Una lectura sobre el conflicto en Nicaragua

25 junio, 2018 • Artículos, Latinoamérica, Portada • Vistas: 11768

Reuters-Oswaldo Rivas

José Daniel Rodríguez Arrieta y José Andrés Díaz González

Julio 2018

El 18 de abril de 2018 iniciaron una serie de protestas en Nicaragua a raíz de una controversial reforma al Seguro Social adoptada por el gobierno de Daniel Ortega, la cual pretendía reducir las pensiones en un 5% al tiempo que aumentaba el aporte de los trabajadores y patrones. Dada la magnitud de las protestas, el 22 de abril Ortega se vio obligado a dar marcha atrás a la reforma, pero, aun así, con esto no detuvo la tensión social y, más bien, aumentaron de intensidad. Al momento de escribir estas líneas las protestas en Nicaragua llevan casi 2 meses, y su represión ha dejado más de 170 personas fallecidas.

Cabe recordar algunos elementos. En noviembre de 2016, Ortega fue reelecto con el 62.5% de los votos válidamente emitidos. Además, según un estudio publicado por CID-Gallup en febrero de 2018, Ortega era el Presidente mejor evaluado de Latinoamérica, con un índice de aprobación del 54%. Por lo tanto, cabe preguntarse cómo un mandatario pasó, en poco tiempo, de tener un amplio apoyo popular a enfrentar fuertes protestas que exigían su dimisión innegociable. Para tratar de encontrar una respuesta, podemos recurrir a las lecciones que los politólogos Bruce Bueno de Mesquita y Alastair Smith disponen en El manual de dictador (2013). Es necesario indicar que, a pesar de su nombre, el libro analiza las acciones que los gobernantes realizan para obtener y mantener el poder político, ya sea en regímenes democráticos o autoritarios, aunque centran su atención en estos últimos casos.

Mantener la coalición ganadora pequeña

Un primer punto relevante que destacan estos autores es que, sin importar que se trate de una democracia o una dictadura, las autoridades políticas no pueden gobernar solas; requieren el apoyo de una coalición (partidos políticos, grupos de interés, movimientos sociales, etcétera) para poder impulsar sus proyectos y políticas. Entre más pequeña es esta coalición, a menor cantidad de actores se debe tratar de complacer, y menos conflictivo es adoptar e impulsar decisiones. Asimismo, los autores plantean que coaliciones pequeñas dan mayor estabilidad a los gobernantes.

En el caso de Ortega, desde que regresó al poder en 2007, se ha visto obligado a ampliar esta coalición ganadora para mantenerse al mando. Para esto se ha tenido que aliar con actores que fueron sus adversarios en el pasado: los empresarios y la Iglesia católica. Asimismo, ha tenido acercamientos con las Iglesias evangélicas nicaragüenses; todo esto para asegurar un apoyo que le permitiera ser reelecto en 2011 y en 2016.

Sin embargo, la ampliación de la coalición implica la necesidad de mantener satisfechos y alineados a un mayor número de actores. En este caso particular, todo parece indicar que Ortega ha perdido la capacidad de mantener el control sobre la coalición, ya que los empresarios y cierto sector de la Iglesia católica son parte de los grupos que encabezan las protestas hacia su gobierno; asimismo, sectores de la comunidad evangélica nicaragüense han buscado alejarse del gobierno de Ortega.

Hasta el 18 de junio de 2018 las protestas habían cobrado la vida de más de 170 personas, dejando también a más de mil personas heridas.

A esto se le debe sumar que ha perdido apoyo de sectores y figuras claves del sandinismo, incluso desde varios años, como es el caso del escritor Sergio Ramírez. Estos sectores consideran que Ortega ha abandonado los principios e ideales por los que lucharon en la Revolución a finales de la década de 1970. Esto aumenta la fragilidad y dificultad de formar una coalición que le permita permanecer de manera estable en el poder, ya que reduce el número de actores a los que puede acudir.

Actores externos y el control del flujo de ingresos

Venezuela ha sido un aliado estratégico de Ortega desde que regresó al poder en 2007. Pero más allá de criterios ideológicos y políticos, la importancia del apoyo que, en su momento, Hugo Chávez y, posteriormente, Nicolás Maduro han brindado, radica en la cantidad de dinero que aportan en forma de cooperación internacional e inversión directa. Bueno de Mesquita y Smith indican que tener acceso a recursos que pueden ser utilizados con cierta o total discreción es esencial para los gobernantes, ya que le permite desarrollar políticas, adoptar acciones o, incluso, simplemente transferirlos de forma clientelar a los actores y grupos cuyo apoyo requiere para mantener el control del poder político.

Sin embargo, la crisis económica y política que actualmente afecta a Venezuela ha provocado una drástica reducción de la cooperación que brinda a este país centroamericano. Así, por ejemplo, se estima que para 2013 la cooperación venezolana alcanzaba un monto aproximado de 560 millones de dólares, pero para 2017 se redujo en un aproximado de 50 millones de dólares. Si bien el resultado sigue siendo un monto cuantioso, reduce significativamente la cantidad de recursos que Ortega puede utilizar para asegurar el apoyo político necesario para seguir en el poder, máxime si las cantidades que transfiere han sido igualmente considerables.

