Rebeca Juárez Arellano
El recuerdo de la Guerra Fría aún pone a temblar a Occidente. Pero, ¿se trata de un miedo justificado? ¿La intervención de 2014 en Ucrania significa un despertar de las ambiciones imperialistas rusas? ¿Deberíamos temerle a la Rusia contemporánea, abatida ya por sanciones económicas y el aislamiento forzado, como le temíamos a la Unión Soviética de Stalin y como temieron otros a la Rusia zarista?
Dmitri Trenin, uno de los más reconocidos analistas de la política rusa, ofrece respuestas exhaustivas. Con una prosa fácil pero elegante, y prescindiendo de lugares comunes y analogías anticuadas, Trenin explica el marcado deterioro de las relaciones de Rusia con Occidente.
Su análisis se divide en cuatro partes. En la primera explora los principales miedos a la Rusia contemporánea, algunos de los cuales datan de la Guerra Fría, la formación del Ejército Rojo o incluso de la Revolución de 1917. Desde el miedo a un despertar militar
-justificado en cierta medida por una política exterior agresiva, un ejército reconstituido y el uso de la fuerza en Ucrania-, hasta el temor a la autocracia rusa dentro de sus fronteras, caracterizada por violaciones persistentes a los derechos humanos y a las libertades políticas de su población, parecería que hay razones suficientes para inquietarse.
En la segunda sección Trenin examina el desafío ruso a Occidente. Rusia nunca estuvo contenta con el lugar que le fue impuesto en los años posteriores a la Guerra Fría, y a partir de 2014 ha dejado claro que ser una potencia regional no es suficiente. Quiere formar parte de la toma de decisiones, y está lista para pelear por su lugar en la mesa. La Rusia de Vladimir Putin ha demostrado que puede compensar sus deficiencias en materia miliar y económica.
Cómo lidiar con Rusia es la materia de la tercera sección. Estados Unidos y la Unión Europea no pueden seguir ignorándola. Subestimarla no funcionó en 2014 y -asegura Trenin- no funcionará ahora. Se necesita una combinación de tácticas para mantenerla bien portada y al margen. Las sanciones económicas, el aislamiento político, el apoyo occidental a los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte más próximos a su frontera (y a los países importantes que no funjan como miembros de la organización, entre ellos Ucrania), la batalla en los planos mediáticos e informáticos y el uso del poder blando contra las faltas rusas son consideradas por Trenin como posibles estrategias para Estados Unidos y la Unión Europea. También las formas de cooperación que sirvan a los intereses nacionales de Estados Unidos, la Unión Europea y la propia Rusia aparecen como tácticas viables y deseables.
Finalmente, en la cuarta sección se argumenta que nos encontramos frente a una nueva normalidad en las relaciones de Occidente con Rusia: no es el recrudecimiento ideológico propio de la Guerra Fría, sino un periodo de nuevos retos y oportunidades, en el que la mejor apuesta en el trato con Rusia es el pragmatismo. El miedo no tiene cabida.