Carta del Director

Iniciado el segundo trimestre de 2009 cuando la crisis económica es más profunda y apenas se vislumbran síntomas de haber tocado fondo, el G-20 se ha reunido en Londres con el fin de buscar soluciones coordinadas para la salida de la crisis. Se pretende generar una reacción positiva que facilite la recuperación, que en cualquier caso no se prevé rápida. Para que las medidas tengan un impacto positivo, es esencial que sean ampliamente aceptadas tanto por las economías industriales como por las economías emergentes y que al mismo tiempo supongan un impulso para las economías menos desarrolladas. En este escenario aparecen nuevos actores, nuevas potencias económicas, dispuestas a liderar a los países que hasta ahora han tenido escasa o nula representación en las instituciones internacionales multilaterales. Brasil aparece en este grupo de países como una potencia económica y política que desea encabezar la región y tener un protagonismo global. Este número de Foreign Affairs Latinoamérica presenta un detallado análisis de las dimensiones económicas y políticas del Brasil, sus fortalezas y debilidades para hacer frente a sus retos y objetivos de país que desea y podría ser potencia.

Juan de Onís plantea que es el momento de Brasil por su economía pujante y diversa, con sectores fuertes y con una sólida administración económica y política, aunque debe evitar los errores del pasado y solucionar los problemas recurrentes que permitan que pase de ser considerado un país periférico a ser un actor global. El autor propone una relación estratégica con Washington basada en intereses comunes relacionados con la energía, los alimentos, el cambio climático y la seguridad regional. Los ensayos de Leticia Pinheiro y Maria Regina Soares de Lima tratan de la política exterior brasileña en el marco del nuevo escenario global. Pinheiro explica la evolución de la política exterior y su adaptación a la nueva situación, mientras Soares de Lima presenta los desafíos de la participación de Brasil en la gobernanza global, tales como su legitimidad en el plano regional y su capacidad de coordinación y construcción de consensos. Monica Hirst y Andrew Hurrell se refieren en ambas aportaciones a la compleja relación entre Brasil y Estados Unidos. Hurrell plantea la probabilidad de que las interacciones más importantes de Brasil y Estados Unidos ocurran en temas más amplios que los regionales, tales como el cambio climático, la gestión del comercio global, los sistemas monetarios y la geopolítica de la energía, aunque Brasil puede no desear el riesgo de compartir las cargas colectivas del proceso de cooperación internacional. Hirst considera tanto los aspectos comerciales bilaterales, hemisféricos y multilaterales, como también los aspectos más estratégicos en dicha relación. Salvador Arriola describe las relaciones entre Brasil y México, presentando distintas iniciativas que contribuyan al avance de una mayor integración económica regional de América Latina y el Caribe.

La perspectiva económica de Brasil como potencia se desarrolla en el artículo de Ricardo Sennes y Ricardo Mendes en la inserción de Brasil en América del Sur. Adilson de Oliveira analiza la transición energética del «pospetróleo» y la integración energética de Brasil con los países vecinos. La potencia de Brasil en el ámbito de la agricultura comercial para la producción de alimentos y agrocombustibles, así como sus límites competitivos ante un cambio de las condiciones actuales, es tratada por el artículo de Leila Harfuch, Marcelo Moreira y Luciane Chiodi.

También el artículo clásico, de Gilberto Freyre es un colofón a este número dedicado a Brasil. En 1962, Freyre ya explicaba magistralmente las diferencias de Brasil con otros países de Latinoamérica en su construcción política, a partir de un análisis de sus orígenes y de su entorno.

Visto el enfoque de los distintos autores, quedan pocas dudas tanto de la voluntad de Brasil por ser un actor regional, como de la capacidad económica y política para desempeñar este papel. La crisis económica global y la necesidad de reconstruir las instituciones financieras internacionales sitúan a Brasil en una posición de salida con muchas posibilidades. Sin embargo, la duda que se plantea es si Brasil va a considerar esta oportunidad como un riesgo ante el dilema de apoyar una cooperación que pueda fracasar o regresar a un nacionalismo económico de políticas proteccionistas. Esta duda se está disipando en el ámbito internacional, dada la velocidad de los acontecimientos y la paulatina reconstrucción multilateral en la que Brasil ocupa un lugar. Hasta el momento, pues, el liderazgo regional no parece ser el elemento que deba anteceder para ser un actor global. El formato g-20 que se acordó para este recorrido permite que economías emergentes con suficiente potencial económico sean partícipes de la reconstrucción financiera y económica global. Brasil y México, en el mismo foro, no representan a Latinoamérica y, sin embargo, son potencias latinoamericanas con capacidad de mediación en la región y que están presentes porque ocupan un lugar entre las grandes economías del mundo.

En los demás apartados de este número se presentan ensayos relevantes sobre el debate actual de la salida de la crisis. Roger C. Altman revisa el origen de la crisis financiera y la pérdida de influencia global de Estados Unidos y de los países europeos a la par de su economía. Matoo y Subramanian plantean el dilema de si se deben dedicar los esfuerzos a revivir la Ronda de Doha o a una nueva ronda al estilo Bretton Woods, y se destacan a favor de esta última opción. Pablo Larrañaga aboga por una mayor acción pública efectiva. Paul Collier se refiere a los efectos de la crisis de los alimentos y propugna por el fin del que denomina los gigantes del populismo romántico que impiden, con subsidios y prejuicios contra los cultivos genéticamente modificados, el avance de una agricultura productiva y comercial en países menos desarrollados. Desde una orientación prospectiva, el artículo de Daniel Deudney y G. John Ikenberry aporta una visión constructiva que resta importancia a la nueva percepción del renacimiento autocrático y propone evitar el triunfo de las autocracias, incorporándolas al orden liberal. Por último, Anne-Maria Slaughter prescribe el potencial de interconectividad de Estados Unidos como una vía para renovar su poder.

Cumpliendo con una cita más y siguiendo su tradicional línea editorial, Foreign Affairs Latinoamérica presenta a sus lectores los temas que se consideran clave en el debate actual, realizado desde una perspectiva latinoamericana.

Jordi Bacaria Colom