Preservar o romper el statu quo

20 abril, 2017 • Artículos, Medio Oriente, Portada • Vistas: 8995

Esa es la cuestión

AFP

 Daniel Kupervaser

Abril 2017

Donald Trump no deja de sorprender. El escenario del conflicto palestino-israelí, a su vez, no deja de presentarse como un marco donde lo imprevisto puede sobreponerse a las conductas típicas de la diplomacia tradicional. En última instancia, Trump es un presidente que asume su función tras prolongada experiencia en el mundo empresarial y que fijó como objetivo la solución de esta centenaria disputa dentro de un proyecto destinado a cerrar una operación comercial más. ¿Qué significa? Nadie sabe.

Las antinomias del discurso del nuevo presidente estadounidense se han convertido en la mejor herramienta mediática de las partes envueltas en esta pugna levantina. Las primeras contradicciones surgieron en sus proclamas electorales. Otras se hicieron más evidentes en declaraciones sobre el tema tras haber asumido su cargo. Existen grandes dificultades en intentar esbozar el proyecto de Trump en la región con base en su conducta y la de sus comisionados, al menos en sus primeras semanas dirigiendo la primera potencia del mundo. Barak Ravid, en su artículo On His First Visit to the Middle East, Trump’s Envoy Jason Greenblatt Surprises Everyone, nos brinda un excelente análisis al respecto.

Sin lugar a dudas, el destino de la soberanía territorial, de facto o de jure, que incluye el control de seguridad, el derecho a apropiación de tierras y la consecuente colonización civil, es el punto cardinal y elemento determinante del resto de los aspectos de un futuro acuerdo. La falta de una línea coherente del nuevo líder estadounidense impacta directamente sobre las capas del liderazgo israelí y palestino. Da la impresión que el estado anímico de estos sectores pasa repentinamente del optimismo y la euforia al pesimismo y el descontento, como si estuvieran embarcados en el vagón de una montaña rusa.

Todo este juego político incluye tres actores locales con capacidad de influir seriamente en el destino del conflicto. De los cuales, solo uno se mantiene firme en su propósito y no demuestra signos de preocupación: Benjamin Netanyahu.

El primer ministro israelí está convencido de que su plan de mantener el statu quo, tal como se ha mantenido en los 20 últimos años, no tiene ninguna otra alternativa. Con seguridad, su habilidad política de manejar al Congreso y al gobierno estadounidense con la ayuda de la inmensa capacidad e influencia de las instituciones judías de ese país, le permitirá proyectar la imagen de predisposición a negociar un futuro acuerdo de paz con los palestinos. Lo anterior, pese a que en la práctica no se cansa de sabotear todo proyecto que pueda hacer tambalear el statu quo. Desde la perspectiva de Netanyahu, la estrategia de «más de lo mismo» podría mantenerse vigente otras 20 décadas. El resto, en particular la extrema derecha israelí liderada por Naftali Bennett y el liderazgo palestino presidido por Mahamud Abbas, continúan aferrándose a sueños a todas luces fantasiosos.

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La impresión general es que toda propuesta práctica de Trump favorecería intereses básicos israelíes a cambio de mayores beneficios económicos y cierta ampliación de la libertad de acción para los palestinos. Esto nos permite suponer, con un alto grado de seguridad, que las condiciones históricas ocasionarían que la Autoridad Palestina no pueda dar su beneplácito a ningún acuerdo que no asegure su soberanía e integridad territorial sobre toda Cisjordania. El intercambio de territorio como parte de un acuerdo común solo sería posible si se accede a una continuidad territorial que permita un normal desarrollo palestino. Para quienes conocen el mapa y los planes israelíes, la anexión a Israel de la región denominada E1, entre Ma’ale Adumim y Jerusalén, es para Israel, una condición que no admite negativa. Contrariamente, para los palestinos es un casus belli, dado que fragmentaría su territorio en dos cantones prácticamente separados con paso controlado por Israel.

