Carta del Director

Aunque al cierre de esta edición de Foreign Affairs en Español (FAE) no se ha lanzado ninguna de las miles de bombas inteligentes con capacidad de destrozar el ejército de Saddam Hussein, la resolución del presidente George W. Bush de cambiar el régimen en Irak ya provocó daños colaterales en diversas instancias del sistema internacional de la segunda posguerra, entre ellas: la alianza trasatlántica, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y las relaciones entre Washington y América Latina -en especial con Chile y México-. El inicio de las hostilidades en Irak parece inminente, por lo que desde ya ofrecemos a nuestros lectores los primeros análisis de los efectos que causaría el conflicto en el entorno internacional.

La relación trasatlántica, la economía y el mercado petrolero se analizan en la primera sección de este volumen. Asimismo, en cinco artículos -los tres primeros, material original de FAE-, se examinan las distintas aristas de la creciente tensión entre Estados Unidos y la Unión Europea. En la entrevista con el escritor mexicano Carlos Fuentes se argumenta que la unipolaridad militar de Washington exige un contrapeso, y que esta fuerza equilibradora sólo puede provenir de la Unión Europea y, en especial, de su eje central: Francia y Alemania. Esta tensión, según opina Esther Barbé, es sólo la expresión del final de la Guerra Fría, y sostiene que si bien lo que mantenía la cohesión de la alianza trasatlántica (la amenaza soviética) desapareció hace más de una década, las fisuras no se habían hecho evidentes por la necesidad de europeos y estadounidenses de enfrentar como aliados los problemas de los Balcanes. Cristina Eguizábal introduce una señal de precaución con respecto al comportamiento internacional de Washington: habrá que esperar el fin de la guerra en Irak y las elecciones presidenciales estadounidenses de 2004 para determinar si la unilateralidad y la belicosidad son estructurales -es decir, si responden a una voluntad de unipolaridad de largo aliento- o coyunturales -y, por ende, se relacionan con el grupo específico que hoy tiene el poder-. Por último, tradujimos dos artículos, uno de Richard Lambert referido a la cobertura periodística de la relación en ambos lados del Atlántico, y otro de Jonathan Stevenson, quien argumenta que las tensiones se han producido porque cada parte busca su seguridad por caminos divergentes.

Incluimos una versión resumida, de divulgación y en español, del ensayo económico-técnico de William D. Nordhaus «Irak: las consecuencias económicas de la guerra», que sin lugar a dudas ha tenido y tendrá gran influencia en los cálculos financiero-económicos relacionados con la guerra destinada a derrocar a Hussein. También contamos con el análisis de Alberto Quirós sobre los efectos de esta posible guerra en el mercado petrolero.

James Laney y Jason T. Shaplen, en un texto en colaboración, explican cómo debe negociarse con la otra gran amenaza para la seguridad internacional, Corea del Norte («segundo polo del eje del mal», en términos de Washington), que para muchos debería estar en el banquillo de los acusados que hoy ocupa Hussein, pues el arsenal militar de Pyongyang es, por mucho, más preocupante que el de Bagdad.

En los números siguientes de FAE insistiremos en las consecuencias de la guerra en Irak, sobre todo en las relacionadas con nuestra región. El ex canciller mexicano Jorge Castañeda regresa a su ejercicio intelectual y advierte sobre el olvido en que ha caído la relación entre Estados Unidos y América Latina. Michael Shifter señala, en el mismo sentido, las repercusiones que esto podría tener en la precaria situación venezolana.

La obsesión de Estados Unidos con el combate al terrorismo internacional y, ahora, con la necesidad de instaurar un polo de democracia y modernización en lugar de la dictadura de Hussein, ha tenido importantes secuelas en las relaciones de Washington con las distintas capitales de América Latina. No se trata exactamente de una vuelta a la negligencia benigna que caracterizó la actitud de Washington hacia nuestra región durante buena parte de la Guerra Fría, sino de una negligencia selectiva (los temas económicos y de desarrollo, en especial los migratorios, no aparecen siquiera en el horizonte, mientras que el intercambio de inteligencia y los aspectos de seguridad son cada vez más importantes). Será inevitable preguntarse por los efectos de la presión que ejerció Washington en Santiago de Chile y la ciudad de México para intentar conseguir su apoyo en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.

No sólo los elementos externos presionan el tejido democrático de América Latina; también sus rezagos institucionales lo enfrentan con una serie de retos inminentes. En el terreno electoral, José Woldenberg relata cómo incidió el Instituto Federal Electoral que preside en la transición a la democracia mexicana y cómo se ha orientado hacia actividades internacionales; Jesús Silva-Herzog Márquez expone lo distantes que aún estamos del día en que el estado de derecho predomine en nuestros países, y Bruce Bagley, por su parte, explica cómo la «mafia rusa» aprovechó la debilidad institucional en la región para instalarse más allá de los Andes.

En cuanto a otro tipo de cruces transfronterizos, Jagdish Bhagwati propone administrar la inmigración en vez de reprimirla, ya que como fenómeno es parte esencial de la globalización.

Por último, presentamos un articulo sobre la prueba que representan las soberanías nacionales para la Organización Mundial del Comercio (OMC). Este artículo es sólo una introducción al tema que analizaremos con detenimiento en nuestro próximo ejemplar, la OMC y la Ronda Doha, precisamente con el objetivo de establecer la carta de navegación rumbo al encuentro del que México será anfitrión.

Rafael Fernández de Castro