Siria: ¿qué esperar de Ginebra II?

1 enero, 2014 • Artículos, Medio Oriente, Portada, Sin categoría • Vistas: 4421

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A pocas horas del inicio de los trabajos de la conferencia de paz sobre Siria, Ginebra II, la situación en el país árabe se vislumbra cada vez más crítica.

Tres años después del inicio del sangriento conflicto que ha cobrado más de 130 000 vidas y ha causado millones de desplazados, las partes involucradas asisten a las conversaciones en medio de un clima de caos y confusión, por lo que los pronósticos de alcanzar un acuerdo favorable se desvanecen.

Mientras la guerra en Siria llega a su tercer año, con un saldo de 130 000 muertos, millones de desplazados y la economía prácticamente destruida, una pequeña ventana se abre para la diplomacia con la conferencia de Ginebra II. Por primera vez, representantes del gobierno de Bashar Al-Assad y de un sector de la oposición, junto con diplomáticos de unos treinta países, se reunirán con el objetivo de definir las condiciones para un alto al fuego como preámbulo de una solución política. Una meta que, hasta el momento, se percibe como bastante improbable.

Alentado por los recientes acontecimientos en el terreno militar, el Gobierno sirio llega a Ginebra II después de insistir durante meses en su voluntad de «restaurar el orden» a cualquier costo, aunque esto haya implicado llevar a cabo bombardeos indiscriminados en los centros urbanos, que le han costado la vida a miles de civiles. El primer ministro sirio Wael Al-Halqi, ha dicho que cualquier decisión tomada en Ginebra II deberá ser sometida a un referéndum y ha advertido que «suponer que la delegación gubernamental asistirá a la conferencia para entregar el poder, no es más que un delirio».

Por otro lado, la realización de la conferencia encuentra a la oposición siria en uno de sus peores momentos desde el inicio del  conflicto. Las diferencias internas entre los distintos sectores, tanto civiles como armados, son tan agudas que han desembocado en los últimos meses en una guerra fratricida entre facciones armadas. La Coalición Nacional Siria (CNS), debilitada y fragmentada, ha decidido finalmente asistir a Ginebra II, a pesar de que uno de sus principales integrantes, el Consejo Nacional Sirio, ha dicho que no participará. Tampoco asistirán los kurdos del Partido de la Unión Democrática y del Consejo Nacional Kurdo, que pretendían participar con un bloque de delegados separado, tanto del gobierno como de los otros sectores de la oposición. Sin embargo, la ausencia más notable será la de los grupos armados islamistas como: la Coalición Islámica, el Frente Islámico o el Estado Islámico de Irak y el Levante, ISIS . Líderes como Hassan Abboud del Frente Islámico, han dicho que las conversaciones de Ginebra II serán «una herramienta de manipulación, para descarrilar la revolución siria lejos de sus metas y objetivos».

La ausencia de actores relevantes, tanto internos como externos y una oposición débil y enfrentada entre sí, son factores que amenazan el éxito de la conferencia. Lo anterior, hace que los alcances de Ginebra II puedan verse seriamente opacados por el desarrollo de los acontecimientos en el terreno militar, el cual podría constituirse en el factor para del desenlace del conflicto. Al respecto, son notorios en los últimos meses dos elementos : en primer lugar, la serie de victorias militares del Ejército Sirio sobre los grupos insurgentes que, aunque no decisivas, marcan un patrón significativo. Las tropas de Al-Assad han cortado importantes vías de suministro de los rebeldes como, la de al-Qusayr, cerca de Líbano; los han derrotado en los alrededores de Aleppo, Homs y Damasco y en muchos casos han expulsado a los combatientes rebeldes a posiciones cada vez más débiles y aisladas.

El segundo elemento, es el surgimiento de una guerra interna entre las milicias opositoras, una de cuyas primeras consecuencias ha sido el desmoronamiento del Ejército Libre de Siria (FSA), que dependía de la ayuda de occidente, y del cual no queda más que una sombra. Atacado por los yihadistas del Frente Al-Nusra (vinculado a Al-Qaeda), el Frente Islámico y el ISIS, líderes del FSA como el General Salim Idris, han tenido que huir del país, abandonando zonas arrebatadas al régimen. Por otro lado, diferencias ideológicas y lealtades foráneas distintas, enfrentan también a los grupos yihadistas. El ISIS se ha enfrentado al Frente Al-Nusra, al Frente Islámico (apoyados por Qatar y Arabia Saudí respectivamente) y a otras organizaciones como el Ejército de los Mujahideen, en combates que en los últimos diez días han cobrado más de mil muertos.