Es de suponer que Donald Trump sabe muy bien que los palestinos tienen la última palabra y si en su visión la propuesta no les conviene, responderán negativamente tal como ha ocurrido en los últimos 20 años. De todas maneras, tal como lo sentenció la Corte Suprema de Israel y no una comisión corrupta de la Organización de las Naciones Unidas, ellos son nativos de la región y dado todo su sufrimiento por el apartheid que impone Israel en Cisjordania no se piensan mover del lugar para continuar reclamando sus derechos básicos. El abandono masivo de hogares de 1948, por iniciativa propia o inducida, en tanto y en cuanto dependa solo de los palestinos, no retornará.

Trump debe tener claro que todo intento serio de imponer o incentivar una solución del conflicto palestino-israelí debe, necesariamente, comenzar por la ruptura de ese eternizado statu quo. Todo intento de conciliar diplomáticamente las partes sin sobreponerse al hasta ahora ineludible callejón sin salida está destinado al fracaso, como sucedió con numerosas iniciativas de famosos y experimentados predecesores. Es de conocimiento general que Israel y, principalmente, Netanyahu, son los últimos interesados en este devenir.

Históricamente se dan dos situaciones, conjuntas o desvinculadas, en donde sería posible romper con esa política de más de los mismo. Casualmente, ninguna se está en manos de Israel. Según la primera, Estados Unidos declararía que se libera de sus compromisos de comportarse como inquebrantable sirviente y escudo de intereses israelíes para considerarlo un país más en el mundo. Para más, dejaría claro que -como se considera normal en todo país democrático-, injerencias y presiones de instituciones y ciudadanos judíos de ese ese país en favor de Israel representarían una transgresión a normas democráticas.

Alternativa o simultáneamente, el liderazgo palestino anunciaría la cancelación de los acuerdos de Oslo y la disolución de la Autoridad Palestina y sus instituciones oficiales, incluyendo todos los organismos de seguridad, para transferir toda la responsabilidad del territorio y su población (de casi 3 millones de habitantes) a Israel. Ante la situación de acefalia y la mera posibilidad que esta región pase a control de Hamas, Israel se vería en la obligación inmediata de tomar a su cargo el control total del territorio y la consecuente responsabilidad de garantizar la seguridad, supervivencia y otorgamiento de servicios básicos a toda la población en calidad de fuerza ocupante.

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Tanto una posibilidad, como la otra, y por supuesto ambas conjuntamente, representan un histórico reto estratégico y una necesidad por parte de Israel de tomar una decisión crucial sin ninguna posibilidad de soslayarla o postergarla bajo el gastado y fallido pretexto israelí: «el tiempo juega a nuestro favor». Por primera vez desde 1967, Israel se enfrentaría con la necesidad de asumir la responsabilidad de fijar fronteras definitivas con el consiguiente compromiso de otorgar ciudadanía y trato igualitario a todos sus habitantes o, alternativamente, de convertirse en un modelo y ejemplo de racismo y discriminación civil en representación del pueblo judío del mundo.

En la actualidad, Netanyahu continua con sus esfuerzos por conseguir el consentimiento del nuevo gobierno estadounidense para continuar con la colonización judía de Cisjordania a un ritmo moderado. Se trata de otra maniobra típica para que las conciencias estadounidenses y europeas puedan digerir fácilmente los intentos por colonizar sin que éstos les produzcan un serio malestar. Esta conducta apunta a que el primer ministro israelí persiste en su visión de eternizar el famoso statu quo.

Probablemente, Netanyahu esté convencido de que el futuro depara el arribo del Mesías montado en un burro blanco. Esta sería la gran oportunidad de redimir al pueblo judío de la necesidad de mantener el statu quo haciendo desaparecer mágicamente a todos los palestinos de la región sin que el mundo se atreva a rechistar.

DANIEL KUPERVASER es licenciado de Economía por la Universidad Nacional de Rosario en Argentina. Es autor de Israel se emborrachó y no de vino, prologado por Marcelo Cantelmi, Jefe de Exteriores del Diario Clarín de Argentina. Además, es autor del blog Ojalá me equivoque. Encuéntrelo en Facebook como Daniel Kupervaser.

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One Response to Preservar o romper el statu quo

  1. Ángel Catena García dice:

    Un análisis riguroso y preciso de la realidad a día de hoy en el conflicto palestino-israelí y sus posibles derivaciones a medio plazo. Un gran artículo, en su línea habitual, de Daniel Kupervaser. Gracias!

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