COSEP, el acuerdo consistió en cederle básicamente el manejo de la política económica a cambio de mantener la paz social. Tanto el gasto social como los negocios privados del clan serían financiados gracias a la generosa ayuda venezolana. Para asegurarse el apoyo de la Iglesia católica, Ortega promulgó una ley contra el aborto, entre las más restrictivas del mundo.

A medida que la ayuda venezolana se fue reduciendo, el edificio construido por los Ortega Murillo que en un principio parecía inexpugnable se fue resquebrajando y los aliados fueron escaseando. Para 2018 todas las vías legales de oposición a los designios de la pareja presidencial habían sido suprimidas: no quedaba más que la rebelión.

Las propuestas del antiorteguismo para salir de la crisis, ya generalizada, han sido avalados por algunos sectores de la comunidad internacional: apertura de un diálogo que permita llegar al cese de la represión y a la disolución de los cuerpos paramilitares; establecimiento de mecanismos de justicia transicional que garanticen reparación para las víctimas de abusos; renuncia y promesa de no presentarse a elecciones tanto por parte de Ortega como de Rosario Murillo, y elecciones anticipadas en presencia de observadores internacionales. Ortega y su esposa no ven la necesidad de sentarse en una mesa de diálogo, para ellos la situación está normalizada. Solo una decisiva presión internacional puede hacerlos cambiar de idea.

CRISTINA EGUIZÁBAL MENDOZA es politóloga costarricense, especialista en Relaciones Internacionales. Es Asociada del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi).

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