En las zonas controladas por el ISIS, se ha impuesto una versión ultra-radical de la Sharia que prohíbe fumar, escuchar música y otros placeres simples que muchos -en una sociedad tradicionalmente secular como la siria- encuentran intolerable. Además, son comunes las decapitaciones y las ejecuciones sumarias. El emir de ISIS, Abu Bakr Al- Baghdadi, espera convertirse en Califa y obligar a las otras facciones a jurarle lealtad. La CNS ha acusado al ISIS de tener vínculos con el régimen de Assad y estar a su servicio para «socavar los principios de la revolución y pervertir el significado del Islam» . El protagonismo que ha alcanzado el yihadismo (se estima que en Siria hay 45.000 yihadistas, el doble de los combatientes que los talibanes pudieron alinear en Afganistán), ha hecho que el conflicto se parezca más a una Jihad cuyo objeto es la instauración de un Estado islámico regido por una versión religiosa extremista similar al wahhabismo saudí, que a una lucha por la libertad contra una dictadura corrupta, nepotista y opresiva.

Obviamente el gran ganador de esta situación marcada por las luchas intestinas en las distintas facciones de la oposición es el gobierno de Al-Assad, que, confiado en derrotar militarmente a los rebeldes, hace improbable el compromiso para un alto el fuego.

El hecho de que el conflicto haya pasado de ser una guerra civil de alcance regional a una guerra regional alrededor de Siria, hace que las perspectivas de acuerdos mínimos en Ginebra II dependan en buena medida de la voluntad política de los actores externos más importantes que, aunque retóricamente apoyan una salida político-diplomática, en el terreno, no dejan de apoyar militarmente a sus respectivos aliados dentro del país. En el caso de Estados Unidos, su posición en el conflicto empezó a debilitarse desde que la «línea roja» trazada por el presidente Barack Obama sobre el uso de armas químicas no fue al final más que un comentario imprudente e irreflexivo. Obama violó un principio fundamental de la política internacional: si usted articula una política, es mejor asegurarse de que tiene los medios para llevarlo a cabo. Lo anterior no ha impedido que esta potencia continúe suministrando ayuda «no letal» a ciertos grupos rebeldes e insista en que «no hay futuro para Al-Assad en Siria».

Por su parte, Rusia ha advertido que el fracaso de Ginebra II daría lugar a la creación de un «régimen extremista que representaría una amenaza, tanto para Siria como para todo la región». En este sentido, Moscú ha renovado en las últimas semanas su apoyo militar al régimen, incluyendo el envío de vehículos blindados, aviones no tripulados, misiles de precisión y radares.

Otro de los actores regionales protagónicos es Arabia Saudita, que se enfrenta a Irán en una lucha por la hegemonía regional e insiste en la derrota militar de Al-Assad, principal aliado de Teherán en Medio Oriente. Riyadh encara actualmente un entorno regional poco favorable para sus intereses: vive un pésimo momento en sus relaciones con EE.UU., al que ha criticado por no haber procedido con la intervención militar en Siria y por su reciente acercamiento diplomático con Teherán; los grupos patrocinados por ellos en Siria como el Frente Islámico no han alcanzado victorias militares significativas y su red regional de apoyo al extremismo yihadistas -articulada por el siniestro jefe de la inteligencia Bandar bin Sultan- ha quedado más expuesta que nunca, no solo en Siria, sino también en Líbano y en Irak, cuyo gobierno ha acusado a los saudíes de apoyar las acciones violentas de grupos afiliados a Al-Qaeda como el ISIS en la provincia de Anbar.

Aunque la participación de Irán en Ginebra II no es segura, pues es rechazada por EE.UU., Arabia Saudí y la CNS, se trata de un actor imprescindible en cualquier posible desenlace de la crisis siria. Teherán se ha pronunciado a favor de una solución política pacífica a la crisis pero, decidido a no dar a los saudíes una victoria militar en Siria, apoya económicamente a Al-Assad y posiblemente ha enviado asesores militares y algunas unidades de combate.

La posibilidad de que Ginebra II abra la puerta a una solución negociada al conflicto es remota. Los países involucrados y sus aliados locales no han tenido hasta ahora la voluntad de llegar a un acuerdo que implique un compromiso aceptable para poner fin a los combates. Sin embargo, la diplomacia puede aún -como quedó demostrado en el acuerdo impulsado por Rusia sobre las armas químicas del gobierno sirio- posibilitar la definición de un marco de negociación. Si se dieran las condiciones más favorables, uno de los escenarios más optimistas al que podría dar inicio el proceso de Ginebra II, supondría llegar a un alto al fuego efectivo y un embargo de armas, definir como una prioridad mantener la unidad nacional y la integridad territorial del país y establecer un órgano de gobierno de transición, que debería incluir a todas las partes en el conflicto y que posteriormente, consideraría reformas constitucionales ampliamente consensuadas. Lo anterior, posibilitaría eludir el escenario al que muchas veces parece dirigirse el conflicto: la disolución de Siria y el fin de su existencia como Estado-nación.


SERGIO I. MOYA MENA es coordinador del Centro de Estudios de Medio Oriente y África del Norte, (CEMOAN), y profesor e investigador de las Escuelas de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional y Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica. Ha llevado a cabo labores de investigaciónen Líbano, Turquía, Irán, Siria, Jordania, Egipto y Kurdistán.

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