Dar a los partidarios lo necesario para mantenerlos leales

En relación al punto anterior, Bueno de Mesquita y Smith indican que para mantener el control de la coalición ganadora los gobernantes no deben dar más ni menos de lo necesario a sus partidarios para mantenerlos leales, ya que cualquier alteración podría significar una pérdida de su apoyo. En este caso, por ejemplo, históricamente el sector empresarial se ha visto ampliamente beneficiado por el gobierno de Ortega. En los últimos años, la economía de Nicaragua ha sido la segunda de mayor crecimiento en Centroamérica, solo por detrás de Panamá. Sin embargo, el fruto de este crecimiento económico se concentra en pocas manos, lo que ha llevado a un mayor enriquecimiento de la élite empresarial, la cual posiblemente ya no visualiza que necesite a Ortega para promover sus intereses.

En contraste, la acumulación de la riqueza en pocas manos lleva a un aumento de la desigualdad, a lo que se le debe sumar que cerca del 80% de la población trabajadora nicaragüense se encuentra en la informalidad. Esto provoca que grupos importantes de la ciudadanía ya no tengan fuertes incentivos para apoyar el gobierno de Ortega.

Hasta el momento Ortega y Murillo han tomado la rotunda posición de permanecer en el poder sin adelantar elecciones, lo cual ha provocado que las protestas sigan y que el conflicto se intensifique.

Un elemento interesante es que, desde casi el inicio del conflicto, el ejército nicaragüense anunció que no participaría en acciones de represalias contra los manifestantes. Este hecho posiblemente ha evitado el aumento, del ya de por sí amplio, número de víctimas. Pero, siguiendo lo apuntado por Bueno de Mesquita y Smith, Ortega estaría careciendo de la capacidad de otorgar incentivos al ejército para que lo apoyen, lo cual se había venido comprobando con la compra de armamento pesado. Incluso, puede pensarse que dentro del ejército se podría estar visualizando una complicación en la permanencia de Ortega en el poder, por lo que quiere evitar posibles represalias que pudieran sufrir con la llegada de un nuevo régimen, si decidieran dar su apoyo a Ortega.

Disminución de los costos de protestar

Por último, Bueno de Mesquita y Smith establecen que los costos de protestar y tomar acciones para tratar de provocar el cambio de gobierno deben ser menores a los posibles beneficios que traerían dichas protestas. Los costos de las protestas en Nicaragua han sido altos. Hasta el 18 de junio de 2018 habían cobrado la vida de más de 170 personas, dejando también a más de mil personas heridas. El movimiento estudiantil nicaragüense es el que ha asumido los mayores costos, al ser el principal promotor de la protesta. Sin embargo, el hecho que lleven casi 2 meses de realizar acciones de protesta a pesar de la violencia a la que han sido sometidos, es un indicio que posiblemente consideran tener poco que perder en contraposición de lo que podrían ganar al sacar a Ortega del poder.

Es necesario indicar que la sociedad nicaragüense se encuentra polarizada en este tema, y que aún Ortega recibe el apoyo de un sector de la población. No obstante, está lejos de contar con el amplio apoyo político que tenía meses atrás. La rápida y fuerte erosión del apoyo de la población parece ser una tendencia irreversible, por lo que tarde o temprano también perdería el respaldo popular necesario para mantenerse en el gobierno.

¿Qué sucederá?

Es arriesgado tratar de prever el resultado de una coyuntura tan compleja como la que vive actualmente Nicaragua, sin embargo, todo parece apuntar a que el gobierno de Ortega tiene sus días contados. Posiblemente el mejor escenario al que Ortega pueda aspirar en este momento es que se le permita finalizar el periodo de gobierno, para lo cual debería ampliar concesiones a la oposición para asegurar un contrapeso real y efectivo a su poder. No obstante, es un escenario poco probable.

Para los grupos opositores posiblemente el mejor escenario es una renuncia inmediata de Ortega a la presidencia, pero también resulta complicado, ya que el país carece de mecanismos institucionales para dar respuesta a dicha situación. Eventualmente, esto podría aumentar la incertidumbre política y social que atraviesa el país.

Por lo tanto, la mejor salida sería un punto intermedio: que las partes pacten adelantar las elecciones, lo que supondría que Ortega, o la vicepresidenta Rosario Murillo, continué al frente del gobierno nicaragüense por alrededor de un año, hasta que se pueda realizar una transición ordenada y legítima hacia un nuevo gobierno. No obstante, cualquier solución es complicada de alcanzar. Hasta el momento Ortega y Murillo han tomado la rotunda posición de permanecer en el poder sin adelantar elecciones, lo cual ha provocado que las protestas sigan y que el conflicto se intensifique.

JOSÉ DANIEL RODRÍGUEZ ARRIETA es maestrante en Comunicación y Desarrollo y licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Costa Rica (UCR). Es profesor e investigador de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR. Sígalo en Twitter en @josedanielcr. JOSÉ ANDRÉS DÍAZ GONZÁLEZ es doctorando en Gobierno y Políticas Públicas, maestro en Historia y licenciado en Ciencias Políticas por la UCR. Es investigador del Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO) de la Universidad Nacional (UNA) y docente de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR. Sígalo en Twitter en @jadg_cr.

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2 Responses to Una lectura sobre el conflicto en Nicaragua

  1. Carlos Vargad dice:

    Excelente y esclarecedor el artículo, los felicito.

  2. Marjorie dice:

    Este es un artículo con una claridad bien lograda. Explica de forma sencilla el conflicto.

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